Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
La prohibición de Israel de pastorear cabras negras -con el pretexto de que causan daño ambiental- será derogada después de casi siete décadas de aplicación que ha diezmado las tradiciones pastorales de las comunidades palestinas.
El Gobierno israelí parece haber admitido finalmente que en una era de cambio climático la amenaza de los incendios forestales para las comunidades israelíes está creciendo rápidamente en ausencia de las cabras.
Tradicionalmente las cabras despejaban la maleza que ahora se ha convertido en un polvorín a medida que Israel experimenta sequías de verano cada vez más largas y más cálidas. Hace exactamente un año Israel fue golpeado por más de 1.500 incendios que causaron daños generalizados.
La historia de la humilde cabra negra, que casi ha sido eliminada de Israel, no es simplemente una de las consecuencias involuntarias. Sirve como una parábola para los delirios y la autodestrucción de un sionismo empeñado en borrar a los palestinos y crear un pedazo de Europa en el Medio Oriente.
La Ley de Protección Fitosanitaria de 1950, una de las primeras medidas de Israel, se introdujo como una forma de proscribir la cabra negra, también conocida como la cabra siria, de grandes áreas del país. Las cabras habían sido el alma de las comunidades agrícolas beduinas.
En ese momento los funcionarios declararon que la cabra estaba dañando la vegetación, especialmente los millones de pinos recientemente plantados para forestación.
A los ojos de los padres fundadores de Israel los árboles estaban cumpliendo una importante misión sionista. Estaban allí para ocultar los escombros de más de 530 aldeas palestinas que el nuevo Estado se había propuesto destruir y evitar el regreso de unos 750.000 palestinos que fueron expulsados durante la guerra de 1948 que fundó Israel, episodio que los palestinos llaman Nakba, «catástrofe» en árabe.
Cerca de las ruinas de las aldeas Israel estableció cientos de comunidades exclusivamente judías como el kibbutz y el moshav para cultivar las antiguas tierras de los ahora refugiados palestinos.
Tanto la prohibición de las cabras como la plantación masiva de pinos europeos fueron parte de los esfuerzos del sionismo para vender la limpieza étnica de los palestinos como «ambientalismo», una agenda supuestamente verde que ahora se está exponiendo como una farsa.
Plantación de bosques de pinos
Se alentó a los judíos de todo el mundo a poner monedas en «cajas azules» de caridad como donación para ayudar al joven Estado a «redimir la tierra».
De hecho el dinero se usaba principalmente para plantar pinares en las aldeas palestinas arrasadas, lo que hacía imposible que los refugiados volvieran y reconstruyeran sus hogares.
Además el pino fue útil porque era de crecimiento rápido y una planta perenne, envolviendo en la oscuridad de todo el año la evidencia de la limpieza étnica cometida durante la creación de Israel. Y los bosques desempeñaron un papel psicológico, transformando el paisaje en formas diseñadas para hacer que pareciera familiar a los recientes inmigrantes europeos y aliviar su nostalgia.
Finalmente las agujas de pino caídas acidificaron el suelo haciendo casi imposible que compitan los árboles autóctonos. Las especies nativas como el olivo, el naranjo, el almendro, el nogal, el granado, el cerezo, el algarrobo y la morera, fueron un componente vital de la dieta de las comunidades rurales palestinas. Su reemplazo por el pino tenía la intención de hacer aún más difícil a los refugiados palestinos restablecer sus comunidades.
El Fondo Nacional Judío, una organización benéfica sionista reconocida internacionalmente, estaba a cargo de la plantación y el mantenimiento de estos bosques. Paradójicamente, su sitio web elogia su trabajo en Israel como «innovadores en el desarrollo ecológico y pioneros en la forestación y la prevención de incendios». El FNJ afirma haber plantado unos 250 millones de árboles en todo Israel.
Como una reivindicación del éxito de Israel en la venta de estas políticas de colonización como ambientalismo, las Naciones Unidas mencionan que el FNJ tiene experiencia en cambio climático, forestación, gestión del agua y asentamientos humanos. La ONU también permite a la organización patrocinar paneles y talleres en conferencias del organismo alrededor del mundo.
En septiembre el FNJ asistió a la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, para «presentar sus actividades para crear un mundo más verde», según informó.
Campesinos judíos guerreros
Con la ley de 1950 -también conocida como Ley de daños la cabra- Israel continuó las políticas de colonización de tierras, esta vez no contra los refugiados palestinos, sino contra el pequeño número de comunidades palestinas que sobrevivieron a la Nakba.
