La inesperada enfermedad del presidente Yasser Arafat levantó un debate poco generalizado anteriormente en aras al respeto existente frente a la figura de quien será recordado como el «padre de la patria Palestina», y que refiere a la sucesión en el liderazgo del gobierno palestino, tanto en su brazo histórico (la OLP) como en su […]
La inesperada enfermedad del presidente Yasser Arafat levantó un debate poco generalizado anteriormente en aras al respeto existente frente a la figura de quien será recordado como el «padre de la patria Palestina», y que refiere a la sucesión en el liderazgo del gobierno palestino, tanto en su brazo histórico (la OLP) como en su referente local (la Autoridad Palestina).
El tema no es menor, ya que desde 1968 los hilos del movimiento de liberación nacional palestino estuvieron en las manos de Yasser Arafat, ya sea a la cabeza de su principal partido (Al Fatah) como simultáneamente de la principal organización (la Organización para la Liberación de Palestina) y desde 1994 como «Rais» de la Autoridad Palestina.
Aquel culto a la personalidad tan presente en el Tercer Mundo, como así también sus propios meritos como responsable directo de la presencia palestina en las portadas de la agenda internacional por décadas (o porque bien o mal, su mezcla entre líder tradicional árabe y combatiente revolucionario resultase atractiva y conciliadora como ninguno pudo), trajo consigo una cierta sensación de dependencia hacia un hombre carismático, combatiente en cada guerra que enfrentase a Israel (desde 1948 a la fecha), rey y señor en los 60s en Jordania y desde 1970 en Líbano durante mas de una década.
Es conveniente por otro lado, afirmar en torno a esos capítulos específicos que le dieron el carisma a Arafat, que muchos lo critican por no ser precisamente un estadista y -en función de sus ideas y sin muchas consultas- haber tomado decisiones equivocadas, como la tregua -que a la postre significo masacre- durante el Septiembre Negro de Jordania (1970) y el cese al fuego en la guerra del Líbano en 1976, que luego de tener a las fuerzas palestinas en ventaja estratégica, los forzó a una retirada poco pensada con anterioridad.
Sin embargo, la gran dote de Arafat no consistió en tomar acertadas o erradas decisiones políticas, sino en encarnar todas las características que por este tiempo (y más aun hace 4 décadas) necesita alguien que en el mundo árabe aspire a ser un líder político, y que no es nada mas que su capacidad para generar consenso en conjunto al propio carisma. Ante el hicieron reverencia desde los mas encarnizados palestinos marxistas hasta los islamistas tan de moda, pasando naturalmente por sus naturales aliados del bloque nacionalista. Cristianos, musulmanes, en la diáspora o en el centro, Arafat es el referente que por sucesivas décadas cada palestino reconoció como propio, independiente del color político que lo identificase.
Aquellas características sin embargo no las posee ninguno de quienes oficialmente lo siguen en la jerarquía del gobierno palestino, y aquel es el factor determinante para que algunos hayan encarnizadamente afirmado que luego de Arafat vendría la guerra civil en Palestina.
No es menor citar la ultima encuesta de opinión que el Centro de Estudios para el Desarrollo de la Universidad de Bir Zeit (uno de los más creíbles en lo que a sociedad palestina refiere), que en Octubre pasado encarnaba una peligrosa realidad para las aspiraciones del grupo cercano a Arafat.
Ante la pregunta ¿por quien votaría en una elección presidencial?, Arafat arrasaba con un 46,2%, seguido por el encarcelado Marwan Bargouthi con alrededor de un 12%. Sin embargo, el ex premier Mahmud Abbas (Abu Mazen) [nombrado ahora como presidente del comité ejecutivo de la OLP] figuraba solo con un 0,5%, el Primer Ministro Ahmad Qurea (Abu Ala) con un no mejor 1,0% [que se considera como el gobernante de facto de la Autoridad Nacional Palestina] y quien escala en una «mejor» posición es Mohamed Dahlan con un escuálido 1,6%*.
En otras palabras, fuera de Marwan Bargouthi, hoy encarcelado, no existe ningún otro referente de Al Fatah que pueda asumir el mando con un buen margen de maniobra y credibilidad desde un primer instante, a pesar de que la desaparición física por asesinato del portavoz del Hamas, Abdel Aziz Rantisi, haya echado tierra por el momento la posibilidad de que algún representante del islamismo palestino sea capaz de tomar el poder.
