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Vender la normalización en el Golfo

Fuentes: MERIP [Foto: Firma de los Acuerdos de Abraham, el 15 de septiembre de 2020 (Tom Brenner/Reuters)]

Traducido del inglés para Rebelión por Loles Oliván Hijós

El 13 de agosto de 2020, Emiratos Árabes Unidos (EAU) fue noticia por ser el primer país árabe del Golfo en normalizar sus relaciones con Israel. Sus dirigentes enmarcaron la decisión en el mantenimiento de su tradicional política de apoyo al pueblo palestino, una decisión que le aproximaría a la condición de Estado porque detendría la anexión israelí. Bahrein hizo lo propio poco después pero sin prometer avances concretos para las y los palestinos; describió vagamente el acuerdo como un intento para promover la paz regional. Aunque algunos observadores esperaban que Arabia Saudí y otros Estados del Golfo hicieran lo mismo, estos han mantenido su posición colectiva de no reconocer a Israel sin la creación de un Estado para el pueblo palestino.

Cuando quedó claro que los acuerdos no iban a a tener repercusión ni para los palestinos ni para la paz regional, los responsables políticos de EAU y Bahrein pasaron a justificar la firma de los Acuerdos de Abraham ligándolos con la prosperidad económica. En privado insistían en un planteamiento diferente según el cual aceptaban a Israel como parte de una nueva alianza de seguridad contra Irán.

Las respuestas de la opinión pública a los acuerdos tampoco han sido estáticas. Aunque la sociedad civil de Bahrein y EAU pareció inicialmente dividida sobre los acuerdos, el estallido de violencia en Gaza y en Jerusalén Oriental en mayo de 2021 pareció consolidar el apoyo popular a las y los palestinos, lo que llevó a la ciudadanía de ambos Estados a poner a prueba los límites permitidos a su discurso y a su movilización.

EAU declara una victoria para los palestinos

Cuando EAU anunció su intención de normalizar las relaciones con Israel el príncipe heredero de Abu Dhabi y líder de facto de EAU, Mohammed bin Zayed, defendió el acuerdo como una victoria para los palestinos y tuiteó: “Se ha alcanzado un acuerdo para detener la anexión israelí de territorios palestinos”. Después añadió: “EAU e Israel también han acordado cooperar y poner en marcha una hoja de ruta para establecer relaciones bilaterales”. El embajador de EAU en Estados Unidos, Yusef al Otaiba, subrayó el vínculo existente entre detener la anexión y conseguir la condición de Estado para el pueblo palestino, y tildó el acuerdo de avance significativo que “detiene la anexión y una potencial escalada violenta. Mantiene la viabilidad de una solución de dos Estados”.

Presentar el acuerdo como un avance para los palestinos parecía coherente con la posición histórica de EAU sobre la cuestión. El fundador de EAU, el jeque Zayed bin Sultan al Nahyan, había instado de manera recurrente [en 2001] a apoyar más los “derechos legítimos” palestinos y amplió la ayuda para la reconstrucción. En 2002, financió la reconstrucción de 800 viviendas palestinas destruidas por Israel en el campo de refugiados de Yenin. En 2004 financió con 62 millones de dólares una urbanización para palestinos de Gaza cuyas casas habían sido destruidas por Israel, o que habían perdido la vida o habían resultado heridos en el conflicto. La solidaridad con los palestinos fue asimismo un pilar de la política exterior del Golfo, pues los seis Estados del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) aplicaron a los productos israelíes un boicot de la Liga Árabe vigente desde 1948. En 2002, todos los Estados del CCG firmaron la Iniciativa Áraber de Paz, una propuesta presentada por el rey Abdulá de Arabia Saudí que prometía el reconocimiento de Israel por parte de todos los miembros de la Liga Árabe a cambio de un Estado palestino con Jerusalén Oriental como capital.

Detener la anexión israelí habría sido un acontecimiento oportuno pero en poco habría contribuido a la creación de un Estado palestino. En los meses anteriores, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, anunció sus plan de anexión de hasta el 30% de la Cisjordania ocupada además de sectores del Valle del Jordán.

