Recomiendo:
0

La abominable matanza de Gaza sepulta cualquier esperanza de paz entre árabes e israelíes.

Israel festeja los 70 años de la Nakba con un diabólico baño de sangre

Fuentes: Rebelión

Ya son 60 muertos, y 2.500 heridos el resultado de este imperdonable crimen de lesa humanidad cometido por el sionismo en la Franja de Gaza, la cárcel a cielo abierto más grande del mundo. El 15 de mayo el ejército israelí sin ningún escrúpulo utilizó fuego real para dispersar a los manifestantes que protestaba por […]

Ya son 60 muertos, y 2.500 heridos el resultado de este imperdonable crimen de lesa humanidad cometido por el sionismo en la Franja de Gaza, la cárcel a cielo abierto más grande del mundo. El 15 de mayo el ejército israelí sin ningún escrúpulo utilizó fuego real para dispersar a los manifestantes que protestaba por el traslado de la embajada de EE.UU en Jerusalén -coincidiendo con los 70 años de la fatídica Nakba- Para la comunidad internacional ha sido un «pequeño incidente» y le ruegan al gobierno de Netanyahu que, por favor, la próxima vez actué con mayor «contención y proporcionalidad».

«El ejército israelí ha reaccionado en defensa propia pues miles de palestinos de la franja de Gaza pretendían invadir nuestro territorio» -Benjamín Netanyahu. Desde Washington lo han respaldado: «Esta es una nueva provocación urdida por Hamas siguiendo las órdenes de Irán con el fin de desestabilizar Oriente Medio». El Consejo de Seguridad de la ONU no ha podido condenar la masacre pues EE.UU ha hecho uso de su derecho a veto. El gobierno de Hamas en Gaza es considerado por EE.UU y la UE uno de los arietes más peligrosos del terrorismo mundial.

Israel como potencia hegemónica (en 2108 recibe en ayuda militar por parte de EE.UU 705 millones de dólares) ocupa la primera línea de fuego en la lucha contra el yihadismo.

El traslado de la embajada de EE.UU a Jerusalén (capital eterna e indivisible de Israel) ha sido el verdadero detonante de las multitudinarias protestas en la que han participado miles de civiles desarmados en Cisjordania y en la franja de Gaza (frontera de Jabalia)

Con todo el cinismo Donald Trump ha dicho que el traslado de la embajada de EE.UU a Jerusalén es «una oportunidad excepcional para alcanzar la paz entre israelíes y palestinos».

Los ciento veinte muertos de las últimas semanas en Gaza y Cisjordania no representan más que una mínima proporción del inmenso holocausto cometido por el imperialismo sionista a lo largo de la historia.

Como lo ha reconocido portavoz israelí Michal Maayan: «No podemos meter tanta gente en la cárcel, lo más practico es disparar y eliminarlos.»

Los cimientos del estado de Israel se levantan sobre una fosa común rebosante de esqueletos y de cadáveres.

Han pasado 70 largos años, 70 larguísimos años desde aquel año 1948 cuando los sionistas se lanzaron a la conquista de las ciudades, pueblos y aldeas palestinas con el beneplácito de la ONU. Casi un millón de palestinos fueron expulsados de sus tierras por los paramilitares de la Haganá y el Palmaj. Rigurosamente aplicaron los planes de limpieza étnica para desalojar a las «razas inferiores» que impedían el desarrollo eficaz de la civilización y el progreso. Al pueblo elegido por Adonai le pertenece por mandato bíblico la mítica «tierra prometida».

Los palestinos tuvieron que buscar asilo en los países vecinos: Líbano, Siria, Jordania o Egipto. Atrás dejaron sus casas, sus campos, sus propiedades y su patrimonio. De repente de la noche a la mañana se convirtieron en parias, en pordioseros y apátridas hacinados en esas malolientes madrigueras de los campos de refugiados cual raza maldita que solo inspira desprecio.

Hoy son más de 5 millones de palestinos en el exilio víctimas este demencial genocidio que aún sigue latente. Los bebés nacidos de aquel entonces ya han cumplido 70 años, 70 años de humillación y de angustia, 70 años de una tragedia pavorosa de la que solo pueden encontrar consuelo confiándose a la voluntad de Allah. Resignados a envejecer en el destierro, sobreviviendo de la ayuda humanitaria o de la caridad de las ONG y sin ninguna esperanza de regresar a su amada patria. Sus padres, sus madres, sus abuelos, sus familiares, sus amigos se quedaron en el camino y ahora yacen sepultados en los arenales de los cementerios haciéndole compañía a las víboras y los alacranes.

