Uno de las grandes directrices del sionismo y que le ha permitido ser la base ideológica de los distintos gobiernos que se ha dado la entidad israelí, desde mayo del año 1948 a la fecha, es centrar su discurso de odio y apartheid contra el pueblo palestino. Y se explica y defiende advirtiendo, que si […]
Uno de las grandes directrices del sionismo y que le ha permitido ser la base ideológica de los distintos gobiernos que se ha dado la entidad israelí, desde mayo del año 1948 a la fecha, es centrar su discurso de odio y apartheid contra el pueblo palestino.
Y se explica y defiende advirtiendo, que si no se tiene esa política de discriminación se podría sufrir una nueva persecución como la vivida durante los años previos a la Segunda Guerra mundial y bajo la ocupación de Europa del nacionalsocialismo, pues Israel vive rodeada de enemigos según esta teoría racial del que se considera el «pueblo elegido» para una «tierra prometida».
En ese marco fantasioso y donde el pueblo palestino está pagando las consecuencias de políticas de discriminación sufridas en Europa, el régimen israelí se empeña en invisibilizar, no sólo la lucha del pueblo palestino y mantener en la impunidad los crímenes cometidos día a día en la Franja de Gaza y los territorios de la Ribera occidental, incluyendo a Al Quds, sino también enterrar la historia de este pueblo, su cultura, su idioma y sus posibilidades de autodeterminación.
Israel lleva adelante este plan funesto y criminal mitificando una historia construida en base a engaños, la imposición de dogmas de fe como si fuesen leyes de obligatorio cumplimiento y la férrea alianza con Estados Unidos, quien ha actuado como padre putativo del sionismo, sirviéndose mutuamente en materia de políticas de dominio y agresión en Oriente Medio. Ello, con fuerte sustento en el trabajo realizado, en el propio territorio estadounidense, a través del Lobby Sionista en el denominado Comité de Asuntos Públicos Estadounidense-Israelí – AIPAC por sus siglas en inglés – a lo que se suman poderosas redes de cristianos sionistas, facilitadores de esta idea de dominio de Israel bajo consideraciones religiosas más propias de fanáticos que de creyentes en una religión de paz.
Israel, sus líderes políticos y militares, sus partidos terroristas, los colonos extremistas que se han asentado en forma invasiva en la Ribera Occidental, los medios de comunicación afines a este política de apartheid, utilizan estrategias diversas para consumar esta ocupación y usurpación del territorio palestino, intentando hacer invisible sus crímenes ante los ojos del mundo. La manera de llevar adelante esta política es mediante una estrategia de desorientar, de torcer la atención de la sociedad israelí en particular y de sus propios problemas internos (corrupción de los partidos gobernantes, un país sustentado en la ocupación y asesinato de otro pueblo, un país que se ha desarrollado en base a las dádivas extranjeras y multinacionales vinculadas estrechamente a la industria militar y hasta políticas de alianzas con países como Arabia Saudí). Una sociedad israelí ciega, sorda y muda en su gran mayoría al clamor de justicia del pueblo palestino.
Y, en el plano externo, ese desviar la atención se expresa a través del bombardeo incesante de noticias, centradas, ya sea en los sucesos de Siria o los ataques contra la República Islámica de Irán y el Acuerdo nuclear, pero escasamente en la política colonial que el régimen que gobierna a Israel impone a millones de seres humanos, sometidos al arbitrio, la usurpación, el saqueo de sus recursos naturales e incluso la política de poner un manto de olvido sobre la historia palestina. Sumemos a ello las dinámicas de agresión que Israel y su régimen cívico-militar llevan a cabo contra países vecinos como El Líbano y Siria. Sus amenazas constantes de atacar a Irán y sus apoyos a las bandas terroristas takfiri que operan en Siria e Irak. Analicen cualquier conflicto que exista en Oriente Medio, Asia Central y el Magreb y allí estará el régimen israelí apoyando a lo más rancio y retrógrado de las castas dirigentes.
No olvidemos la política de asesinatos selectivos que lleva el régimen israelí a contratar sicarios y mercenarios para asesinar opositores, líderes árabes, militantes palestinos y todo aquello que el sionismo y sobre todo el régimen de Netanyahu considera enemigos. Notorios has sido los asesinatos de científicos iraníes vinculados al programa nuclear de la nación persa asesinados por agentes del Mossad. O el reciente crimen cometido por sicarios contratados por Israel en Malasia contra Fadi Mohamad al-Batash, inventor y profesor universitario de 35 años y originario de la Franja de Gaza, quien fue baleado por dos motociclistas «cuando se dirigía a una mezquita para la oración de la mañana».
