El 13 de enero de 2012 el sexto rey de la monarquía islámica de Arabia Saudita, Abdullah Bin Abdulaziz al Saud y el príncipe Meqrin bin Abdulaziz, jefe de Inteligencia Saudi, recibieron al Primer Ministro británico, David Cameron, con quien celebraron una reunión para planear acciones en Siria. David Cameron, según consta en su página […]
El 13 de enero de 2012 el sexto rey de la monarquía islámica de Arabia Saudita, Abdullah Bin Abdulaziz al Saud y el príncipe Meqrin bin Abdulaziz, jefe de Inteligencia Saudi, recibieron al Primer Ministro británico, David Cameron, con quien celebraron una reunión para planear acciones en Siria. David Cameron, según consta en su página oficial, recordó entonces que la exitosa operación en Libia había mostrado la importancia de obtener sendos pronunciamientos de la Liga Árabe y la ONU, antes de emprender acciones directas para remover del poder a Bashar Al-Asad, quien según el inquilino del número 10 de Downing Street, no había cumplido con los requerimientos democráticos de la primavera árabe. El discurso de Cameron resulta irónico, si se toma en cuenta que el monarca Saudí con quien conspiraba, únicamente le concede el voto a 22 mil, de los 22 millones de personas de su reino, en el que las mujeres no pueden acceder a la universidad, lo cual no impidió al dirigente británico elogiar las buenas relaciones «con su majestad, como miembros del G20 y dirigentes de naciones poderosas». La agenda incluyó también la importancia del embargo petrolero contra Irán y el imperativo de una acción unificada contra cualquier intento iraní de controlar el paso por el estrecho de Hormuz. A partir de ese momento, numerosas noticias de prensa han dado testimonio de la presencia de grupos de soldados mercenarios financiados y entrenados para ir a combatir en Siria.
En contrapunto, al finalizar ese año, el 21 de diciembre de 2012, el Presidente de la Federación de Rusia, Vladimir Putin, durante el encuentro anual entre su país y la Unión Europea, expuso su postura en torno al conflicto en Siria: el gobierno de ese país fue electo democráticamente; el pueblo sirio debe resolver el problema de manera soberana; la negociación debe incluir y brindar seguridad a todas las corrientes políticas, religiosas y grupos étnicos; el rukabaditi advirtió «que no deseaba ninguna acción que provocara desbarajustes porque ya tenía suficientes países en caos alrededor de sus fronteras».
El 21 de agosto de 2013 las estrujantes escenas de personas intoxicadas en las afueras de Damasco comenzaron a circular y surgió el gran misterio respecto a qué ocurrió. Tres días después del terrible incidente en Ghouta, el Presidente Barak Obama sostuvo una reunión con su gabinete de seguridad para discutir las medidas que adoptaría tras el eventual empleo de armas químicas por parte del gobierno sirio. En la reunión estuvo presente John Kerry, Secretario de Estado, quien emprendió a partir de entonces una febril actividad diplomática. El gobierno de Estados Unidos comenzó un frenético cabildeo para ganar aliados militares, compartir gastos de la guerra, obtener permisos de tránsito, terrestre y aéreo, fijar objetivos comunes para «la transición en Siria» y estabilizar los precios del petróleo. El 27 de agosto Marie Harf, vocera del Departamento de Estado, informó que John Kerry había sostenido en las últimas 24 horas importantes conferencias telefónicas con el Secretario General de la ONU, el Secretario General de la Liga Árabe, el Ministro de Relaciones Exteriores de Egipto, el Primer Ministro de Turquía, el Primer Ministro de los Emiratos Árabes Unidos, el Ministro de Relaciones exteriores de Arabia Saudita, y con el Comandandante de la OTAN. Según Marie Harf, el Presidente Obama en aquellos momento estaba decidiendo si realizaba la acción A o la acción B, pero para ello quería conocer la postura de sus eventuales aliados. «No suspendimos, solo pospusimos la reunión que sostendríamos en La Haya para hablar de Siria con Rusia» afirmó la vocera y remató: «Creo que le avisamos a Rusia que no iríamos la noche del lunes. Nosotros seguiremos ayudando a la oposición a ganar el conflicto en el terreno». Si Estados Unidos ataca a Siria, la petrocracia saudí, afecta tanto a la cetrería y las carreras de camellos como a la Copa del Rey en el futbol, jugaría un papel fundamental como plataforma de ataque militar y aumentaría su producción petrolera para evitar que los precios del crudo se dispararan al infinito.
El 27 de agosto de 2013, el ministro de información del gobierno sirio Omran al-Zoubi afirmó en Damasco que su gobierno brindaría facilidades a la misión de la ONU para inspeccionar el eventual uso de armas químicas, asimismo afirmó que las relaciones con Rusia seguían siendo firmes y aseveró que quienes usaron las armas químicas fueron los terroristas. Al día siguiente, durante la sesión del Consejo de Seguridad de la ONU, el gobierno británico presentó una iniciativa en la cual proponía el uso de la fuerza contra el gobierno de Siria. El gobierno ruso planteó que era inútil proponer una resolución sobre el uso de armas químicas si aún no se contaba con el informe de la misión de investigación in situ de la ONU.
El 29 de agosto, el diario Al Jazeera informó que 285 representantes contra 272 ataron las manos de David Cameron al rechazar la moción en la que solicitaba autorización para realizar una acción militar contra Siria. El ministro de Defensa británico Phillip Hamond tuvo que informarle a Barak Obama que su país no intervendría en una acción militar. Tras la derrota en el parlamento Cameron declaró: «el Parlamento refleja la opinión del pueblo británico, que no quiere ver al ejército británico en acción». El parlamento británico le regaló al mundo al menos unas horas de paz. Rusia y China ganaron la primera batalla diplomática.
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