Catar no tiene mucho margen de maniobra a raíz del bloqueo impuesto sobre el país; la ola que amenaza con engullir al pequeño Estado del Golfo es grande y peligrosa. Además, la polarización en la región ya no permite que se implemente la forma usual del Golfo de arreglar los conflictos. Esta vez, la disputa […]
Catar no tiene mucho margen de maniobra a raíz del bloqueo impuesto sobre el país; la ola que amenaza con engullir al pequeño Estado del Golfo es grande y peligrosa. Además, la polarización en la región ya no permite que se implemente la forma usual del Golfo de arreglar los conflictos. Esta vez, la disputa parece muy diferente a las anteriores, distinguiendo al emirato de sus vecinos más antiguos.
En mi opinión, Catar tiene únicamente dos opciones. Puede cumplir con las condiciones establecidas por el Cuarteto Árabe de Egipto, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, si bien esto sería un suicido para Catar, ya que acabaría con todo lo que ha construido en las últimas dos décadas. También sería un reconocimiento explícito de que existe cierta base para las acusaciones que se le han dirigido, que son lo suficientemente graves como marcar al país como «Estado delincuente». Esta opción también podría tener repercusiones internas, afectando al gobierno y a la familia gobernante.
La segunda opción de Catar es pasarse al otro lado y reforzar sus vínculos con el eje alrededor del cual siempre ha girado; me refiero al eje de la resistencia. Sin embargo, esto también sería un suicidio para Catar, ya que complicaría su situación regional y se pondría en desacuerdo con la administración estadounidense, que ha etiquetado a Irán como el enemigo público número uno. Washington está tratando de superar las diferencias dentro del Golfo y está conforme con mantener las distancias y meramente proporcionar asesoramiento para resolver el conflicto mediante el diálogo interno.
Doha ha dado señales en ambos sentidos, ya que dio a Hamás – cuyo liderazgo político está establecido en Catar – una lista de «funcionarios de enlace» en Cisjordania, pidiéndoles que abandonaran el país, al igual que ha hecho anteriormente Turquía (aunque Hamás lo negó en ambos casos). Además, el anuncio de Azmi Bishara de su retiro de la política y de que se centrará en la investigación no fue una decisión propia, El ex miembro de la Knesset, que vive en el exilio en Catar, estaba más cerca del despido que de la dimisión; esto sucedió para evitar la presión de los países vecinos, cerca y lejos.
Por otra parte, Doha envió un mensaje claro cuando el emir Tamim Bin Hamad Al-Thani contactó con el presidente iraní, Hassan Rouhani, para felicitarle por su relección, para después ofrecerse a desarrollar relaciones bilaterales entre ambos países. Al hacerlo, rechazó el enfoque de Riad-EEUU-árabe que sitúa a Teherán en la cima de la lista de las amenazas para la seguridad del Golfo, árabe e internacional. Esto fue una señal de que Doha está dispuesta a buscar alternativas y a extender sus alianzas regionales más allá de Turquía, hasta el propio Irán.
Sin embargo, la realidad es que Doha no puede avanzar mucho en ninguna dirección: si sucumbe a las condiciones de Egipto-Arabia Saudí-EAU, arriesga su pasado y sus beneficios. Si salta a los brazos del eje Irán-Damasco, arriesga su futuro, su seguridad y su estabilidad, así como la cobertura estadounidense extendida sobre su territorio, espacio aéreo y aguas territoriales.
Es por eso que Catar está buscando la manera de absorber y después dispersar el trauma todo lo posible. En los próximos días, seremos testigos de los intentos por parte de muchos partidos de expresar su voluntad de mediar y arreglar la situación entre los países involucrados. Doha será la capital más feliz de ver a tantos mediadores, ya que esto les brindará algo de tiempo. También ayudará a ablandar las posiciones del Cuarteto Árabe, y podría permitir que Catar escape de la esquina en la que le han arrinconado.
En este contexto, Doha mostrará su disposición a realizar sucesivos lotes de concesiones, y podría tomar medidas para ayudar a los mediadores a lograr su misión. Estas medidas podrían incluir la retirada de algunas figuras que no son bien recibidas en Catar y también reajustar el discurso en los medios. También podría incluirse la expresión de posiciones más cercanas a Riad, al menos verbalmente.
De los cuatro países que participan en lo que es claramente un ataque coordinado contra Catar, parece que Doha está más interesada en neutralizar la posición de Arabia Saudí por diversas razones, bastante obvias, de las cuales una es la única frontera terrestre de Catar – que conecta con el reino. A los dirigentes cataríes no les importa lo que tengan que decir Emiratos y Bahréin, y tampoco le interesa lo más mínimo el discurso de El Cairo.
En los días previos a la decisión de cortar lazos con Catar, Doha intentó dirigir la mayor parte de su enfado a Abu Dhabi, y evitó las críticas de Arabia Saudí. Continuará con está táctica, y Catar tratará de desmantelar el frente del Cuarteto Árabe centrándose en apaciguar y neutralizar a Arabia Saudí. Sin embargo, esta vez hay pocas posibilidades de que esta táctica tenga éxito.
El escenario en el que Doha no parece haber pensado es del que hablé hace unos días; probablemente exista una tercera opción. Catar debería buscar la solución internamente y redibujar la imagen del emirato. Lea una página del libro de Suiza, no del de Esparta. Podrá hacerlo si tiene la voluntad política y puede pasar de ser el actor «problemático» de la crisis regional a la posición de mediador y punto de referencia al que las partes en conflicto pueden acudir buscando ayuda. Debe transformarse a sí mismo y no construir muros frente a las iniciativas, la cooperación regional o la integración, sino puentes que lleven al entendimiento y al consenso.
Fuente original: http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article2253