La medida habría formalizado el control israelí de facto sobre las tierras asignadas para un Estado palestino poniendo fin a la lánguida esperanza de una solución de dos Estados. No es que la anexión ilegal hubiera cambiado la realidad del creciente control de Israel sobre las tierras en cuestión. La construcción acelerada de asentamientos exclusivos para judíos y de redes de carreteras en Cisjordania (donde residen 413.000 colonos ilegales) y en Jerusalén Oriental (donde residen 215.000) desde 1967 ha dejado fragmentado y aislado el resto de territorio palestino. Dado que las tierras de cultivo y las aldeas de Cisjordania han quedado aisladas unas de otras por un muro de seguridad de hormigón y alambre de espino de 700 kilómetros de longitud, y por los puestos de control militar israelíes que impiden aún más la circulación de palestinos y palestinas, el espacio en el que podría crearse un Estado independiente es cada vez menor.

No obstante, el cese de la anexión no hubiera restablecido plenamente las necesarias condiciones materiales para la creación de un Estado palestino, esto también parecía estar descartado. En un discurso televisado la noche en que se hizo pública la noticia de la normalización, Netanyahu anunció que seguía “comprometido con la anexión de partes de Cisjordania”, y añadió que sólo había aceptado “suspender temporalmente” esos planes durante un periodo no especificado. Las diferencias en las versiones árabe e inglesa de un comunicado conjunto publicado posteriormente por EAU, Estados Unidos e Israel revelaron la cuestión: mientras que la versión árabe detallaba los planes israelíes para detener la anexión, la versión inglesa los describía como una mera suspensión de la misma. La divergencia causó la indignación de destacados diplomáticos palestinos, entre ellos Hanan Ashrawi, quien en una declaración acusó a EAU de mentir: “La traducción al árabe es una forma de engañar a la opinión pública árabe al decir que han conseguido detener la anexión, cuando en realidad la han suspendido”.

La indignación palestina fue en aumento y desencadenó la hostilidad popular. En una entrevista, el embajador palestino en Francia, Salman al Herfi, describió a EAU como “más israelí que Israel”, y llegó a calificar al príncipe heredero de EAU de “pequeño dictador”. El comentario provocó la ira del Ministro de Estado de Asuntos Exteriores de EAU, Anwar Gargash, que acusó a los palestinos de “ingratitud” y “falta de lealtad”. Anteriormente, el viceministro de Cultura y Diplomacia Pública de EAU, Omar Saif Ghobash, había sugerido que los palestinos debían “querer ayudarse a sí mismos”. Los intercambios hostiles entre diplomáticos palestinos y emiratíes –junto a la certeza cada vez más confirmada de que EAU no había sido capaz de asegurar el cese permanente de la anexión– pronto pusieron fin al intento de los responsables emiratíes de enmarcar el plan como un paso hacia la estatalidad palestina.

Bahrein normaliza sus relaciones [con Israel]

Cuando Bahrein anunció sus planes de normalizar las relaciones con Israel casi un mes después que EAU, lo hizo sin pretender obtener ninguna concesión tangible para los palestinos. En su lugar, una declaración enmarcaba la decisión como una iniciativa para“aumentar la estabilidad, la seguridad y la prosperidad en la región». El texto final de la Declaración de los Acuerdos de Abraham, firmada por los ministros de Asuntos Exteriores emiratíes y bahreiníes junto con los dirigentes israelíes y estadounidenses, adoptó un tono similar, y resaltaba la intención de las partes de avanzar en el entendimiento y la coexistencia. El acuerdo bilateral firmado entre EAU, Israel y Estados Unidos fue el único documento de los tres que constituyen los Acuerdos de Abraham que menciona a los palestinos por su nombre; como parte de un tibio compromiso que las partes compartieron para alcanzar una “solución justa, global, realista y duradera al conflicto israelo-palestino”.

