Como todo el mundo sabe, no es fácil ser palestino en un «Estado judío». Pero la reciente revuelta de la población judía de origen etíope recuerda que no basta con pertenecer a esta religión para no ser discriminado. Y que, incluso siendo judío, vale más ser blanco que negro en una sociedad dividida social y […]
Como todo el mundo sabe, no es fácil ser palestino en un «Estado judío». Pero la reciente revuelta de la población judía de origen etíope recuerda que no basta con pertenecer a esta religión para no ser discriminado. Y que, incluso siendo judío, vale más ser blanco que negro en una sociedad dividida social y étnicamente y en la que el racismo institucional está legitimado por los principales ministros del nuevo gobierno de Benjamin Netanyahu.
Cualquiera que se interese un mínimo por Israel conoce el conflicto palestino-israelí. A menudo incluso sabe que la minoría palestina de Israel -a quienes durante mucho tiempo se les ha llamado «Árabes israelíes»- está sometida a una discriminación estructural. En cambio, se conocen mucho menos las divisiones y las discriminaciones en el seno mismo de la población judía israelí.
Cierto, al ser Israel constitucionalmente un «Estado judío», el hecho de ser judío confiere un estatuto privilegiado en relación a todos los demás ciudadanos, independientemente del lugar social o del origen étnico. Está escrito negro sobre blanco en un número limitado de leyes, pero está sobre todo anclado en la práctica de las instituciones gubernamentales cuyo objetivo prioritario sigue siendo, cerca, de 70 años después de la creación del Estado de Israel, reforzar a este último como «Estado judío y democrático».
Dicho esto, hay que añadir que los privilegios otorgados a los judíos por el «Estado judío» son desigualmente repartidos. Según un reciente informe de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) /1, Israel es el segundo país industrializado en el que el foso entre ricos y pobres es mayor. Queda muy lejos aquella imagen de Israel como modelo de Estado social -incluso socialista- e igualitario. De hecho, la ofensiva neoliberal promovida por Netanyahu entre 2003 y 2005, en su periodo de ministro de finanzas del gobierno de Ariel Sharon, fue ya entonces de un salvajismo sin precedentes entre las naciones industrializadas. Comparando con ello, el precedente que había marcado el británico gobierno de Margaret Tacher (1979-1990) parecía una acción de la Madre Teresa de Calcuta.
Las divisiones que atraviesan la sociedad judía israelí son a la vez sociales y étnicas, estando ambas a menudo imbricadas: los más ricos son de origen europeo, los más pobres de «África-Asia», según el término utilizado por la Oficina central de Estadísticas de Israel. En lo más bajo de la escala se encuentra la población judía originaria de Etiopía.
Discriminación ordinaria
Si al comienzo de los años 70, Golda Meir podía aún decir que un «verdadero judío» habla forzosamente el yiddish, la revuelta de las Panteras Negras /2, y el despertar de la población judía oriental, originaria del mundo árabe y de la cuenca mediterránea, pusieron fin a tales discursos, aunque las discriminaciones estén lejos de haber desaparecido. Pero, ¿población judía negra?
En la época de Golda Meir bastaba con ser un poco moreno para ser tratado con desdén de Schwartze (negro). Hay que imaginar, entonces, lo que es tener el color de piel de la gente de Etiopía o de Eritrea. Significa en primer lugar ser regularmente apaleado por las fuerzas de policía en los barrios del sur de Tel-Aviv, en particular por la policía guarda-fronteras y la unidad especial encargada de cazar a «los infiltrados». Pues ¿cómo puede un policía racista establecer la diferencia entre un ciudadano etíope (judío) /3 y un emigrante que ha huido de Eritrea o Sudán del Sur? ¡»Todos negros»! Por tanto, no es casualidad que la razón primera de las concentraciones de protesta de la población etíope durante los últimos meses haya sido la denuncia de la violencia policial. En su informe de mayo de 2013, el Interventor General del Estado, Yossef Shapira, estableció el siguiente balance de las discriminaciones sociales:
– el 18% de las personas de origen etíope está en paro (la tasa de paro en Israel es del 5,6%),
– el 65% de la juventud etíope vive bajo el umbral de pobreza (51,7% de las familias),
– la mayoría de estudiantes de secundaria no obtiene el título de bachiller,
– más del 20% no acaba el servicio militar a causa de lo que el ejército califica de «comportamiento particularmente malo».
