Ha muerto Vilma Espín, una de las grandes heroínas de la revolución cubana junto a Celia Sánchez, Haidée Santamaría y Melba Hernández. Si las mujeres han sido una fuerza motriz de creciente importancia en los movimientos sociales desde fines del siglo XVIII, únicamente con la trasformación socialista pueden llegar a alcanzar la liberación plena. Pero […]
Ha muerto Vilma Espín, una de las grandes heroínas de la revolución cubana junto a Celia Sánchez, Haidée Santamaría y Melba Hernández. Si las mujeres han sido una fuerza motriz de creciente importancia en los movimientos sociales desde fines del siglo XVIII, únicamente con la trasformación socialista pueden llegar a alcanzar la liberación plena. Pero hasta hoy nunca, en ninguna parte, conquistaron el grado de libertad, protagonismo y posibilidades de superación cultural y científica propiciados por la revolución cubana. Una proeza lograda frente al crudo hostigamiento imperial de casi medio siglo, en la que está grabado el nombre de Vilma.
De temprana sensibilidad social, trocó las banales recompensas individuales de una vida muelle por las incomparablemente superiores de la entrega a su pueblo. Combatiente de los primeros momentos contra la dictadura proimperialista batistiana, graduada de ingeniera química con posgrado en el Instituto Tecnológico de Masachussets, emisaria a México para recibir instrucciones de Fidel Castro, entrañable compañera del enorme Frank País en la lucha clandestina de su natal Santiago de Cuba y su cercana colaboradora en el heroico levantamiento armado en apoyo al desembarco del yate Granma, organizadora ante el asombro y las ametralladoras de los esbirros del desbordante funeral tributado por la indómita ciudad al jefe revolucionario caído, perseguida en azoteas y calles por fuerzas represivas a las que siempre burló, miembro de la dirección nacional del Movimiento 26 de Julio y su coordinadora en la región oriental y, en el tramo final de la guerra de liberación, responsable en el Segundo Frente del Ejército Rebelde, comandado por Raúl Castro, de la atención a la organización clandestina de un vasto territorio. Con Raúl, Vilma encontró el amor que los enlazó desde entonces.
Por la parte de su vida previa al triunfo revolucionario ya merecía sobradamente entrar al panteón de los grandes de la patria. Sin embargo, después la esperaba una tarea mucho mayor: la doble liberación de uno de los sectores más preteridos del país.
Alma de la Federación de Mujeres Cubanas, su identificación con las revolucionarias concepciones de Fidel Castro sobre la emancipación femenina y la entrega y creatividad con que las aplicó aportaron una página memorable a la historia del movimiento revolucionario internacional.
Se puede legislar la igualdad de la mujer de un día para otro y, como Cuba seguir serias y sistemáticas políticas gubenamentales para hacer que se aplique pero -al igual en otros tantos asuntos del consciente y el inconsciente colectivos- la erradicación de los prejuicios heredados sobre las relaciones de género exige una tenaz batalla ideológica durante generaciones. Incomprensiones y resistencias no faltaron pero Vilma empleó su autoridad histórica, inteligencia, dulzura y don de persuasión para vencerlas.
Sentía un vivo interés por la educación de los niños y fue fundadora de la red nacional de guarderías, que propició la incorporación masiva de las mujeres al trabajo y la socialización temprana de los infantes. Fomentó la investigación sobre pedagogía de las edades tempranas, cuyos resultados no tardaron en aplicarse, e involucró a todas las organizaciones de masa y del Estado en un eficaz sistema nacional de prevención de los trastornos de conducta de los jóvenes.
Ajena a la mojigatería, bajo sus auspicios se impulsó la educación sexual en las escuelas y se publicaron masivamente libros de especialistas de la antigua República Democrática Alemana, que con altura científica y espiritual no sólo abordaban la relación íntima hombre-mujer sino la condición natural de la homosexualidad. Fue una precursora en lograr el respeto merecido por las distintas orientaciones sexuales e influyó en los indudables avances que en este sentido está experimentando la sociedad cubana.
Vilma deja el rico legado de su ética, honestidad y firmeza en los principios revolucionarios y de la magnitud social de su obra que, por eso, pertenece a todos los pueblos, en especial los que en América Latina se proponen hoy, o inicien mañana, la trasformación social y, por consiguiente, la liberación de los atavismos medievales y burgueses. El honorable escritor cubano Cintio Vitier ha escrito estas palabras de condolencia a Raúl Castro: «Cuando un matrimonio es para toda la vida, las virtudes de ella y de él se transfunden(…) Vilma, como usted, Raúl, están en el corazón del pueblo».