Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Valery Gergiev, director de orquesta ruso, al frente de un concierto en el anfiteatro de la ciudad antigua de Palmira el 5 de mayo de 2016 (Foto AFP)
Esta mañana, aquí, en Tartus, podemos escuchar el estruendo de los helicópteros, el mismo de casi todas las mañanas. Un grupo de personas, congregadas en un pequeño taller, esperan a que finalice el apagón eléctrico. Un tipo reza por la victoria de la fuerza aérea y por el final de la «crisis». Otro se ríe y piensa de su amigo que es estúpido, que no parece que vaya a aprender nunca ni a cansarse de esperar que él también rece para que la aviación golpee a los «terroristas y a los matones». Sin embargo, hay un tercer hombre que mueve la cabeza: «Sea lo que sea… siempre afirman estar combatiendo a terroristas… pero por la noche veremos por televisión niños asesinados».
Este último hombre era antes agente de una de las agencias de seguridad. Cuando le miramos asombrados, nos contó la historia de cómo le humillaron y golpearon en un puesto de control sin motivo alguno, lo que le hizo terminar maldiciendo al país, al régimen y… ¡al presidente!
El anuncio de la intervención rusa
«La Fuerza Aérea rusa empezó a lanzar ataques aéreos sobre el territorio sirio el 30 de septiembre de 2015, tras la petición de apoyo militar formulada a Moscú por el presidente sirio Bashar al Asad, y después de que el Consejo de la Federación Rusa aprobara un mandato para que el presidente Vladimir Putin utilizara las fuerzas rusas fuera del país».
Así es como recogía la noticia la Wikipedia árabe. Sin embargo, los hechos difieren bastante. La injerencia rusa en Siria empezó con el apoyo de la Unión Soviética al régimen del presidente Hafez al-Asad. No vamos a examinar aquí un hecho histórico bien conocido, pero es importante señalar la familiaridad histórica del pueblo sirio con la presencia rusa, por no hablar de su armamento.
La mayoría de los hombres sirios habían sido entrenados durante el servicio militar, ya fuera voluntario u obligatorio, para utilizar armas rusas. Quizá, en un principio, esa familiaridad existente hizo que la gente se mostrara menos cautelosa a la hora de acoger a los rusos. Pero desde que el régimen declaró su guerra más sangrienta contra quienes se rebelaban en su contra, no dejándoles otra opción que resistir, empezó a producirse una intervención rusa mucho más impactante que sólo se produjo tras el debilitamiento del ejército de Asad y de las milicias que lo apoyaban, al irse ampliando las zonas que escapaban a su control; en ese momento fue cuando Rusia se involucró de forma más directa.
Las pérdidas diarias humanas y materiales en los frentes de batalla habían ido provocando que muchos de los leales al régimen empezaran a criticar sus caprichos. Pero desde que Rusia anunció que apoyaba la guerra del régimen, este ha aprovechado ese apoyo para levantar la moral de su base social. Las agencias de seguridad empezaron a promover falsas promesas, tales como el resultado inevitable, la inmediata transformación, el fin de la crisis… También pidieron que los desertores se reincorporaran al ejército, prometiendo resolver su situación, asegurando que iban a solucionar la situación de todo el país tras el éxito de la intervención rusa.
También se anunció la inmediata recuperación de la libra siria hasta el valor anterior a la crisis y un descenso veloz y gradual en el tipo de cambio del dólar. Todo esto iba a modificar la naturaleza de la batalla y poner fin a cualquier «peligro inminente». La subida de los precios estaba acabando con la paciencia de los leales al régimen e impactando negativamente en toda la comunidad que controlaban, lo que hacía que fuera muy importante propagar la noticia de que la libra siria estaba recuperando su valor. La frustración económica es una de las herramientas más eficaces del régimen a la hora de tentar a sus partidarios para que se unan a su guerra, ya sea a través del ejército o de otros grupos paramilitares, a menudo directamente patrocinados por Irán, que, al contar con salarios relativamente altos, pueden atraerse no sólo a los desertores sino también a los no desertores.
