Traducido del inglés por Carlos Sanchis y revisado por Caty R.
El lector Nidal Zeghayer, de 22 años, me envió un correo electrónico. Había leído lo que escribí sobre la autopista 443 y quería hablarme de las otras carreteras de separación que Israel está asfaltando alrededor de su pueblo, Batir, entre Belén y Jerusalén. «¿Vendrá a verlas?» preguntó. Algo en su estilo de escribir me llevó a aceptar su oferta. Cuando llegamos a su pueblo estaba esperando afuera, vistiendo ropas manchadas: estaba ayudando a su padre a pintar la casa.
Zeghayer es un estudiante de cuarto de Sociología. Su padre trabaja como guarda en la clínica de Beit Sahur. Nos olvidamos inmediatamente de las carreteras de separación cuando Nidal y su padre, Khatem, empezaron a hablar. Vals en Batir; un baile mareante.
En un diminuto y escasamente amueblado ático, Nidal se sienta y sueña con la revolución leyendo ensayos sobre Filosofía y escribiendo obras de teatro, guiones y cuentos; está familiarizado con las obras de los grandes filósofos de la historia y luchadores por la libertad. Mientras muchos jóvenes de su edad miran a los jugadores de fútbol, cantantes y celebridades, él admira a Simón Bolívar y Edward Said. A los 12 años ya había leído a Mao y Trotsky en traducciones al árabe. Conocí a un joven palestino de una clase diferente, Nidal Zeghayer, que está logrando todo lo que su padre soñó ser (y hacer) pero no pudo.
«Es lo que yo quise ser. Quise ser lo que es él, pero no salió bien. Siento que tienen aptitudes extraordinarias», dice Khatem en un hebreo fluido. Nidal habla bien el inglés. «Mi hebreo arruinaba cualquier cosa que yo supiera en ingles», confiesa Khatem, que de joven también fue un gran lector que acostumbraba a ocultar sus libros en un agujero del patio, para mantenerlos a salvo de los soldados israelíes que podían querer confiscarlos. Sigue los programas de la radio y televisión israelíes, le gusta Yaron Vilensky en la Radio del Ejército, admira la elocuencia de Benny Begin y está al corriente de los asuntos de la actualidad israelí.
Khatem estudió en Jordania para llegar a ser un técnico de laboratorio, pero la vida bajo la ocupación le llevó a trabajar en Israel en proyectos de restauración. También pasó alrededor de un año en una prisión israelí. Le dice a su hijo que puede tener problemas si se malinterpretan sus tendencias intelectuales: «Como padre, me preocupa mucho. Todo lo que dice le pone en peligro. Hay un montón de informadores, gente que no entiende lo que dice y que solamente lo pasa.»
La atractiva nueva casa de piedra se levanta cerca de la carretera principal de Batir. A cinco minutos de Jerusalén, pero el muro de separación impide el movimiento entre ellas. La última vez que ambos estuvieron en Israel fue hace 10 años. El hermano pequeño de Nidal nunca ha visto la mar, aunque Tel Aviv está a una hora de viaje. Hasta este día, nunca había estado en su casa un israelí desarmado.
Nidal está acabando su licenciatura de Bellas Artes en la Universidad de Belén, ya ha asistido a varias universidades en el extranjero y está buscando una beca que le ayude a continuar; Khatem está invirtiendo todos sus ahorros en la educación de su hijo. «Si tiene alguna oportunidad, será en el extranjero,» dice. Nidal realmente preferiría estar aquí, pero en una gran ciudad.
A Nidal le encanta la película «Vals con Bashir.» La ha visto tres veces, en Inglaterra. Cada mañana lee The Guardian, The Independent, Al-Quds al-Arabi y la edición inglesa de Haaretz, por Internet.
«El anarquismo es lo más cercano al humanismo,» dice, comenzando a describir su fascinante visión del mundo y pareciendo más joven que sus 22 años. «El anarquismo es verdaderamente más humano que el fascismo o el sionismo. En esta parte del mundo es preferible el anarquismo. Su Estado y el Estado que buscamos no son una solución. Los dos Estados es la solución más estúpida. Llevará a la separación y la separación lleva al chovinismo y al nacionalismo. En la separación siempre hay dos grupos, los débiles y los fuertes. La separación refuerza a los fuertes y debilita a los débiles. Un solo estado laico que también incluya el retorno de los refugiados es la única solución. A largo plazo es lo que sucederá, si los dos pueblos luchan por ello. Me gusta lo que Homi Bhabha (un intelectual indio estadounidense), amigo de Noam Chomsky, dijo: que cada pueblo inventa su propia narrativa. El sionismo tiene su narrativa, el ‘pueblo elegido’. Las narrativas siempre conducen al chovinismo y al nacionalismo. No es que se deban ignorar los derechos nacionales, pero esto siempre lleva al fascismo.»
Al preguntarle qué pasará con los refugiados palestinos, Nidal dice: «No es necesario que regresen a los mismos lugares. Lo que importante son la igualdad y la justicia. Es un sueño y no es posible a corto plazo. Primero debe haber una sociedad laica, justa y socialista.»
A Nidal también le gusta cocinar, y le agrada lo que la autora chilena Isabel Allende escribió sobre la conexión entre la comida y el amor: «las dos cosas que hacen del mundo un lugar mejor.»
Cuando era joven, dice Nidal, estaba impresionado con Stalin. «Pensaba que ése era el camino, hasta que encontré a Mao. Después comencé a leer a Trotsky. Tenía 12 años. Como palestino y como persona aprendí mucho de Mao. ‘Deja a un lado las ilusiones y prepárate para luchar’. Cada uno lucha a su manera, y la mía es a través de la escritura».