Hacia el final de la guerra de 1948, unos 150.000 palestinos todavía se aferraban a sus comunidades, principalmente en el norte, en Galilea, y en el sur, en el semidesértico Negev o Naqab. En 1952, bajo presión internacional, a estos palestinos se les otorgó la ciudadanía.
Muchas de las comunidades palestinas supervivientes sabían poco más de una agricultura que sus antepasados habían practicado en la región durante generaciones. Pero el credo del sionismo del «trabajo hebreo» permitiría a los judíos «hacer florecer el desierto» y rehacerse como agricultores guerreros «sabras«, requería que los palestinos fueran desplazados de las tierras agrícolas.
Se estima que alrededor del 70 por ciento de la tierra perteneciente a comunidades palestinas en Israel fue confiscada por el Estado y ahora está en manos de los judíos de todo el mundo. Privados de tierra y acceso a agua barata para la agricultura, la mayoría de los ciudadanos palestinos se vieron obligados a convertirse en trabajadores ocasionales, muchos de ellos en la construcción de localidades en el centro del país.
Pero un grupo fue visto como una amenaza particular al nuevo ethos sionista, y especialmente difícil de convertir en una fuerza de trabajo cautiva. Los beduinos, ubicados en lugares remotos en las colinas de Galilea y en las llanuras polvorientas del Neguev, y su estilo de vida pastoril, pastoreando cabras y ovejas, hacía difícil a Israel controlarlos.
«Dunam tras dunam»
Desde el principio el movimiento sionista identificó la importancia de la conexión entre la tierra y las cabras. Y el papel central que ambas desepeñaron en el mantenimiento de la identidad palestina y el refuerzo de una tradición de «sumud«, o firmeza.
Uno de sus primeros lemas, refiriéndose a una unidad otomana de medición de la tierra, era «dunam tras dunam, cabra tras cabra». El objetivo era tomar Palestina trozo por trozo, de forma progresiva y silenciosa que pasaría desapercibida para el resto del mundo.
Después de la Nakba Israel recurrió a políticas de contención agresivas contra los beduinos que no habían sido expulsados fuera de las nuevas fronteras del Estado. Estas políticas se centraron en sus tierras y rebaños.
En 1965, el año anterior al fin del gobierno militar sobre los ciudadanos palestinos, una Ley de Planificación y Construcción desconoció a casi todas las comunidades beduinas. Sus hogares fueron declarados ilegales y se les denegaron todos los servicios públicos.
El objetivo de Israel era acorralar a los beduinos en un puñado de «municipios» urbanizados, obligándolos a abandonar la agricultura y convertirse en trabajadores eventuales en una economía judía, como otros ciudadanos palestinos.
La Ley de Protección de Plantas de 1950 dio un golpe especialmente duro a los beduinos. Las cabras negras les suministraban leche para su propio uso y venta y las pieles se usaban para tiendas y mantas.
Como ministro de Agricultura a fines de la década de 1970, Ariel Sharon intensificó la campaña contra los beduinos y de manera similar prefirió ocultar sus políticas tras una preocupación falsa sobre la ecología.
En su caso hizo una inversión privada con el éxito de «judaizar» el Estado en el Negev y deshacerse de la mayoría de los beduinos, en 1972 había adquirido un vasto rancho allí, que alcanzaba los 4 kilómetros cuadrados.
Anteriormente la tierra había pertenecido a refugiados de la destruida aldea palestina de Houg, ahora encarcelados en Gaza. El médico y autor palestino Hatim Kanaaneh señala que la única estructura restante de la aldea, la mezquita, estaba «sirviendo de corral a los caballos árabes de pura sangre [de Sharon]».
La patrulla verde
Cinco años después de haber comprado el rancho Sycamore, Sharon creó la «Patrulla Verde», una unidad paramilitar de la Autoridad de Naturaleza y Parques de Israel, cuyas tareas incluían capturar y matar a las cabras negras de los beduinos.
El activista de la comunidad palestina Maha Qupty señala que en los primeros tres años de las operaciones de la Patrulla Verde el número de cabras negras fue reducido en un 60 por ciento, de 220.000 a 80.000. Las prácticas de la patrulla fueron tan brutales que un vigilante oficial, el Contralor del Estado, censuró a la unidad en su informe de 1980.
El número de cabras en Israel ha caído mucho más en los últimos años. Un informe en el periódico Haaretz señaló que en 2013 solo había 2.000 cabras pastando en el vasto bosque de Carmel y alrededores, al lado de Haifa, frente a las 15.000 de antes del establecimiento de la Patrulla Verde.