Para Bahréin, la decisión de normalizar las relaciones con Israel supuso quebrar no sólo la política de apoyo del Estado a los palestinos, sino también el antiguo respaldo de la sociedad civil a la causa palestina. Bahréin cuenta con una larga historia de movilización política y una diversidad de grupos políticos y de oposición nacionalistas, de izquierdas e islamistas. Ya en 1947, la noticia del plan de partición de Naciones Unidas provocó manifestaciones en Manama, donde un ascendente movimiento de liberación contra la dominación colonial británica reclamó solidaridad con los palestinos. Las manifestaciones a su favor se han producido en todo momento: durante las guerras árabe-israelíes de 1956, 1967 y 1973, durante el asedio y el bombardeo de Beirut por parte de Israel en 1982, y durante los sucesivos ataques israelíes a la Franja de Gaza en 2002 y 2006. Cuando los bahreiníes salieron a las calles durante la Primavera Árabe, las banderas palestinas aparecían a veces entre las banderas rojiblancas de Bahrein, lo que para algunos manifestantes suponía una expresión del apoyo continuo a sus hermanos y hermanas árabes. Para otros era una declaración abierta de una lucha compartida contra la injusticia. Hasta para los electores que no apoyaban las protestas, Palestina seguía siendo importante. Las organizaciones suníes conservadoras, aliadas durante mucho tiempo con el gobierno en contra de los manifestantes, siguen pidiendo la liberación de Jerusalén para que los musulmanes puedan ser libres de rendir culto en el tercer lugar más sagrado del islam, la mezquita de al Aqsa.

La insistencia en las oportunidades económicas

Las partes podían estar de acuerdo en una cosa respecto al conflicto palestino-israelí: poco se había conseguido a favor de la causa de la paz en décadas de negociaciones. Tal vez hiciera falta una nueva forma de pensar que dejase de lado las lentas negociaciones diplomáticas –el dominio de los envejecidos diplomáticos– en favor de algo más fresco, más pegadizo y más a la moda: la prosperidad económica.

Mejorar las perspectivas económicas era la lógica que latente en el taller Paz para la prosperidad, celebrado en el Hotel Ritz-Carlton de Bahréin en junio de 2019 y que reunió a responsables y empresarios israelíes, estadounidenses y del Golfo. Idea original del entonces inversor inmobiliario de 38 años Jared Kushner –el yerno del presidente Trump–, el taller ofreció una nueva visión para avanzar en la paz a través de inversiones del sector privado, del crecimiento económico y de oportunidades de emprendimiento. Si la diplomacia no podía resolver el conflicto, tal vez la economía neoliberal pudiera hacerlo. La firma de los Acuerdos de Abraham ofreció a los Estados concernidos una oportunidad renovada de ampliar esa lógica, pero en última instancia en lo único que se centró fue en mejorar las relaciones económicas entre Israel y los países árabes firmantes de los acuerdos, no en los palestinos.

El 20 de octubre de 2020, Estados Unidos, Israel y Emiratos Árabes Unidos anunciaron la creación del Fondo Abraham, un fondo conjunto de “3.000 millones de dólares en iniciativas de inversión y desarrollo lideradas por el sector privado”, destinado a “promover la cooperación económica y la prosperidad”. El primer objetivo declarado del fondo fue la modernización de los aproximadamente 700 puestos de control con los que opera Israel en Cisjordania. En lugar de desmantelar la ocupación, el fondo parecía trabajar para hacerla más eficaz. El plan desencadenó numerosas críticas palestinas que acusaron a EAU de “decorar la jaula”, es decir, de atrincherar la ocupación y hacerla más permanente.

Internamente, EAU y Bahréin siguieron defendiendo los Acuerdos de Abraham como la puerta a nuevas oportunidades económicas para sus países. Una avalancha de nuevos acuerdos firmados en las semanas siguientes incluyó un memorando bancario y financiero entre los mayores bancos de Israel y Dubai; un acuerdo entre Abu Dhabi y empresas cinematográficas israelíes para organizar un festival de cine anual celebrado alternativamente entre Tel Aviv y Abu Dhabi; y una oferta conjunta entre el operador portuario DP World de Dubai y una empresa naviera israelí para la gestión del puerto israelí de Haifa. Una delegación empresarial israelí visitó EAU a principios de noviembre y anunció que el comercio entre ambos estados podría alcanzar miles de millones de dólares “en un futuro próximo”. El 2 de diciembre un periódico emiratí publicó un editorial del presidente de la Federación de Cámaras de Comercio de Israel en el que elogiaba a EAU y a sus dirigentes por “abrir una nueva era de cooperación socioeconómica”. Durante el mes de diciembre 15 vuelos diarios directos llevaron a Dubai a 70.000 turistas israelíes que huían del confinamiento por la pandemia del coronavirus. El primer día de Hanukah [fiesta judía] se encendió una menorá gigante [candelabro de siete brazos propio de la cultura judía] a los pies de Bursh al Jalifa [el edificio más alto del mundo] para dar la bienvenida a los nuevos huéspedes. En marzo de 2021, EAU anunció la creación de un fondo de inversión de 10.000 millones de dólares para apoyar las inversiones en Israel y reforzar las relaciones económicas.