No es un mero dato de la causa que el máximo referente político de dichos sectores (sondeado tanto por Bir Zeit como por la Universidad An Najah) es el actual líder del Hamas, Mahmud Azzahar que alcanza solo un 8,6%, porcentaje no muy distinto al del comunista Haider Abdel Shafi (6,1%) quien a su haber no cuenta con la gran maquina propagandística con la que si cuenta Hamas.
En torno al apoyo político partidario, en Palestina se marcan claramente tres tercios que marcan un escenario bastante interesante. Mayoría es Al Fatah, seguido por los islamistas (Hamas y Jihad) para luego terminar con quienes se muestran apartidistas, algo repetido en cualquier estudio de opinión palestino.
Hoy en Palestina, las fuerzas de izquierda no representan una alternativa real de gobierno debido básicamente a sus ambiguas políticas tomadas luego de la firma de los Acuerdos de Oslo en 1993, aunque si lo son algunos de sus referentes hoy ligados mas a los asuntos de la sociedad civil que a lo político partidario tradicional, dándose un giro interesante que sitúa a Mustafa Bargouthi, Haider Abdul Shafi y a la diputada independiente Hanan Ashrawi como actores políticos importantes, siempre presentes en la intención de voto, asumiendo tazas de popularidad transversales al apoyo de su movimiento político particular.
Todo ello arroja algo que a la cúpula de la Autoridad Palestina debería preocuparle en términos de la intención de voto: si hoy se realizaran elecciones en Palestina, el comunista Mustafa Bargouthi mano a mano en una elección, derrotaría por casi 20 puntos al mas alzado de los oficialistas en carrera (descartando al prisionero político Marwan Bargouthi) Mohamed Dahlan, mientras la resta en la división de los votos hacia opciones laicas le abriría espacio al Hamas, que en ese escenario electoral triunfaría por una baja ventaja, fácilmente borrada en caso de que se realizara un real proyecto político de las fuerzas democráticas palestinas que, sobre la base de la integración de ideas y renovación de actores, pueda encantar el voto de ese tercio de palestinos que se siente alejado de la lógica partidaria en Palestina, o de ese mas preocupante aún 14% que no tiene esperanzas en que el conflicto palestino-israelí pueda tener solución.
En términos de solución al conflicto, la opción mayoritaria sigue siendo la de dos estados, con Palestina en la Ribera Occidental y la Franja de Gaza, seguido por la idea progresista de un estado binacional en toda la Palestina histórica; un menor porcentaje cercano al 10% que no expresa rechazo ante la idea de crear un solo estado palestino de norte a sur, siendo solo un 2% quienes apuestan por un estado islámico. La lectura a estos datos no es menor, ya que intrínsicamente han de reflejar las tendencias políticas esgrimidas por los diferentes sectores. Es decir, si la mayoría habla de un estado en los Territorios Ocupados de 1967, quiere decir que están de acuerdo con la formula propuesta por Al Fatah; si cerca de un 25% hablan de un estado binacional, apuntan a una idea planteada por los sectores progresistas, y solo un 2% aprueba la idea de un estado confesional islámico como plantea el Hamas, por tanto el alto porcentaje de popularidad de los islamistas se debe al daño que causan a Israel con su accionar y no así con un proyecto político determinado ya que ese apoyo debería repartirse entre la solución oficialista (dos estados – dos pueblos) y la mas radical en el espectro laico (un solo estado en la Palestina histórica, descartando un estado binacional).
Lo que quiero plantear con estos datos, es que si bien personalmente son poco populares los sucesores en jerarquía de Arafat, deberían contar no solo con un cerrado apoyo de un tercio de la población (que apoya a su partido Al Fatah), sino que con quienes confían en la solución esgrimida por ellos para poner fin a la lucha de liberación nacional. Un catalizador de las demandas en cuanto a la forma de llevar esto a cabo entre el pueblo y el gobierno podría ser una medida recomendable para mantener la gobernabilidad en caso de que continúe la línea generacional de Al Fatah al mando de los hilos de las revolución palestina.
Sin embargo, existe un factor concreto que debe poner el cable a tierra a cualquier vaticinio de escenario post- Yasser Arafat, y tiene que ver con el problema que encierra cualquier salida del actual status quo en que se encuentra la situación palestina, y que es la ocupación que Israel ejerce sobre Palestina. Algo que a falta de una intervención internacional clara, hace imposible tener los mínimos requisitos para la realización de elecciones, no solo en términos de seguridad para realizar el acto cívico, sino que en torno a la libertad que debe existir para emitir un sufragio, algo violado por Israel luego de cerrar siete de los nueve centros de inscripción de votantes para las elecciones municipales de Diciembre, situación que junto al malogrado destino del presidente Yasser Arafat las hacen cada día mas difícil de realizar.
