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¡Vine, vi, destruí!

Fuentes: Gush Shalom

Traducido por Carlos Sanchis y revisado por Caty R.

Lo que ha sucedido esta semana es tan irritante, tan impresentable que destaca, incluso, en nuestro paisaje familiar de irresponsabilidad gubernamental.

En el horizonte cercano, de hecho, estaba tomando forma una suspensión de las hostilidades. Los egipcios hicieron grandes esfuerzos para convertirla en un alto el fuego oficial. La llama ya ardía más baja. El lanzamiento de Qassam y Katyushas desde la Franja de Gaza a Israel descendió de varias docenas a dos o tres diarios.

Y entonces pasó algo que volvió a levantar las llamas: soldados secretos del ejército israelí asesinaron a cuatro militantes palestinos en Belén. Un quinto fue asesinado en un pueblo cerca de Tulkarm.

El modus operandi no deja lugar a dudas en cuanto a las intenciones.

Como de costumbre, la versión oficial fue mendaz (cuando el portavoz del ejército dice la verdad, se avergüenza e inmediatamente se apresura hacia la mentira siguiente). Los cuatro, dijo, sacaron sus armas y pusieron en peligro la vida de los soldados, que sólo querían arrestarlos, por lo que los obligaron a disparar.

Cualquiera con medio cerebro sabe que esto es mentira. Los cuatro estaban en un automóvil pequeño en la calle principal de Belén, la vía que ha unido Jerusalén y Hebrón desde la época de los británicos (o los turcos). Es cierto que iban armados, pero no tenían ninguna oportunidad en absoluto de sacar sus armas. El automóvil, simplemente, fue acribillado por docenas de balas.

No hubo un intento de efectuar un arresto. Fue una ejecución pura y dura, una de esas ejecuciones sumarias en las que el Shin Bet asume todas las funciones: fiscal, juez y verdugo.

Esta vez ni siquiera se han molestado en sugerir que los cuatro estaban a punto de llevar a cabo un ataque asesino. No señalaron, por ejemplo, que tuvieran algo que ver con el ataque de la última semana al seminario Mercaz Harav, el buque insignia de la flota de los colonos. Realmente no se podían sugerir ese tipo de pretensiones porque el más importante de los cuatro palestinos había concedido recientemente entrevistas a los medios de comunicación israelíes en las que declaró que él mismo se había acogido al «plan de indulto» israelí; un programa del Shin Bet por el que los militantes «buscados» deponen sus armas y se comprometen a poner fin a la resistencia a la ocupación. También fue candidato en las últimas elecciones palestinas.

En ese caso, ¿por qué los asesinaron? El Shin Bet no escondió la razón: dos de los cuatro participaron, en el año 2001, en ataques en los que murieron israelíes.

«Nuestro largo brazo los alcanzará aunque pasen años», alardeó Ehud Barak en televisión, «alcanzaremos a todos los que tengan sangre judía en sus manos».

Simple y llanamente el ministro de Defensa y sus hombres pusieron en peligro el alto el fuego de hoy para vengar algo que sucedió hace siete años.

Era obvio para todos que la matanza de los militantes de la Yihad Islámica en Belén provocaría una reanudación de los lanzamientos de Qassam sobre Sderot. Y así fue.

El efecto de un cohete Qassam es totalmente impredecible. Para los residentes de Sderot, éste es una especie de ruleta israelí: el cohete puede caer en un descampado, en un edificio; y a veces puede matar a alguna persona.

En otras palabras, según el propio Barak, estaba dispuesto a arriesgar las vidas judías de hoy para vengarse de personas que quizás derramaron sangre judía hace años y que posteriormente han abandonado la lucha armada.

