Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
El «Acuerdo del siglo» de la Administración Trump para Palestina-Israel ha ido, como era de prever, cuesta abajo. Están cambiando la marcha. The Washington Post informa: «Con el prometido plan de paz del Presidente Trump para el Medio Oriente paralizado, los funcionarios del Gobierno se están enfocando en mejorar las condiciones en la empobrecida Franja de Gaza, una medida que podría presionar a los líderes palestinos para llegar a la mesa de negociaciones».
No contengas la respiración.
El «Acuerdo del siglo» estaba muerto al llegar porque se basaba en la idea de que Arabia Saudí y Egipto «entregarían a los palestinos» a cambio de una alianza más formal entre Arabia Saudí, Egipto, Israel y los Estados Unidos contra Irán. Se esperaba que los palestinos estuvieran satisfechos con la ayuda para el desarrollo económico mientras que sus aspiraciones para su propio Estado eran esencialmente archivadas, es decir, arrojadas al basurero.
Como era de esperar, a medida que se difundían los elementos del Acuerdo, los desmoralizados palestinos quedaron desilusionados. Ya habían perdido la confianza en el presidente Mahmoud Abbas y su Autoridad Palestina, que por los Acuerdos de Oslo se había convertido en el subcontratista de Israel para reprimir la resistencia de la ocupación. Tampoco los palestinos habían olvidado cómo Abbas y sus negociadores intentaron, sin éxito, comprometerse en una medida que habría destruido cualquier perspectiva de un Estado palestino independiente viable. Esto fue revelado por la filtración de los Documentos de Palestina, cuando salieron a la luz más de 1.600 documentos secretos, notas, transcripciones y mapas de conversaciones privadas entre Palestina, Israel y los Estados Unidos celebradas durante una década (1999-2010).
El comunicado de Al Jazeera TV y The Guardian en 2011 demostraron la voluntad de los funcionarios palestinos de otorgar a los israelíes asombrosas concesiones prácticamente en todas las cuestiones importantes y pedían poco a cambio, incluida la aceptación de colonias ilegales en Cisjordania y Jerusalén Oriental (con pequeños intercambios de tierras), cediendo soberanía sobre una amplia franja del este de Jerusalén y renunciando al control del sitio sagrado musulmán Haram al-Sharif ante un comité multipartidista y renunciando al derecho al retorno de todos menos de unos pocos de los millones de refugiados originados durante la limpieza étnica de los palestinos, oficialmente no reconocida, en 1948 y 1967. La delegación palestina también dijo que no se permitiría a los refugiados votar sobre la eventual propuesta de acuerdo y no puso objeciones al anhelo de los israelíes de que su país es el Estado judío, a pesar del hecho de que el 20 por ciento de la población es árabe musulmana y cristiana.
La parte israelí consideró que las ofertas eran políticamente inaceptables en parte porque no se incluyeron dos grandes colonias israelíes en Cisjordania. Además Israel insistió en sus propios intercambios de tierras: bloques de colonias en Cisjordania a cambio de aldeas palestinas que se extienden a lo largo de la frontera anterior a 1967, o Línea Verde. Esto despojaría a los palestinos de la ciudadanía israelí en el lado israelí de la línea sin su consentimiento individual y haría de Israel un Estado judío más puro. Bajo el statu quo, Israel controla directamente más del 60 por ciento de Cisjordania, la llamada Área C. Lo que queda a los palestinos es un archipiélago de ciudades separadas por territorio controlado por Israel. (Ver «Los mapas de los asentamientos israelíes» de Adam Entous que sorprendieron a Barack Obama»).
Como hasta ese momento el mundo no había sido informado acerca de la generosidad palestina (muchos palestinos preferían el término agotamiento) ni del rechazo de Israel (Israel nunca es desvelado) las revelaciones fueron una sorpresa, especialmente para las víctimas sufrientes del sionismo y del «liderazgo» palestino. El anhelo por un acuerdo también desmintió, como señala Jonathan Cook, la queja crónica de Israel de que no tiene «ningún socio palestino para la paz». Difícilmente podría haber soñado con un socio más obsequioso.