Las agencias de seguridad difundieron también el rumor de que habían conseguido el control absoluto sobre la carretera del castillo de Alepo, considerada como la verdadera medida del dominio en el norte. Así consiguieron levantar el ánimo de los leales y motivarlos para que muchos de ellos se unieran a la lucha. Hay que destacar que la realidad era completamente distinta de lo que el régimen de Asad estaba haciendo circular. Desde que la fuerza aérea rusa se incorporó a la batalla, el tipo de cambio del dólar frente a la libra no había hecho más que incrementarse, haciendo directamente que los precios siguieran aumentando. Además, la carretera a Alepo estaba aún bloqueada y, en ese período, quedó fuera del control del régimen durante dos semanas
El impacto de los vuelos diarios de los helicópteros rusos
Desde que Rusia anunció que entraba en la batalla militar, los aviones rusos han estado planeando prácticamente a diario a baja altitud sobre las ciudades costeras. Casi todas las mañanas, cuatro helicópteros vuelan directamente por encima de los edificios de las ciudades, zumbando tanto en los oídos como en los corazones de los partidarios del régimen. Más de un observador ha confirmado que vuelan de forma intencionada por encima de la zona industrial, que alberga a un gran volumen de trabajadores de todas las zonas de Siria.
La zona industrial de Tartus no sólo está poblada por los habitantes de Tartus sino también por un gran número de personas desplazadas, sobre todo de Alepo, pero también de Homs y otros lugares. Es donde se agrupan la mayoría de las empresas y donde destacados profesionales, especialmente los de Alepo, desarrollan e impulsan la actividad económica. En un intento por satisfacer las demandas de las fábricas y promover la actividad comercial e industrial, las autoridades aseguran la disponibilidad eléctrica en la zona industrial desde la mañana a la tarde, sin apagón alguno.
Cuando los helicópteros se ciernen sobre la zona industrial, todos los presentes se quedan horrorizados y observando el horror de los otros. Algunos de los trabajadores desplazados mueven sus cabezas, otros incluso rezan por los aviones rusos; quizá triunfen y puedan poner fin a este infernal desplazamiento. Los partidarios del régimen en Tartus se sienten a menudo complacidos observando esas reacciones de sumisión ante el paso de los helicópteros, exageradas a menudo frente a su mirada arrogante.
Los helicópteros continúan su vuelo hacia el este, hacia las zonas rurales de Homs. En videos tomados en Ter Maaleh, Rastan, Talbiseh y otras ciudades, uno puede ver claramente cómo regresan horas más tarde con una carga más liviana tras haber arrojado sus misiles sobre las barriadas y civiles de esas zonas, atronando el aire y la tierra de forma tan intensa que uno llega a pensar que casi podría atraparlos saltando.
Por otra parte, durante el pasado verano estuvieron circulando varios videoclips en los que podía apreciarse cómo los pilotos rusos se burlaban de la gente que hay en las playas de Latakia, volando con sus helicópteros adelante y atrás, arriba y abajo. Al observar las miradas y oraciones por la victoria, uno puede deducir que esos vuelos a baja altura se llevan a cabo de forma premeditada a causa de su impacto psicológico. No pueden ser un mero entretenimiento y, por supuesto, militarmente hablando, no consiguen ningún beneficio estratégico.
Al describir cómo sus hijos se veían afectados por el paso de esos helicópteros, un hombre desplazado de Alepo afirmaba que el zumbido les llenaban de terror y les recordaban los sonidos de los bombardeos. Piensan que los aviones han vuelto para matarlos y empiezan a gritar y a llorar. Las personas desplazadas experimentan algo parecido a causa de las tormentas de truenos que proliferan durante el invierno a lo largo de la lluviosa costa. El sonido de los truenos confunde a los niños llenando de terror sus noches al pensar que escuchan el sonido de las bombas. Algunas personas han desarrollado aquí aversión por la lluvia debido al inmenso pánico que causan los truenos en los corazones de los más jóvenes.
