El periodista Alfonso Eiré, director de A Nosa Terra durante 32 años y escritor de una veintena de libros, considera el oficio periodístico como una herramienta de combate. El periodista tiene que saber para qué comunica; y «para componer un relato lo fundamental es dónde uno se sitúa»; además, «son fundamentales la ética y el […]
El periodista Alfonso Eiré, director de A Nosa Terra durante 32 años y escritor de una veintena de libros, considera el oficio periodístico como una herramienta de combate. El periodista tiene que saber para qué comunica; y «para componer un relato lo fundamental es dónde uno se sitúa»; además, «son fundamentales la ética y el rigor». A partir de estas consideraciones, publicó en 2015 «O Piloto. El último Guerrilleiro» (Hércules Ediciones), en el centenario del nacimiento y el 50 aniversario de la muerte de Xosé Luis Castro Veiga, conocido como «O Piloto» en la guerrilla antifranquista. Abatido por la guardia civil en Xantada (Lugo) el 10 de marzo de 1965, fue el último guerrillero muerto en combate. Al día siguiente, El Progreso de Lugo calificaba a «O Piloto» de «tristemente célebre forajido», «autor de numerosos asesinatos y atracos a mano armada, reclamado por varios juzgados. Se le ha ocupado una pistola ametralladora y otra calibre nueve milímetros largo y abundante munición para las armas». El nombre de guerra respondía a la condición de soldado del cuerpo de aviación.
Xosé Castro Veiga experimentó una evolución ideológica desde principios de los años 50. Empezó a militar de muy joven en el PCE, pero con el tiempo perdió el apoyo del Partido y fue virando hasta cerrar sus artículos con la consigna «Viva Galiza Ceibe!». Cuando en agosto de 1975 los disparos de la policía acabaron con el militante de la Union de Povo Galego (UPG), Xosé Ramón Reboiras, la mujer de «O Piloto» y compañera de guerrilla, Ramona Curto («Mirelle»), exclamó: «Ah! Si viviera mi Luis, y viera que hay gente que empuña otra vez las armas». Durante la guerra civil luchó en defensa de la República, participó en la fase final de la defensa de Madrid y -tras su detención y Consejo de Guerra- fue condenado a 30 años de prisión, de los que cumplió cuatro. En 1943 consiguió el indulto. Pasó a la clandestinidad, donde continuó con su actividad como militante del PCE. Ya en 1945 se traslada a Galicia, toma contacto con la guerrilla antifranquista y salta al monte. Con José Arias «Cristo» formó su propia unidad, integrada por desertores de la marina franquista y del ejército.
¿Qué cualidades le distinguían? «O Piloto» poseía dotes de estratega militar y notable don de gentes. Además podía disfrazarse de guardia civil, de cura o de lo que fuera, destaca Alfonso Eiré, tras participar en las jornadas sobre el maquis dentro de la 45 edición de los Premis Octubre, celebrados en Valencia. Andaba por los pueblos, por las ferias… El libro recoge una comida de Xosé Castro con 45 curas, en el que el guerrillero parecía uno más. «Esto no es leyenda, sino realidad», apunta el periodista. No sólo se expresaba bien, oralmente y por escrito (publicó artículos en El Guerrilleiro y antes en Mundo Obrero), sino que también era un eficiente falsificador; para ello, aprovechó sus conocimientos previos como ebanista. Por ejemplo, elaboraba los cuños del exercito guerrilleiro y tampones con la efigie de Franco.
Pasados los años, Alfonso Eiré considera que la figura de Xosé Castro Veiga ha sido menos reconocida en Galicia que en el resto del estado. Es así porque «O Piloto ofrece una idea diferente de la que se ha mostrado siempre: una región sumisa, de derechas y franquista». Reconocer la lucha guerrillera implica «asumir que la Federación de Guerrillas de León-Galicia se organizó en 1942, dos años antes que en el estado español; y terminó cinco años después, en 1965, aunque luego la batalla se prolongara de otro modo». Muchos de estos lugares comunes volvió a escucharlos el escritor hace dos meses, cuando el actual presidente Núñez Feijóo revalidó su mayoría absoluta. «Incluso repetidos por la gente de izquierdas».
