La visita del Primer Ministro israelí Benjamín Netanyahu a Estados Unidos, confirmó la estrecha alianza entre Donald Trump y el político sionista, en vísperas de las elecciones parlamentarias en Israel. Comicios que pueden significar el quinto período consecutivo para el líder del Likud investigado por corrupción, abuso de confianza y fraude. Ambos políticos viven un […]
La visita del Primer Ministro israelí Benjamín Netanyahu a Estados Unidos, confirmó la estrecha alianza entre Donald Trump y el político sionista, en vísperas de las elecciones parlamentarias en Israel.
Comicios que pueden significar el quinto período consecutivo para el líder del Likud investigado por corrupción, abuso de confianza y fraude. Ambos políticos viven un idilio donde se destaca, no sólo el desprecio al derecho internacional, la violación de los derechos de los pueblos de Oriente Medio en especial Palestina y Siria, sino también el mutuo intercambio de elogios, que es parte del acuerdo de beneficiarse mutuamente en las decisiones que tomen en materia internacional. Trump ha calificado a Netanyahu como un hombre «duro, inteligente y fuerte». Adjetivos que son parte del estilo de liderazgo, que le gusta al mandatario estadounidense, que a su vez, es descrito por el primer ministro israelí como: «el mejor amigo que Israel puede tener».
La visita de Netanyahu se da en momentos que el lobby sionista en Estados Unidos, agrupado en el llamado Comité de Asuntos Públicos Estadounidense- israelí (AIPAC por sus siglas en inglés) realiza su conferencia anual entre los días 24 al 26 de marzo. Reunión que tiene como alocuciones principales, las intervenciones, tanto del primer ministro israelí, como del presidente estadounidense de turno, que refuerzan el compromiso inquebrantable entre ambos regímenes. Como muestra del sometimiento de algunos gobiernos a la alianza Washington-Tel Aviv, se hace presente también el presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, que si bien ha señalado que aún está en estudio el traslado de su Embajada a Al Quds, se hará parte en la reunión anual del AIPAC para juramentar su incondicionalidad con el sionismo.
Como precio por esa decisión el polémico mandatario hondureño está pidiendo varias medidas, no sólo la apertura de una embajada israelí en Tegucigalpa, sino también beneficios económicos en materia de relaciones bilaterales y apoyo de Netanyahu para mejorar las relaciones con Washington. Otra de las invitadas fue la primera ministra de Rumania Viorica Dăncilă, quien había anunciado el traslado de su embajada a Al Quds pero fue desmentida por la presidencia del país balcánico, dirigido por Klaus Lohannis, en duros términos: «El presidente considera que las declaraciones de la primera ministra Viorica Dăncilă respecto al traslado de la embajada rumana a Jerusalén, muestran una vez más su total ignorancia en el campo de la política exterior. La decisión final a este respecto corresponde al presidente, que según la Constitución es quien toma las decisiones en política exterior».
Trump el dadivoso
Este 25 de marzo, como uno más de los actos de esta puesta en escena, que muestra al mundo la alianza, amistad y estrechas relaciones entre el imperialismo y el sionismo, el presidente estadounidense concretó los pasos que demuestran el desprecio que Washington y Tel Aviv tienen por las leyes internacionales. Trump, mediante la firma de un documento denominado ampulosamente «decreto de soberanía», reconoció la artificiosa soberanía de Israel sobre los Altos del Golán Sirio, ocupados tras la guerra del año 1967. Una ocupación no asentida por los organismos internacionales y que las resoluciones emitidas por el Consejo de Seguridad de la ONU desde el momento mismo de esa ocupación, a través de la resolución N.º 242 del año 1967 ha exigido su devolución, junto a los territorios palestinos ocupados.
Los Altos del Golán corresponde a una extensa meseta perteneciente a Siria, ubicada entre las fronteras de la Palestina histórica, El Líbano, Siria y Jordania. Tiene una extensión de 1.800 kilómetros cuadrados, de los cuales 1.200 están ocupados ilegalmente por el régimen sionista desde el año 1967 (derivado de la guerra de junio de ese año), 235 km2 que son supervigilados por la Fuerza de las Naciones Unidas de Observación de la Separación (UNDOF por sus siglas en inglés) dependiente de la ONU, que están en la zona desde el año 1974 y el resto del territorio sigue bajo la soberanía siria. La zona controlada por la UNDOF, a partir de la guerra de agresión contra Siria que comenzó en marzo del año 2011, estuvo bajo dominio de grupos terroristas, apoyados por Israel, hasta julio del año 2018 cuando fue recuperada por el Ejército Nacional Sirio, generando el temor israelí por la presencia de fuerzas del Eje de la Resistencia, que encapsulan aún más a un régimen que vive ya en un gueto regional.
