La defensa del territorio y la reproducción de la vida son centrales para la economía feminista.
El capitalismo nunca ha estado en crisis. Siempre en continua transformación, ha sabido encontrar sus puntos de fuga. Esto lo saben muy bien Ana Felicia Torres y Gladys Alfaro, que forman parte de la Red de Mesoamericanas en Resistencia por una Vida Digna. La red nació en 2003 tras casi dos décadas de políticas neoliberales en América Latina.
Comenzasteis a trabajar para luchar contra el impacto del capital, pero luego eso se transformó en otros ejes de lucha.
Ana Felicia Torres: Nacimos en un contexto de auge del capitalismo, para luchar contra los tratados de libre comercio y el plan Puebla-Panamá, pero luego fuimos viendo que nos unían otras cosas. Somos mujeres «de maíz», tenemos una identidad compartida por nuestro origen maya y por las heridas de la invasión colonial, somos diversas y esa diversidad no puede ser lo que nos separe, sino lo que nos una. Reconocer que tenemos cuerpos racializados, jerarquizados, eso es lo que nos da la fuerza.
Comenzasteis en grupos mixtos, pero luego decidisteis trabajar por separado, ¿por qué?
Gladys Alfaro: Muchas feministas organizadas en nuestros países nos encontrábamos en diferentes foros con compañeros. Tenían un discurso muy bueno anticapitalista y antineoliberal, sin embargo no había ningún tipo de cuestionamiento del patriarcado. Comenzamos a denunciar diferentes prácticas machistas y algunas agresiones por parte de nuestros compañeros, y eso fue como destapar la caja de Pandora. Las tensiones se acrecentaron y llegó un punto en el que declararse feminista era como cuestionar las luchas contra el neoliberalismo. Se nos tachó de contrainsurgentes. A partir de ahí decidimos que necesitábamos fortalecer nuestro discurso y pasar a la resistencia de la resistencia. Eso fue sobre 2002-2003.
¿Cómo fue ese proceso?
A.F.T.: Tras años de debates y trabajo conjunto nos asumimos como feministas. Muchas somos mujeres rurales, de pueblos originarios, amas de casa que no estamos integradas en el mercado de trabajo asalariado, que debatimos y nos unimos con compañeras que tienen un feminismo más reflexionado y analizado. A través de este enfoque conseguimos romper con la idea de que el feminismo es una cuestión de mujeres blancas y recuperar desde nuestros pueblos originarios formas de lucha y defensa que ya tenemos las mujeres por la vida que vivimos y por la violencia que sufrimos.
¿Cómo se consigue generar un común con las diversidades, entre las amas de casa, mujeres rurales, mujeres de las ciudades?
G.A.: El momento clave para hacer esto fue entre 2000 y 2004, cuando nos encontramos y nos identificamos. De ahí sale la idea de hacernos movimiento. Ahora, más de una década después, somos 15.000 mujeres de 200 organizaciones diferentes. La clave es que en cada país ya existían diferentes organizaciones muy activas con mujeres de todo tipo. Las amas de casa, por ejemplo, están pegadas a las necesidades de la vida y la familia, participan de manera habitual en organizaciones territoriales, muy vinculadas a la reproducción, a la gestión del agua, de la educación, y a las escuelas. Las mujeres están sosteniendo y construyendo el Estado social. Unas, el que nunca tuvieron, y otras, el que perdieron por el capitalismo.
¿Qué estrategias habéis seguido durante esta década?
A.F.T.: Lo principal es aprender a deconstruir lo que el patriarcado ha dañado, reconocernos en la diversidad. Trabajamos buscando nuestras fortalezas en torno a diferentes ejes, como la deconstrucción de conocimiento hegemónico, ya que tenemos la matriz imperial de pensamiento metida en nuestras cabezas. Queremos construir conocimiento desde la periferia del poder, que es donde estamos y nos queremos quedar. Buscamos la construcción de un proyecto político emancipador, no esperamos nada de la crisis del capitalismo, porque no creemos que esté en crisis, de hecho nacimos porque el capitalismo está muy sano.
¿Vuestras propuestas se enmarcan en la economía feminista?
A.F.T.: Para nosotras la economía feminista dejó de ser un marco de análisis. Es una propuesta de vida que implica una reflexión profunda sobre tu experiencia de trabajo y de cuidado. Hay que desarmar todo eso. Hemos recuperado las prácticas ancestrales, el valor del territorio frente al Estado o la nación, las relaciones políticas entre mujeres, pero el autocuidado y cuidado mutuo aún son un gran reto. Sobre todo porque el autocuidado es un acto político, de autocentramiento, que implica que yo, como madre, ama de casa, trabajadora, voy a dejar de hacer parte del trabajo de cuidados y me lo voy a dedicar a mí.
Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/movimientos/25947-autocuidado-es-acto-politico.html