El judaísmo tiene miles de años de existencia estando asociado a la religión judía, la más antigua de las tres religiones monoteístas más difundidas (junto con el cristianismo y el Islam). Como toda fe, está constituida por un conjunto de ideas «reveladas» y de prácticas del ser humano hacia entidades a las que se atribuyen […]
El judaísmo tiene miles de años de existencia estando asociado a la religión judía, la más antigua de las tres religiones monoteístas más difundidas (junto con el cristianismo y el Islam). Como toda fe, está constituida por un conjunto de ideas «reveladas» y de prácticas del ser humano hacia entidades a las que se atribuyen algún tipo de poder divino o sobrenatural, conjunto conformado a su vez, por múltiples corrientes.
Sus creyentes se denominan judíos, y como los cristianos e islámicos están diseminados por todo el mundo. Su concepción, preceptos y valores, al igual que las de esas otras religiones, son de paz y armonía entre los hombres, por lo que merece y es digna del mayor respeto. Como son dignos de respeto también todos los judíos, religiosos activos o no, que buscan la justicia en el mundo, y que han luchado y luchan por un mundo más justo.
Así, como ha señalado la Red Judía Antisionista Internacional, suman miles los judíos comprometidos con las luchas de emancipación humana y otros tantos han tenido una participación prominente… en la lucha de los trabajadores durante la depresión americana, en el movimiento de los derechos civiles, en la lucha en contra del apartheid sudafricano, en la lucha contra el fascismo en Europa y en muchos otros movimientos por el cambio social y político[1]. Son numerosos también los que están en contra del sionismo y el genocidio del pueblo palestino. Y muchos los judíos que – por expresa petición del Mossad[2]- han sido perseguidos y asesinados pues constituían un peligro para dicha entidad.
El sionismo, sin embargo, nace en las primeras décadas del siglo XIX, y lo que le importa del judaísmo más que nada, si es que le importa algo, son sus creyentes, pues los ha necesitado y los necesita para lograr sus fines. Por ello y para eso, el cuerpo de ideas y de prácticas que el sionismo desarrolla ha estado dirigido a inventar y exacerbar lo que esta doctrina ha denominado el excepcionalismo judío, derivando de éste, precisamente, la legitimidad política de la existencia de Israel.
El sionismo, por ende, es una ideología y un movimiento asociado a la política imperialista de dominio del mundo. Su accionar ha estado y está dirigido no sólo contra los palestinos, cuyo territorio mantienen ocupado como base de operaciones sino, y sobre todo, a crear y defender la existencia de una entidad que representa los intereses de la gran burguesía judía, personificados en el gran capital financiero internacional, asociada y con el apoyo de la burguesía capitalista mundial. Para ello, capitalizan una fe religiosa: el judaísmo, las masas judías y las propias contradicciones mundiales. Y todo para ejercer el poder sobre una región inmensamente rica y decisiva para el mundo, el Medio Oriente.
Lo que une y lo que identifica a los sionistas entonces, es su papel opresor, su insaciable sed de riqueza y poder, su comportamiento racista y discriminatorio, prepotente, altamente agresivo e intransigentes, y sus acciones genocidas, huérfanas totalmente de principios éticos. No hace falta en consecuencia tener una raza, una fe o haber nacido en un país específico para ser sionista. Sería una lista interminable que podría incluir, desde los notables colonialistas ingleses hasta una buena parte de los flamantes Presidentes de Estados Unidos de Norteamérica (sin hablar de otros altos funcionarios), pasando también por unos cuantos jefes de estado árabes que aplauden, apoyan y comulgan con Israel y cuyos actos de hecho responden a esa ideología.
Quizás por eso, es que también hay tanta gente en el mundo a favor de la causa palestina y, entre ellos, tantos judíos dentro y fuera de Israel que están por la paz y en contra de la ocupación de este sufrido país, y que luchan por desenmascarar a los sionistas y por lograr la convivencia e integración de judíos y árabes, a fin de cuentas y simplemente, como personas. Las condiciones de hoy son, no obstante, tan complejas, enmarañadas y difíciles que hay que repetir lo señalado por algunos de los propios rabinos israelíes: «Deseamos poder estar en paz y en respeto mutuo, pero sabemos que no será posible mientras que el estado de Israel exista» [3].
Las concepciones del sionismo sobre el excepcionalismo judío encierran un peligroso y letal carácter y tienen, podría decirse, varias direcciones. Así, por ejemplo, su concepción sobre la «asimilación judía» inventa una supuesta «calidad de judío» como miembro de un «pueblo» especial, estando encaminada a desvincularlos como personas, de sus países de origen y de sus intereses de clase, revirtiendo su natural integración en las sociedades que habitan[4]. Quizás de mayor importancia e impacto aún han sido las ideas sionistas expuestas en lo que los autores han denominado su «historia herencial». Una historia que no sólo deforma e invierte las condiciones materiales reales de existencia de los judíos y les inventa un supuesto estatus como grupo étnico y una «conciencia nacional judía», sino que también desfigura las propias ideas místicas del antiguo judaísmo convirtiendo sus conceptos, que se refieren a cuestiones de contenido esencialmente teológico y espiritual, en otros de carácter muy terrenal, esencialmente político, étnico y racista, articulados en un proyecto nacionalista de continuidad histórica de raíz étnica.
Al derivar la legitimidad de la existencia de Israel y su agresivo accionar, de su estatus como «hogar» de un «pueblo» y de su función de protección de ese grupo nacional, el sionismo convierte esa legitimidad y ese accionar en una consecuencia natural de su condición de nación y raza. Y, en eso, no se diferencia en nada del nazismo. La convergencia de ambos, sionismo y nacional socialismo como ideologías similares en relación a etnicidad y nacionalismo es lo que, precisamente, facilitó su trabajo conjunto para obtener cada uno lo que creía correspondía a su propio interés nacional. Nazismo, Zionismo. Son lo mismo.