En el escenario próximo, no se ven opciones claras de mejoras sustanciales, ni tampoco una cabeza que unifique al pueblo palestino como lo ha sido Arafat. Por tanto lo más certero seria un gobierno de unidad nacional y una efectiva repartición de responsabilidades, separando claramente el trabajo de la OLP (junto a la diáspora palestina) como el de la Autoridad Palestina (administrando la «autonomía» reflejada en bantustantes de las ciudades de la Ribera Occidental y la Franja de Gaza).
En el primer referente, la OLP, quien podría simbolizar un cambio sustancial en lo adormecido de esa organización es Faruk Kaddumi [nombrado ahora jefe del movimiento al-Fatah], un hombre de la vieja guardia, compañero generacional de Arafat que al rechazar los fracasados Acuerdos de Oslo decidió continuar su exilio en Túnez, haciéndose cargo del servicio exterior Palestino como lo era antes del 13 de Septiembre de 1993, fecha de la histórica firma. Esto de por sí anula su posibilidad de asumir la capitanía de la Autoridad Palestina, ya que de lo contrario, necesitaría de una muy buena «performance» comunicacional para mantener su credibilidad, algo que de seguro no se arriesgaría a perder. Su visión política lo llevaría a continuar el legado conciliador de Arafat, en torno a que por un lado es laico, del partido más importante y un reconocido referente con autoridad, y por otro tiene una mirada más frontal que Mahmud Abbas, el otro eventual mandamás de la OLP, a quien justamente se le critica su buena relación con los dictámenes de Washington y la histórica foto de Aqaba dándole la mano nada menos que a Ariel Sharon en el marco de la firma de otra (hasta ahora) fracasada iniciativa estadounidense llamada «Hoja de Ruta».
El rechazo por parte del Primer Ministro Ahmad Qurea de la propuesta de un gobierno unitario de las 13 facciones palestinas, puede verse arriesgada, pero se puede entender en la lógica de quien entrega el poder a quien. Evidentemente que un poder legitimado por las organizaciones de resistencia le cerraría su margen de maniobra para una eventual vuelta a las negociaciones («Terroristas al Gobierno Palestino» titulaba Canal 13 el pasado Sábado 6 de Noviembre), las que por otro lado habrían de restarle su apoyo en caso de que este acepte las concesiones en materia de seguridad que Israel establece, básicamente en torno al desarme de los grupos de resistencia externos a la Autoridad Palestina.
Claramente, las posibilidades no son muchas, por lo que entendiendo la lógica en que se desenvuelve la política palestina y las posibilidades reales, lo mas lógico seria repartir el poder sin que exista una cabeza hegemónica como lo fue Yasser Arafat, así Qurea, Abbas y Dahlan (de quien ya se habla podría asumir como «Gobernador de Gaza» en caso de concretarse la retirada israelí) podrían tomar frentes distintos que no los hagan eventualmente responsables de que la intransigencia israelí de mantener la ocupación a pesar de negociar (algo antes visto con Oslo, Taba, Sharm el Sheik y la Hoja de Ruta) sin mostrar gestos concretos a los palestinos y no a la comunidad internacional que le den una mayor legitimidad a los nuevos mandamases, pudiera transformar en aun mas critica la situación. Hoy en Palestina no hay nadie legitimado para firmar nada que no sea la restitución de absolutamente todos los Derechos de autodeterminación, retorno y soberanía negados por Israel.
La liberación de Marwan Bargouthi (Diputado condenado a cinco cadenas perpetuas en Israel) lo convertiría en un «Nelson Mandela» palestino, ya que a pesar de su juventud (hace poco paso la «barrera» de los cuarenta), es el mas popular entre los palestinos, guste o no. Si bien es considerado un hombre muy confrontacional, tiene una visión política laica y pragmática que lo acerca a una visión de la situación basada en la legalidad internacional y el criterio de realidad. Es una persona que apoyó el Acuerdo de Oslo y por tanto no debería ser lo «intransigente» que Israel plantea.
Por lo pronto, el Primer Ministro Ahmad Qurea debería pensar seriamente en la idea de un gobierno de unidad nacional y la conformación de un real y pragmático Proyecto Nacional Palestino que incluya no solo a los referentes tradicionales, sino que a todos los sectores de la notoriamente descontenta sociedad civil. Solo así podrá paliar en parte la falta de un verdadero «padre» para el pueblo palestino, algo que nadie puede reemplazar así como así.
* Encuesta Preferencias Politicas palestinas (20/9/2004) – Centro Estudios Desarrollo Universidad de Bir Zeit