En el verano de 2013, en plena crisis económica, los sondeos situaban a IU por encima del 17% en intención de voto, en un escenario en el que se preparaba una importante movilización social que concluiría con la gran manifestación de la Marcha de la Dignidad, que el 22 de marzo de 2014 reunía en […]
En el verano de 2013, en plena crisis económica, los sondeos situaban a IU por encima del 17% en intención de voto, en un escenario en el que se preparaba una importante movilización social que concluiría con la gran manifestación de la Marcha de la Dignidad, que el 22 de marzo de 2014 reunía en Madrid más de un millón y medio de personas; una movilización que fue posible, especialmente, gracias a que las organizaciones locales de IU pusieron a disposición de la misma infraestructura, recursos económicos y militancia política. Éste fue el momento en el que la situación de coincidencia de las dos claves para el cambio de ciclo político, movilización social y una fuerza política de izquierdas organizada en disposición de recoger el descontento ciudadano con las políticas de ajuste duro, de recorte de derechos y conquistas sociales, puestas en marcha por el PP y con un PSOE en ‘caída libre’ desde que en mayo de 2010 el Gobierno Zapatero las iniciara al dictado de la Troica, encendieron las ‘luces rojas’ del sistema que puso en marcha tres movimientos que, a la postre, le resultaron acertados: cambio del sistema de las empresas demoscópicas, encabezadas por Metroscopia, la encuestadora de cabecera de El País, para pronosticar la intención de voto con el claro propósito de generar opinión negativa sobre IU; «movilización» de determinados medios de comunicación «progresistas» en la tarea de contribuir a crear una nueva fuerza política que con un discurso cargado de significantes vacíos de contenido recogiera el voto que, hasta ese momento, se situaba en la cesta de la fuerza política que hoy lidera Alberto Garzón; y lavado de cara de una monarquía desprestigiada con la abdicación del rey Juan Carlos y coronación de su hijo Felipe, joven y sin pasado. La operación, dio los resultados realmente pretendidos por sus diseñadores: ‘sacar’ a la gente de la calle y ‘recluirla’ en su casa ante el televisor, pasado de ser actores del cambio a clientes de un gran supermercado que le ofrece los ‘únicos’ productos políticos a adquirir, y reducir al mínimo la influencia de una fuerza política que, con sus errores y aciertos, con sus sombras y luces, tenía organización y cuadros políticos para amenazar el sistema; una operación que no era la primera vez que se ponía en marcha y respondía al mismo patrón que la llevada a cabo con el acoso y derribo contra Julio Anguita e IU a mediados de los 90, cuando los sondeos le llegaban a dar el 16% de intención de voto y su líder figuraba como el mejor valorado.
Este recordatorio viene a cuento por el desconcierto que muestran quienes se sorprenden ante el ataque iniciado por la «Brunete mediática», encabezada por el grupo empresarial que mejores servicios ha prestado en estos años al régimen y su buque insignia, El País, contra Podemos, la amenaza actual; partido al que «machacarán» si no sirve a sus propósitos de facilitar una nueva versión de Gran Coalición, posibilitando y sustentando por activa o por pasiva un gobierno PSOE-Ciudadanos que sustituya a un amortizado y desprestigiado PP en la tarea de «rematar» las conquistas sociales y reducir a los ciudadanos a la categoría de súbditos, llevando a cabo la triple devaluación que precisa el país, en opinión de los diseñadores del nuevo estado de las cosas: devaluación directa, con una alta tasa de paro, precarización del empleo y bajos salarios; devaluación indirecta, mediante el recorte y privatización de los servicios públicos de educación y sanidad y de las prestaciones sociales; y devaluación diferida, con una drástica disminución de las pensiones públicas, «lanzando» a los ciudadanos a suscribir un plan de pensiones privado, objetivo clave del poder financiero para poder negociar durante décadas con el dinero ajeno sin control alguno.
En este escenario, no puede extrañar que se magnifiquen los errores políticos de un Pablo Iglesias que, con su partido, ha pasado de ser «gente» a formar parte de «la casta», que es lo que ellos mismos han proclamado cuando se pasa de la calle a las instituciones, y que no alcanza a ajustar su discurso al enorme cambio que se ha producido en su situación, ya que ha pasado de ser útil para el sistema -aún en contra de su voluntad y la finalidad para la que nació- como fuerza política con una débil organización y menos cuadros -se tiene una presencia real o eres una hoja movida por el viento, aquí no cabe lo virtual- a ser un incordio, que obedece a los planes del sistema o será reducida a la mínima expresión.
Hasta ahora, la respuesta política del «partido de los círculos», cuyas ideas y propuestas han sido magnificadas durante año y medio por determinados medios de comunicación y opinadotes interesados como «genialidades», viene dejando en evidencia que su fulgurante apoyo electoral no solo se debía a su acertado análisis de la realidad política y a su estrategia -que con toda probabilidad lo era-, sino especialmente a que los mismo medios que hoy los publicitan para resaltar sus errores, hasta su negativa a apoyar a Pedro Sánchez, ensalzaban sus ideas. Queda por ver si el «partido de los universitarios», que comenzó por darle la palabra y el protagonismo a la ciudadanía en las plazas, para posteriormente transformarse en una «maquinaria electoral» para «asaltar los cielos», tiene «fondo político» para salir de una encrucijada que le puede conducir a liderar el cambio en el país o ser fruto del «sueño de una noche de verano», terminada la etapa del tacticismo político y de su utilidad para quien gobierna sin presentarse a las elecciones. En cualquier caso, hay un hecho palpable, la nueva situación de Podemos ante la cruda realidad.
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