Guionista del documental «O Piloto», dirigido por Xosé Reigosa, Alfonso Eiré asegura que el libro se ha silenciado porque también rebate esa imagen dominante de Galicia; y porque, rescatando del olvido al guerrillero, el libro de 176 páginas -con edición en gallego y castellano- «apunta contra la Transición y el Régimen del 78». Pero tal vez en los pequeños municipios se pueda romper el cerco: una sola librería de Xantada vendió 500 ejemplares. Cerca de la presa de Belesar, a las 11,30 horas del 10 de marzo de 1965, murió «O Piloto», «al hacer frente a las fuerzas del puesto de Chantada», según El Progreso. Se encontraba al mando el teniente jefe de la línea de la Guardia Civil, Alberto Díaz López. Allí terminó la historia de un antifascista que, junto a los compañeros de resistencia, se alojaba en los pueblos. «Pagaban unas 25 pesetas por quedarse en las casas, mientras que la guardia civil que los perseguía pagaba diez», señala el escritor y periodista. La guerrilla combatió sobre todo en el área central del territorio gallego (comarca de Xantada, Monforte de Lemos o norte de Ourense), por varias razones. Primero, al ser zona declarada «neutral» en 1942 por la guerrilla, los potenciales apoyos estaban sin «quemar». Allí no se habían perpetrado ataques.
Además, fue la zona en que se construyeron los grandes embalses (gallegos) de la época. «Vinieron a trabajar para redimir las penas cerca de 400 presos políticos, que en un principio permanecieron en campamentos o campos de concentración; después ya vivieron en ‘barracones’, como el resto de los trabajadores», explica el autor de «O Piloto». En 1963 fue inaugurado el «salto» de Belesar, el mayor del estado español en el río Miño, y una de las infraestructuras señeras de la dictadura. Varios miles de personas llegaron a trabajar al pequeño municipio de Xantada en las obras del pantano artificial, y por allí se paseaba «O Piloto» con el uniforme de la empresa Dragados… O como un empleado más de Fenosa. Los centenares de prisioneros políticos suponían un potencial apoyo. Uno de los ejes de la guerra de guerrillas fue el soporte a las familias de los asesinados, «paseados», o presos. «Expropiaban a los falangistas y a los ricos, y aportaban dinero a esta gente para que pudiera sobrevivir». No resulta extraño que uno de los puntos más difíciles del libro fuera discriminar la leyenda de la realidad. De hecho, en las aldeas se contaban historias similares a las de El Zorro. Que si un guardia civil, medio ebrio en una fuente, «O Piloto» lo agarra, desnuda y arroja al agua…. Natural de Xantada, el periodista conoció muy de cerca estas historias.
Alfonso Eiré achaca el final del mítico guerrillero a una suerte de «pinza». «En 1952 el PCE rompe totalmente con la lucha armada, que en Galicia continúa, aunque esto sea algo que habitualmente no se cuenta». «La resistencia de estas características iba en contra de la política del Partido -explica-, que desde 1956 impulsó la idea de la ‘Reconciliación Nacional'». El libro cuenta cómo Stalin les dijo a Carrillo y a La Pasionaria que había que acabar con la guerrilla, destaca el autor. A este factor adverso, se agrega la celebración triunfal de los «25 años de Paz» por parte de la dictadura, en 1964, con Fraga Iribarne al frente del Ministerio de Información y Turismo. Esta campaña resultaba incompatible con las incursiones guerrilleras, o los comunicados que la resistencia antifranquista emitía a la BBC, Argentina o Uruguay. Por un lado, «Carrillo mandó matar a gente», resume el autor de ensayos como «O fútbol na sociedade galega», «Chantada na historia» o «Infiltrados. Os servizos secretos, a UPG e outras historias do nacionalismo». En el otro extremo, el director general de Política Interior, José Luis Taboada, dio la orden de que había que acabar con la guerrilla. Del modo que fuera. Es entonces cuando los aparatos del estado ofrecen 500.000 pesetas a quien delate a «O Piloto», llegan especialistas en la lucha antiguerrillera y aumentan las «infiltraciones».
¿Qué ocurrió después de 1965, tras la muerte de Xosé Castro Veiga? El escritor y periodista sostiene que una parte de los guerrilleros, enlaces y bases de apoyo ayudaron a quienes forjaban partidos y organizaciones antifranquistas. Y lo hacían como exguerrilleros. Se trataba de gente acostumbrada a batallar en la clandestinidad, de ahí la importancia que tenía su apoyo a los jóvenes que -al margen del PCE- propulsaban un nacionalismo gallego. En 1964 se funda la Union Do Povo Galego y -en aquel entorno rural- el proceso culminaría en organizaciones como el Sindicato Labrego Galego. Esta fase final desmiente algunos tópicos sobre la guerrilla. No sólo se trataba de la gente que empuñaba las armas, pues estos comandos eran estrictamente los necesarios. Al igual que los ejércitos, «una guerrilla no es más potente por contar con cien mil efectivos más», subraya el autor de «O Piloto». Resultaban imprescindibles los enlaces, bases de apoyo y acoso, activistas para difundir la propaganda… «Hay un momento en que la guerrilla cuenta con tantos militantes que sólo acoge a la gente ya ‘quemada’, que trata de escapar»: los efectivos necesarios.
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