Aunque el Estado haya puesto en pie toda una serie de mecanismos para mejorar la situación, en particular en los centros de enseñanza media, el balance del Interventor es tajante: han fracasado todos.
Una de las paradojas de la sociedad israelí -aunque ocurre también en muchos otros países- es que hay muchas personas de origen etíope en la policía de fronteras y en los servicios penitenciarios, oficios que no necesitan ningún nivel de educación. Pero incluso con la autoridad que, se supone, otorga el uniforme son, a menudo, agredidos, tanto en los checkpoints o en las prisiones, tanto más en la medida en que la mayoría de estas personas son más bien de constitución endeble. Yo mismo recuerdo a detenidos en la prisión de Ma´assiyahu que llamaban a su vigilante de origen etíope en estos términos: «ven aquí, negro, ¡inmediatamente!».
La igualdad es un combate
Sin embargo, desde hace algunos años somos testigos de un giro: ha nacido una nueva generación, que ha crecido en Israel, ha hecho su servicio militar y sobre todo ha adquirido un sentido de la reivindicación y de la lucha. Ser tratados como menos que nada no es ya tan corriente como en la época de sus padres. Aunque siguen ligados con fuerza a sus tradiciones, los y las jóvenes etíopes se sienten israelíes y quieren que se les perciba y se les trate como tales. No es por casualidad que una de las consignas más repetidas durante la gran manifestación de Tel-Aviv del 3 de mayo de 2015 fuese: «¡Somos judíos!». Algunos no dudaban, incluso, en añadir «y no árabes«. A menudo, en los debates, esta juventud israelí de origen etíope -así es como quieren que se les defina- ponen por delante su servicio militar, incluso sus «hechos de guerra» en los territorios palestinos ocupados.
La paliza propinaada a un soldado etíope en uniforme por policías ha sido uno de los elementos desencadenantes de las últimas manifestaciones. Si hubieran tenido un mínimo de conocimiento de Israel, habrían podido aprender de los drusos y de los beduinos para quienes el servicio militar en Israel no es en ningún caso la promesa de escapar a la discriminación. La igualdad es un combate, en Israel como lo es en otras partes, incluso cuando se es judío en el «Estado de los judíos».
«Se nos trata como a árabes«
Las manifestaciones de la población etíope han sido reprimidas por la policía con una exagerada violencia, tratándose de manifestaciones de personas judías. «Se nos ha tratado como a árabes«, han repetido los y las manifestantes a quienes les querían escuchar. Hay que reconocer que no se habían comportado como angelitos, rompiendo el estereotipo del «simpático» etíope, no dudando en atacar a la policía para liberar a uno de sus compañeros.
Si la policía ha reaccionado anunciando la inculpación de los y las manifestantes detenidos por actos violentos contra las fuerzas del orden, el gobierno, por su parte, ha decidido poner en pie una comisión cuyo mandato es hacer propuestas para la mejora de las condiciones de vida de la población de origen etíope. A esta comisión han sido cooptados algunos notables de la comunidad, en particular algún qais -los rabinos etíopes-… que, por otra parte, el Gran Rabinato de Israel no reconoce.
Es sin embargo poco verosímil que la nueva generación de etíopes se reconozca en esos notables, y todo indica que su revuelta va a proseguir. Extirpar el racismo antinegro de la sociedad israelí, y en primer lugar de su policía, es un combate a largo plazo que no se puede separar del combate que llevan a cabo los palestinos israelíes por la igualdad. La convergencia de las luchas por la igualdad es una necesidad. En Israel, es revolucionaria.
Notas
1/ http://www.oecd.org/fr/els/soc/OCDE2014-Le-point-sur-les-inegalites-de-revenu.pdf
2/ El movimiento Panteras Negras israelí fue un movimiento de protesta contra las discriminaciones sufridas por los judíos mizrahim (orientales). Fue fundado en 1971 cerca de Jerusalén, siguiendo el modelo del movimiento afroamericano Black Panthers.
3/ El término falasha, que significa exiliado o inmigrante en amárico (lengua hablada en el norte y centro de Etiopía ndt), es utilizado a menudo para designar a la población israelí de origen etíope, pero no por dicha población, que, estimándolo peyorativo, emplea más bien Beta Israel (la casa de Israel). Este último término tiende a ser reemplazado en Israel por «judíos etíopes» o más sencillamente por etiopim (etíopes).
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR
Fuente original: http://orientxxi.info/magazine/la-revolte-des-israeliens-noirs,0920