Otra persona desplazada dijo: «Debido a nuestra miserable situación, nos limitamos a esperar que cualquiera de las partes tome el control. Queremos regresar a nuestros hogares. Desde que cerraron ante nuestras las narices las fronteras libanesas y turcas, no hay forma de salir del país. A menudo deseamos que la fuerza aérea triunfe y que las promesas que hacen los partidarios del régimen se hagan realidad. Ya no nos importa quien gane, pero esos helicópteros nos recuerdan cada día nuestra tragedia». Concluyó sus comentarios diciendo: «¿es que no va a haber un mañana para esta noche eterna?».
El control ruso sobre el aire y la información militar, así como sobre las mentes y los destinos de la gente, va de la mano del control sobre los territorios y la tierra. Las fuerzas rusas tomaron el control de la base aérea de Hmeimim en Lataquia y prohibieron la entrada a todos los sirios, sin que importara su rango, sin registro o autorización. Se han visto vehículos militares sirios moviéndose entre los centros militares cargados de viejos colchones y mantas del ejército. Esta visión recuerda la salida de las tropas sirias del Líbano en 2005.
A pesar del desasosiego general entre los partidarios del régimen por esas escenas, las agencias de seguridad difunden velozmente noticias acerca de cómo los dos ejércitos están compartiendo los puestos de control, incluso dentro de la base aérea, tratando de acallar el descontento y acabar con comentarios o conclusiones independientes. Naturalmente, esta no es forma de interactuar con la opinión pública y abordar sus preocupaciones, sino que más bien es sentida como una orden: «Tienes que dejar de expresar tu descontento y esta es una narrativa que te ayuda a hacerlo».
Hubo una escena que llamó mucho la atención: se vieron vehículos militares rusos que iban circulando lejos de Lataquia por la carretera que va de Damasco a Homs sin escolta alguna siria. Eran cuatro camiones, todos ellos, incluidos los conductores, con soldados rusos, sin que pudiera apreciarse la presencia de ningún soldado ni vehículo sirio. Los soldados rusos vienen y van con sus camiones nuevos, vestidos a veces con tan sólo ropa interior como si todavía estuvieran dentro de sus barracones o en su propio país. Ya conocen el camino y no necesitan las instrucciones del ejército sirio.
Esta conducta crea ansiedad en mucha gente, que empieza a comentar, por ejemplo, que los oficiales rusos, o los soldados de Hizbollah, son mejores que los miembros del ejército sirio por su destreza en el campo de batalla. Esta es una justificación inicial que lo que puede llegar a pensarse después de presenciar tan claro menosprecio hacia la autoridad del régimen sirio y de su ejército. Al mismo tiempo, sugiere también un sentimiento compartido de incertidumbre respecto a los objetivos de la presencia rusa en el territorio sirio.
Un agente de la inteligencia militar contó cómo al principio solía acompañar a los soldados rusos por Lataquia, pero que, de repente, no quisieron más agentes escoltándoles. Concluyó su declaración alardeando cautelosamente de que se había hecho amigo de muchos de ellos, aunque añadiendo que la mayoría de ellos son delincuentes, sentenciados en su país con penas que van de la cadena perpetua a la muerte. Tras una pregunta sobre si se sentía sorprendido de que Rusia no haya podido poner un final decisivo a las batallas, el agente compartió lo que un soldado ruso le dijo «como amigo»: que Rusia se estaba centrando en los puertos sirios; que su verdadera misión es protegerlos y que, en segundo lugar, estaría el apoyo al ejército sirio.
Este fue el comentario final del agente de inteligencia: «Son unos canallas, igual que los estadounidenses. Somos mucho más decentes que ellos, no importa lo que hagamos».
El anuncio de la retirada de las fuerzas rusas de Siria
El 14 de marzo de 2016, Moscú anunció que las fuerzas rusas habían empezado a salir de Siria y que los primeros aviones habían partido ya hacia sus bases permanentes. Al día siguiente, el ministro ruso de Defensa publicó un videoclip con lo que dijeron era el primer escuadrón de aviones rusos que abandonaba la base aérea de Hmeimim en Siria.