Cuando se habla de sionismo, entonces, no se trata en general, de los judíos ni del judaísmo, siendo esta ideología, en definitiva, el principal enemigo de ambos, pues los destruye desde adentro, lo corrompe, y aleja al judío de su condición de hombre natural.
Sin embargo, se preguntan los mismos judíos: ¿Cómo es que ha triunfado la mentira que iguala al judaísmo con el sionismo? Y responden: La historia la escriben invariablemente los que salen victoriosos de sus convulsiones. En el caso del forcejeo sionista-palestino del siglo pasado, este factor coloca inmediatamente al Estado israelí, a sus propagandistas y apologistas internacionales, en posición de timoneros ideológicos[5].
Pero la historia de esos «triunfadores» está llena de mentiras y leyendas y, a causa de ellas, se han y están cometiéndose horrendos crímenes y masacres, se quiere hacer desaparecer al pueblo palestino y se pretende transfigurar totalmente el mapa del Medio Oriente con la balcanización.
De todas formas, en los medios de comunicación casi no se habla de sionistas. Y mucho menos hay referencias al sionismo, término que sólo aparece en algún que otro documento de historia o cultura general en los que, como algo normal, refieren algunas de sus más «destacadas» figuras, o sobre sus distintos, según se dice, tipos, muchos de ellos antecedentes de movimientos y partidos políticos existentes actualmente en Israel. Al parecer, no hay razón para preocuparse. Se habla prácticamente solo, por ejemplo, de israelíes, haciendo tabla común de todos los judíos que viven en la entidad sionista, y asignándoles a todos la misma responsabilidad en sus infames acciones. O de lobby judío, término que, como concepto, iguala sionista a judío, fijando como base común entre ellos la inventada unidad como pueblo y como nación judía que adjudica a éstos características propias especiales y diferentes como grupo social, lo que en realidad lleva en sí intrínsecamente una connotación antisemita, a la vez que enmascara su esencia real. Sionismo y sionistas, al parecer, son cosas del pasado. Como presente, y no siempre en el mismo sentido, sólo hablan de sionistas los que luchan contra la ocupación de Palestina y contra las racistas y criminales políticas de Israel y sus aliados.
Hacer ignorar el sionismo, sin embargo, es lo que más se aviene a las mentiras y políticas imperialista y tiene en el fondo, a fin de cuentas, una clara y malévola intención, tan obvia que casi no es percibida: Ocultar y desfigurar el hecho de que el mal llamado conflicto árabe-israelí o, si se quiere, palestino-israelí no es un problema entre razas ni religiones, no es una guerra entre musulmanes y judíos, ni una disputa por territorios, sino en última instancia y ante todo, una lucha ideológica. Dicho en palabras bien simples y comprensibles: una lucha entre los que piensan y encaminan sus acciones a explotar y dominar al mundo para su provecho, y los que no quieren ni piensan dejarse explotar y dominar. Así de sencillo.
Por ello es inmensa la hazaña que está protagonizando y tan grande el ejemplo del pueblo palestino el cual, según los cálculos sionistas, debía haber sido liquidado hace muchos años, luego de que su territorio ha sido robado a sangre y fuego, de que una parte importante de su población haya sido expulsada y masacrada, y de que otra se encuentre hacinada y asediada en lo que no llega a ser ni un 23% de su territorio histórico, que además está controlado por el ejército israelí, descuartizado y circundado por colonias, muros y puestos militares israelíes y sujeto a continuas amenazas e incursiones militares.
Pero este pueblo, a pesar de las amenazas externas e internas a las que se ve sometido, y en contra de toda lógica imperialista, no ha desaparecido, sigue y seguirá resistiendo y luchando por su liberación y sabrá vencer. Y en este fin, más temprano que tarde, estará acompañado por muchos otros pueblos. ¡Sobre eso no puede haber dudas!
Notas
[1] Carta de la Red Judía Antisionista Internacional, 2012. http://www.apc-suramerica.net/?p=5787.
[2] Mossad, Instituto de Inteligencia y Operaciones Especiales Israelí, en español. Se creó en diciembre de 1949, depende directamente del primer ministro y es la responsable de la recopilación de información de inteligencia, acción encubierta, espionaje y contraterrorismo en el ámbito mundial. La inteligencia y el contraespionaje al interior de la entidad sionista, de Cisjordania y de la Franja de Gaza, están a cargo del Servicio de Seguridad General (Shabak), creado en 1948.
[3] Rabinos Ahron Cohen (Inglaterra) y Rabino Dovid Weisse (EEUU). Declaración en su visita a Chile en Julio del 2008.
[4] Ver en este sentido el artículo de los autores, Una aclaración necesaria: ¿Por qué a los sionistas no les conviene la «asimilación» judía, y sí el antisemitismo? Rebelión. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=223632&titular=%BFpor-qu%E9-a-los-sionistas-no-les-conviene-la-%93asimilaci%F3n%94-jud%EDa-y-s%ED-el-antisemitismo?-.
[5] Ver: Yisrael Dovid Weiss. Sionismo y judaísmo: definiendo la terminología. Conferencia en la en la Asociación Unida para Estudios e Investigaciones (UASR). http://www.nkusa.org/foreign_language/spanish/UASR.cfm.
Nicola Hadwa, integrante de la Coordinadora por la Lucha de los Pueblos y del Comité de Solidaridad con el Pueblo Palestino de Chile, y Silvia Domenech, investigadora.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de las autoras mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.