Me despierto -hoy, 17 de diciembre- con la radio y un «informativo» en el que se difunde un comunicado de HRW, acusando al gobierno sirio de lanzar «barriles explosivos», bombas de racimo y armas químicas contra su población. No queda ahí la cosa, el gobierno sirio es acusado también de arrestos arbitrarios, desapariciones forzadas, detenciones […]
Me despierto -hoy, 17 de diciembre- con la radio y un «informativo» en el que se difunde un comunicado de HRW, acusando al gobierno sirio de lanzar «barriles explosivos», bombas de racimo y armas químicas contra su población.
No queda ahí la cosa, el gobierno sirio es acusado también de arrestos arbitrarios, desapariciones forzadas, detenciones de niños (los niños siempre dan mucho juego), torturas y muertes bajo custodia de las fuerzas del gobierno, «condiciones penitenciarias tan duras que casi se ajustan a las denuncias de muertes masivas bajo custodia que hizo en enero un desertor militar, que fotografió a miles de cadáveres en hospitales militares de Damasco…»
La «película» que ha montado HRW no es nueva, es un déjà vu, por repetida. Los pasos son los mismos dados en Libia. Ahora acusan a un gobierno legítimo, que gobierna en coalición de 4 partidos, no lo olvidemos (PCS, PSS, P. Baaz y P. Nasserista) -y que ha arrasado en dos procesos electorales- de crímenes monstruosos para justificar lo injustificable: una invasión.
Estados Unidos y sus socios lo intentaron todo para hundir al gobierno que dirige Bashar al-Assad, comenzando por inventar una oposición dirigida por grupos terroristas, que no les han servido para la causa dado su nivel de barbarie, como es el caso del Frente Al-Nusra. Han pasado entonces a expandir al enemigo perfecto: El Estado Islámico, ISIS o Daesh, que tampoco ha podido con Siria, ya que Rusia -que ha intervenido en ayuda de Siria en base a un convenio de cooperación en materia de defensa que ambos países mantienen suscrito desde hace años- ha descubierto el juego. El Daesh solo era un pretexto para entrar a destruir infraestructuras y equipamientos sirios.
¿Qué hacen entonces Estados Unidos y sus aliados? Después de haber promovido inspecciones de la ONU, de la Liga Árabe, de haber acusado al gobierno de utilizar armas químicas, de inventar un «Observatorio Sirio de Derechos Humanos» (que es un comerciante de ropa, Rami Abdel Rahman, que vive en Londres), de crear unos «Amigos de Siria» que fueron un fiasco, sin desdeñar los medios de comunicación, convertidos en medios de propaganda…
Cuando les fallan los argumentos siempre aparece puntual HRW, uno de los puntales del Imperio. De acuerdo con Wikipedia, Human Rights Watch y Amnistía Internacional (más de lo mismo) son las dos únicas organizaciones internacionales de derechos humanos de Occidente que operan en todo el mundo en la mayoría de las situaciones de opresión o abuso grave.
¿Quién financia a HRW?
Las multinacionales norteamericanas, Winston y Ford, el Fondo Nacional para la Democracia, creado por Ronald Reagan, financiado por el Congreso de los Estados Unidos y dedicado a promover la visión de la democracia que conviene a los intereses norteamericanos, etc. Entre los miembros honoríficos de esta asociación están, por ejemplo, el Senador John McCain, famoso por crear y financiar grupos juveniles para desestabilizar los países de la antigua URSS (¿recordamos las «revoluciones de colores»?)
Nunca denunció HRW las más de 130 guerras del Nobel de la Paz, Obama; ni se cuestionó la existencia de la prisión de Guantánamo, ni las torturas de Abu-Graib, ni las de Mazar-i-Sharif…¿Cómo va a denunciar a su patrón?
HRW -que todavía no ha pedido perdón por su apoyo a la guerra de Libia- es un títere teledirigido de las guerras del imperio que tiene sobre su conciencia la muerte de millones de personas y la destrucción de un buen número de países. HRW chorrea sangre.