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Del cambio al desmadre climático

Fuentes: Público

Este año hemos sufrido, o disfrutado, de un invierno y comienzo de primavera muy frío y húmedo. Esto ha sido aprovechado por los negacionistas para restarle importancia al cambio climático. De igual forma, los datos pluviométricos por encima de los valores medios y el número de frentes polares que han sacudido la península han sido […]

Este año hemos sufrido, o disfrutado, de un invierno y comienzo de primavera muy frío y húmedo. Esto ha sido aprovechado por los negacionistas para restarle importancia al cambio climático. De igual forma, los datos pluviométricos por encima de los valores medios y el número de frentes polares que han sacudido la península han sido utilizados para volver a enarbolar la bandera del «ya os lo dijimos, el cambio climático no se reduce a sequía y alta temperatura, sino a anomalías térmicas y fenómenos climáticos extremos».

Pero ante este debate tuitero muchas veces maniqueo, voy a intentar hacer una exposición, más o menos científica, de dónde estamos y hacia dónde vamos.

Si atendemos a los datos pluviométricos podemos afirmar que el déficit hídrico acumulado de la península se ha reducido en un 30%, llegando a superarse en lo que va de año hídrico (1 de octubre – 30 de septiembre) un 2% los valores medios de lluvias en la península. Pero si lo analizamos en detalle, comprobamos cómo esa premisa del cambio climático, anomalías y datos extremos se ha cumplido a la perfección.

Mientras en la mayor parte del norte de la península ha llovido más de un 25% por encima del valor normal, vemos como en las zonas del sur y el levante apenas se ha llegado al 75% de los valores medios, llegando a situaciones tan extremas como la cuenca del Segura, donde prácticamente no ha caído una gota. Por el contrario, encontramos el caso de La Rioja, donde yo me encuentro. Aquí, este comienzo de año ha sido el año más lluvioso en siete décadas con 242,8 litros por metro cuadrado.

Si atendemos a la temperatura global, el frío sufrido en el sur de Europa no ha conseguido romper la tendencia de aumento de temperatura planetaria y ya son 399 meses seguidos en los que la temperatura global se sitúa por encima de la media del siglo XX. Precisamente este pasado mes de marzo la temperatura global del planeta estuvo 0,83 ºC por encima del promedio del siglo XX (12,7 ºC).

Una vez vemos donde estamos, toca analizar ahora hacia dónde vamos, y para ello vamos a fijarnos en los porqués de este año con trombas de agua constantes en el norte peninsular.

La NAO y El Clima

El clima en Europa está regido por la llamada Oscilación del Atlántico Norte, NAO por sus siglas en inglés. Este fenómeno puede resumirse por las variaciones de presión que existen entre las altas presiones del Anticiclón de las Azores, que todos y todas conocerán porque es citado en nuestros partes meteorológicos, y las bajas presiones de la Borrasca del Mar del Norte o de Islandia. El gradiente de presión entre estos y su posición exacta van a decidir el trascurso de los diferentes frentes que visitan la Europa continental.

La NAO se compone de dos fases generales. Una es la llamada positiva, en la que el anticiclón de las Azores presenta un centro de presión más alto, desplazando los frentes y provocando que en Europa del Norte los inviernos sean más cálidos y lluviosos mientras que en el Sur de Europa se experimenten inviernos secos. La segunda es la fase negativa con altas presiones débiles en el anticiclón de las Azores y suavizando las Borrascas del norte, reduciendo el gradiente de presión y permitiendo tormentas que viajan hacia el Mediterráneo, con temperaturas más frías en el sur de Europa.

Para entendernos todos, debemos imaginarnos que en lo que a Europa se refiere, ya que esto afecta a los dos lados del Atlántico, la NAO representa un pasillo por el que circulan los frentes y, dependiendo de la presión, estos oscilarán arriba o abajo. Posiblemente algún meteorólogo lea esto y me quiera arrear con la zapatilla, pero yo creo que así nos entendemos mejor.

