Se cumplen 87 años del inicio de la Guerra en España. Un acontecimiento que, a pesar del tiempo transcurrido, tiene gran trascendencia en la vida política y social española.
Muchos tememos que con la posible llega de la extrema derecha al Gobierno tras las elecciones del 23J y gobernando en varias comunidades autónomas y ayuntamientos, volvamos a aquellos años.
Quiero retomar el tema haciendo un ejercicio de memoria histórica. Todos los miembros de mi familia que vivieron aquellos acontecimientos han fallecido de muerte natural; salvo mis abuelos paternos, que fueron pasados por las armas de Franco, ante un paredón en Toledo tras liberación del Alcázar. Ni olvido ni perdono, por el dolor que todos padecieron y los momentos de angustia que sufrieron.
Las elecciones celebradas el 16 de febrero de 1936 dieron la victoria al Frente Popular, constituido por los principales partidos republicanos y de izquierda. Entre los objetivos del gobierno del Frente Popular, estaban los del primer gobierno de la República en 1931, que pretendió modernizar el país y promover la justicia social. Portela Valladares, reconociendo la victoria del FP y entregó el poder a los vencedores legítimos, dando paso a un Gobierno presidido por Manuel Azaña. La situación en España cada vez era más tensa y se reflejaba en las discusiones de las Cortes. El 12 de julio fue asesinado el teniente Castillo por grupos armados de la derecha y al día siguiente el diputado ultraderechista Calvo Sotelo, en una camioneta de la Guardia de Asalto, marcaron el comienzo del conflicto que estaba siendo preparado desde hacía varios meses.
Contaba mi madre, que vivió los acontecimientos de cerca, que Castillo era conocido por haberse negado a intervenir contra los manifestantes de la Revolución de 1934. Era miembro de la Unión Militar Republicana Antifascista e instructor de las milicias de la Juventud Socialista. Antes, el 16 de abril, durante el entierro del alférez de los Reyes, el cortejo fúnebre fue tiroteado por unos pistoleros sin identificar, produciéndose disturbios por las calles de Madrid. En los incidentes murió el falangista Andrés Sáenz de Heredia, primo de José Antonio Primo de Rivera, al parecer, por una unidad de la Guardia de Asalto al mando del teniente Castillo. Desde entonces, formó parte de una lista negra de oficiales de izquierdas a quienes había que liquidar.
El mes de julio comenzó golpista. El día 1, en un Informe Reservado, el general Mola, presenta un plan definitivo. El financiero Juan March entrega un cheque en blanco al marqués de Luca de Tena, propietario del diario ABC, para financiar la adquisición de un avión que traslade a Franco a Marruecos para ponerse al frente de las tropas sublevadas. Con el asesoramiento de Juan de la Cierva, inventor del autogiro, contratan un De Havilland D.H.89, Dragon Rapide. El golpe de Estado se venía gestando desde hace tiempo y a principios de julio de 1936 la fecha quedó fijada para los días 10 al 20, pero se produjeron algunos acontecimientos que lo hicieron adelantar: la insurrección comenzaría el sábado 18 a las 06:00 en Marruecos y el 19 a primeras horas de la madrugada en la Península.
Los días 17 y 18 de julio, estalló la sublevación militar en Marruecos. El 17, la insurrección se inició en Melilla y se extendió al conjunto del protectorado de Marruecos. El 18 y 19, el golpe se extendió por la península y los archipiélagos. Triunfó en Galicia, Castilla y León, Navarra, con el general Mola en Pamplona; Andalucía Occidental, con Queipo de Llano en Sevilla, Baleares, excepto Menorca, con el general Goded. En Canarias, Franco, tras asegurar el triunfo del golpe en el archipiélago, se desplazó a Marruecos para ponerse al frente del ejército de África.
Fracasó en Asturias, Cantabria y parte del País Vasco, donde el PNV colaboró con la República. Madrid, Cataluña, Levante, Castilla la Mancha, Murcia y la zona oriental de Andalucía. Los fracasos más graves tuvieron lugar en Madrid, donde el presidente Giral entregó armas a las milicias obreras. También en Barcelona, donde la colaboración de los obreros de la CNT con la Guardia Civil y la Guardia de Asalto abortó la insurrección. En general, la sublevación no tuvo apenas respaldo popular y se basó en las fuerzas militares insurrectas. La capacidad de movilización obrera y el papel de la Guardia Civil fueron claves para el resultado final del golpe en cada zona del país.
Ángel Viñas desmonta los mitos del 18 de julio. Viene a dar respuesta al revisionismo histórico que hace la derecha, para descalificar a la República y legitimar la «rebelión». La fecha de inicio del golpe, nada tuvo que ver con el asesinato de Calvo Sotelo. Todo estaba previsto con antelación y estaba ligada a los contratos de compra de armas y al apoyo fascista prometido. El golpe no pretendía acabar con ninguna insurrección armada en marcha, sino eliminar las reformas abordadas por los gobiernos, durante el primer bienio republicano (agraria y laboral, militar y de la enseñanza), que los gobiernos del FP habían retomado. Ninguna organización republicana u obrera tenía el propósito de subvertir el orden constitucional y no había en marcha ninguna intervención de la Komintern, ni de la URSS en España. La política de Stalin.