Por lo tanto, a la luz de este registro y con la iniciativa de Trump «estancada», se está perfilando una nueva estrategia centrada en la crisis humanitaria en Gaza. Es un acto en la dirección equivocada. La situación desesperada de Gaza podría abordarse como parte de una solución general, pero ese no es el caso.
Por un lado, la administración ve a Gaza con los ojos vendados. Gaza está habitada, entre otros, por palestinos expulsados de sus aldeas cuando las fuerzas militares israelíes se apoderaron de tierra de los árabes para el recién proclamado Estado judío en 1948. (Desde que se inició la remoción de los palestinos el plan se ejecutó a medias antes de que se declarara el Estado judío de Israel en mayo de 1948, es apropiado decir que la remoción fue iniciada por bandas terroristas judías o sionistas. Lo que se ha llamado acertadamente limpieza étnica no era solo física, sino también cultural e histórica. Se eliminaron casi 500 aldeas palestinas, que fueron borradas del mapa y reemplazadas por ciudades judías con nuevos nombres).
Cuando quedó despejado el polvo de la guerra y le siguió la declaración de independencia de Israel en 1948, Egipto retuvo la Franja de Gaza (sin anexarla) y Jordania ocupó Cisjordania (después de confabularse con los israelíes para evitar la creación de un Estado palestino independiente). La guerra -en la que los ejércitos árabes desorganizados, mal entrenados y mal equipados apenas pelearon- permitió a Israel expandir su territorio del 56 por ciento de Palestina recomendado por la Asamblea General de la ONU al 78 por ciento. Israel no declarará sus fronteras, prefiriendo dejar ese asunto para una determinación futura. Luego, en su ataque de 1967 contra Egipto, Siria y Jordania, Israel cumplió su aspiración de incorporar tanto Cisjordania como la Franja de Gaza que ocupó militarmente y construyó colonias exclusivamente para judíos israelíes, conducta expresamente prohibida por el derecho internacional, como declaró la Corte Internacional de Justicia en 2004.
En 2005, Israel desmanteló las colonias de la Franja de Gaza y reubicó al ejército fuera de la valla a lo largo de las dos fronteras. (La frontera sur es con Egipto, que es un aliado de Israel, y el Mar Mediterráneo está al oeste). Así, Israel todavía seguía controlando Gaza a pesar de la anunciada «retirada». En 2005, los palestinos, hartos del Gobierno corrupto de la Autoridad Palestina, votaron a favor de Hamás en una elección libre impulsada por la Administración Bush, que quedó impactada por los resultados. (Para una discusión sobre Hamás, vea mi artículo «Por qué Palestina importa»). Después de un fallido golpe de Estado de la AP contra Hamás respaldado por Estados Unidos, Israel, EE.UU. y la Unión Europea procedieron a castigar a los habitantes de Gaza. En 2007, Israel impuso un bloqueo total, controlando quién y qué podría entrar y salir del pequeño territorio con casi dos millones de residentes. El objetivo del bloqueo es mantener a los palestinos indigentes y desmoralizados. Además de esto, Israel ha emprendido varias veces guerras aéreas y terrestres a gran escala contra los habitantes de Gaza, esencialmente indefensos, dejando a su paso muerte, heridos, falta de vivienda, agua potable contaminada y una destrucción impactante. Debido a que el bloqueo impide la entrada de materiales y otros bienes, no se pueden realizar las reparaciones necesarias. Se prevé que Gaza sea inhabitable en menos de dos años.
Más recientemente el ejército israelí ha matado a más de un centenar de habitantes de Gaza y ha herido a miles durante las manifestaciones mayoritariamente no violentas cerca de la cerca fronteriza. Israel afirma que utiliza la fuerza contra los habitantes de Gaza en defensa propia, pero esto suena hueco, teniendo en cuenta que Gaza es una gran prisión al aire libre completamente controlada por Israel. Los habitantes de los territorios ocupados tienen derecho a resistir en virtud del derecho internacional. (¿Qué pensaríamos de las quejas nazis de que los judíos en los campos de concentración volaban cometas de fuego sobre las tierras agrícolas alemanas?)
Esta es la crisis humanitaria a la que se refieren la administración Trump y los principales medios de comunicación estadounidenses. No es el resultado de un desastre natural o una enfermedad misteriosa. Es el resultado de la política israelí. Sin embargo, usted nunca sabría esto por la mayoría de políticos y expertos que lideran las discusiones.
