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Desde mi tierra

¿2005, un año perdido para la paz?

Fuentes: Rebelión

Termina 2005 con una cierta sensación de que haya sido éste un año perdido para la construcción de la paz en Euskal Herria. Una sensación que aunque no sea generalizada ha podido influir en demasiadas mentes, tanto de mi propio país como de quienes viviendo en los estados español y francés se interesan por estos […]

Termina 2005 con una cierta sensación de que haya sido éste un año perdido para la construcción de la paz en Euskal Herria. Una sensación que aunque no sea generalizada ha podido influir en demasiadas mentes, tanto de mi propio país como de quienes viviendo en los estados español y francés se interesan por estos asuntos, como de seguro les ocurrirá a muchos navegantes de rebelión.org. Sin embargo, quisiera aprovechar estas líneas para hacer un repaso somero a lo acontecido hasta el momento, intentando a la vez sembrar algunas gotas de optimismo en aquellos que se animen a leer mi colaboración.

Los datos fundamentales con los que nos encontramos al cierre de 2005 son los siguientes:

Desde el mes de mayo de 2003, en que acabó con la vida de dos policías en Zangotza (Sangüesa), la organización ETA no ha efectuado ningún ataque dirigido a vidas humanas. Ha proseguido realizando atentados y colocando bombas, pero en un nivel que se podría denominar de «baja intensidad», aunque a algunos les pueda parecer insultante esa definición.

Se trata del periodo más largo sin víctimas mortales en la trayectoria de ETA desde el año 1968 en que inició ese camino, incluidas las treguas habidas anteriormente, la última en 1998.

La izquierda abertzale englobada en Batasuna realizó en noviembre de 2004, hace ya más de un año, una escenificación pública de su voluntad de sacar el conflicto de las calles para llevarlo a una mesa de negociación. Para ello planteó en su acto de Anoeta la puesta en marcha de dos mesas paralelas, una entre ETA y los Estados implicados para tratar de presos, desmilitarización y víctimas y otra formada por todos los partidos políticos, sin exclusiones, para desbrozar una solución que contemple el respeto a la capacidad de decidir de los ciudadanos vascos (derecho de autodeterminación) y la territorialidad (las siete provincias).

El Foro Nacional de Debate, organismo que reúne a partidos, sindicatos y agentes sociales de toda Euskal Herria ha consensuado un texto mínimo de acuerdo sobre la necesidad de preguntar a los ciudadanos vascos sobre el futuro de su país y que su decisión sea respetada. Es cierto que no están todas las sensibilidades reunidas, pero es un buen punto de arranque: «Toda la ciudadanía de Euskal Herria ha de ser consultada sobre su futuro mediante el procedimiento consensuado entre los agentes».

El congreso español aprobó una resolución el pasado 17 de mayo de 2005 en el que se mostraba la intención de alcanzar soluciones pactadas una vez que ETA declarase su adiós a las armas y que entre otras cosas decía: «Por eso, y convencidos como estamos de que la política puede y debe contribuir al fin de la violencia, reafirmamos que, si se producen las condiciones adecuadas para un final dialogado de la violencia, fundamentadas en una clara voluntad para poner fin a la misma y en actitudes inequívocas que puedan conducir a esa convicción, apoyamos procesos de diálogo entre los poderes competentes de Estado y quienes decidan abandonar la violencia, respetando en todo momento el principio democrático irrenunciable de que las cuestiones políticas deben resolverse únicamente a través de los representantes legítimos de la voluntad popular. La violencia no tiene precio político y la democracia española nunca aceptará el chantaje de la violencia».

Recientemente hemos sabido por boca de su dirigente Arnaldo Otegi que la izquierda abertzale ha mantenido contactos no oficiales, pero de alto nivel, con representantes del PSE durante los últimos cinco años, lo que implica que ese diálogo se ha mantenido incluso cuando ETA ha realizado atentados mortales contra cargos electos socialistas.

Hasta aquí lo sustancial. Pero no podemos obviar, entre otros asuntos que:

ETA mantiene una tregua en Catalunya.
ETA ha comunicado que retira de entre sus objetivos los cargos electos.
Rodríguez Zapatero ha realizado varios guiños públicos a la organización armada hablando de esperanza y de oportunidades.
El Parlamento Vasco aprobó en diciembre de 2004 el llamado «Plan Ibarretxe».
Los presos políticos vascos continúan dispersos y se han producido muertes tanto en el colectivo mismo, como entre los familiares que recorren miles de kilómetros para visitarlos y sufren a menudo accidentes de tráfico.
Los estados español y francés no han dado muestras de distensión en ningún momento, manteniéndose macrosumarios como el de los jóvenes de Jarrai-Haika-Segi como el llamado 18/98, con 59 procesados.
Las detenciones de activistas de ETA han continuado durante el año como si nada ocurriera, tanto en el Estado español como en el francés.

Dibujado el escenario general, creo que es el momento de realizar algunas puntualizaciones. En primer lugar hay que decir que, pese a no darse durante el año pasos irreversibles en la apertura de un proceso de paz, también es cierto que no ha habido ningún hecho que lo haya titado todo por la borda. El actual equilibrio inestable en el que una parte (la vasca) se esfuerza por lanzar mensajes de distensión y la otra (el Gobierno español principalmente) se mantiene impasible, pero a la vez firme ante las acometidas del Partido Popular y de su brigada mediática ha conseguido salir indemne durante 2005, que no es poco.

