Ha sido un escándalo que ha durado más de tres meses sin que casi nadie levantara la voz. Desde marzo, los árabes israelíes (casi un 20% de la población del país) que deseaban viajar en avión desde la terminal de Tel Aviv hacia Kiriat Shmona, al norte, recibían un no como respuesta. ¿El motivo? Una […]
Ha sido un escándalo que ha durado más de tres meses sin que casi nadie levantara la voz. Desde marzo, los árabes israelíes (casi un 20% de la población del país) que deseaban viajar en avión desde la terminal de Tel Aviv hacia Kiriat Shmona, al norte, recibían un no como respuesta. ¿El motivo? Una recomendación de los servicios secretos internos (Shin Beit) por la falta de detectores de metales y de un eficaz sistema de seguridad tras una discrepancia sobre la financiación.
«No se trata de una medida de discriminación o una acción racista sino de problemas técnicos», se defendían desde el Ministerio de Transportes. Ayer, tras la publicación de un reportaje sobre este caso en el diario israelí de referencia, Haaretz, el ministerio ha ordenado la colocación de una máquina provisional que garantice la seguridad de los vuelos y el acceso de todos los pasajeros.
La compañía aérea Tamir Shatiaj logró en marzo la concesión de esta línea área con el norte de Israel, y de sus servicios de tierra correspondientes. El Ministerio de Industria y Comercio dejó entonces de aportar dinero para la financiación de un sistema de seguridad que costaba unos 5.500 euros al mes. «Tras ser elegida una empresa privada como concesionaria de la terminal y de los vuelos, toda la responsabilidad corre a su cargo», aseguraban. La cadena de consecuencias es sencilla: a falta de dinero, no hay sistema de seguridad; a falta de las inspecciones necesarias para verificar a las personas y el equipaje, no hay pasajeros árabes israelíes.
Sentimiento de humillación
Uno de éstos, un joven que trabaja en una de las principales compañías de alta tecnología, convirtió el sentimiento de humillación en una demanda judicial en toda regla contra Tamir Shatiaj. «Estas medidas reflejan lo que piensan muchos rectores de la seguridad en Israel que ven a los ciudadanos árabes como enemigos y potenciales terroristas», decían ayer desde la organización Adalah.
El propietario de la compañía, Udi Tamir, suspiró aliviado tras conocer que se había llegado a una solución. «Estoy feliz por que al final se haya encontrado una solución y todos puedan viajar. Yo quiero recordar que los servicios de seguridad del ministerio nos habían dado estas instrucciones y estábamos obligados a cumplirlas. Indicaciones según las necesidades de seguridad. Es una medida que se aplicaba también a turistas con determinado perfil», afirmó confirmando la medida selectiva en la terminal de Kiriat Shmona. «Habíamos protestado en muchas ocasiones ante los responsables por este hecho que era inmoral e indigno», reconoció tras conocer la decisión del ministerio de colocar un detector provisional.
Sin el reportaje periodístico, sin las cartas enviadas al jefe del Gobierno, Ehud Olmert y al ministro de Transportes, Shaul Mofaz (ex responsable de Defensa), se mantendría el escándalo, y miles de pasajeros se quedarían en tierra «por razones técnicas».