Mientras ambos Estados del Golfo aceleraban el establecimiento de relaciones comerciales con Israel, su objetivo de avanzar en la creación de un Estado –o, de hecho, de oportunidades económicas– para los palestinos se perdió por el camino. En noviembre de 2020 una delegación de colonos israelíes visitó Dubai y anunció que había mantenido “reuniones comerciales maratonianas”. El 3 de diciembre de 2020, el ministro de Comercio de Bahréin, Zayed al Zayani, anunció que Bahréin no distinguirá entre las importaciones procedentes de Israel y las de los asentamientos de Cisjordania. “Trataremos los productos israelíes como productos israelíes. No tenemos ningún problema con el etiquetado o el origen”, declaró.

El discurso de la seguridad regional

Aunque la justificación pública de los acuerdos son las oportunidades económicas, los representantes gubernamentales sugieren en privado que la decisión de normalizar las relaciones con Israel tiene su origen en su preocupación por el panorama de seguridad de la región. En una reunión a puerta cerrada celebrada a principios de 2021, un responsable de EAU elogió a los dirigentes de su país por impulsar una nueva era de paz en la región. “No habrá más odio a los judíos. Árabes, musulmanes, judíos, cristianos: todos podemos vivir juntos y coexistir en paz. Ese es el mensaje de los EAU”. [1] Un diplomático árabe conminó al orador: “Su excelencia, los palestinos han perdido sus tierras, han perdido sus hogares, y ahora han perdido lo último que usted les había ofrecido, que era su apoyo. Si Palestina se libera no será por la posición de EAU sino a pesar de ella”. Tras un acalorado intercambio, el responsable emiratí cambió totalmente de registro y pasó a articular las preocupaciones de EAU en materia de seguridad. “Hablemos de Irán”, declaró. “Irán está financiando a las milicias Huti en Yemen, que atacan a Arabia Saudí. Sus agentes se han apoderado de Iraq y de Líbano. El programa nuclear de Irán y su programa de misiles avanzan sin cortapisa. Estados Unidos sostiene que se retira de la región. ¿Teníamos otra opción? No teníamos otra opción más que normalizar nuestras relaciones”. Para EAU estaba claro que los acuerdos también trataban de contener las amenazas de la política exterior.

Los funcionarios emiratíes llevan mucho tiempo expresando su preocupación por dos asuntos: el incfremento del islam político en la región, que consideran una amenaza, y su vulnerabilidad ante un ataque de Irán. Desde que las protestas de la primavera árabe de 2011 eliminaron del poder a varios dirigentes árabes, EAU ha adoptado un papel más intervencionista en Oriente Próximo y en el Cuerno de África con el fin de moldear la región a su favor y minimizar las amenazas de seguridad que perciben.

Los acuerdos han proporcionado un beneficio estratégico que los responsables emiratíes no explicitaron públicamente como causa de su decisión. Como parte del acuerdo, Estados Unidos había accedido aprobar la venta de nuevos aviones de combate F-35 al pequeño Estado del Golfo, aviones que anteriormente sólo había vendido a los israelíes en el marco de su política de garantizar que Israel “mantuviera una ventaja militar cualitativa en una región donde tiene muchos enemigos”. Emiratos Árabes Unidos lleva mucho tiempo intentando acceder al caza de quinta generación para reforzar su superioridad militar regional. Este acuerdo pareció especialmente importante en el contexto de la declaración de intenciones estadounidense de disminuir su huella militar en la región, una cuestión que preocupa desde hace tiempo a los gobiernos del Golfo, que temen que una retirada de Estados Unidos les haga más vulnerables a la hostilidad de los competidores regionales.