Como expresión de una decisión absolutamente ajena al cumplimiento de las leyes internacionales, como ejemplo de la política hegemónica y unilateral con que Washington se mueve en el mundo, Donald Trump señaló que «»Hoy -25 de marzo – estoy dando un paso histórico para promover la habilidad de Israel de defenderse (…) Esto debería haber ocurrido muchas décadas antes». Una narrativa que pretende mostrar al sionismo como una entidad agredida que necesita defenderse cuando bien sabemos su carácter provocador y agresivo. Hablan en su clásica hasbara, de un falso derecho a la defensa, de protección y con ello mostrarlo como un paso necesario y fundamental, el que Israel reciba como una especie de dádiva el reconocimiento de una ocupación ilegal. Lo impresentable es que el gobierno estadounidense, de motu proprio, a contrapelo de la legislación internacional, decida reconocer una soberanía que no existe, falsaria, en base a una guerra de rapiña, producto de una ocupación.
La decisión de Trump es una clara provocación a Siria, a las naciones del mundo, a las organizaciones internacionales. Es despreciar cualquier tipo de acuerdo entre los países y garantizar que el único idioma que entiende el contubernio entre Estados Unidos e Israel es la fuerza. Es dar pie para eliminar cualquier tipo de acuerdo que se haya firmado en Oriente Medio, incluyendo los Acuerdos de Oslo. Resulta lógico que si una de las partes desprecia y deshace con el codo lo firmado, debe quedar obsoleto, sin validez alguna lo que se haya determinado en materias de compromisos territoriales, acuerdos de paz u otras medidas conexas.
Organismos de defensa de los derechos humanos como Human Rights Watch han señalado que «la decisión del gobierno estadounidense, para cerrar los ojos ante la ilegalidad de la ocupación israelí de los Altos del Golán, demuestra su desprecio hacia el derecho internacional, que defiende el derecho de los sirios residentes de la meseta, cuya mayor parte ocupa el régimen de Tel Aviv desde el año 1967, en la llamada guerra de Junio». Si bien es positivo escuchar las criticas de HRW lo cierto es que Washington no cierra los ojos, los mantiene muy abiertos al apoyar crímenes de guerra y de lesa humanidad, que son la característica de la política exterior sionista, avalado por Washington, desde el momento mismo de su nacimiento el año 1948.
Para el gobierno sirio, a través de su Ministerio de Relaciones Exteriores, «el que Washington reconozca la anexión del Golán sirio, es un ataque flagrante a la soberanía e integridad territorial de Siria. La decisión del presidente estadounidense de reconocer la anexión del Golán sirio encarna la alianza orgánica entre Washington y el régimen de Tel Aviv contra Damasco y convierte al país norteamericano en el «enemigo» número uno de los árabes por su apoyo y protección ilimitada a la entidad usurpadora israelí. Trump no tiene el derecho ni la capacidad legal para legitimar la ocupación y el robo de un territorio por la fuerza. Esta decisión afecta a la estabilidad y la seguridad a nivel regional y mundial».
El gobierno sirio ha señalado con firmeza, que con esta decisión estadounidense, impulsada por Israel, «la liberación del Golán por todos los medios disponibles y su retorno a la patria madre siria es un derecho innegociable y la determinación de los sirios hoy para alcanzar este objetivo es más firme que nunca». Opinión que refuerza la necesidad que non sólo siria entre en esta reivindicación, sino también palestina para recuperar sus territorios. El Líbano para proteger su soberanía, al igual que Irak y el conjunto de naciones de oriente medio que hoy viven, muchas de ellas sometidas a monarquías totalitarias, aliadas del sionismo y sometidas a Washington.
Israel es el mayor violador del derecho internacional en cantidad de dictámenes, resoluciones y determinaciones incumplidas, sin que hasta hoy, esa conducta violatoria le haya significado sanción. Contra el régimen sionista no hay sanciones económicas, no hay peticiones de congelamiento de activos. No hay bloqueo militar, tecnológico. No existe prohibición para que sus líderes políticos y militares, empresarios ligados a la industria de armas, colonos involucrados en violación a los derechos humanos, salgan de los territorios que usurpan. Es la hipocresía materializada, es el doble rasero cuando se trata de Israel u otros pueblos. Es no usar el capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas por las graves amenazas a la paz que significa el sionismo.
