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Sur de Siria: La vuelta al fracaso estatal

Fuentes: Al-Jumhuriya English

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

En lugar de desarrollar económicamente el sur de Siria tras haberlo recuperado a nivel militar, el régimen de Asad ha vuelto a la misma vieja negligencia y mal gobierno que ante todo impulsaron la revuelta en la región.

El viejo/nuevo statu quo

La reciente cobertura que los medios han hecho en la provincia de Daraa, en el sur de Siria, se ha centrado en gran medida en las protestas a pequeña escala y en la violencia del ojo por ojo entre el régimen de Bashar al-Asad y los exrebeldes, algo muy habitual en la zona desde que los últimos se “reconciliaron” con el régimen en 2018.

En el fondo, estos enfrentamientos se deben menos a nuevos fenómenos que a la vuelta a métodos ineptos de gobernanza cuyos orígenes se remontan a décadas anteriores al estallido de la guerra. El abandono del régimen y el saqueo de la región sureña proporcionaron en 2011 el alimento para el naciente movimiento de protesta en Siria. Hoy garantizan más de lo mismo, miseria, en medio de crisis económicas y de salud pública simultáneas.

Principios modestos

La relación del régimen con Daraa no fue así siempre. En las décadas de 1960 y 1970, el partido Baaz gobernante estaba relacionado de forma estrecha con las zonas rurales históricamente marginadas del país, como la región de Hawran en Siria, una llanura fértil que se extiende al sur de Damasco a través de las actuales provincias de Daraa, Suwayda y Quneitra. En aquel entonces, Hawran se benefició de la inversión estatal en la agricultura y, a cambio, sirvió de vínculo social y económico vital entre Damasco y sus vecinos jordanos en el sur. La integración de Hawran en la política baazista fue tan social como económica: varios de los primeros miembros del Partido Baaz procedían de la región, al igual que uno de sus padres fundadores, Akram al-Hawrani (aunque nació y creció en Hama).

En la década de 1980, por el contrario, el Partido Baaz emprendió una extensa campaña de modernización que estimuló la industrialización y el crecimiento de los centros urbanos, así como una nueva élite urbana. En paralelo, los servicios y el apoyo estatal a las zonas más rurales del país, como Hawran, fueron secándose. La inversión en el campo fue reemplazada por una forma de gobierno estrechamente egoísta que priorizaba a la floreciente élite económica de Siria a expensas de los pobres rurales y urbanos. En muchos casos, tal negligencia se combinó con el saqueo de recursos vitales: quizás uno de los ejemplos más penosos fue la mala gestión de los recursos hídricos subterráneos en el noreste, que condujo a cinco años consecutivos de sequía entre 2006 y 2011, provocando una de las peores crisis humanitarias en la Siria moderna antes del estallido de la guerra.

Ante tal situación de abandono, los residentes de Hawran tuvieron que volverse más autosuficientes. Agricultores y comerciantes recurrieron al mercado negro, y las rutas de contrabando se convirtieron en un aspecto integral de la economía local de Daraa. Los sentimientos de negligencia por parte de la élite gobernante ayudaron a impulsar el movimiento de protesta inicial, en el que Daraa ocupó el papel protagónico en 2011.

Déjà vu

Las viejas políticas de aislamiento y favoritismo están hoy una vez más en juego en Hawran. A medida que los residentes tratan de resistir una crisis de capitalización tras otra, junto a la reciente perspectiva de una pandemia de coronavirus, esa dinámica está arrastrando a la región al estado de indigencia.

La reapertura de la frontera sirio-jordana en 2018 trajo la esperanza de una posible revitalización de la economía de Daraa. Sin embargo, los comerciantes locales están atrapados entre dos grandes agendas comerciales aislacionistas. Los altos aranceles aduaneros en el lado sirio se combinan con la prohibición total en Jordania de muchos productos sirios, como el aceite de oliva y los cigarrillos. A principios de 2020, un propietario de una empresa de transportes en el campo oriental de Daraa describió cómo el aceite de oliva confiscado en el lado jordano no se devolvía a Daraa sino que los funcionarios jordanos se limitaban a derramarlo por el suelo. Describió, con cierta exageración, el doble rasero en juego: “Lo más importante para los jordanos es que no interfiramos con sus mercados […] mientras que los camiones jordanos pueden entrar y salir cuando quieran” (1). Siguió explicando cómo la falta de progresos de Damasco con Amman en cuanto a ese problema había tenido graves repercusiones en su negocio. Incluso el retorno de los subsidios a los granos financiados por el Estado no es más que un callejón sin salida para muchos agricultores hoy en día en Hawran. Los agricultores solo pueden comprar semillas con descuentos del Estado a condición de que vendan sus cultivos al gobierno, lo que les obliga a vender a precios más bajos que la tasa del mercado.

