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50 años de la tragedia de Ribadelago

Fuentes: Rebelión

El pasado 9 de enero se cumplieron 50 años de la catástrofe de Vega de Tera. Ojeando la prensa este fin de semana compruebo que no ha merecido ninguna referencia. Sólo en medios locales se recordaba la tragedia y los actos conmemorativos que están teniendo lugar. Por ellos a través de Internet, he podido saber […]

El pasado 9 de enero se cumplieron 50 años de la catástrofe de Vega de Tera. Ojeando la prensa este fin de semana compruebo que no ha merecido ninguna referencia. Sólo en medios locales se recordaba la tragedia y los actos conmemorativos que están teniendo lugar. Por ellos a través de Internet, he podido saber que este martes, Documentos TV, emitirá un reportaje a las 22, 45h.

Yo me enteré de lo ocurrido, casualmente, por otra «cereza», como es habitual en mi blog. Me explico. Al escribir «Los últimos pueblos fascistas del nuevo Estado español» (en inSurGente.org – Mala memoria, 13-9-07) nombraba Ribadelago de Franco en la provincia de Zamora y en una nota al final relataba brevemente la causa de su apellido. Hago memoria:

«Visité el otoño anterior el lago de Sanabria. No conocía entonces los orígenes trágicos de este poblado de su entorno. En la larga posguerra las restricciones eléctricas eran frecuentes en las grandes ciudades. Unión Fenosa, para paliarlas, construyó una presa que reventó apenas terminada, un gélido mes de enero de torrenciales lluvias. De los 549 habitantes de Ribadelago, 144 fueron arrastrados por el agua y solamente 28 recuperados y dados oficialmente por muertos. El escritor Vázquez Figueroa que participó en las labores de rescate como submarinista reseña en su libro «Sultana Roja» las razones de aquel fracaso. Los tribunales de justicia condenaron al director gerente de la empresa, a dos ingenieros y a un perito como responsables directos de las obras a un año de prisión menor por un delito de imprudencia temeraria. Recurrida la sentencia, finalmente, fueron indultados. Apadrinado por Franco el nuevo Ribadelago, se encomendó la reconstrucción al Ministerio de la Vivienda, que tuvo lugar entre 1959 y 1962 en una zona más sombría que la original y apartada de los pastizales y tierras de cultivo, pero más segura ante otras posibles catástrofes. (Consultado en Internet: Lago de Sanabria- Leyenda Villachica)».

Creo que es el momento de detenernos a comentar un poco más cuanto pasó. Tremendo espejo de un régimen que en esos años 50 se desarrollaba y consolidaba haciendo pantanos. Éste mismo lo inauguro «el Excelentísimo», aun antes de estar terminado. Cada uno de ellos, le daba una medalla para la paz, legitimación de ejercicio, lo llamaba Max Weber.

En cuanto al nombre, por cierto, a pesar de que se viene usando Ribadelago Nuevo, oficialmente no se cambió, aunque algunos medios así lo creen. Al entrar en vigor la ley conocida como de Memoria Histórica debe hacerse y según manifestaciones del propio edil de Galende, al que pertenece la pedanía, no tiene inconveniente. A falta de actualizaciones estadísticas, desconozco en cambio si ya lo ha hecho.

Paso a desarrollar la sucinta exposición inicial.

Cela en La Colmena da cuenta de las restricciones de luz en la posguerra haciendo un chiste con Electra, la eléctrica de Madrid, y el complejo de Electra. Desde primeros de los 50 el proyecto central en la zona de Sanabria era convertir en presa el lago homónimo. La oposicición de las elites locales a través de una valiente campaña en el periódico «El Correo de Zamora» retrasó el empeño e incluso inhibió a las siempre dispuestas tijeras de la censura. En su defecto se construyó a marchas forzadas la presa de Vega de Tera, pero la política hidráulica del régimen, que en esto no admitía fisuras (otras son la que veremos que desataron la tragedia) no se resignaba a desperdiciar un lago glaciar que desde la infancia de la edad del hombre era un derroche en el desierto de la España interior. Podían dar por ahí a sus leyendas y a pesados místicos como el Unamuno de San_Manuel_Bueno,_mártir. «Eléctricas Leonesas, S. A.» había conseguido la concesión del aprovechamiento en marzo del 1958, e incluso había realizado unos accesos. La rotura de la presa de Ribadelago cambió definitivamente las cosas. No hay mal que por bien no venga, ¿les suena la frase?

Y favor por favor: la catástrofe hubiera sido tanto mayor de no haber actuado el lago de receptor final, cortando la avalancha a los pueblos de Galende, Mercado del Puente y Puebla de Sanabria. Al día siguiente en su superficie podía verse ganado, muebles, algunos cadáveres, aunque la mayoría yacen en su fondo, atrapados por otros tantos enseres y restos de materiales. Nueva desgracia, puesto que los familiares de los desaparecidos no pudieron cobrar las escuálidas indemnizaciones.