En noviembre de 2020, el Departamento de Estado aprobó la venta de los aviones a EAU como parte de un paquete de armas de 10.400 millones de dólares, que también incluía aviones no tripulados armados por Estados Unidos. Los funcionarios estadounidenses no se abstuvieron de relacionar las ventas con los acuerdos. El Secretario de Estado Mike Pompeo describió la decisión como un “reconocimiento de nuestra relación cada vez más profunda y de la necesidad de EAU de contar con capacidades de defensa avanzadas para disuadir y defenderse de las crecientes amenazas de Irán”. Añadió: “El acuerdo histórico de EAU para normalizar las relaciones con Israel bajo los Acuerdos de Abraham ofrece una oportunidad única en una generación para transformar positivamente el panorama estratégico de la región. Nuestros adversarios, especialmente los de Irán, lo saben y no se detendrán ante nada para perturbar este éxito compartido”.

Las declaraciones de los responsables bahreiníes indican un impulso similar. Han considerado durante mucho tiempo a Irán como la principal amenaza para la seguridad del país, en parte debido a la gran población chií de Bahrein, y han acusado a menudo a Irán de tratar de interferir en sus asuntos internos. En enero de 2021, una conferencia anual organizada por el Instituto de Estudios de Seguridad Nacional de Israel reunió por primera vez a diplomáticos israelíes, emiratíes y bahreiníes. Los debates se centraron en un enemigo común: Irán. El ministro de Asuntos Exteriores de Bahréin, que pidió un frente unido, subrayó que los términos del Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA), el acuerdo nuclear con Irán, deberían modificarse con vistas a la firma de los Acuerdos de Abraham de 2020. “Cualquier acuerdo futuro con Irán deberá reflejar la nueva realidad de la región y ser aceptable para todos los Estados de la región”, declaró. Sus opiniones fueron secundadas por el ex jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa israelíes, Gabi Ashkenazi, quien declaró que los acuerdos “fortalecen la voz regional” y que Israel seguiría manteniendo una opción militar creíble frente a Irán.

Percepción de los acuerdos por parte de la sociedad civil

Con pocas vías para la participación democrática, la lucha palestina ha proporcionado históricamente a generaciones de ciudadanos del Golfo un espacio para el activismo y el compromiso político. Organizaciones de la sociedad civil, tanto de EAU como de Bahrein, han recaudado fondos para los palestinos, firmado peticiones y participado en iniciativas de ayuda internacional. Como espacio de consenso, la causa palestina se elevó más allá de las reglas habituales de la política.

Las percepciones de la cuestión se mostraban obstinadamente invariables. Una encuesta del Instituto de Washington para la Política de Oriente Próximo realizada en EAU antes de la normalización, mostró que el 80% de los encuestados no quería tener vínculos con Israel, a pesar de que EAU había permitido la entrada de delegaciones y diplomáticos israelíes en el país años atrás. En Bahréin la oposición pública también fue clara, lo que obligó a que una delegación empresarial israelí cancelara su visita prevista en 2019.

Cuando se hizo pública la noticia de los acuerdos, algunas voces del espectro político de ambos estados los apoyaron. Ciertos comentaristas liberales especularon con la posibilidad de que podrían proporcionar influencia a los Estados del Golfo para mejorar la vida de las y los palestinos. Para las élites empresariales, mayoritariamente apolíticas, los acuerdos suponían la promesa de acceder a las industrias y a las empresas tecnológicas israelíes. Los jóvenes milenials que habían estudiado en el extranjero también parecían tener ganas de acabar con las percepciones occidentales sobre su cultura, confundiendo una inclinación pro-israelí con la tolerancia del judaísmo. Los sectores antiislamistas –que destacan especialmente en EAU donde el gobierno considera el islam político como una amenaza– argumentaron que el verdadero problema provenía de Hamás, y que podría ser el momento de construir una coalición contra el islam radical. Una serie de personalidades emiratíes de las redes sociales expresaron su júbilo ante el anuncio y publicaron fotos de banderas de EAU e Israel ondeando juntas.

La oposición en EAU fue más difícil de calibrar. Sin embargo, días después del anuncio seis emiratíes establecieron una asociación cuyo objetivo es resistir la normalización con Israel. Veinte activistas, abogados y empresarios emiratíes firmaron una petición publicada por la organización para expresar su rechazo. En su declaración, la organización explicaba que la mayoría de los que se oponían a los acuerdos eran reacios a decirlo por la posible amenaza de sanciones penales que podían incluir hasta diez años de prisión.