Tome el artículo del Washington Post que he vinculado en la parte superior. Está escrito por Anne Gearan, una respetada reportera que seguramente sabe que engaña a sus lectores. Ella escribe por ejemplo,
La importante propuesta de paz [de Trump] se ha visto obstaculizada por la Autoridad Palestina, que negociaría cualquier colonia, pero sigue enfurecida por la decisión de Trump del año pasado de reconocer Jerusalén como la capital de Israel.
No hay ninguna pista aquí de que la decisión de Trump sobre Jerusalén fue un bofetón en el rostro de los palestinos previo a la negociación porque aceptó por completo la posición del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, que no está dispuesto a hacer ninguna concesión real a los palestinos. A pesar de todas sus fallas, Abbas no estaba siendo petulante: las personas a las que afirma representar no aceptan el reclamo de Israel de una Jerusalén indivisa. (Y tampoco lo hacen los amigos de Trump del Estado del Golfo).
Gearan señala que «el desempleo en Gaza es de alrededor del 40 por ciento y los residentes solo tienen unas cuatro horas de electricidad al». ¿De quién es la culpa? Ella señala que la ONU «dice que las condiciones allí son terribles y cada vez peores, y predice que sin intervención, el territorio costero que limita con Israel y Egipto será ‘inhabitable’ para 2020″. ¿Sin intervención? Es la intervención israelí la que ha llevado a Gaza a su condición. Los habitantes de Gaza no deberían tener que elegir entre la liberación y el desarrollo económico; la liberación traería desarrollo.
La reportera del Post escribe que «las protestas en la frontera de Gaza e Israel en abril y mayo provocaron la muerte de decenas de palestinos». Pero las protestas, que fueron abrumadoramente pacíficas, no condujeron a las muertes. Esos palestinos fueron asesinados por francotiradores de Israel que se encontraban a salvo fuera de la cerca de la prisión. Gearan reconoce la intervención de los soldados, pero solo cuando señala que «la Administración Trump ha respaldado a Israel contra las críticas internacionales porque sus soldados usaron una fuerza desproporcionada al disparar a civiles que se manifestaban en las vallas fronterizas durante las protestas». Escoger a los manifestantes encarcelados que se acercan demasiado una valla fortificada parecerá desproporcionada a cualquier observador razonable.
Gearan continúa:
Un enfoque centrado en Gaza podría tener al menos beneficios políticos a corto plazo para Israel, si una tregua en la frontera hostil reemplazara las imágenes de enfrentamientos mortales.
«Queremos apoyarlos», dijo el alto funcionario israelí sobre el equipo de EE.UU., y agregó que no está claro si Hamás aceptará la tregua y un intercambio de prisioneros que Israel exigirá desde el comienzo de cualquier propuesta.
Ella esconde a sus lectores el hecho de que Hamás ha cumplido las treguas en el pasado, solo para que Israel las rompiera cuando necesitaba mostrar sus músculos ante el mundo árabe.
Señala además que «los palestinos también buscan una reparación para los árabes que abandonaron sus hogares cuando se estableció el Estado de Israel». Esos palestinos no se limitaron a abandonar sus hogares, como si hubiera sido por su voluntad, lo que es contrario a la evidencia que siempre ha afirmado la propaganda. Fueron conscientemente expulsados por una campaña de asesinatos y caos. Esta limpieza étnica fue completamente documentada por archivos del Gobierno examinados por historiadores israelíes hace 30 años. La «limpieza étnica» es el término de los historiadores, e incluso el ejército israelí utilizó el término «limpieza» y «pureza» en sus documentos.
Por supuesto Gearan informa, como si fuera un hecho, de que «Israel se retiró de Gaza en 2005». Mostré anteriormente la falsedad del relato.