Como dijera el Ministro de Defensa israelí Avigdor Lieberman «no son humanos, son bestias, todos los islamistas son terroristas enemigos dela humanidad y de la civilización.»

De nada valen las grandes cumbres y conferencias de paz propiciadas por los países occidentales para poner fin al mayor conflicto de Oriente Medio y quizás del planeta. Por el momento un acuerdo de paz justo y duradero entre árabes e israelíes es utópico y más que una quimera. Nuevamente el ángel exterminador clava con saña su cuchillo en el corazón de Palestina, una vez más y no será la última porque el único lenguaje que entiende el sionismo es el de las balas, los misiles, los bombardeos, los asesinatos y atentados selectivos.

El pueblo palestino ha perdido la fe en el futuro y ante la cruel realidad la única salida es convertirse en bombas humanas, en suicidas decididos a inmolarse y por lo menos vengar a sus hermanos. Ante el siniestro desafío de los sepultureros Donald Trump y Netanyahu la lógica respuesta es eternizar la intifada liberadora. La estrategia de Hamas y los grupos de resistencia es muy clara: que Israel no puedan dormir tranquilo, que Israel no tenga ni un solo minuto de descanso, que no puedan bajar los brazos y se mantengan en un eterno estado de emergencia. Sus intereses y sus ciudadanos estarán en peligro en cualquier parte del mundo en el que se encuentren. Priman las ideas más radicales de socializar el dolor y el sufrimiento, socializar el miedo, que tengan que doblar los efectivos de su ejército o de la policía, que inviertan millones de dólares en seguridad, que se armen hasta los dientes y se encierren en sus búnkeres las 24 horas del día.

No habrá paz, no habrá reconciliación posible, no hay perdón a tanta infamia y perversidad. Las madres lloran desconsoladas mientras levantan al cielo el cadáver amortajado de sus hijos. El pueblo palestino aniquilado a mansalva en el paredón de fusilamiento: matanzas, ametrallamientos, tiros de gracia, drones artillados, misiles inteligentes. asesinatos en masa Todo es válido pues cuentan con el apoyo incondicional del imperialismo norteamericano y la bendición de la UE. Es el triunfo del Dios de la ira y de la muerte. «¡make Israel Great again!»

Pero el pueblo palestino no se rinde y mantiene muy en alto su espíritu resistencia. Aunque 70 años después la Palestina ocupada haya sido reducida a su mínima expresión; sin articulación política, dividida en guetos, separados con muros, fosos, campos de minas, cercas electrificadas. Es indigno sobrevivir bajo el estado de sitio permanente y sufriendo todo el rigor de las leyes del apartheid. Porque la colonización no se detiene; los asentamientos ilegales están en pleno crecimiento con la llegada de miles de nuevos colonos o invasores. No hay ley, ni derecho internacional, ni derechos humanos, ni resoluciones de la ONU que los detengan. Es la táctica de los hechos consumados que se impone gracias al poderoso arsenal armamentístico israelí. «Judea y Samaria (Cisjordania) por derecho divino de la Torá serán siempre judías»- rabino ultranacionalista Yehuda Glick.

El sionismo pretende crear un clima de violencia y opresión tal que los palestinos no tengan otra opción que marcharse. Que se vayan lo más lejos posible ya sea a los países árabes, a Europa, EE.UU, Canadá, Australia, que asuman su derrota y el fracaso (empezando por sus dirigentes) El gobierno israelí incluso está dispuesto a comprar sus propiedades y pagarles una indemnización a las familias o a las personas que deseen emigrar y también, por supuesto, nacionalizar a todos aquellos que acepten la soberanía israelita. Que olviden sus reivindicaciones, que asuman otra identidad, otra lengua, otra cultura, otra nacionalidad, que busquen el bienestar social y económico y reconstruyan sus vidas fuera en vez de perderlas en luchas estériles.

Para Israel el único tratado de paz posible es que los palestinos renuncien a su estado, al derecho al retorno -como está estipulado en las resoluciones de la ONU- y a la capitalidad de Jerusalén Este.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.