sta septiembre del año 2015, la suerte del Gobierno sirio parecía sellada y pocos apostaban a que terminaría el año con Bashar al-Asad en el poder y la sociedad siria resistiendo como lo ha hecho hasta ahora.
Con un costo de 280 mil muertos, un millón de heridos, 8 millones de desplazados internos y 5 millones de refugiados, principalmente en países vecinos, además de la destrucción de gran parte de su infraestructura vial, sanitaria, servicios básicos y el saqueo de su riqueza hidrocarburífera.
Atacada en gran parte del país por grupos takfirí, con la injerencia sin tapujos, principalmente del gobierno saudí y turco con su apoyo a las bandas terroristas -proporcionando armas y apoyo logístico-. Unido a los bombardeos de la Coalición Internacional Anti-Daesh – CIAD – liderada por Estados Unidos, que destruían más la infraestructura del país levantino, que algún daño a los grupos como EIIL – Daesh en árabe – y el Frente al Nusra; Siria parecía destinada a sucumbir bajo el fuego del terror y los aliados occidentales.
SIria no estaba sola
Sin embargo, a partir del segundo semestre del año 2015, la correlación de fuerzas y el escenario bélico comenzó a cambiar. El Gobierno ruso, por expresa petición del gobierno sirio y al amparo de las leyes internacionales, que permiten ir en auxilio de una nación agredida, comenzó a brindar su apoyo militar a las fuerzas gubernamentales en su lucha contra el terrorismo. Tal decisión se unió al esfuerzo de Irán, que a través de su asesoría militar y el apoyo político y diplomático internacional, ha sido un puntal indiscutible en el esfuerzo bélico del gobierno de Bashar al Assad desde el inicio de la agresión contra el país levantino.
La Coalición Siria-Rusia-Irán -que además coordina sus acciones junto a Irak mediante la creación de un mando conjunto con sede en Bagdad- se formó en el marco de la ejecución de las numerosas resoluciones antiterroristas que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha promovido y que ha instado a los países a cooperar contra este flagelo. Muy distinto a la acción de la CIAD, que inició sus bombardeos a fines del año 2014 sin tener gran efecto en el accionar de los grupos terroristas, que suelen beneficiarse, no sólo del apoyo directo de países como Turquía y Arabia Saudita, sino también del lanzamiento aéreo de suministros militares que se supone eran enviados a los denominados «rebeldes moderados», eufemismo para referirse a otros movimientos armados que no son Daesh ni el Frente al Nusra.
El presidente del parlamento sirio, Mohamed Yihad al-Laham, en declaraciones efectuadas en Damasco destacó el accionar del eje Damasco-Moscú en la lucha contra el terrorismo, como también el papel jugado por Irán en esta materia. El apoyo ruso, según al -Laham logró, en su primer mes de acción destruir instalaciones, infraestructura y eliminar a cientos de terroristas en una labor que la Coalición internacional dirigida por Washington no había sido capaz de ejecutar en un año y medio de implementación de su alianza. A pesar de este panorama resulta indiscutible que la solución en Siria no pasa por las decisiones que tome Washington o Moscú, se requiere contar con actores regionales como Irán y Turquía como ha sido declarado recientemente por la cancillería persa para la cual «la actual situación en Siria no favorece a ninguno de los dos países y que como actores principales deben aumentar tanto su cooperación como el impedir intervenciones de terceros, según lo señalado por el vicecanciller iraní para Asuntos de Asia y el pacífico Ebrahim Rahimpur.
En el plano político-militar, la legítima defensa es un derecho natural de todo Estado soberano frente a actos ilícitos de sus enemigos. El derecho internacional permite que un Estado reaccione en forma armada contra agresiones antijurídicas sean estas actuales o inminentes, exigiendo que ese ataque sea armado. Todas estas condiciones se cumplen con Siria, que a través de su gobierno ha reaccionado frente a las agresiones iniciadas en febrero del año 2011, surgidas desde bandas terroristas con apoyo de naciones como Turquía, Arabia Saudita y las Monarquías feudales del Golfo Pérsico. En ese plano, además de la legítima defensa todo Estado tiene derecho a la legítima asistencia a otro Estado agredido, que puede ser canalizado a través del sistema de seguridad colectiva o individual.
Es este marco legal el que sustenta el apoyo ruso e iraní al gobierno sirio, sin obviar en ello, lógicamente, los propios intereses de estos países en el contexto de una región dominada por aliados de Washington y la Unión Europea -Turquía, Arabia Saudita, las Monarquías del Golfo Pérsico, Jordania y la entidad sionista- que no han dejado dudas que la intención de derrocar el gobierno sirio tiene alcances más profundos: cercar a Irán y trabajar por el fin de su revolución e impedir, al mismo tiempo, la posibilidad que Rusia expanda su área de influencia constreñida día a día con la política de expansión al este, tanto de la Unión Europea como de la OTAN y que tiene a Ucrania como ejemplo de esa política de cerco.
Legítima defensa que adquiere aún más relevancia frente a las continuas amenazas que sufre Siria por parte de países como Arabia Saudita, que repite incansablemente que es hora de acabar con el gobierno de Bashar al Assad por la fuerza. En Múnich, donde se celebró una Conferencia Internacional Sobre Seguridad, el canciller de la Casa al Saud, Adel al Yubeir, declaró a la cadena estadounidense de noticias CNN que «si el proceso político sirio fracasa, el presidente de ese país será apartado por la fuerza…no existe opción para apartar a al Assad, sino es por la fuerza».
