Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales.
Mientras los palestinos de los territorios ocupados empiezan las preparaciones para las elecciones municipales que se celebrarán en octubre reaparece el fantasma de la división y de las facciones políticas.
Las plataformas políticas y los medios sociales palestinos bullen de propaganda contraproducente: los partidarios de Fatah atacan los supuestos fracasos de Hamas y lo mismo hacen los partidarios de Hamas.
Lo que ambas partes pasan por alto convenientemente es que los resultados de las elecciones municipales palestinas son casi totalmente irrelevantes dentro del marco más amplio de la situación.
En Cisjordania los ayuntamientos están gobernado por un estricto acuerdo entre Israel y la Autoridad Palestina (AP). Al margen de unas pocas tareas, los ayuntamientos de los pueblos y las ciudades no pueden actuar sin autorización: la autorización de la propia AP, que está condicionada a la aprobación de las autoridades de ocupación israelíes.
Esto se aplica a prácticamente todo: desde los servicios básicos a los permisos de construcción para excavar pozos. Todas estas decisiones se basan en el condicionamiento político y en el dinero de los donantes, también motivado políticamente.
Culpar a un alcalde de un pequeño pueblo de Cisjordania rodeado de muros militares israelíes, trincheras y torres de vigilancia, y atacado diariamente por colonos judíos armados de no lograr que la vida de los habitantes del pueblo cambie de manera visible es tan ridículo como suena.
No obstante, las elecciones municipales también tiene un sesgo político y de facción. Fatah, que controla la AP, compra tiempo y lucha por tener relevancia. Como ya no desempeña un papel fundamental en liderar a los palestinos en su búsqueda de libertad, Fatah inventa constantemente maneras de proclamarse fuerza relevante. Sin embargo, solo puede hacerlo con el permiso de Israel, el dinero de los donantes y el respaldo político y el consentimiento estadounidense y occidental.
Hamas, que puede apoyar a determinados candidatos aunque es poco probable que participe en las elecciones de forma directa, también está acuciado de problemas. Está bajo un estricto bloqueo en Gaza y su politiquería regional resultó ser cara y poco fiable. Aunque no es tan corrupto como Fatah (al menos, financieramente), a menudo se le acusa de afirmar su poder en Gaza usando el favoritismo político.
A pesar de que se debe insistir en la unidad nacional, resulta difícil imaginar que se pueda lograr una unión entre ambos grupos sin un cambio fundamental en la estructura de estos partidos y en el panorama político general.
En Palestina las facciones consideran que la democracia es una forma de control, poder y hegemonía, y no un contrato social que tiene por objetivo fomentar el diálogo y distender el conflicto. Así, no es de extrañar que los partidarios de ambas facciones de Fatah, una leal al presidente de la AP Mahmoud Abbas y otra leal a Mohammed Dahlan, se enfrentaran recientemente en Gaza. Varios de ellos fueron hospitalizados con heridas graves.
Por supuesto, un ejemplo fundamental de esto sigue siendo la guerra civil de 2007, aproximadamente un año después de que Hamas ganara las elecciones parlamentarias. La cultura política de Fatah y Hamas no pudo entender que el partido perdedor debe admitir la derrota y trabajar en la oposición, y el partido ganador no puede considerar el resultado electoral como un mandato para que domine su facción.
Hubo otros factores que contribuyeron a la división palestina. A instancias de Israel Estados Unidos quiso asegurarse de que el gobierno de Hamas fracasaba y condicionó su apoyo a Fatah a que rechazara cualquier gobierno de unidad. Israel también hizo mucho daño al restringir la libertad de movimientos de los parlamentarios, detener a algunos y, por último, asediar completamente Gaza.
La Unión Europa y la ONU tampoco sirvieron de mucha ayuda ya que podrían haber insistido en que se respetara la voluntad de los votantes palestinos, pero sucumbieron a las presiones estadounidenses.
No obstante, tampoco se puede negar que estos factores por sí mismos no habrían puesto en peligro la unidad palestina si las facciones se hubieran empeñado en lograrla.
Para entenderlo mejor hay que tener en cuenta la experiencia de las y los presos palestinos en las cárceles israelíes. Aunque ellas y ellos mismos se dividen en base a sus afiliaciones ideológicas y a las facciones, tienden a ser mucho más solidarios entre sí. Cuando un preso o presa de un grupo determinado emprende una huelga de hambre, a menudo se le unen unos cuantos, unas decenas e incluso cientos de presos y presas de todas las facciones. Estas personas presas encuentra maneras para comunicarse e intercambiarse mensajes, también cuando están en aislamiento o esposados a las camas. En las cárceles más grandes incluso celebran elecciones para elegir a sus representantes y publican cartas conjuntas destinadas a los palestinos del exterior pidiéndoles unidad y una estrategia conjunta.
Si unas personas presas y encadenadas son capaces de fomentar el diálogo y suscribir una apariencia de unidad, también deberían serlo quienes viven en las mansiones de Ramallah y quienes tienen libertad de movimientos para salir de Palestina.
Pero lo cierto es que para gran parte de la dirigencia palestina la unidad no es una cuestión urgente y para ellos el predominio de su facción siempre será más importante que la patria. Esto se debe en parte a que la política de facciones está profundamente arraigada en la sociedad palestina. Y la política de facciones es un enemigo del pueblo palestino, al igual que la ocupación israelí. Siempre ha destruido cualquier intento de fomentar el diálogo y la verdadera democracia entre los palestinos.
Es cierto que la democracia esta sufriendo una crisis en diferentes partes del mundo. En Brasil una subversión parlamentaria ha echado de su cargo a una presidenta electa. En Reino Unido unos conspiradores del Partido Laborista ponen en segundo plano la elección de un líder popular. En Estados Unidos la democracia se ha reducido a una serie de clichés mientras que las elites poderosas financian a unos candidatos adinerados que propagan más o menos las mismas ideas.
Pero Palestina es diferente. Debería ser diferente. Para la sociedad palestina el diálogo y un tanto de un proceso democrático son esenciales para cualquier auténtica unidad nacional.
Sin unidad en la política resulta difícil considerar una unidad en el objetivo, un proyecto de liberación nacional, una estrategia de resistencia unida y, finalmente, la libertad de los palestinos.
Nunca habrá una Palestina libre si los palestinos no se liberan primero de la represión de las facciones de las que ellos y solo ellos son responsables en última instancia.
Para Israel la política de facciones palestina es una pieza fundamental en su estrategia de divide y vencerás. Desgraciadamente, muchos palestinos le hacen el juego y al hacerlo ponen en peligro su propia salvación.
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Dr. Ramzy Baroud lleva más de veinte años escribiendo sobre Oriente Medio. Es un columnista internacional, consultor de medios, autor de varios libros y fundador de PalestineChronicle.com. Su último libro es My Father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story (Pluto Press, Londres). Su página web es: www.ramzybaroud.net
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.