Parece evidente que Unidos Podemos ganará las elecciones. En esa formación el Partido Feminista ha contribuido a visibilizar los problemas de las mujeres, a llevar la voz de nuestras activistas a mítines, encuentros, asambleas y debates en varias ciudades de España. Y por supuesto el programa de Izquierda Unida recoge las aportaciones feministas tanto del […]
Parece evidente que Unidos Podemos ganará las elecciones. En esa formación el Partido Feminista ha contribuido a visibilizar los problemas de las mujeres, a llevar la voz de nuestras activistas a mítines, encuentros, asambleas y debates en varias ciudades de España. Y por supuesto el programa de Izquierda Unida recoge las aportaciones feministas tanto del Partido Feminista como del Área de la Mujer de esa formación.
Ese programa explica la necesidad de modificar la Ley de Violencia de Género para proteger a las víctimas, hoy desprotegidas. De hacer realidad la igualdad de salario y de calificación profesional entre hombres y mujeres, de impedir la custodia compartida sin consentimiento entre los progenitores, de elevar las pensiones para las mujeres mayores y de las viudas, de lograr la conciliación de la vida familiar y laboral, de difundir el feminismo en todas las instancias educativas. Es el programa más radical feminista de todas las formaciones políticas. Y estamos seguras de que Alberto Garzón lo va a defender. Pero tendremos en el Congreso a otras formaciones políticas que están asegurando que la prostitución es un buen trabajo para las mujeres, o que todavía debemos discutir si tenemos que legalizarlo, regularizarlo, debatirlo o permitirlo.
El riesgo al que nos enfrentamos es que sin tener mayoría absoluta, la formación Unidos Podemos se encuentre presionada, chantajeada o colapsada para impedir que podamos hacer cumplir nuestro programa. Todas sabemos, y observo que muchos compañeros también, que no bastan las declaraciones, las resoluciones, los programas y las buenas intenciones para que se hagan realidad. Las mujeres llevamos demasiados siglos demandando la igualdad de salarios, y tenemos demasiadas asesinadas en nuestro duro camino para saber ya que sin que las feministas nos organicemos, nos unamos y defendamos nuestras demandas y nuestros principios, sin rendirnos, sin chaquetear, sin consensuar, sin asustarnos, no avanzaríamos en esta interminable lucha.
La prostitución se ha convertido en la trinchera donde se está dirimiendo el verdadero programa feminista de estas elecciones. Es inaceptable que quienes se postulan de progreso defiendan que las mujeres pueden ser objeto de satisfacción sexual de los hombres, mediante precio. Proponer que hay que legalizarla -o regularizarla, ya conocemos de eufemismos- es pervertir a la sociedad. Hace ya tiempo que el Comité de DDHH y la Comisión de Derechos de la Mujer de la ONU declararon que no es un trabajo porque no tiene la dignidad que requiere. Utilizar a las prostitutas para que cualquier hombre crea que puede obtener placer, es reducir el cuerpo de las mujeres a la consideración de objeto. Es la mayor cosificación que se pueda concebir, y la mayor violencia que se comete contra ellas.
Un Estado prostituidor como sería el que legalizase esta explotación y cobrase impuestos por ello, estaría considerando a todas las mujeres susceptibles de ser prostituidas y en consecuencia llevaría a que se rebajara aún más la apreciación social de las mujeres. Es enormemente hipócrita que los defensores de que se regule nunca se vayan a plantear ser ellos mismos víctimas de semejante explotación, ni acariciarán jamás la expectativa de que su madre o sus hijas o sus hermanas se prostituyan. Para eso están otras mujeres. Es la suprema discriminación clasista.
La regularización o legalización dará carta de naturaleza legal a las mafias de la prostitución. Ya no se podrá esperar que el Estado actúe contra ellas, porque nunca se conseguirá que las víctimas declaren que están siendo obligadas. Ya lo vivimos actualmente, cuando la perversidad de obligar a la víctima a ser la denunciante y la testiga del delito, y mantener la acusación durante tiempo interminable, consigue que apenas se persiga a los traficantes, proxenetas, chulos y macarras. Pero con una legislación que los ampare tendremos la mayor explotación de mujeres, impunemente.