Finalmente, Gearan discute la preocupación palestina de que el vuelco de Trump hacia Gaza pueda indicar una medida calculada para separar a ese grupo de palestinos de sus hermanos en Cisjordania:
Abbas dijo el mes pasado que rechazaba un paquete económico organizado por Estados Unidos para Gaza como un intento del Gobierno de Trump de dividir a los palestinos y reducir un conflicto político con Israel a una emergencia puramente humanitaria. Una declaración de su vocero advirtió a los países de la región para que no apoyaran un proyecto que separaría aún más Gaza de Cisjordania y requeriría concesiones sobre el estado de Jerusalén…
Pero:
El funcionario estadounidense desestimó las sugerencias de que centrarse en Gaza es el preludio de un plan impulsado por los EE.UU. para crear un Estado palestino en Gaza, lo que eliminaría del acuerdo a la recalcitrante Autoridad Palestina.
Tenemos motivos para preguntarnos si ese es realmente el plan estadounidense-israelí. Jonathan Cook escribe:
Según los informes, Trump espera revelar pronto un paquete, asociado con su plan de «acuerdo pacificación del siglo «, que se comprometerá con la construcción de una red de energía solar, una planta de desalinización, un puerto marítimo y un aeropuerto en el Sinaí, así como una zona de libre comercio con cinco áreas industriales. La mayor parte del financiamiento provendrá de los estados del Golfo, ricos en petróleo.
Las fuentes diplomáticas egipcias parecen haber confirmado los informes. El programa tiene el potencial de ayudar a aliviar el inmenso sufrimiento de Gaza, donde escasean la electricidad, el agua limpia y la libertad de movimiento. Palestinos y egipcios trabajarían conjuntamente en estos proyectos, proporcionando trabajos desesperadamente necesarios. En Gaza, el desempleo juvenil supera el 60 %.
No se ha aclarado si se alentará a los palestinos de Gaza a vivir en el Sinaí en las proyectadas ciudades de trabajadores migrantes. Sin duda Israel esperará que gradualmente los trabajadores palestinos hagan del Sinaí su hogar permanente.
Mientras tanto Egipto se beneficiará tanto de la enorme inyección de capital en una economía actualmente en crisis como de la nueva infraestructura que se puede utilizar para su propia población en la agitada península del Sinaí.
Vale la pena señalar que durante dos años un ministro del gabinete israelí ha estado proponiendo proyectos de infraestructura similares para Gaza ubicados en una isla artificial que se establecerá en aguas territoriales palestinas. El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu ha rechazado repetidamente la propuesta.
En cambio localizar el proyecto en Egipto, bajo el control de El Cairo, unirá las preocupaciones de seguridad egipcias sobre Gaza con las de Israel y servirá para matar el proyecto de Estado para la causa nacional palestina.
Cook entiende por qué este plan sería atractivo para Estados Unidos e Israel. (Señala que el general israelí Yoav Mordechai, que coordina la estrategia en los territorios ocupados, ha propuesto «una zona de libre comercio y proyectos de infraestructura en el Sinaí»). Entre otros beneficios, «haría permanente la división territorial entre Gaza y la Cisjordania y la división ideológica entre las facciones rivales de Fatah y Hamás»; «rebajar la calificación de Gaza de una cuestión diplomática a una humanitaria;» «alentar la solución final de potencialmente ubicar a millones de refugiados palestinos en territorio egipcio, despojándolos de su derecho en el derecho internacional a regresar a sus hogares, ahora en Israel»; «debilitar los reclamos de Abbas y su Autoridad Palestina, ubicada en Cisjordania, de representar la causa palestina y socavar sus movimientos para lograr el reconocimiento de la condición de Estado en las Naciones Unidas» «y levantar el oprobio de Israel al cambiar la responsabilidad de reprimir a los palestinos de Gaza a Egipto y al mundo árabe en general». ¿Por qué aceptaría Egipto el trato? Por, dice Cooks, «la susceptibilidad de Egipto a los incentivos financieros».
Por lo tanto, la estrategia de Trump-Kushner puede ser destruir, en nombre del humanitarismo, cualquier perspectiva de genuina liberación palestina. El efecto podría ser arrojar a los habitantes de Gaza a Egipto, de manera efectiva si no físicamente, mientras Israel continúa engullendo Cisjordania.
Adiós, solución de dos estados. Hola, apartheid de un Estado.
Sheldon Richman , autor de America’s Counter-Revolution: The Constitution Revisited , mantiene el blog Free Association y es miembro senior y presidente de los fideicomisarios del Center for a Stateless Society , y editor colaborador en Antiwar.com . Él es también el editor ejecutivo de The Libertarian Institute.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.