Antes del golpe, no había un estado de violencia revolucionaria o de terror rojo, no había ninguna dinámica de exterminio ni de liquidación de los enemigos de clase y no se asesinaba a las gentes de orden. La República no fue un fracaso que conducía inexorablemente a una guerra, sino que fue destruida por un golpe militar que, al contar con la connivencia de un país extranjero y no triunfar en buena parte del territorio y en Madrid, se encaminó automáticamente a una guerra civil. Fue la sublevación quien colapsó la administración republicana.
Jorge M. Reverte en Vicente Rojo. Historia de la guerra civil española (2010), dice que el plan de acción del golpe de estado, abarcaba todos los sectores y actividades, como quedaría al descubierto en las primeras horas de la rebelión. Comprendía una acción de fuerza militar, realizada desde diferentes puntos de España y África; una acción social, que debía poner en juego a la banca, judicatura, industria y grupos políticos de acción y violencia; y por último una dirección, que habría de coordinar todos los resortes conectados: ayuda diplomática, financiera, armamento y personal voluntario; todo al grito de ¡Viva la República! y la bandera tricolor como enseña.
Las pretensiones de cada estamento rebelde, consistía en la defensa de sus propios intereses: la aristocracia, pretendía la conservación del rango y los privilegios; los capitalistas, la libertad de explotación de los trabajadores y la defensa a ultranza de la propiedad; la iglesia, la anulación de las disposiciones que habían mermado sus fueros; los terratenientes e industriales, impedir la reforma agraria y la intervención obrera en las empresas; la prensa de derechas, el derecho a crear opinión y a defender el negocio; los militares, profesionales, burócratas y burgueses, la restauración de un orden rígido y autoritario que respetase el escalafón, la jerarquía, la antigüedad y las prebendas.
En suma, el golpe de estado del 18 de julio, fue una acción en defensa de intereses creados, para la restauración de privilegios y prebendas, encubiertos en ideales religiosos, sociales y políticos. Estaban implicados, militares desleales, falangistas, monárquicos, la derecha conservadora más reaccionaria y la iglesia católica, que habían oprimido al pueblo durante siglos. No fue un golpe doméstico, sino que contó con la Italia fascista y la Alemania nazi. Los vencedores de la guerra, establecieron una dictadura para perpetuar esos intereses y la mantuvieron violando derechos humanos y sobre los crímenes cometidos bajo la dictadura franquista. Más de 140.000 personas continúan enterradas en fosas comunes y cunetas de carreteras.
La República no fue un fracaso que conducía inexorablemente a una guerra, sino que fue destruida por un golpe militar, con la connivencia de países extranjeros y que, al no triunfar en buena parte del territorio y en Madrid, se encaminó de forma irremediable a una guerra. Fue la sublevación quien colapsó la administración republicana. La República, durante la guerra, tuvo que enfrentarse a una parte de la izquierda obrera, que entendía que la democracia era irreconciliable con el capitalismo, temiendo que se entregase, pacíficamente al fascismo, como había sucedido en toda Europa.
El golpe de estado se dio contra la legitimidad de la República. Políticamente fue antidemocrático; jurídicamente anticonstitucional; socialmente conservador y tradicionalista; espiritualmente clerical; ideológicamente totalitario; económicamente capitalista; militarmente absolutista; y moralmente inhumano. El plan comprendía una acción de fuerza militar, desde diferentes puntos de España y África; una colaboración religiosa y una acción social, que debía poner en juego a la banca, la judicatura, la industria, y a grupos políticos de acción violenta, como así ocurrió.
La conspiración militar se puso en marcha nada más formarse el gobierno de Azaña, tras la victoria del Frente Popular. En la calle estaba cantado, en los despachos era conocido y los cuarteles eran hervideros de conspiradores. Al gobierno le llegaron noticias sobre lo que se estaba tramando y no actuó con la contundencia debida contra la golpista. Exceso de confianza, errónea valoración política, y falta de ánimo para abordar la situación llevaron a la tragedia.
Ante el golpe de estado, la República tenía el deber de defender su legitimidad constitucional y los intereses de la ciudadanía leal. La defensa era legítima; el ataque contra la razón y la ley no lo fueron. Y hoy la misma derecha reaccionaria, católica y caciquil, siguen sin querer reconocerlo.
El 22 de julio cumplo setenta y cuatro años y el golpe fascista, se perpetró trece años antes de nacer yo. Recuerdo todo no por nostalgia, sino por dignidad y en memoria de los míos que tantas veces me contaron lo que vivieron aquellos días de miedo, tragedia y muerte.
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