La existencia del cambio climático está variando de forma sensible los valores de estos dos epicentros de presión, y así su posición. La primera vez que tuve constancia de ello fue en mi cuarto año de carrera, cuando valores extremadamente anómalos del Anticiclón desplazaron hacia el sur la borrasca, colocándola sobre las islas británicas y haciendo que la cola del giro ciclónico que supone una borrasca pasara por Galicia de forma constante. Esto supuso que pasáramos 3 meses completos sin ver la luz del sol en la ciudad de Vigo, donde yo vivía.

La Corriente del Golfo y el sistema circulatorio

¿Cómo está haciendo esto el Cambio Climático? Pues ahora viene la parte importante de la exposición y el punto al que yo quería llegar. Al contrario de lo que la mayoría podríamos pensar, el clima no nace en la atmósfera, sino en los océanos, y es a través de la interacción océano-atmosférica como se genera la NAO. Los datos nos están dando el alarmante aviso de que, durante las últimas dos décadas, las aguas de altas latitudes del Océano Atlántico Norte no se están calentando sino enfriando.

Esto se debe al debilitamiento de la corriente del Golfo que contribuye de modo sustancial al flujo de calor hacia las latitudes altas del Océano Atlántico, alcanzando las costas occidentales de centro y norte de Europa. Varios estudios confirmaron recientemente una reducción del 15-20% del flujo de esta corriente en los últimos 150 años, siendo mayor esta reducción en las últimas décadas. Esta corriente que forma parte del sistema circulatorio global, o corriente termohalina, se está viendo afectada, como no podía ser de otra forma, por el deshielo del Ártico, aumentando la temperatura del agua y reduciendo la salinidad y, por ende, reduciendo su intensidad.

Para acabar con la exposición, que se que está siendo durilla, la Corriente del Golfo es la que rige la llamada oscilación multidecadal atlántica, AMO. Según sus valores tenemos una NAO positiva o negativa. Pero claro, al tener una corriente cálida cada vez más débil y un aporte de agua fría por el deshielo mayor, esta está totalmente descuajeringada.

Y así llegamos a este año. Recordad que el pasado verano el hielo Ártico se redujo a la mitad, tanto en espesor como en superficie, provocando anomalías en la interacción oceanoatmosférica que nos llevaron a que el Anticiclón de las Azores estuviera muy bajo y, además, a que la borrasca del norte igualmente se desintegrara en lo que se llama el vórtice polar tembloroso y que tan bien nos explican aquí los amigos de Contra el diluvio.

Un experimento Global

Al final, cuando hablamos de fenómenos meteorológicos extremos, hablamos de situaciones físicas extremas, altas presiones muy bajas y viceversa, desconocidas hasta ahora, y borrascas que dejan de serlo, permitiendo, como ha pasado este año, viajes de masas calientes hacia el Polo y frentes fríos que llegaban hasta la cornisa Cantábrica.

Pero esto no es sólo cuestión de que llueva más o menos, que también. Recordemos que si los ciclos de sequía se alargan como hemos visto estos años, el hecho de tener episodios de lluvias torrenciales, lejos de aliviar el problema de la desertización, lo agravan. El verdadero problema es que los fenómenos puntuales son consecuencia de fenómenos globales.

La interrupción de las corrientes marinas como consecuencia del cambio climático suponen, por un lado, la paralización del sistema de renovación de agua y con ello de nutrientes y temperatura. Pero por otro, suponen un desmadre climático que ningún científico está en condiciones de cuantificar ni predecir.

Con todo, podemos afirmar que la actividad humana y la emisión de Gases de Efecto Invernadero están provocando un gran experimento planetario de inciertas consecuencias. Como decimos siempre, el cambio climático ya está aquí, y esto no supone que puedan plantar viña en Noruega, sino todo lo contrario, o sí… ¡Vaya usted a saber!

Fuente: http://blogs.publico.es/ecologismo-de-emergencia/2018/05/07/del-cambio-al-desmadre-climatico/