La excusa dada por Trump para dar este paso ilegal, tremendamente peligroso y sobre todo que marca la decisión de abrir las puertas a un conflicto aún mayor en el Levante Mediterráneo, fue en función de las «agresivas acciones de Irán y grupos terroristas contra Israel». Una mentira monumental, un pretexto manipulador, propio de esta alianza entre el imperialismo y el sionismo, que son los principales agresores de los pueblos. La manipulación es parte integrante de esta alianza del mal, apoyándose en ello en gobiernos títeres, como el de Honduras y Rumania, que aprovechando la medida tomada por Trump, dieron a conocer que trasladaban sus representaciones diplomáticas de Tel Aviv a Al Quds (Jerusalén). Se tarta de operaciones combinadas, donde se unen presiones políticas por parte de Estados Unidos y apoyos financieros del sionismo a gobiernos generalmente corruptos con líderes propensos al soborno.
Tal ha sido, históricamente, el caso entre Guatemala e Israel, donde el régimen sionista fue un apoyo fundamental en el genocidio, bajo las dictaduras militares, de los pueblos indígenas guatemaltecos y cómplice en el asesinato de miles de ciudadanos de ese país. Apoyo a grupos políticos conservadores, que implican también un sostén político a Israel como es el caso de las comunidades cristiano-sionistas que cuentan con decenas de millones de dólares provenientes no sólo de Israel, sino también de las comunidades prosionistas estadounidenses. Una línea político-religiosa impulsada por el propio presidente guatemalteco Jimmy Morales. En el caso de Brasil, los vínculos entre Jair Bolsonaro y el banquero estadounidense y proveedor de fondos sionista Steve Bannon, ha sido ampliamente denunciados y explican también el apoyo de traslado de la embajada del país sudamericano de Tel Aviv a Al Quds.
Se constata, que previo a las elecciones parlamentarias del 9 de abril en Israel, Netanyahu requiere mostrar fuerza y decisión en aquellos temas que la belicosa sociedad israelí exige, mayoritariamente, de sus líderes políticos y militares: racismo, expansión, estrechar vínculos con su padre putativo y desconocer a todo aquel que es goyim, ya que los únicos ciudadanos son los que el propio Netanyahu sostuvo: «El Estado de Israel no pertenece a todos sus ciudadanos, sino sólo al pueblo judío». Una ley de estado nación judía, que consolida el sistema de apartheid sionista y que priva a la minoría de toda aspiración a una identidad propia y se confirma la decisión de relegarlos a una condición de ciudadanos de segunda clase. Faltan pocos días para las elecciones parlamentarias en Israel lo que debe extremar las medidas de seguridad en Palestina, El Líbano, Siria, Irak, Irán pues el sionismo suele afilar sus garras en periodos donde sus líderes políticos y militares pretenden mostrar fuerza ante sus electores en una sociedad cada día más sionista.
En el plano regional el catalizar el apoyo de Trump de anexar la meseta del Golán sirio ocupado desde el año 1967 expresa que para Israel y su socio más estrecho, el mundo puede decir lo que quiera porque seguirá haciendo lo que le venga en gana. Sin problemas pues el doble rasero, a la hipocresía y la conducta de los organismos internacionales de mostrarse ciegos, sordos y mudos frente a los crímenes del sionismo le permiten esa impunidad. La postura del mandatario estadounidense sobre los altos ha provocado el rechazo de la Unión Europea, la Liga Árabe y Gobiernos como los de España, Venezuela, Turquía, Irán, China, el rechazo de la población siria y de la Organización de Naciones Unidas que señaló tajantemente » Para nosotros, el estatus del Golán ocupado está consagrado en las resoluciones del Consejo de Seguridad. La postura no ha cambiado», dijo Stéphane Dujarric, el portavoz del jefe de la organización.
Por su parte el canciller ruso, Serguei Lavrov en conversación telefónica con Mike Pompeo, Secretario de Estado norteamericano sostuvo que «este tipo de situaciones, al estar al margen de la legalidad e ignorar todos los acuerdos internacionales, resoluciones y decisiones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU), entorpecerá la solución de la crisis en Siria». Irán, a su vez, a través del presidente del parlamento de la nación persa Ali Lariyani señaló «la decisión de Trump de reconocer el ocupado Golán como parte de Israel es una violación flagrante del derecho internacional. Va en contra de los principios humanitarios, el derecho internacional y las resoluciones aprobadas por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Trump actúa siempre en sentido contrario a la opinión pública internacional y esa actitud representa un peligro para la paz y la estabilidad en Oriente Medio»
Trump y Netanyahu, hermanos políticos. Aliados en decisiones que afectan a millones de seres humanos. Líderes prestos a violar la legislación internacional si ella afecta sus voraces intereses. Trump y Netanyahu, voceros y beneficiarios de la impunidad y el desprecio a los derechos humanos de todas aquellas sociedades agredidas por esta hermandad nacida para el mal. Trump y Netanyahu, unidos por el desprecio a lo que crea y diga el mundo sobre ellos. Trump y Netanyahu, hermanados en la misma sangre que alienta y fortalece su sed de poder, que humedece sus manos genocidas.
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