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Un Estado palestino único, laico, democrático, con los mismos derechos para todos y todas y con la derrota del proyecto sionista, es la única posibilidad de que haya justicia

Una Palestina libre no vendrá de la ONU, sino de la resistencia y las revoluciones

Fuentes: Rebelión

El pasado 29 de noviembre, fecha en la que se celebró el Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino, la Asamblea General de las Organización de las Naciones Unidas (ONU) aprobó la petición del presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmoud Abbas, de que Palestina fuera reconocida como estado observador no miembro en […]

El pasado 29 de noviembre, fecha en la que se celebró el Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino, la Asamblea General de las Organización de las Naciones Unidas (ONU) aprobó la petición del presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmoud Abbas, de que Palestina fuera reconocida como estado observador no miembro en dicha institución. Ciento treinta y ocho países se pronunciaron a favor, frente a nueve en contra, entre los que estuvieron Estados Unidos e Israel. Este último anunció al día siguiente, en represalia, la congelación del envío de fondos a la ANP y la construcción de tres mil nuevos asentamientos, esta vez en la llamada área E1 en Jerusalén, lo cual, en el caso de concretizarse, bloqueará de una vez por todas el acceso entre las ciudades palestinas. Una respuesta que evidencia la continuidad del proyecto de expansión colonial y la indisposición a renunciar a él, ni siquiera mínimamente.

Aunque el resultado se haya festejado en las calles de Cisjordania -territorio palestino ocupado militarmente en 1967 y reducto de la ANP- presentándose como una derrota del estado sionista y sus aliados, en realidad no hay motivos para conmemorarlo. La principal razón es que el estatus obtenido en la ONU no contempla a la totalidad del pueblo palestino, sino solamente a un tercio -esencialmente los que viven en Cisjordania y en Gaza. En otras palabras, se trata del reconocimiento de un miniestado palestino -y sin contigüidad geográfica. Una reproducción del modelo de bantustanes de la época del apartheid en Sudáfrica. Los cinco millones que viven en campos de refugiados en el mundo árabe, en un radio de 150 km de Palestina, además de los millares de la diáspora y del millón y medio que viven en el área de 1948, donde se fundó Israel, se quedan al margen.

Justificación

La ANP justificó la iniciativa como una demostración de su disposición para reabrir el ya desgastado proceso de negociaciones y como un camino que le permitirá denunciar en cortes y tribunales internacionales las violaciones cotidianas de los derechos humanos y de la ley internacional por parte de Israel. Sin embargo, la OLP (Organización para la Liberación de la Palestina), como entidad observadora de las Naciones Unidas, ya disponía de dicha posibilidad. Además de que, a diferencia de lo que ha sido su papel histórico, la ANP no representa a la totalidad del pueblo palestino, sino solamente a la cuota contemplada en el miniestado anhelado.

Derecho de retorno

Además, el inalienable e innegociable derecho de retorno de los refugiados a sus tierras y propiedades, cuestión clave para la solución de la cuestión palestina, se encuentra comprometido. No hay como garantizarlo en una solución de «dos Estados». Israel jamás concordará con la vuelta de los palestinos expulsados de sus casas a un estado que visa mantener como exclusivamente judío. Dicho retorno colocaría en riesgo esa premisa, que es la base del proyecto sionista, fundado en una limpieza étnica continua de la población palestina. Por ello, para muchos, la medida de la ONU sería una nueva reedición de Oslo. Los acuerdos en cuestión, firmados por la OLP e Israel en 1993, dividieron a Palestina en zonas bajo control militar israelí, bajo administraciones de la ANP y mixtas. En la práctica, permitieron la constitución de la Autoridad Nacional Palestina, cuyos miembros son fundamentalmente de Al Fatah y tuvieron autorización para establecerse en Cisjordania para gestionar la ocupación militar. El resultado fue desastroso. Para ilustrar sólo uno de ellos, allí se duplicaron, hasta 2000, los asentamientos israelíes. Hoy, reúnen a cerca de 500 mil colonos, la cara más agresiva de ese proceso de toma de tierras. Entre ellos, se formaron 14 milicias, con 60 mil hombres armados, según datos del representante de Al Haq, organización palestina de derechos humanos.

Alternativa

Lo que está detrás de la petición hecha por Abbas a la ONU es un intento desesperado de recuperar mínimamente su credibilidad -ampliamente golpeada entre la población palestina. Lo cual resulta evidente si se observan las innumerables protestas contra la ANP en Cisjordania, ya sea por su carácter servil y colaboracionista con la potencia ocupante, o por el aumento de impuestos y combustibles. Manifestaciones duramente reprimidas por la Autoridad Nacional Palestina. El reconocimiento en las Naciones Unidas se dio en medio de la reactivación de la lucha palestina, motivada tanto por el proceso revolucionario en curso en el mundo árabe como por la resistencia victoriosa ante los recientes ataques a Gaza. Una tentativa clara de desmovilización. Sin embargo, el descrédito es enorme. Los palestinos no vislumbran cambios en el terreno.

Falta una dirección de hecho, que contemple a la totalidad del pueblo palestino y unifique sus demandas. Hamas no es alternativa. Ha visto su popularidad ampliada por ahora, tanto por su retórica de que no cederá ante Israel, como por mantener aún la resistencia. No obstante, su dirección es burguesa y no laica. Además: es igualmente totalitaria en su gestión en la franja de Gaza, controlando incluso la libertad de expresión y manifestación. Y también ya ha dado a entender, en diversas ocasiones, que capitularía y acataría la solución de un miniestado, lo cual choca con el inflamado discurso que fue retransmitido a través de los medios de comunicación en la celebración de los 25 años de su fundación. Los demás partidos siguen en la misma dirección.

Un Estado palestino único, laico, democrático, con los mismos derechos para todos y todas y con la derrota del proyecto sionista, es la única posibilidad de que haya justicia. Para fortalecer esta bandera, urge una alternativa a las viejas direcciones. Alternativa que contribuya para la organización y unificación de los movimientos de vanguardia de la juventud. Es menester construir una dirección revolucionaria que impulse los procesos en curso en la región y se articule internacionalmente para consolidar campañas estratégicas para la solidaridad internacional, como la de por BDS (boicots, desinversiones y sanciones) al apartheid promovido por Israel. Caminos hacia una Palestina libre, que, a diferencia de lo que se intenta demostrar al mundo, no vendrán de la mano de las instituciones tradicionales, como la ONU, sino de transformaciones profundas en todo el mundo árabe. Las revoluciones son la mayor expresión de que esa vía es posible y se mantiene abierta.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.