Nidal trabaja actualmente en un guión cinematográfico: una historia de amor entre un trabajador de Gaza y una nueva inmigrante de Rusia. «Él trabaja en un garaje de Tel Aviv, y su relación pasa por altibajos hasta que se separan, una separación muy dolorosa, debido al abismo que hay entre ellos. Él trata de arreglárselas para sobrevivir y ella obtiene toda clase de beneficios porque es una nueva inmigrante. Una relación desigual que crea conflicto entre ambos. Algo entre el análisis psicológico y el conflicto sociológico. El guión necesita más desarrollo para que pueda convertirse en un documento histórico. Quiero escribirlo de una manera que dentro de 100 años la gente pueda entender cómo era esto aquí, y es complicado.»
«¿Cuándo murió Yeshayahu Leibowitz?», pregunta el padre de repente. «La gente del pueblo me decía siempre: ‘¿Por qué escuchas en hebreo todo el día? El hebreo siempre está contigo’. Pero me gustaba mucho Leibowitz». Después añade: «Nidal me vuelve loco con su Edward Said».
De hecho, cuando le pregunto quién le ha influenciado más, Nidal dice que Said y Frantz Fanon. ¿El orientalismo de Said? «No tan interesante, más bien lo que escribió sobre la cultura, el imperialismo y el intelectualismo».
Khatem: «cuando estaba en la escuela, los maestros y el director no le entendían. Decían que era un buscapleitos. No encajaba. Casi nunca sale, sólo para visitar a su abuela y a la Universidad. No tiene muchos amigos porque no entienden de qué habla».
Nidal sonríe, lo que le hace parecer todavía más joven. Su padre tiene un amigo israelí, el activista Shlomo Vazana del Arco Iris Democrático Sefardí. «Cuando tengo una tarjeta de teléfono a veces le llamo,» dice Khatem.
¿Te has reunido alguna vez con israelíes?, le pregunto a Nidal. «Solamente cuando trabajé en Israel como pintor. Por lo general rehúso reunirme con ellos. No puedo sentarme con un colono. De ninguna manera.» ¿Qué piensa de los activistas israelíes por la paz? «No son malos, pero no comparemos (sus actividades) con otros hechos de la historia. Por ejemplo, el movimiento argelino de liberación. Allí lucharon muy en serio -Sartre, Simone de Beauvoir y Fanon-. Aquí ayudan con leche y pan, pero eso no es lo que los palestinos necesitan realmente. Y tampoco han cambiado mucho por su parte. La suya es la voz de una buena conciencia. Crean otra imagen de Israel, hacen agujeros en la narrativa aceptada, pero no es suficiente. Unos cuantos escritores de Haaretz contribuyen más que toda su actividad.
«Los palestinos no tienen una verdadera organización que luche por sus derechos y no pueden esperar que otros luchen por ellos… Ninguna revolución en la historia ha sido liderada nunca por un gobierno o una burocracia. Nos hemos convertido en una agencia de Israel y de Estados Unidos. Tú no puedes liderar una revolución y volar a Estados Unidos. Nuestros líderes son demasiado flexibles en sus puntos de vista. Una revolución requiere dureza, no flexibilidad. En la música puedes ser flexible, pero no cuando diriges una revolución.»
¿Que hay de la lucha armada? «Me gusta lo que dijo Nelson Mandela, que el colonialismo llegó con violencia y la lucha contra él es violenta. Cuando hay una verdadera oportunidad para la paz debe ser explotada. Estoy a favor de todos los medios de lucha. Intentarlos todos hasta que se halle la mejor manera».
Khatem interrumpe: «Esto es lo que hace que me preocupe. La gente es propensa a malinterpretar lo que está diciendo. Quiero verle triunfar. A pesar de que como padre me gusta lo que dice, me preocupa mucho.»
Volviendo a la revolución: Nidal dice que es un «comunista en mi vida palestina»: «me gusta lo que dijo Sartre en 1954: ‘Alguien que es anticomunista es un cerdo.'»
No se imagina casado según la tradición árabe. «Estoy contra el matrimonio. Para nosotros no es un matrimonio, es un acuerdo entre grupos, entre familias. Es esclavismo. La idea de una boda tradicional es inaceptable para mí. Me casaré en el futuro, pero no de esa manera. Si quieres a alguien, necesitas vivir con ella. No necesito una demostración de poder con una boda con todo el pueblo. No hay igualdad entre el hombre y la mujer entre nosotros, pero tampoco la hay en Occidente. Ni siquiera en Alemania, donde no hay ocupación, hay igualdad.»
Khatem: «Yo siempre le digo: Con tus razonamientos, no puedes vivir aquí. Tienes que encontrar un mundo diferente».
Nidal responde: «Tengo un amigo inglés que dice que nuestros sueños no son para aquí y ahora, pero seguiremos soñando».
Subimos al ático para mirar las carreteras y las colonias que cercan el pueblo por todos los lados, el propósito original de nuestra visita. Hay una bicicleta eléctrica abandonada en el tejado. Nidal la recibió del antiguo jefe israelí de su padre, que después no le pagó el sueldo durante dos meses. «Quizás la coja y escriba el diario de una bicicleta; como los Diarios de motocicleta del Che Guevara.»
Entramos en su habitación. Hay una manta de lana sobre su cama. El Che y muchos libros: «El significado de Sarkozy» de Alain Badiou; «Hacia una nueva Guerra Fría» de Chomsky; «La limpieza étnica de Palestina» de Ilan Pappe; «La Gran Guerra por la civilización» de Robert Fisk; libros sobre Rosa Luxemburgo y Fidel Castro. Un álbum con fotografías de Nidal cuando era niño y fotos del lugar donde su padre ocultaba los libros, que están escondidas por si acaso los soldados pudieran venir y ojear el álbum incriminatorio.