Estos factores, unidos a la crisis económica nacional de Siria, han hecho que la economía local de Daraa sea de mera subsistencia. Mientras tanto, abundan las economías ilícitas. La denominada “economía de detención” es una de las pocas que florece hoy en día: los residentes en Daraa informan que tienen que pagar decenas de miles de dólares al personal militar, a los intermediarios del gobierno y a los abogados para poder conseguir información sobre sus familiares detenidos.

La negligencia y el saqueo absoluto de este tipo impulsan de hecho los estallidos violentos en una región de Siria que sigue fuertemente armada. El régimen también ha mostrado su disposición a escarmentar a las zonas insubordinadas de la provincia, como en el caso de la ciudad de al-Sanamayn, donde el régimen asaltó espacios de la oposición a principios de marzo matando a tres civiles. Los combatientes de la oposición respondieron con ataques de represalia contra posiciones del régimen en otras partes de Daraa. Esa violencia del ojo por ojo solo sirve para alimentar una mayor inestabilidad aún, aunque la mayoría en Daraa no recurre a las represalias porque está demasiado ocupada en la pura supervivencia. Un residente de al-Tayba, un pequeño pueblo al sureste de Daraa, describió cómo él y otros vecinos siguieron de cerca estos desarrollos a principios de marzo, confiando ante todo en que la respuesta del régimen no causara grandes perturbaciones en la vida de los locales (2).

Desde su “reconciliación” con Damasco, la mayoría de los residentes de Daraa han adoptado nuevas formas de autosuficiencia. Las familias subsisten cada vez con menos, y muchas dependen del apoyo de familiares en el extranjero para llegar a fin de mes. En ausencia de fondos para algo más que las formas más marginales de reconstrucción, los dignatarios de la comunidad coordinan las reparaciones utilizando fondos recaudados por los nativos de Daraa en el hogar y en la diáspora. Tal autosuficiencia parece, en muchos sentidos, la única opción: “Si esperamos a que el gobierno repare la escuela, el año escolar terminaría y el próximo comenzaría antes de que llegara el plan de reparación”, dijo el vecino de al-Tayba. Los comerciantes de Daraa también se adaptan a la realidad contratando conductores jordanos para transportar sus productos a través de Jordania, participando en el contrabando e importando productos que enfrenten aranceles aduaneros más bajos.

Se necesita un pueblo

La dinámica anterior no es exclusiva de Daraa, pero representa una versión extrema de las realidades experimentadas en toda la Siria controlada actualmente por el régimen. En ninguna parte es más evidente este statu quo que en la respuesta a la Covid-19: en toda Siria, en lugar de adoptar medidas para frenar la propagación del virus, como el aprovisionamiento de hospitales y centros de cuarentena y la preparación del personal médico para un brote, el régimen minimiza la escala de la crisis y prioriza acciones cosméticas que den simplemente impresión de movilización. Las administraciones locales rocían las calles son mezclas químicas, a veces varias veces por semana; se insta a los residentes a informar de los vecinos que presenten síntomas; y las autoridades locales cierran aquellas farmacias que vendan suministros médicos a precios inflados. Mientras tanto, conseguir apoyo para los más necesitados, abastecer los hospitales y gestionar las inevitables repercusiones económicas de la crisis vuelven a colocarse sobre las espaldas de los propios civiles. Esto resulta ya muy familiar para los sirios, encargados de recoger, una y otra vez, las piezas de un sistema roto.

Notas:

(1) Entrevista con un investigador en el sur de Siria en enero de 2020.

(2) Entrevista de la autora en marzo de 2020.

Haley Schuler-McCoin es analista de Synaps.network en Beirut, desde donde investiga sobre cuestiones relativas a Turquía y a las economías locales en Siria. Twitter: @mccoin_haley

Fuente:

https://www.aljumhuriya.net/en/content/south-syria-return-state-failure

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.