Ese simple hecho ha logrado que diversos representantes políticos del nacionalismo, supuestamente bien informados, hayan adelantado que 2006 puede ser un año decisivo, conjeturando la posibilidad de que ETA anuncie su intención de abandonar la vía armada. Se trata de continuos globos sonda que van envolviendo a la opinión pública de Euskal Herria en una especie de somnolencia política en la que la única salida posible es que la organización armada conceda una tregua indefinida que daría paso al proceso. La insistencia en pedir gestos a ETA sin hacer lo mismo con el Gobierno español (y el francés) en cuanto a su política penitenciaria o a la maquinaria judicial puesta en marcha contra decenas de personas cuyo único delito es tener una determinada ideología, no es una base sólida para alcanzar posteriormente acuerdos. Como dijo ésta última semana el sacerdote Alec Reid, mediador en el proceso irlandés y observador internacional en el Foro Nacional de Debate, «ETA no es el problema, sino un síntoma del problema». Mal harían los políticos responsables de resolver esta cuestión en olvidarse de este certero análisis. Lo fácil y cómodo es pedirle al diablo que deje de ser malo, pero harán falta algo más que solemnes llamamientos de Navidad para conseguir que quienes llevan desde 1958 organizados en defensa de la independencia de Euskal Herria por todos los medios a su alcance, salgan convencidos de un día para otro en que deben renunciar a la vía armada.

En ese sentido, significativos actores de la vida política vasca aseguran en petit comité que la decisión de apostar por vías exclusivamente políticas y democráticas está tomada por la dirección de ETA hace ya un tiempo y que todo lo que está realizando desde esa toma de postura histórica no es sino una estrategia previamente marcada para llegar a ese punto final sin tener que sufrir divisiones internas que podrían dar lugar a una escisión (como sucedió con el IRA), hecho que alargaría de nuevo todo el proceso de forma gratuita.

Sea o no cierto ese análisis, es evidente que la disciplina mostrada por ETA en este tiempo no ha sido «premiada» por Zapatero con ningún movimiento (como un acercamiento parcial de prisioneros a cárceles cercanas a sus lugares de origen o la aplicación de la ley penitenciaria a reclusos enfermos). Parece que los consejeros del presidente español quieren forzar la posición de la otra parte de cara a una hipotética negociación, blandiendo como argumento principal que tras los brutales atentados del 11-M en Madrid, la capacidad de ETA para realizar acciones mortales se ha reducido prácticamente a cero.

Oportunidades y riesgos

Así las cosas, hoy por hoy es más probable que la liberación del nudo gordiano vasco pueda venir de una valiente decisión del movimiento abertzale que de un gobierno español que, aun manteniendo el tipo ante la acometida del PP, no acaba de deshacerse de esa tutela para poder dar pasos al frente que conviertan en irreversible la situación. Se insiste desde diversas formaciones políticas en hablar de oportunidades y de riesgos, lo que no es sino una verdad de Pero Grullo. En cualquier proceso político se dan esas dos variables. Lo que hace falta es que las tres patas del banco, esto es, la izquierda abertzale en su totalidad por un lado, el nacionalismo que representan PNV y EA por otro y el Gobierno español-PSOE aporten al unísono en la búsqueda de oportunidades y asuman también los riesgos inherentes a un proceso que será largo, difícil y tortuoso.

La generación de confianzas mutuas que hagan irreversible el avance hacia una solución dialogada es una de las principales claves de este momento. La izquierda abertzale es consciente de que si las cosas se hacen bien tiene mucho que ganar de cara al futuro inmediato de Euskal Herria y a la conformación de una nueva correlación de fuerzas en la que guardaría una posición destacada. El PSOE sabe desde hace tiempo que presentarse a las elecciones generales de 2008 con un proceso de paz ya en marcha y con una situación de distensión asentada le facilitaría sobremanera el acceso durante cuatro años a La Moncloa. La incógnita mayor procede del mundo nacionalista clásico, que se muestra receloso de las conversaciones habidas entre la izquierda abertzale y el PSOE y teme que a medio plazo protagonicen una especie de pinza que les descabalgue de un Ejecutivo autonómico en el que han permanecido desde la llamada transición. Arnaldo Otegi ha insistido en ese sentido en que la izquierda abertzale no efectuará ninguna maniobra que perjudique los intereses políticos de un tercero. Lo ocurrido durante las conversaciones de Argel, cuando el PNV, ausente de la mesa, boicoteó la operación al entender que PSOE y HB iban a ser los grandes ganadores si se daba un proceso de negociación es uno de los riesgos a evitar. Nadie debe sentirse marginado en estos momentos cruciales, Tiempo habrá después de defender con libertad los proyectos particulares de cada uno.

Retomamos el inicio del artículo para decir que en 2005 no se han dado pasos decisivos que conduzcan sin remisión a un proceso de paz en Euskal Herria, pero la mera constatación de que no ha habido tampoco retrocesos es ya un signo a valorar positivamente. A los más impacientes, que los hay (también en el seno de la izquierda abertzale) habría que decirles que hasta que el IRA efectuó su declaración de renuncia a la vía armada el 28 de julio pasado han debido de transcurrir más de diez años de esfuerzos, avances y retrocesos y todavía queda camino por andar. Tal vez en Euskal Herria las cosas puedan ir algo más deprisa, pero tratándose de un asunto de tanto calado lo principal es que cuando se alcancen acuerdos, aunque sean parciales, no tengan ya vuelta atrás. Y como no somos futurólogos ni queremos vender humo, esperaremos al desarrollo de los acontecimientos sin hacer pronósticos sobre lo que pueda ocurrir el año que comienza, que algunos pretenden sea decisivo.

* Joxerra Bustillo Kastrexana es periodista.

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