Los acuerdos provocaron una oposición más visible en Bahréin, donde ocho organizaciones políticas de diversas tendencias ideológicas firmaron una declaración en la que condenaban la decisión de su gobierno de normalizar las relaciones con Israel sin la creación de un Estado para los palestinos. Otra organización integrada por 23 entidades de la sociedad civil, entre ellos la Federación General de Sindicatos de Bahréin, que representa al menos a 25.000 trabajadores, firmó asimismo una declaración conjunta de rechazo a la normalización. En twitter, el hashtag “Bahreiníes contra la normalización” se situó en la primera posición. A pesar de la legislación antiasamblearia y de la estricta normativa por la COVID-19 que restringe las reuniones públicas, los activistas organizaron protestas a pequeña escala en pueblos de todo el país.

Más violencia moviliza a la opinión pública

El asalto de Israel a la mezquita de Al Aqsa durante el mes sagrado del Ramadán en mayo de 2021 y su posterior bombardeo de Gaza movilizaron de nuevo a la opinión pública árabe del Golfo contra Israel. El parlamento de Kuwait –el más democrático del Golfo– aprobó un proyecto de ley que prohíbe cualquier trato con Israel. Destacadas personalidades emiratíes no dudaron en criticar a Israel y algunos publicaron en las redes sociales fotos de niños heridos, y acusaron a Israel de crímenes de guerra. Otras expresaron su solidaridad con los residentes de Sheij Yarrah que afrontan el desalojo. Un destacado académico que parecía defender los acuerdos acusó abiertamente a Israel de apartheid. Una organización antinormalización de EAU publicó su propio himno sombrío que expresa su solidaridad con las y los palestinos. Aunque fueron pocos los que establecieron una conexión entre las acciones de Israel y los acuerdos, el ambiente marcó un cambio en el tono de celebración que parecía dominar los medios sociales tras la normalización. En Bahréin, la oposición fue más fuerte. Un amplio abanico de grupos políticos bahreiníes de extremos opuestos emitió una declaración colectiva exigiendo al gobierno romper las relaciones con Israel y expulsar a su embajador. Jóvenes activistas se movilizaron e intentaron organizar protestas en apoyo de los palestinos. Las autoridades permitieron algunas de estas concentraciones pero impidieron otras.

El 21 de mayo el alto el fuego entre Israel y Hamás –con la ayuda estadounidense, de la ONU, de Egipto y Qatar– puso fin a la violencia en Gaza tras 11 días. La última ola de violencia se saldó con 256 palestinos muertos y 13 israelíes. Bahréin y EAU ya no pudieron alegar que la normalización podría ser beneficiosa para los palestinos. En su lugar emitieron durante la crisis vacuas declaraciones de condena a Israel por sus acciones en Al Aqsa instando a la calma. Su condena no sirvió para modificar el comportamiento de Israel ni para convencer a los palestinos de que los Estados que les ofrecieron su apoyo anteriormente no les habían abandonado.

Lo que comenzó como una declaración pública de EAU para acercar a los palestinos a la condición de Estado se diluyó en una visión sin compromiso con la paz y la prosperidad. El posterior marco de los Acuerdos de Abraham como puerta para ampliar las asociaciones económicas en ambos Estados parecía reflejar una realidad más precisa. Los dirigentes de EAU y Bahrein siguen quitando importancia a las motivaciones fundamentales del acuerdo en materia de seguridad, aunque indican en privado que su objetivo es construir una alianza regional contra Irán. Aunque la normalización tuvo sus defensores entre la sociedad civil –especialmente en EAU–, la reanudación de los combates en Gaza parece que ha consolidado la opinión de que Israel es un socio que muchos miembros de la sociedad civil no desean. La disposición de ambos Estados a tolerar cierta disidencia en este asunto sugiere que puede haber cierto margen para que los ciudadanos y el Estado acuerden no estar de acuerdo en esta cuestión. Aunque se tolere en la práctica, cualquier desacuerdo servirá de poco para cambiar el ritmo de las crecientes relaciones entre los dos Estados del Golfo e Israel, que siguen floreciendo independientemente de cualquier respuesta negativa o del trato de Israel a los palestinos.

Elham Fakhro es analista del Golfo en International Crisis Group

Nota:

[1] Todas las citas en este párrafo son de una reunión virtual off the record a la que asistió el autor en marzo de 2021.

Fuente: https://merip.org/2021/06/selling-normalization-in-the-gulf/