Por como marchaban las cosas sobre el terreno, la decisión supuso una sorpresa para todos, incluido el régimen sirio. La historia de la decisiva e inminente victoria con la ayuda de Rusia, una narrativa promulgada por Asad y sus partidarios, se venía abajo. Era evidente que los rusos no buscaban una «victoria» decisiva. Nadie pudo mantener ya esa posición. Todo el mundo cambió de opinión, vinculando las acciones de las fuerzas rusas mencionadas arriba con algunas decisiones misteriosas. Esto hizo que algunos dijeran que «Rusia no es nuestra aliada» y «Rusia tiene sus propios intereses, como todo el mundo». La declaración más exacta era finalmente pronunciada y llegaba hasta la boca de las personas. No obstante, mientras tanto, todo el mundo observaba a las agencias de seguridad, esperando instrucciones sobre lo que debería decirse después.
El régimen perdió la calle. Los debates públicos entre optimistas y escépticos se habían convertido en una aterrada anticipación de lo que podría suceder a continuación, así como de desacuerdos fundamentales sobre la importancia de lidiar con guerras y batallas. Los rusos estaban abandonándoles antes de que se resolviera ningún «frente»; había un gran desdén hacia el régimen. La verdadera naturaleza de la relación entre los regímenes sirio y ruso quedó expuesta; es la relación de un régimen con sus subordinados, no con sus aliados. La confusión abrumó a los partidarios de Asad. Sus síntomas eran claros y audibles.
Las seudobatallas de Palmira
Los partidarios y combatientes del régimen habían llegado a conclusiones desfavorables que les sacudieron hasta los cimientos. Por tanto, el régimen tenía que transformar una vez más el escenario en su beneficio. Menos de diez días después, el régimen anunciaba una batalla para recuperar Palmira, tomada por el Estado Islámico en mayo de 2015. Algunos de los grupos que tomaron parte en la batalla, como la Brigada de los Halcones del Desierto o la Unidad de Fuerzas Especiales del Tigres, la denominaron la seudobatalla orquestada de Palmira.
El régimen desvió la atención de todo el mundo hacia esta batalla, que recuperaría la antigua ciudad de Palmira que había quedado en manos del ISIS, o mejor, según un análisis más probable de hechos bien conocidos, que se había «entregado» al ISIS. Esto se convirtió en una cuestión mundial, puesto que Palmira forma parte de la Lista de Lugares Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO por su inmensa importancia arqueológica. Había llegado el momento de recuperarla. Tras años de sentir pánico desde que se dio el primer grito revolucionario en su contra, el régimen decidió finalmente proporcionarle al mundo una lección práctica y una prueba sobre quién puede realmente luchar contra el terrorismo.
Fragmentos de conversación de quienes participaron en las luchas confirman que la batalla fue una representación teatral. No hubo necesidad de bombardear porque el ISIS se había retirado a toda velocidad, sin embargo, el régimen bombardeó intensamente la ciudad. Además, había un grupo de generales rusos sobre el terreno al mando de la operación y tomando parte en las acciones contraterroristas. Merece la pena señalar aquí que se pagó en dólares, 100, y no en moneda siria, a quienes participaron en el combate, por no hablar de las puertas que se abrieron para que saquearan la ciudad y robaran en las casas, tanto en las zonas residenciales como arqueológicas. Según más de un combatiente, los duros bombardeos pusieron en peligro los espacios arqueológicos existentes debajo de la ciudad, de los que se robaron aleatoriamente diversas estatuas. Las «autoridades competentes» no monopolizaron en esta ocasión el saqueo de reliquias arqueológicas.
Esta actuación echó por tierra la imagen de Rusia en las mentes de los partidarios del régimen. En cuanto a fabricar engaños y venderlos, Rusia ya no era muy diferente del régimen. El monólogo diario que los partidarios del régimen se repetían a sí mismos se volvió más terminante. Con independencia de si los rusos están presentes o es el régimen, los resultados son los mismos y no hay posibilidad de hacer preguntas. Sobre el curso de estos acontecimientos, el complot interno para falsificar los hechos ha resultado demasiado obvio. No hay ambigüedad alguna en él. Las fuerzas en juego están completamente implicadas en representaciones teatrales. Mientras puedan cosecharse beneficios, no se plantea objeción alguna.