Para el Ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Mohamad Yavad Zarif, no es aceptable la postura de occidente u otros países de Oriente medio que exigen la salida de al Assad como condición a cualquier negociación, «sólo los sirios, sin intervenciones foráneas, pueden decidir el destino de su presidente. Una solución política para Siria, sólo es viable con la participación de Al Assad. Ni ellos -los occidentales- ni nosotros podemos opinar sobre este caso».
Bashar al Yarafi, Embajador de Siria ante la ONU, sostuvo que «las acusaciones lanzadas por los representantes del Reino Unido y Francia ante la Organización de las Naciones Unidas de que el gobierno sirio ha bloqueado las negociaciones en Ginebra son erróneas, falaces y engañosas. Nuestra delegación ha sido partícipe activo de estas negociaciones, la denominada oposición siria ni siquiera formó una delegación para discutir. Son estos países europeos los que secundan el terrorismo en Siria y alientan una posible injerencia militar, que en modo alguno ayudaría a encontrar una solución política a la crisis y menos ayudaría a las conversaciones en Ginebra».
Agredir a SIria como sea
Preocupa la idea que se está pregonando en los pasillos de las cancillerías de Europa, Washington, Tel Aviv, Ankara y los lujosos palacios reales de Arabia Saudita y las Monarquías del Golfo Pérsico respecto a la decisión de desplegar tropas terrestres en Siria -y por extensión a Irak- para, supuestamente, combatir a las bandas terroristas de Daesh y el Frente al Nusra. El primer ministro francés, Manuel Valls, sostuvo que «una ofensiva terrestre de tropas locales y también de ciertos países árabes, si quieren hacerlo, es decisiva, incluso si se lleva a cabo para mantener las zonas reconquistadas».
Cuando Valls habla de zonas reconquistadas omite, interesada e hipócritamente, que quien ha reconquistado esas zonas de Siria, con gran costo en vidas humanas, no es la Coalición Internacional, sino que el Ejército Nacional Sirio con apoyo ruso e iraní, junto a milicianos de Hezbolá. Estas declaraciones son un complemento a las amenazas de la Casa al Saud de estar dispuesta a desplegar sus fuerzas especiales en Siria. Una Monarquía como la Saudí que desea seguir ampliando su campo de agresiones contra Yemen, Bahréin y ahora sumar a Siria.
Los comentarios de Valls, que resumen el pensar de los miembros de la OTAN, fueron rechazados por el gobierno ruso. El primer Ministro de Rusia, Dmitri Medevdev, en una extensa entrevista dada al medio alemán Handelsblatt alertó sobre estas peligrosas ideas emitidas por Francia y refrendadas por sus aliados occidentales y de Oriente Medio: «el posible envío de tropas extranjeras a Siria y el fracaso en las negociaciones de paz de este país conllevarían una «guerra mundial» permanente. Una operación terrestre implicaría a todos los participantes en una guerra. Por lo tanto, los estadounidenses y nuestros socios árabes tienen que considerar si quieren una guerra permanente».
Las palabras de Medevdev no han tenido eco en Riad, que a través de su cuerpo gobernante se ha encargado de ir preparando el terreno para una probable invasión terrestre a Siria, temerosos de los avances logrados por el Ejército Nacional Sirio, en la recuperación de vastas zonas del país que estaban en manos del terrorismo o en un estado de conveniencia para países limítrofes como Turquía y Jordania, además de la entidad sionista. Al Yubeir se ha encargado de hacer sonar las trompetas de la guerra total al afirmar que «se está debatiendo en serio en envío de tropas terrestres a Siria, ya que es la única forma de tomar y conservar en terreno, algo que no se puede hacer desde el aíre».
Palabras similares a las sostenidas por el Primer Ministro francés y que confirman la ineficacia de las operaciones aéreas de la CIAD, como también prueban que la destrucción de Daesh o el Frente al Nusra, no fue nunca el objetivo de estos supuestos defensores de la democracia liderados por Washington. Estas amenazas han sido refrendadas por el portavoz del departamento de Estado estadounidense Mark Toner quien, en rueda de prensa en Washington el pasado 4 de febrero, sostuvo que «Washington está discutiendo con Riad cómo poner en práctica la iniciativa militar saudí, para luchar contra Daesh en Siria». Afirmaciones que no son suficientes para ocultar que el plan final es tratar de derrocar al Gobierno sirio bajo el argumento falaz de sostener que se quiere combatir a los mismos que se les permitió nacer, crecer y desarrollarse.
Ha trascendido que el número probable de tropas, entre las que figuran miembros de los ejércitos de Arabia Saudita, Turquía, Jordania, Egipto, Sudán, Marruecos, Kuwait, Bahréin y Qatar, superará los 150 mil efectivos. Gran parte de ellos embarcados en una agresión que permitirán el deseado derrocamiento de Monarquías largamente cuestionadas como la Marroquí que además de aliado de una coalición agresora es país ocupante del territorio del Sahara occidental donde ha generado una política de ocupación y represión de la población saharaui. O Bahrein, que bajo el gobierno de los Jalifa reprime a la mayoritaria población chiita.
Es un panorama poco alentador el que se avecina, en la idea de alcanzar la paz en Oriente Medio. Las amenazas esgrimidas contra Siria podrían significar el enfrentamiento directo de dos bandos abiertamente en pugna, haciendo realidad la hipótesis de una Tercera Guerra Mundial, con fuerzas militares, tecnología de guerra y poder de destrucción que hará estallar el levante mediterráneo. Una agresión militar contra Siria hará estallar por los aíres el sistema político, las alianzas militares y la economía mundial, incrementando exponencialmente el número de muertos, heridos y destrucción.
Artículo del Autor Cedido por Hispantv.
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