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Xenofobia, fascismo y poder

Fuentes: Barómetro Internacional

Una ola de indignación recorre el mundo musulmán y ya ha dejado como consecuencias la muerte de un embajador norteamericano y varias personas más. La presentación de un video de autor prácticamente desconocido titulado «La inocencia de los musulmanes», burlándose ferozmente del profeta Mahoma y de sus ideas, ha despertado múltiples protestas en todo el […]


Una ola de indignación recorre el mundo musulmán y ya ha dejado como consecuencias la muerte de un embajador norteamericano y varias personas más. La presentación de un video de autor prácticamente desconocido titulado «La inocencia de los musulmanes», burlándose ferozmente del profeta Mahoma y de sus ideas, ha despertado múltiples protestas en todo el Oriente Medio y demás áreas de presencia musulmana. Esto ha servido nuevamente para dar pie a la matriz de opinión de la intolerancia y el fanatismo islámico, reflejada por las cadenas corporativas de medios de comunicación.

Lo cierto es que la progresiva derechización de los poderes en Occidente, producto sobre todo de la profundización de la grave crisis económica, de los reiterados fracasos militares, de los cada vez mayores problemas sociales en los países centrales, encuentra siempre un buen chivo expiatorio en el Islam, con el cual distraer a sus ciudadanos de los problemas cotidianos crecientes. Agregado a que esto justifica las constantes agresiones al área de estratégica importancia geopolítica y de recursos naturales energéticos del Medio Oriente y aledaños.

El auge progresivo de la ultraderecha, que va tomando cada vez mayor poder dentro de la crisis y que es siempre xenofóbica, fomenta este tipo de acciones. El video referido ha sido complementado en estos días con una serie de caricaturas burlescas editadas por la prensa francesa, que sólo contribuirán a agravar el proceso, tanto así que ya el gobierno francés previendo la reacción ha cerrado consulados y representaciones diplomáticas en países islámicos.

Se produce así una aceleración de la espiral del odio, las indignadas reacciones del Islam (que frente a estas provocaciones llega a olvidar sus profundas diferencias internas reaccionando homogéneamente) servirán otra vez como una «prueba» de la intolerancia de unos fanáticos que no entienden la «democracia» ni la «libertad de expresión» y avivarán nuevas respuestas de hostilidad por parte de la derecha de occidente.

Arnold Toynbee, el fallecido historiador inglés, dedicó la mayor parte de su obra a estudiar las civilizaciones en la historia humana. Dentro de esos estudios incluyó los ejemplos de enfrentamientos entre civilizaciones. Al respecto del conflicto de Occidente y el Islam, lo oímos decir en una conferencia allá a principios de los años sesenta del siglo anterior, que todavía era muy pronto para saber como se dilucidaría el enfrentamiento. Decía que en los últimos siglos Occidente había avasallado al Islam, y que cuando eso sucedía en la historia entre dos civilizaciones, existían varias alternativas posibles. Una de ellas era que el Islam desapareciera frente a la arremetida de Occidente. Otra era que se adaptara e influyera culturalmente en su agresor. Y otra finalmente era que tuviera una recuperación desde sus cenizas y elaborara una inusitada respuesta de fuerza.

Samuel Phillips Huntington, desde una perspectiva totalmente ideológica de derecha, se consideró como discípulo de Toynbee y elaboró el modelo que hoy se conoce como el «choque de civilizaciones», colocando el enfrentamiento como inevitable y proporcionando un modelo teórico que justificara la necesidad de Occidente de acabar no solo con el Islam, sino con el resto de las otras civilizaciones que todavía existen (incluyendo nuestras culturas «periféricas»). Estaba desarrollando un justificativo teórico moderno para la expansión imperial (no es casualidad que haya trabajado siempre para el gobierno norteamericano, llegando a ser asesor presidencial de Lyndon Johnson y defender los bombardeos a las zonas rurales de Vietnam).

En definitiva, que estos sucesos son un producto que parece casi inevitable de la situación de crisis, poder y ascenso progresivo de la barbarie a nivel de los grandes poderosos, cuando ven trastabillarse su hegemonía.

El saldo no puede ser otro que negativo. Por un lado aumentará la violencia desde el lado del Islam, dando así el pie para que conduzcan la respuesta los sectores más radicales, amparados en la provocación y la falta de respeto a sus creencias. Por el otro lado, seguirá proporcionando a las derechas occidentales el justificativo para combatir y cercar cada vez más al Islam (utilizando la política de aquel viejo proverbio francés que dice «Este animal sí que es impertinente, uno lo ataca y él se defiende»).

Más leña a la hoguera de un panorama global convulsionado y caótico, en el que estamos viviendo momentos de grandes cambios. Solo queda esperar que finalmente terminen siendo para bien de todos, a pesar de su rostro feroz.

Fuente original: http://barometrointernacional.bligoo.com.ve