Fue precisamente en el corazón de la selva del Petén, en Guatemala, y muy próximos a la frontera con la vecina Belice, donde un indio, descendiente de los Mayas, me hizo ver más claras las cosas. Enterado de que era periodista, confesó que él también podía cumplir mis funciones, que a la par de custodiar […]
Fue precisamente en el corazón de la selva del Petén, en Guatemala, y muy próximos a la frontera con la vecina Belice, donde un indio, descendiente de los Mayas, me hizo ver más claras las cosas. Enterado de que era periodista, confesó que él también podía cumplir mis funciones, que a la par de custodiar el ganado en tierras arrancadas a la floresta, con su celular podía tomar una foto de algún suceso, colocarla en las redes sociales y al instante medio mundo se enteraba del acontecimiento. Vaquero y periodista.
Días antes del mayoritario Sí a la Constitución, el joven primer secretario del partido comunista en un importante municipio capitalino quiso reunirse con jubilados responsables de las células partidistas radicadas en la comunidad, con los denominados núcleos zonales.
Le interesaba sostener un diálogo con ellos y, al mismo tiempo, trasmitirles indicaciones del nivel superior, como esa de evitar cualquier llamado al Sí en los colegios electorales de sus respectivas viviendas, además de recordarles a todos que el voto era completamente voluntario.
A punto de concluir, un anciano que perfectamente rayaba los 80 años de edad, le preguntó qué se iba a hacer con la prensa extranjera que acudiera a presenciar el escrutinio. El joven dirigente, enterado y conocedor de las actividades e importancia de las redes sociales, no dudó un segundo en responderle categórico:
-Dejar que hagan su trabajo.
Con casi tres décadas vinculado a la prensa extranjera acreditada en la Isla, he sido testigo privilegiado de cómo esta ha cambiado a la par de los tiempos. Nada más falso que aprobar lo que algunos de la ultraderecha cubanoamericana esgrimen en el sentido de que tales corresponsales viven de espaldas a la realidad cubana y aun peor, que son complacientes con las autoridades locales.
Muy de lamentar que, del otro lado de este escenario, todavía en Cuba existan autoridades que de vez en vez, repiten como un Ave María, que algunos cubanos profesionales de la información que laboran en medios foráneos, «le hacen el juego al enemigo».
Hoy por hoy, con la ferviente actividad en las redes sociales, ha descendido notablemente el rol de lo que un corresponsal pudiera contar acerca de determinado suceso que, si su artículo es algo extenso, pocos se atreven a leerlo por completo. La media de los lectores -y es mi parecer-, se conforma con un buen tweet y las opiniones que le acompañan. Leer detenidamente el periódico en la mañana, acompañado de una taza de café, ya es cosa del pasado.
Quienes firmen con su nombre un determinado punto de vista, que puede o no resultar del agrado o complacencia de alguna persona, no está obligado al mero reconocimiento, sino al más elemental respeto.
Tan acostumbrados estamos los cubanos a emplear términos militares hasta para hacer el amor, que podríamos estar ante una guerra regular de cara a la prensa extranjera, con otros intereses editoriales, mientras que en las redes sociales se viven momentos de guerra de guerrillas, con minas y emboscadas cada dos pasos. En ocasiones, de un grupo de insurgentes; en otras, de un guerrillero en solitario. La conflagración se gana o se pierde, a no dudar, en este último escenario. Muy lúcido este joven dirigente.
Fuente: http://progresosemanal.us/20190228/y-que-hacemos-con-la-prensa-extranjera/