El énfasis está en la palabra «judío». En su declaración, Barak tuvo cuidado de no hablar de «personas con sangre en las manos», sino de aquellos «con sangre judía en las manos». La sangre judía, por supuesto, es muy diferente de cualquier otra sangre. Y de hecho, entre los dirigentes israelíes no hay ninguna persona con tanta sangre en las manos como él. No sangre abstracta ni metafórica, sino sangre de verdad, muy roja. Durante su servicio militar, Barak ha matado personalmente, de verdad, a muchos árabes. Cualquiera que estreche su mano -desde Condoleezza Rice a la honorable invitada de esta semana, Angela Merkel- está estrechando una mano manchada de sangre.

La matanza de Belén plantea varias cuestiones complicadas pero, con muy pocas excepciones, los medios de comunicación no las expusieron. Esquivan su deber, como de costumbre, cuando se trata de problemas de «seguridad».

Los auténticos periodistas, en un verdadero Estado democrático, habrían hecho las preguntas siguientes:

a) ¿Quién decidió las ejecuciones de Belén: Ehud Olmert?, ¿Ehud Barak?, ¿el Shin Bet? ¿Todos? ¿Ninguno?

b) ¿Los que tomaron la decisión se daban cuenta de que al condenar a muerte a los militantes de Belén, también estaban condenando a muerte a cualquier residente de Sderot o Ashkelon que pudiera ser alcanzado por los cohetes lanzados en venganza?

c) ¿Entendieron que también estaban comprometiendo a Mahmud Abbas, cuyas fuerzas de seguridad, teóricamente, se encargan de Belén, porque sería acusado de colaboracionismo con el escuadrón de la muerte israelí?

d) ¿El objetivo real de la acción era minar el alto el fuego establecido en la práctica en la Franja de Gaza (cuya realidad se negó oficialmente, tanto por Olmert como por Barak, a pesar de que el número de cohetes lanzados descendió de docenas al día a sólo dos o tres)?

e) ¿El gobierno israelí, en general, tiene la intención de oponerse a un alto el fuego que libraría Sderot y Ashkelon de la amenaza de los cohetes?

f) Y si es así, ¿por qué?

Los medios de comunicación no exigieron que Olmert y Barak expusieran al público las consideraciones que los llevaron a adoptar esta decisión que implica a todos los israelíes. Y no es sorprendente. Después de todo, son los mismos medios de comunicación que bailaron de alegría cuando el mismo gobierno empezó una guerra indeseable e inútil en Líbano. También son los mismos medios de comunicación que permanecieron callados esta semana, cuando el gobierno decidió golpear a la libertad de la prensa y boicotear la cadena de televisión Alyazira, como castigo por mostrar a los niños asesinados durante la reciente incursión del ejército israelí en Gaza.

Pero excepto dos o tres periodistas valientes e independientes, los demás periodistas de prensa, radio y televisión marchan en formación, como un regimiento de prusianos desfilando al unísono, cuando se menciona la palabra «seguridad».

Este fenómeno era expuesto esta semana en CounterPunch por un periodista llamado Yonatan Mendel, antiguo empleado del popular website israelí Walla. Señaló que todos los medios de comunicación, desde los programas de noticias del Canal 1 a las páginas de Haaretz, como si todos obedecieran una orden, utilizan exactamente la misma terminología sesgada: el ejército israelí confirma y los palestinos exigen; se asesinan judíos mientras que se matan palestinos o éstos encuentran la muerte; se secuestran judíos mientras que se arrestan árabes; el ejército israelí siempre responde mientras que los palestinos siempre atacan; los judíos son soldados mientras que los árabes son terroristas o simplemente asesinos; el ejército israelí siempre ataca a terroristas de alto rango, nunca a terroristas de bajo escalafón; los hombres y las mujeres agredidos siempre son judíos, nunca árabes. Y, como dijimos, las personas con sangre en las manos siempre son árabes, jamás judíos. Esto, a propósito, también es aplicable a una gran parte de la cobertura extranjera de los sucesos de aquí).

Cuando el gobierno no revela sus intenciones, nosotros no tenemos ninguna opción más que deducir sus intenciones de sus acciones. Es una regla judicial: cuando una persona hace algo con un resultado previsible, se supone que lo hizo para obtener ese resultado.