El 27 de marzo de 2016, el régimen recuperó el control sobre Palmira con el apoyo de la fuerza aérea rusa, demostrando así que el anuncio de la retirada rusa había sido un logrado engaño. La recuperación de Palmira se ofreció a los partidarios escépticos del régimen y a los soldados como un chute de optimismo: teniendo en cuenta la suma infinita de mentiras, no puedes ofrecer la esperanza de que el régimen saldrá victorioso y acabar con una inundación diaria de muertes. Todo el mundo se ha vuelto versado en curarse a sí mismo de las dudas participando en las historias prefabricadas.
Los rusos anunciaron su vuelta al frente de batalla. Ni iban a abandonar a sus aliados ni a eludir su parte en la recuperación de Palmira. El 5 de mayo de 2016, la orquesta filarmónica rusa dio un concierto sobre el escenario de la antigua Palmira dirigido por el famoso director ruso Valery Gergiev. La ceremonia duró alrededor de una hora y fue contemplada por 400 espectadores. Entre la audiencia había clérigos, periodistas, soldados rusos y unos cuantos vecinos de la ciudad, incluidos niños. Se trasmitió en directo por la televisión rusa, y el presidente ruso habló en términos grandilocuentes sobre el acto, tildándolo de «excepcional acción humanitaria».
La noticia de las batallas en Palmira y zonas circundantes siguieron marcando tendencia. Algunas partes de la zona escaparían al control del régimen sólo para ser recuperadas con la participación de desertores del ejército, mientras daban comienzo, para no terminar nunca, las batallas en el campo de gas de Sha’er. El coronel Suheil al-Hasan (el Tigre) se convirtió en un chiste tanto para sus partidarios como detractores después de bombardear el campo y dejar que ardiera. Fue una actuación absurda que no sirvió más que para mostrar las batallas interminables emprendidas por el régimen para recuperar el control de los territorios, aunque eso signifique su destrucción. Después de eso, muchos combatientes volvieron a sus hogares y ya no participaron en las batallas de Sha’er, excepto los destacados soldados de la Unidad del Tigre.
La vuelta de las tropas y aviones rusos al campo de batalla fue lento, especialmente en Palmira, pero alcanzó su punto máximo en la batalla de Alepo. De hecho, ya no cabe esperar ningún nuevo «pico» en la implicación rusa tras el holocausto de Alepo, que fue un intento desesperado de apoyar la jugada del régimen para controlar las barriadas orientales de la ciudad.
Los efectos y significados del decisivo retorno de Rusia
Muchos de los combatientes del régimen se volvieron a sus hogares durante las diversas etapas de la guerra. El Estado pagaba unos salarios demasiado bajos, los oficiales les abandonaban en los puestos de control y el régimen no era tan sincero al hablarles de sus batallas. El régimen tenía que conseguir que sus partidarios lucharan de nuevo, pero no era tan fácil enfrentarse a ellos. Todo el mundo tenía armas y justificaciones; necesitaban alimentar a sus familias y proteger a sus niños. La policía militar hizo varios intentos para arrestar a los desertores del ejército en sus casas, pero se encontraron con que hacían frente a las patrullas con sus armas. En ese punto, el régimen empezó a utilizar patrullas aéreas para cazar a los desertores en las intersecciones y entradas de la ciudad.
El régimen decidió resolver el problema de los desertores del ejército alistándolos en grupos paramilitares independientes. Uno de esos grupos es el de los Halcones del Desierto, que está dirigido por Mohamed al-Yaber y dispone de numerosas ventajas, incluyendo salarios altos, uniformes distintivos y una gran cantidad de armamento con munición individual. Desde el principio, la misión de los Halcones del Desierto fue proteger la carretera que va a Iraq, que es una importante ruta comercial que constituye también la principal fuente de financiación.
