El sábado 12 de enero, las fuerzas de policía palestina agredían violentamente a los manifestantes que protestaban pacíficamente contra la visita del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, a Ramalá. Entre los manifestantes que fueron molestados, había varios miembros importantes de la OLP (Organización de Liberación de Palestina). El hecho de que el presidente […]
El sábado 12 de enero, las fuerzas de policía palestina agredían violentamente a los manifestantes que protestaban pacíficamente contra la visita del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, a Ramalá. Entre los manifestantes que fueron molestados, había varios miembros importantes de la OLP (Organización de Liberación de Palestina). El hecho de que el presidente americano no fuera bien acogido por la sociedad palestina no debería sorprender. Desde hace años, Bush se comporta como un enemigo, apoyando las iniciativas israelíes más agresivas y oponiéndose abiertamente a la aplicación del derecho internacional sobre la ilegitimidad de la ocupación y la colonización israelíes. Para Bush, Palestina pertenece al «eje del mal» y debe ser tratada en consecuencia.
El incidente de Ramalá no constituye la primera reacción violenta contra manifestantes pacíficos que contestan la política de su dirección, pero revela un giro cualitativo en la posición política de la Autoridad Nacional Palestina (ANP).
Desde los acuerdos de Oslo, la ANP, bajo la dirección de Yasser Arafat, combinó la prosecución del combate de liberación nacional con una política de compromiso con la ocupación israelí. Estos compromisos levantaron a menudo una oposición popular, pero nunca fueron percibidos como una traición hacia el combate nacional. Las iniciativas diplomáticas de la dirección de la OLP no recibieron siempre un apoyo unánime, pero eran consideradas inscritas en la aspiración nacional a la libertad y a un Estado. A semejanza de la dirección política de la ANP, las fuerzas de policía palestinas estaban compuestas de antiguos combatientes de la liberación y consideraban su misión como la prolongación del combate para liberar al pueblo palestino de la ocupación israelí.
La muerte sospechosa de Yasser Arafat y su reemplazo por Mahmoud Abbas (Abu Mazen) marcan el fin de todo un capítulo de la historia del movimiento de liberación palestino y una autonomización de la ANP respecto a la OLP. Desde la destitución del gobierno de unidad nacional palestino y la separación forzada de Cisjordania de la banda de Gaza -ambos bajo impulso americano- la Autoridad Palestina no es ya la expresión ni de la OLP, ni de la opción democrática de la población palestina.
Por duro que pueda parecer, el gobierno y la administración palestinas son hoy herramientas americano-israelíes, desprovistas de toda legitimidad palestina, salvo Mahmoud Abbas que es un presidente electo, un acontecimiento que no se reproducirá más.
Este cambio cualitativo afecta a cada nivel de la Autoridad Palestina: el primer ministro, Salam Fayyad, ha sido impuesto por la Administración estadounidense, directamente desde el Fondo Monetario Internacional (FMI); no ha sido nunca miembro del Fatah y su primer gesto fue despedir a miles de militantes de la OLP de la administración de la ANP, reemplazándolos por tecnócratas que no tenían ningún pasado en el movimiento nacional. Bajo la dirección del general estadounidense, Keith Dayton, que se ha convertido en el gobernador americano de Ramalá, su primera misión consiste en «reconstruir» una policía palestina fuerte, tras haber obligado a la vieja guardia a dimitir.
Estas nuevas fuerzas de policía han sido formadas en Egipto y no tienen ningún lazo con las viejas organizaciones tradicionales de guerrilla; están compuestas de mercenarios sin conciencia ni tradición nacionales, dispuestos a ejecutar cualquier orden proveniente de sus superiores.
Hace algunas semanas, la televisión israelí difundió un reportaje sobre las nuevas fuerzas de policía palestinas. En la primera parte, se veían alumnos en prácticas estudiando… el hebreo («para poder comunicarse con sus colegas israelíes», nos explicaba uno de ellos); en la segunda parte, se les mostraba en acción, atacando violentamente a un supuesto miembro de Hamás, gerente de una librería; en la tercera, se veía el «interrogatorio» del viejo librero, imitación patética de un interrogatorio de la ISS (servicios de seguridad israelíes). Nada de extraño que con un programa así, el periodista israelí se haya mostrado muy complaciente con la renovada policía palestina.
Ha llegado el momento de calificar la situación por su verdadero nombre: una dominación neocolonial vía una administración autóctona, mandatada como colaboradores, que recibe sus órdenes y su armamento de Washington y de Tel Aviv.
Cuando el recordado Edward Saïd llamó a Yasser Arafat, «Petain» y a la Autoridad Naiconal Palestina, «colaboradores», tuve una larga entrevista con él, y creo que le convencí de que esas definiciones no eran pertinentes. El rechazo de Arafat a plegarse al diktat de Barak en Camp David y su encarcelamiento en la Mukata confirmaron que no era un «Petain». Desgraciadamente, lo que no era cierto para Yasser Arafat lo es hoy para la nueva dirección palestina, convertida en un instrumento al servicio de la ocupación/colonización israelíes, no teniendo ya ninguna cuenta que rendir al pueblo palestino y a sus organizaciones nacionales.
Esto es, en efecto, un cambio radical y debería ser una preocupación importante de la sociedad civil palestina y de los movimientos nacionales. Las estrategias de ayer no son ya pertinentes: la situación política se parece cada vez menos «a la de Argelia» y cada vez más «a la de África del Sur», y para los años que vienen, el principal desafío va a ser adaptar los objetivos políticos y el calendario a esta nueva realidad.
Publicado el 20 de enero en el sitio de Alternative Information Center
Traducción de Alberto Nadal para VIENTO SUR de la versión francesa aparecida en http://www.france-palestine.org/article7980.html