Llegan unas elecciones del 26-M que van más allá de ser unos comicios municipales y regionales. Una segunda vuelta de un nuevo ciclo electoral donde el PSOE y ERC buscan consolidarse en la victoria, donde la derecha y la extrema derecha continúan en su pugna particular para situarse como alternativa, y donde las candidaturas del […]
Llegan unas elecciones del 26-M que van más allá de ser unos comicios municipales y regionales. Una segunda vuelta de un nuevo ciclo electoral donde el PSOE y ERC buscan consolidarse en la victoria, donde la derecha y la extrema derecha continúan en su pugna particular para situarse como alternativa, y donde las candidaturas del cambio -que fueron las grandes ganadoras el 2015- intentarán revalidar el poder municipal.
En juego están los modelos de ciudad pero también la gobernabilidad del Estado español y el futuro inmediato de muchos espacios políticos fragmentados que se tendrán que reconfigurar después del 26-M. Una campaña electoral en medio de la constitución de las nuevas Cortes españolas, con la posible suspensión de los presos políticos electos encima de la mesa, y con el juicio del Procés en marcha constatan la situación de excepcionalidad en que está instalada la política española por la no resolución política del conflicto catalán.
El multipartidismo y la geometría variable para confeccionar alianzas y pactos de gobierno se generalizarán después de unos comicios de los que, aunque cada municipio tenga unas particularidades concretas, se extraerán muchas lecturas globales. En este sentido, el 26-M resolverá una nueva batalla por la hegemonía independentista -también en clave europea-, donde Carles Puigdemont i Oriol Junqueras se juegan el liderazgo del movimiento independentista y, a la vez, la estrategia a seguir para avanzar en hacer efectivo el derecho a la autodeterminación. Al respecto, Barcelona es clave como punta de lanza republicana para un nuevo impulso independentista. Una batalla por la capital catalana que hace aflorar el choque entre JxCat y ERC, a la vez que es la alcaldía donde los Comuns se lo juegan todo en un cuerpo a cuerpo con los republicanos. Mientras tanto, la CUP trabaja para continuar consolidando su espacio por la ruptura democrática y la defensa de los derechos sociales, planteando la desobediencia como la clave para la autodeterminación.
Por otro lado, el CIS prevé que la suma de izquierdas mantendría las grandes ciudades y que el PP perdería prácticamente todas las comunidades. Una derrota de las derechas que se confirmaría si los resultados de las elecciones generales del 28-A tienen continuidad el 26-M. Unos comicios que situarán el alcance del avance de Vox en el poder municipal y de sus opciones para tener un papel clave en algunos territorios, y que resolverán el futuro del PP de Pablo Casado en su pugna particular con Albert Rivera para liderar el bloque de derechas. Una segunda vuelta de las primarias de la derecha donde el líder de Ciudadanos quiere conseguir el anhelado sorpasso a los populares para erigirse como líder de la oposición a Pedro Sánchez. Unos campos de batalla decisivos en feudos históricos del PP, como la comunidad de Madrid o Castilla y León, donde los populares intentarán retener el poder y Casado sobrevivir al desastre de las elecciones generales.
Otro punto clave será el examen que el 26-M supondrá para las ciudades del cambio. La fragmentación y las pugnas internas de Podemos y del espacio de la izquierda transformadora amenazan su poder local. El ejemplo más paradigmático es el enfrentamiento de Iñigo Errejón contra sus ex-compañeros en la comunidad de Madrid. Una crisis global de este espacio político que facilita el ascenso del PSOE en la pugna para liderar el cambio. En este sentido, las encuestas predicen que el giro progresista iniciado el 2015 tendrá continuidad el 26-M y que la izquierda alternativa estará en disposición de mantener una mayoría de gobiernos municipales pero que, no obstante, la recuperación de los socialistas hará que en algunos casos haya un cambio de partido más votado. Al respecto, los códigos éticos, la participación, la no profesionalización de la política, la transparencia, el asamblearismo, la pluralidad, los planes de medidas urgentes de rescate a la ciudadanía, la vivienda digna, entre otros, eran algunos de los denominadores comunes de estas candidaturas transformadoras. Unas promesas que han quedado muy lejos de su propósito inicial en unas candidaturas de activistas que han chocado de lleno con la realpolitik y la burocratización. No obstante, la demoscopia indica que las elecciones del 26-M pueden dar una segunda oportunidad a estos gobiernos y candidaturas para profundizar y reforzar una embrionaria e insuficiente dinámica de trabajo por el bien común.
Después del 26-M empezarán las negociaciones reales del nuevo ciclo político abierto con las últimas elecciones generales. Una situación donde las candidaturas de la izquierda alternativa y el PSOE pueden tejer alianzas y pactos municipales y autonómicos, quien sabe, si con Podemos dentro de un ejecutivo de Pedro Sánchez. Al mismo tiempo, se abrirá una ventana de oportunidad para explorar una nueva unidad estratégica soberanista de izquierdas que busque articular mayorías amplías por la autodeterminación y la justicia social.
Jesús Gellida, politólogo e investigador social
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