Y fue en esa misma colina del Carmel donde se hizo evidente el peligro que representaba la desaparición forzada de las cabras.
El extenso bosque que abraza las laderas de las alturas del Carmel fue plantado para cumplir y ocultar la expulsión de varias aldeas palestinas. Pero en 2010 el bosque se vio envuelto en llamas que finalmente costaron la vida de 44 personas. La mayoría eran guardias que viajaban a la prisión de Damun, donde los presos políticos palestinos están retenidos fuera de los territorios ocupados en violación del derecho internacional.
El incendio, que se prolongó durante cuatro días, requirió la evacuación de 17.000 personas de sus hogares, incluso de sectores de Haifa.
Ese incendio fue el preludio de otros mucho más generalizados hace un año, al final de un largo verano seco. Se reportaron alrededor de 1.700 incendios en todo Israel y Cisjordania, muchos de ellos en los bosques que Israel plantó sobre las aldeas destruidas. Haifa resultó nuevamente dañada.
La herida autoinfligida del sionismo
Tanto de los brotes de incendios forestales de 2010 como de los de 2016 la policía y los funcionarios del Gobierno acusaron a los ciudadanos palestinos, a pesar de la escasez de pruebas y condenas para respaldar tales afirmaciones.
Las denuncias de incendio premeditado fueron una desviación útil de la realidad: que los incendios eran un objetivo propiamente sionista. El peligro planteado por la plantación de pinos europeos inadecuados en las áridas condiciones del Medio Oriente se había visto agravado por los veranos más largos -cuando se inició el cambio climático- y por la devastación de las cabras negras que habrían despejado la vegetación alrededor de los árboles para evitar que los incendios se propagaran rápidamente.
De hecho hubo advertencias de que estos bosques de pinos constituían un peligro de incendio mucho antes del advenimiento de un cambio climático significativo. Hace casi 20 años visité un kibbutz en el borde del Carmel, donde había habido un incendio reciente.
Nir Etzion se sienta en las tierras agrícolas de Ayn Hawd, que era un raro ejemplo de un pueblo palestino que había escapado de la destrucción, en su caso, para ser reinventado como una colonia de artistas judíos con un nombre similar, Ein Hod.
Ciertos directivos de Nir Etzion me contaron una historia familiar y paranoide: que los refugiados internos palestinos, que vivían cerca, habían encendido el fuego para sacarlos de su kibbutz. Los kibbutzniks pasaron por alto el hecho de que los refugiados se vieron en peligro mucho más grave por el fuego.
Como relaté en mi contribución a un libro de ensayos, Catastrophe Remembered, los expertos ya tenían claro que los pinares europeos plantados en las colinas del Carmel eran peligrosos por las condiciones áridas de la región.
«Reparar la injusticia histórica»
Pero hasta este mes los sueños del movimiento sionista -de hacer desaparecer todas las huellas de una Palestina que existía antes de la creación de Israel- habían demostrado ser mucho más potentes que el peligro de los incendios forestales.
Paradójicamente le ha tocado a Jamal Zahalka, un miembro palestino del Parlamento israelí, sacar a sus colegas de sus delirios y hacer frente a la realidad del cambio climático.
Zahalka es la fuerza motriz detrás del esfuerzo por derogar la ley de 1950, justificando su revocación en un estudio realizado por una buena institución sionista: el Technion, la famosa universidad técnica de Israel. Su investigación confirmó una sabiduría que era obvia para generaciones de agricultores palestinos: que las cabras pastan en arbustos y matorrales secos y por lo tanto suprimen el riesgo de incendios.
Zahalka ha declarado que la derogación de la ley de 1950 «restaurará el honor perdido de las cabras» y «reparará una injusticia histórica» para los agricultores palestinos.
Zahalka ha ganado el respaldo del ministro de Agricultura Uri Ariel y de Ayelet Shaked, la ministra de Justicia. Ambos están estrechamente vinculados al movimiento de colonos y Ariel es un directivo del FNJ.
Pero frente a la evidencia científica y la amenaza de más incendios Ariel ha reculado. «Las cabras son un factor importante en la prevención de incendios y queremos fomentar el pastoreo», dice ahora.
Tristemente a los gobiernos israelíes les ha tomado casi 70 años revertir su política de destrucción de la cabra negra, una política que intencionalmente buscaba destruir la agricultura palestina y, con ella, las comunidades, el patrimonio y la identidad palestinas.
Fuente: http://www.jonathan-cook.net/2017-12-01/forest-fires-israel-goats-zionism/
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y rebelión como fuente de la traducción.