El gobierno que decidió la matanza de Belén indudablemente pensaba torpedear el alto el fuego.

¿Por qué quiere hacerlo?

Hay varios tipos de alto el fuego. El más simple es el cese de hostilidades en la frontera de la Franja de Gaza. Ningún Qassam, Katyushas ni granadas de mortero por un lado y ningún asesinato selectivo, bombardeos, fuego de artillería e incursiones por la otra parte.

Sabemos que el ejército pone objeciones a esto. Quieren ser libres para «liquidar» desde el aire y hacer una incursión por tierra. Quieren un alto el fuego unilateral.

Un alto el fuego limitado es imposible. Hamás no puede aceptarlo, puesto que el asedio corta la Franja por todos los lados y convierte la vida allí en un infierno: no hay bastantes medicinas ni suficiente comida, los enfermos graves no pueden llegar a los hospitales apropiados, el movimiento de automóviles ha llegado a la congelación casi total, ninguna importación o exportación, ninguna producción o actividad comercial. La apertura de todos los cruces de la frontera para el movimiento de mercancías es, por consiguiente, un componente esencial de un alto el fuego.

Nuestro gobierno no tiene la intención de hacer esto, porque significaría la consolidación del gobierno de Hamás en la Franja de Gaza. Fuentes gubernamentales sugieren que Abbas y su personal en Ramala también ponen objeciones al levantamiento del asedio -un rumor malévolo, porque significaría que Abbas está librando una guerra contra su propio pueblo-. El presidente Bush también rechaza un alto el fuego, incluso cuando su gente pretende lo contrario. Europa, como de costumbre, baila al son de EEUU.

¿Puede aceptar Hamás un alto el fuego que sólo se aplicaría en la Franja de Gaza y no en Cisjordania? Es dudoso. Esta semana quedó probado que la organización Yihad Islámica de Gaza no puede cruzarse de brazos mientras asesinan a sus miembros en Belén. Hamás no se quedaría quieto en Gaza disfrutando los frutos de un gobierno si el ejército israelí fuera a matar a los militantes de Hamás en Nablús o Yenín. Y, por supuesto, ningún palestino estaría de acuerdo en que la Franja de Gaza y Cisjordania son dos entidades separadas.

Un alto el fuego sólo en Gaza permitiría a Barak volarlo en pedazos en cualquier momento con una provocación al estilo de Belén. Así es como podría suceder: Hamás está de acuerdo con un alto el fuego sólo en Gaza, el ejército israelí mata una docena de miembros de Hamás en Hebrón, Hamás responde lanzando Katyushas a Ashkelon, y Olmert le dice al mundo: ¿Ven? ¡El Hamás terrorista está violando el alto el fuego, lo que demuestra que no tenemos ningún socio para la paz!

Esto significa que un alto el fuego real y duradero, que crease la atmósfera necesaria para auténticas negociaciones de paz, debería incluir también a Cisjordania. Olmert-Barak no aceptarían esto ni locos. Y mientras George Bush ande por medio, no habrá una presión eficaz sobre nuestro gobierno.

Una pregunta: ¿quién esta realmente al cargo de Israel en este momento?

Los hechos de esta semana apuntan una respuesta: el hombre que toma las decisiones es Ehud Barak, la persona más peligrosa de Israel, el mismo Barak que dinamitó la conferencia de Camp David y convenció a todo el público israelí de que «nosotros no tenemos ningún socio para la paz».

Hace hoy 2.052 años, en el Idus de marzo, Julio César fue asesinado. Ehud Barak se ve a sí mismo como una moderna réplica local del general romano. Él también querría informar tranquilamente: «Vine, vi, conquisté»

Pero la realidad es muy diferente: Vino, vio, destruyó.

Original en inglés: http://zope.gush-shalom.org/home/en/channels/avnery/1205617159/

Carlos Sanchis y Caty R. pertenecen a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.