 El Servicio de Información de la Guardia Civil nos proporciona un documento bastante esclarecedor sobre las causas (cito artículo de La Opinión de Zamora del 27-12-08 «Los secretos de la Guardia Civil«): «»…tienen que ver con los defectos de construcción y empleo de materiales en malas condiciones.» Añade la nota informativa que «todos coinciden que la presa se hacía a destajo sin escrúpulos de ninguna clase por parte del personal dirigente de las mismas, la poca capacidad del personal subalterno, muchos de ellos incompetentes para el cargo que desempeñaban, a los que se ha tachado de inmoralidad, ya que vivían en un nivel de vida muy superior a los sueldos que disfrutaban».Al respecto de la vigilancia, anotan que «los guardas encargados de la custodia han manifestado no haberse enterado de la rotura de la presa, hasta las siete horas de la mañana, lo cual no es admisible, toda vez que el primer ruido ensordecedor que se escuchó en el pueblo de Ribadelago fue el producido por la rotura, lo que prueba que los guardas no se encontraban en dicha presa, ya que de haber estado prestando la vigilancia encomendada se habrían dado cuenta en el momento de ocurrir ésta».»

También recoge el parte informativo «la magnífica reacción que en toda España se ha producido para acudir en ayuda del pueblo siniestrado». En cambio, poca fue la que llegó a sus destinatarios más necesitados.

«La presencia de autoridades -sigo con el informe- desde los primeros momentos mitigó grandemente el dolor de las personas afectadas, principalmente la del ministro de Obras Públicas…», a la sazón el general Jorge Vigón, cuyo apellido tal vez fuera el mérito principal a la hora de convencer al Caudillo para tan importante Ministerio (En otro orden de cosas, una calle muy comercial del centro de Logroño contra lege data honra la memoria del ex-ministro).

Se temía la rotura de otras presas, como la cercana de Vega de Conde, «pues en ella no fue empleado el hormigón sino la tierra apisonada entre dos fuertes muros», y, desde luego, no sorprendió demasiado su rotura a cuantos ya conocían el estado de la presa de Vega de Tera. Se habla de filtraciones «por las que salían chorros de agua apreciables a simple vista, de un diámetro aproximado de diez centímetros», según detalla la información que seguimos.

En vista de todo lo cual el abogado Santiago Moreno, acusación particular, contaba con bastantes evidencias. Recibió constantes amenazas y presiones. El juicio se celebró en marzo de 1963 en Zamora casi secretamente. La empresa responsable de las obras, Hidroeléctrica de Moncabril, absorbida más tarde por Unión Fenosa, fue condenada a pagar 19.378.732 pesetas. (La información consultada en su día que cito arriba lo atribuía, como se ve erróneamente a Unión Fenosa»). Lo deseable hubiera sido que por iniciativa propia hubiera pronto y generosamente resarcido a todas las víctimas. Fue a pocas, tarde, a la fuerza y miserablemente. Razón tenía mi madre cuando me aconsejaba no pedir peras al olmo.

 

 El hoy conocido como Ribadelago Viejo casi desapareció. (Ver foto)

El autor del libro Ribadelago, tragedia de Vega de Tera , José Antonio García Díez, describe la posterior batalla de intereses entre la concesionaria hidroeléctrica leonesa que hemos descrito arriba para continuar con su proyecto de embalsar el lago de Sanabria, ahora enfrentados al Estado: «La imperiosa necesidad de acondicionar unos terrenos de cultivo para los supervivientes no admitía una sobreelevación del Lago ni la inundación de 45 hectáreas de las únicamente 113 disponibles para la labranza. Durante más de dos años los ministerio de la Gobernación y de la Vivienda, bajo la batuta de los generales Camilo Alonso Vega y Jorge Vigón, mantuvieron con los máximos responsables de «Eléctricas Leonesas S.A.» y del Banco Central -porque detrás de una gran hidroeléctrica siempre suele haber una entidad bancaria- una profusa correspondencia centrada en poner en claro la verdadera ocupación del aprovechamiento eléctrico».

 En medio de esa sórdida política hidráulica con el lago de Sanabria al fondo y la destrucción de Ribadelago se construyó para los que sobrevivieron un pequeño pueblo (ver última foto y el interesante artículo Como un pueblo andaluz) a la vera de sus aguas, con un trazado y diseño extraídos con urgencia del plan Badajoz. Ni la funcionalidad de las casas, ni su emplazamiento en una zona sombría que en invierno no lo alcanza el sol, convencieron a sus habitantes. Muchos de ellos han tornado al pueblo antiguo.

Por otra parte, se tasaron a precios de mercado por lo que las indemnizaciones por las pérdidas humanas y materiales sirvieron para ¡pagarse sus nuevos domicilios! Eso, en el mejor de los casos, en tantos otros precipitó por todas las razones apuntadas la emigración.

Si lo relatado, tal vez por mi culpa, no les ha conmovido les invito esta noche, martes, 13 de enero, a que vean el reportaje de Documentos TV.

 

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