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Ahed Tamimi aceptó ocho meses de cárcel para evitar una condena vejatoria de diez años en una prisión militar

Fuentes: Rebelión

(Crónica dedicada a Ahed Tamimi) No llores cuando se oculte el sol, pues las lágrimas te impedirán ver las estrellas. Rabindranath Tagore La adolescente Ahed Tamimi pactó bajo presión ocho meses de cárcel con la fiscalía israelí para evitar un castigo de diez años de prisión que la obligarían a pasar gran parte de su […]

(Crónica dedicada a Ahed Tamimi)

No llores cuando se oculte el sol, pues las lágrimas te impedirán ver las estrellas. Rabindranath Tagore

La adolescente Ahed Tamimi pactó bajo presión ocho meses de cárcel con la fiscalía israelí para evitar un castigo de diez años de prisión que la obligarían a pasar gran parte de su juventud entre rejas con el sufrimiento que ello conlleva para su familia y los miles de palestinos y palestinas que la apoyan en su lucha, en nombre de todos, por la liberación de Palestina.

Ahed Tamimi, de 17 años y símbolo mundialmente reconocido de la resistencia palestina, fue detenida el pasado 19 de diciembre. Según su abogada Gaby Lasky, judía mexicana, «unos soldados entraron en su casa a las cuatro de la madrugada y la sacaron de la cama para presentarla a sus superiores como si fuera un trofeo».

Su hogar está en la aldea de Nabi Saleh (Cisjordania ocupada) y forma parte de lo que siempre fue la patria palestina hasta que las potencias occidentales decidieron lo contrario violando las resoluciones de la ONU que les venían en gana. Ese territorio fue tomado a la fuerza por Israel hace más de cincuenta años, concretamente en la Guerra de los Seis Días (1967).

La activista, al enfrentarse y abofetear a los soldados israelíes que dispararon contra un primo suyo el pasado 15 de diciembre (cuando todavía tenía 16 años), hizo lo que hubiera hecho cualquier español o española durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), cuando las tropas napoleónicas fusilaban a los patriotas.

A Palestina le falta un Francisco de Goya que retrate los brutales crímenes cometidos por Israel contra el indefenso pueblo palestino, aunque millones de voces críticas (generalmente fuera de Europa y EEUU), no dejan de denunciar la limpieza étnica y el apartheid que practica el gobierno de Tel Aviv contra Al-Filistinía (Palestina), la milenaria tierra bíblica de los filisteos.

Ahed Tamimi es, sin duda, (salvando las diferencias históricas y de contexto) una réplica esperanzadora de Nelson Mandela, el luchador que fue encerrado en su propio país por defender la libertad y la independencia de su propio pueblo. Los dos se parecen también en su carácter, carisma, su lenguaje hondo y reflexionado, su sabiduría, paciencia, etc. No albergan o albergaron odio en su corazón y aspiran o aspiraron a que se hiciera justicia.

Dicen los analistas que si Ahed Tamimi no hubiera aceptado la oferta de la fiscalía militar mediante la cual la joven se declara culpable de cuatro delitos (agredir a soldados en tierras palestina) el tribunal castrense que sigue su causa hubiera hecho todo lo posible por declararla culpable de doce cargos, lo que conllevaría una condena de una década en prisión, con lo que Ahed no saldría de la cárcel hasta cumplir los 27 años, habiendo pasado un valiosísimo tiempo de su juventud apartada de todo lo que ama.

Tal vez los palestinos han decidido no protestar metiendo mucho ruido la injusta condena de ocho meses, por temor a que Ahed sea objeto de represalias y el tribunal que la juzga dé marcha a atrás y se ensañe con la chica de Nabi Saleh, de quien en su día dijo la prensa solidaria que era «la mujer que valía más que mil hombres».

Todo lo que está ocurriendo a Ahed Tamimi (y en Palestina) con vergonzosa ausencia de crítica por parte de la prensa occidental, me trae a la memoria las palabras que pronunció Miguel de Unamuno en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, en respuesta al vómito de ¡muera la inteligencia! del general Millán Astray, uno de los muchos brazos del caudillo que se sublevaron contra la legítima republica española.

Los hechos se produjeron el 12 de octubre, fecha en la que se celebraba la Fiesta de la Raza para conmemorar el aniversario del «Descubrimiento de América». Unamuno, dirigiéndose al aguerrido fundador de la legión, le «fusiló» con estas indelebles palabras:

Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha: razón y derecho.

Esas palabras, eternamente actuales, se pueden aplicar hoy día a Palestina, país que ha sido reconocido por la mayoría de los miembros de la comunidad internacional, país obligado a vivir bajo la opresión y el apartheid, país que aspira legítimamente a refundar un Estado Palestino con su capital en Jerusalén Este, país que, con Occidente y EEUU en su contra, lucha con el convencimiento de que ninguna potencia del mundo destruirá su sueño de enarbolar su bandera en el siemprevivo viento de la libertad.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.