Como habrán notado las personas que visitan más asiduamente nuestro portal, los miembros del Observatorio Crítico prestamos una tremenda atención a los procesos que ocurren actualmente en nuestro país, particularmente alrededor de la proposición y discusión del Anteproyecto de Código Laboral. En este momento, consideré que bien valía la pena referirnos a algunas notables voces […]
Como habrán notado las personas que visitan más asiduamente nuestro portal, los miembros del Observatorio Crítico prestamos una tremenda atención a los procesos que ocurren actualmente en nuestro país, particularmente alrededor de la proposición y discusión del Anteproyecto de Código Laboral. En este momento, consideré que bien valía la pena referirnos a algunas notables voces que se han expresado o callado elocuentemente en el panorama nacional.
Alguien con suficiente curiosidad, se preguntará de dónde salió la idea de que el país necesitaba actualizar el código viejo. Y no encontrará ninguna fuente que le indique un origen entre las personas trabajadoras. Si estas tienen un especial interés común, más bien se trata del imperioso clamor por elevar los salarios, cuyo paupérrimo nivel ha sido reconocido por el presidente del país, general en jefe Raúl Castro.
La máxima dirección sindical, cuyos oídos permanecen pétreamente sordos a tales demandas, despliega sin embargo una inusitada actividad en este asunto de la discusión del nuevo código. De aquí que su actitud vuelve a lucir impostada, mera voz de muñeco de ventrílocuo al servicio de los que verdaderamente cortan el bacalao acá en Cuba. La verborrea abundante de los exégetas de siempre no logra animar el tétrico panorama: en los centros de trabajo que conocemos, hemos recogido la misma impresión de enajenación, fatalismo e indiferencia entre los trabajadores, que apenas se han molestado en conocer los acápites del Código que más los van a afectar.
Otro silencio de lo más revelador es el de los grupos de la disidencia tradicional, por llamarlos de alguna manera que todos identifiquen fácilmente. Estas personas, que acostumbran a criticar y demonizar todo lo procedente del gobierno, permanecen esta vez plácidamente al margen. Y nos resulta evidente que la causa de este silencio debe estar relacionada con la felicidad de encontrar que el gobierno que todavía proclama defender el socialismo les facilita, espontáneamente, una parte importante de sus programas políticos, dígase, la ampliación y el fortalecimiento de las estructuras capitalistas en Cuba.
Ahora, no todo ha sido silencio, ni el Observatorio Crítico ha sido el único en percibir los mortales peligros que presenta el engendro de marras. No hace mucho llegó a nuestras manos un documento preparado por trabajadores de la empresa de la goma de San José de las Lajas, municipio cubano de gran actividad industrial. Este colectivo fue de los que no se resignaron a quedarse con los brazos cruzados y elaboraron un concienzudo estudio sobre la peligrosa evolución que significa el nuevo documento. Donde más me impresionaron, fue al señalar un hecho que yo había pasado por alto por mi desconocimiento del Código viejo: la nueva mentalidad que nos pretenden imponer abandona el principio de que el trabajo es un deber, así como un derecho, para toda la ciudadanía del país.
Como periodista de medios oficiales, Francisco Rodríguez Cruz, Paquito el de Cuba, ha hecho, desde Trabajadores, un loable trabajo al destacar cuántas lagunas debe solventar también el documento en materia de protección de minorías y sectores discriminados. Finalmente, José Alejandro Rodríguez publicó, en su columna de Juventud Rebelde, un trabajo de mérito excepcional, que demuestra a la vez que acrecienta el tremendo prestigio que se ha ganado este valiente redactor. Rodríguez ha sentido un número de preocupaciones, extraordinariamente parecidas a las nuestras, y demostró el nervio necesario para plasmarlas en la edición del 28 de septiembre del periódico, bajo el título La luz de la discrepancia. Estas preocupaciones se relacionan con los aires neoliberales del proyecto de Código de Trabajo y la necesidad de acción por parte de organizaciones sindicales de mucha más valía que las actuales, para proteger un poco a las vapuleadas masas, humildes y trabajadoras, que son apartadas cada vez más del protagonismo en el proyecto de país que tiene la clase burocrática, autoritaria, dirigente cubana.
Este sábado, un valioso miembro de nuestro grupo, Isbel Díaz Torres, ha sido citado por la policía por un motivo que desconocemos, pero presumimos relacionado con nuestra actividad pública de crítica contra el famoso proyecto de Código Laboral. Obviamente, todo el Observatorio Crítico es partícipe de la zozobra de nuestro hermano y comparte el resultado y sus consecuencias. De poseer la necesaria ecuanimidad y discernimiento, el oficial u oficiales que lo interroguen no podrán sino reconocer la justicia de nuestros argumentos; nuestro compromiso con una causa que puede ser la de cualquier familiar, compatriota nuestro y de ellos mismos.
Con un muy humano sentimiento de miedo, esperamos a ver qué sucede. Mi opinión personal es que presionarnos, por divulgar públicamente nuestros criterios, sería tan disparatado como arrestar a todos los vendedores de la edición del 28 de septiembre pasado del Juventud Rebelde, luminoso portador de la discrepancia de José Alejandro Rodríguez. Por montones de razones, a pesar de nuestros miedos, persistimos en nuestra actitud, pues el miedo mayor, el que sí nos moviliza y compulsa a la acción, es el de que se concrete el advenimiento del sistema neoliberal en nuestro suelo, y que no se haya siquiera sembrado la semilla de las futuras luchas, resistencias y seguras victorias populares.
Artículo de José Alejandro Rodríguez en Juventud Rebelde: http://www.juventudrebelde.cu/opinion/2013-09-28/la-luz-de-la-discrepancia/