El periódico israelí Haaretz denunció este crimen como parte de una política de los gobiernos de su país para eliminar supuestos peligros para la seguridad del país: «Un estado que envía escuadrones de la muerte a los confines de la tierra no es motivo de orgullo. Al final, son asesinos a sueldo», sostuvo el analista Gideon Levy, un férreo crítico de las políticas colonialistas de su gobierno. Parte importante de la hipocresía del mundo frente a este actuar sionista radica en que estos crímenes quedan impunes.
Lo descrito me lleva a preguntar: ¿cómo actuarían los organismos internacionales si Palestina, por ejemplo, a través de sus autoridades mandara a ejecutar a agentes del Mossad, a científicos israelíes que trabajan en el diseño de armas que se usan contra el pueblo palestino o contra líderes políticos porque «afectan la seguridad del pueblo palestino»? Tal vez sea hora de responder a la vieja usanza de la Torá, me dijo un viejo amigo antisionista, en aquello escrito en Éxodo 21:23-25: «Pero si hubiera algún otro daño, entonces pondrás como castigo, vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe.» Concepto repetido en Levítico 24:18-20 y en Deuteronomio 19:21 para aquellos piadosos seguidores de la ley de Jehová y que suelen rasgar vestiduras a la hora de hablar de dios pero no del respeto a la vida de los seres humanos. Sepulcros blanqueados diría algún personaje histórico
El Nacionalsionismo Israelí
Israel traslada los «problemas» fuera de Palestina y, así, la entidad sionista se beneficia, ocultando los crímenes que comete día a día contra la población palestina. Una estrategia luctuosa, de un fanatismo rayano en la idea de una solución final al estilo del criticado nacionalsocialismo, que tanto ha sido utilizado por Israel para conseguir réditos que han consolidado, no la reparación para miles de víctimas del régimen hitleriano, sino para haber apuntalado, precisamente, un régimen segregacionista, colonial y criminal que no puede ser denominado de otra forma más que Nacionalsionismo.
Ese pueblo palestino que es asesinado diariamente, en forma violenta, que es expulsado de sus hogares, cuyas viviendas son demolidas, sus cultivos arrasados. Un pueblo palestino surcado en su territorio, ya sea por un Muro de Segregación en la Ribera Occidental o por un bloqueo criminal en la Franja de Gaza – el campo de concentración más grande del mundo en cuyos límites.
Ese pueblo palestino vive allí, a pocos kilómetros de los lugares que habitan hoy una población judía de origen europeo, que se instaló en la Palestina histórica a partir de fines de la década de los noventa del Siglo XIX en un proceso de colonización que continúa hasta hoy y que tuvo su punto de instalación fáctica en mayo del año 1948, cuando nace la entidad sionista con el apoyo de las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial y en el marco de una visión hegemónica de instalar una punta de lanza occidental en tierras árabes.
Ese pueblo palestino está ahí, más vivo que nunca, más digno y fuerte en su empeño de lograr su autodeterminación, que ha sido castrada por la alianza entre el sionismo y su padre putativo. Ese pueblo palestino está presente día a día, a pesar de la política de exterminio llevada a cabo por el sionismo. Está en los jóvenes, los hombres y mujeres de la Franja de Gaza. El pueblo de Al Jalil – Hebrón – y la represión constante que sufren a mano de colonos y soldados enquistados en el casco antiguo de la ciudad.
Ese pueblo palestino está en Al Quds, en cada rincón de la Palestina Histórica, hoy profanada por la ocupación sionista. Está en la Explanada de las Mezquitas, en Bethlehem donde cristianos y musulmanes se hermanan en la lucha contra el ocupante. En Beit Jala, en Beit Sahour, en Ariha y la imposibilidad de rozar sus pies en las aguas del Mar Muerto. Están en Tulkarm, en Nablus, Ramallah. En cada pueblo y aldea que resiste, que ha sido borrada de los mapas por la política de judaización llevada a cabo por el régimen israelí e impulsada por aquellos judeo-nazis (así denominados en artículos escritos en el diario israelí Haaretz) como el diputado racista Bezalel Smotrich, del partido Hogar judio o el Presidente de la organización delictiva Lehava, Benzion Gopstein, entre otros fanáticos cómplices de miles de crímenes de lesa humanidad.
Palestina está ahí frente a nosotros, por más que los ciegos, sordos y mudos de este mundo no la quieran ver, no la quieran escuchar y no le quieran gritar ¡estamos contigo! Tal como lo sostiene el Director Ejecutivo de la Organización B´Tselem, Hagai El -Ad, «la ocupación se mantiene porque el mundo se niega a actuar. En cada respiración los palestinos respiran ocupación». Esto debe terminar así sea por vías diplomática o por la fuerza de la razón. Por más empeño que el sionismo ponga, en lo que denomina macabramente «la solución final» al tema palestino, este pueblo hermoso está ahí, lo ha estado y estará incluso cuando ese sionismo sea el que desaparezca, en el marasmo del olvido, con su carga de muerte y destrucción.
Blog del autor: www.palestina soberana.info
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