Después de que Palmira y la carretera a Iraq quedaran fuera del control del régimen, la mayoría de ellos huyeron y buscaron refugio en la Unidad del Tigre de Suheil al-Hasan, además de otros grupos relacionados con la inteligencia de la fuerza aérea que se habían formado específicamente para colocar a los desertores. Estos grupos arrojarían directamente a sus voluntarios al campo de batalla. La posibilidad de que los voluntarios volvieran a sus hogares en cualquier momento les ayudó a aceptar las condiciones. A menudo luchaban durante una semana y regresaban a casa durante uno o dos períodos similares. Disponían de estos beneficios además de los altos salarios que recibían comparados con los de otros grupos, más los frutos de su codicia al entrar en zonas nuevas y tomar parte en los saqueos.
La estrategia de meter a los desertores del ejército en batallas fáciles en condiciones convenientes (como en la batalla de Palmira) se utilizó inicialmente para tapar la noticia de la retirada de las tropas rusas, como hemos indicado ya. Sin embargo, desde entonces se ha convertido en una metodología permanente para atraer a cualquiera, desertores y no desertores, al campo de batalla. Estos grupos resultan más atractivos y han aumentado su poder y número de integrantes desde el apreciable regreso de los aviones rusos al campo de batalla.
Las batallas apoyadas por la fuerza aérea rusa fueron de gran importancia para atraer a los desertores. La presencia de los aviones de combate ruso les daba la impresión de una seguridad relativa y les ofrecía una garantía de progreso. Pero con el activo retorno de las tropas rusas tras su anunciada retirada, los esperados logros cambiaron: la gente ya no esperaba un triunfo expeditivo como al principio de la intervención militar rusa.
De ello se desprende que el efecto buscado de declarar la retirada de las tropas rusas era separar los diferentes objetivos de los aliados unos de otros, sin esperar la consecución de los resultados deseados. De esta forma, Rusia se distanció de las afirmadas intenciones de su intervención, así como de la propaganda que había promovido. Sin esa separación, Rusia se habría visto obligada a conseguir una victoria aplastante coherente con su poder, estatus y equipamiento.
Los partidarios del régimen contemplan ahora con asombro y admiración el vuelo bajo de los helicópteros rusos, aunque ya no se sienten inspirados para rezar por ellos. Es como si los helicópteros cruzaran sus cielos sólo para ir de un país a otro, o para irse de picnic cada mañana para decir «hola» y ver qué están haciendo. Ahora viven en un mundo en el que el tiempo tiene poca importancia. Ya no hay promesas en las que creer. Ya no queda nada sino lo que ellos mismos denominan «seudobatallas». No tienen ningún problema con esto, siempre y cuando las carreteras que van desde la costa a Homs y Damasco sean seguras.
En resumen, tras examinar las etapas de la intervención rusa y sus efectos en los partidarios del régimen, podemos decir que los rusos no sólo son observadores en Siria. Son participantes activos en todo, incluida la fabricación de mentiras y engaños. Más que un simple apoyo, son una rama del régimen e influyen en su conducta, métodos y noticias. Exigen también que el régimen difunda mentiras para justificar sus acciones. Saben lo que están haciendo y se aprovechan de las potencias regionales e internacionales que están a su lado.
Quizá sea conveniente ahora volver a la primera escena de nuestra historia. El agente que llegó a la verdad tras ser golpeado y humillado ofrece una clara representación del conocimiento del pueblo sobre lo que está realmente pasando. No es el único ejemplo. Cada vez que los avances militares decaen, los partidarios del régimen empiezan a maldecir al régimen y a sus dirigentes, sólo para retractarse de sus palabras más tarde.
Dos días después del incidente de la humillación del agente que le hizo hablar mal del régimen, volvió a su estatus anterior, idealizando y rezando por los helicópteros. Mientras tanto, los helicópteros continúan cerniéndose sobre nuestras cabezas como en una advertencia diaria de que «Para bien o para mal, vuestro espacio es un espacio cautivo».
(Traducido del árabe original al inglés por Yaser Al-Zayat)
Fuente: http://aljumhuriya.net/en/al-jumhuriya-fellowship/victories-in-fictitious-battles
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