Y lo que no se debate, a pesar de esta epidemia de debatitis que padecemos, es qué significa la dignidad de la persona. La sexualidad constituye la pulsión más íntima, más privada, más placentera de todas las actividades humanas. Ninguna otra relación permite conocer tan íntimamente a otra persona, y esa entrega debe ser siempre libre, voluntaria y gratuita. Considerarla una mercancía, que una mujer tenga que aceptar el concurso sexual con veinte hombres cada día, significa degradar absolutamente a las personas. A la mujer y a los hombres que consumen ese sexo venal, absolutamente degradante.
Muchos estudios no sé si hacía falta tantos- explican que las prostitutas tienen una esperanza de vida menor que las demás mujeres, que padecen depresiones y por supuesto adicciones -en eso las envician los explotadores-, y tienen el peor aprecio de sí mismas. Se las induce o se las engaña para que acepten la prostitución y después se las envilece y desprecia.
Aceptar que se considere un empleo significa que tendremos cursos de prostitución para iniciar a las neófitas en el oficio, que irán a engrosar la listas de empleo, que habrá que establecer categorías según las «especialidades» que practiquen, supongo que el sado será el más caro, y que a cualquier mujer le podrán ofrecer una plaza en un burdel cuando se quede en paro. ¿Y ese es el país que queremos? ¿Qué nuestras hijas sean prostitutas y nuestros hijos prostituidores, consumidores de sexo pagado?
Pienso en mis abuelos, en mis padres, en mis tíos, en mis camaradas, hombres y mujeres, luchadores, víctimas de todas las opresiones y persecuciones, masones, comunistas, socialistas, en los creadores de la Institución Libre de Enseñaza, en los anarquistas, en Mujeres Libres, en mi mentora y maestra Federica Montseny, que creó los «liberatorios de prostitución» en el año 1937, y me duelo de pensar en el asombro y la indignación que sentirían de ver esta época de «modernos», donde la prostitución puede ser un trabajo legal, como si acabaran de inventarlo.
Santo Tomás de Aquino, en el siglo XIII, establece las condiciones de los prostíbulos, con todo detalle, y lo argumenta como una necesidad para satisfacer los irremediables impulsos masculinos, que necesitan refocilarse en el sexo prostituido, de la misma forma que una ciudad necesita alcantarillas. En un momento en que el amor libre está absolutamente socializado, en que se han normalizado todas las relaciones sexuales entre adultos. ¿Será posible que haya todavía varones que necesiten pagan 30 euros por una felación o un coito de 20 minutos? ¿Qué clase de moral social, que clase ética radical -como pedía Carlos París- difundimos en nuestro país? ¿Cómo pueden creerse modernos, progresistas y hasta socialistas los que defienden semejante degradación colectiva, semejante perversión individual?
Por eso, porque sigue existiendo el peligro de que aunque Unidos Podemos gane las elecciones, influyan en ella las diferentes corrientes y tendencias y confluencias y mareas, que son muchas, que existen allí dentro, e intenten llevar a término sus propósitos de legalizar la prostitución, nosotras, las feministas Unidas Podremos conducir el gobierno hacia la verdadera liberación de la mujer que es Abolir la Prostitución. Compañeras, en eso estamos. El 28 de junio nos reuniremos en el CAUM, Club de Amigos de la Unesco de Madrid, calle Atoche, 20, metro Sol, para valorar el resultado de las elecciones y constituir el loby feminista dentro de Unidas Podemos, para que no vuelvan a ser los hombres los que nos manden y decidan nuestros destinos. Unidas Podremos.
Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2016/06/22/unidos-podemos-i-abolir-la-prostitucion/