La normalización de Israel, por parte israelí, se puede definir a que sean tratados como un estado normal. Es decir, que se les considere un estado democrático, con fronteras respetadas y aceptadas por sus vecinos, cualesquiera que sean éstas, y que sus productos y habitantes puedan ir a cualquier parte del mundo sin problemas y […]
La normalización de Israel, por parte israelí, se puede definir a que sean tratados como un estado normal. Es decir, que se les considere un estado democrático, con fronteras respetadas y aceptadas por sus vecinos, cualesquiera que sean éstas, y que sus productos y habitantes puedan ir a cualquier parte del mundo sin problemas y que no haya campañas o acciones de otros estados que impidan su comercio. Que las críticas que puedan hacer a las actuaciones de su gobierno estén limitadas a aspectos declarativos sin mayor consecuencia y, en su caso, a una negociación donde no se ponga en cuestión una serie de elementos centrales de su política.
Esto que reclaman los israelíes, para un lector no informado le podría parecer que entra dentro de lo normal. Pero, lo que pretende el gobierno israelí y muchos israelíes es ocultar el contexto y la evolución histórica ocurrida, hasta llegar a la actualidad de Palestina.
Israel es una potencia ocupante. Ha ocupado hace 50 años lo que quedaba de la Palestina histórica más los Altos del Golán de Siria, tras las repetidas apropiaciones desde el reparto de Palestina por decisión colonial de una Asamblea de las Naciones Unidas de 1947. Ya la división fue una gran injusticia.
En el momento de esa partición sólo el 6’6 % era de propiedad judía según las actas de las Naciones Unidas. Pero ésta estableció que el 57 % de la superficie formase parte de un futuro estado de Israel, aun cuando en ese momento sólo un tercio de la población era judía. Jerusalén no formaba parte de esa división. Por lo que toda Jerusalén es un territorio ocupado.
Durante décadas había habido una emigración sionista excluyente, apoyada por la potencia colonial británica, en el sentido de que la compra de tierras que realizaban venía acompañada por la expulsión de aparceros palestinos y su sustitución por esa nueva emigración europea. Los palestinos y árabes no aceptaron que se les obligase a dejar de existir por decisión externa. De ahí, el rechazar esa división. Fueron derrotados y el Estado de Israel amplió los límites de la división onusiana y expulsó a más de los 700.000 palestinos de sus hogares fuera del territorio obtenido en la partición o de lo conquistado. Ese es el origen, por ejemplo, de la sobrepoblación de Gaza y que cerca del 70 % de su población actual sean esos refugiados y sus descendientes. El sionismo siempre ha tenido claro que quieren una Palestina sin sus pobladores originales.
El sionismo tiene el objetivo de ocupar una tierra con una población que se define como judía expulsando a la población originaria palestina. La injusticia de este planteamiento y el consentimiento del resto de los estados se hace si se acepta la narrativa sionista de un ‘derecho a una tierra’ de unas personas ajenas a Palestina y de considerar a los habitantes originarios con menos derechos.
A la ocupación, se le añaden expropiaciones, colonias, apropiación de recursos, muros que impiden accesos a cultivos…. La colonización de la economía, la discriminación de facto a la población palestina con nacionalidad israelí, la de ser extranjeros los jerosolimitanos en su propia ciudad donde hay una paulatina limpieza étnica, el bloqueo a Gaza… Todo obviando cualquier frontera, ni reconocimiento a los palestinos como sujetos de los mismos derechos.
Y ello acompañado lógicamente, de toda una represión que tiene que producirse para mantener la ocupación, con sus bantustanes, presos, deportados, refugiados a los que no se les permite la vuelta, asesinatos, … y una ‘justicia’ israelí que legalice la ocupación, la tortura, la detención administrativa, los asesinatos,… siempre por mor de la seguridad y el derecho supremacista.
Los palestinos han resistido. Con armas y pacíficamente. Los israelíes han seguido en esa estrategia de ocupación en diferentes fases y velocidades y de una forma gradual para que fuese asimilada por la comunidad internacional. Pero los palestinos siguen quejándose. Las personas con conciencia, también. Y siguen las declaraciones de condena. Los organismos internacionales periódicamente sacan a la luz -cuando pueden- informes demoledores que siguen señalando la desnudez de la ocupación y la hipocresía de esa comunidad internacional.
Y a pesar de las victorias israelíes, en FIFA, Eurovisión, en el acuerdo de Asociación de libre comercio entre la Unión Europea, Estados Unidos, Mercosur… e Israel, las derrotas sobre el terreno de los palestinos, éstos y grupos solidarios siguen señalando la injusticia y la vulneración del derecho internacional. Removiendo conciencias.
No, los palestinos no son ‘buenas víctimas’. Siguen reclamando al mundo la implementación del derecho al retorno a una vida digna en su tierra. Entonces, aunque se manifiesten de forma pacífica, los asesinos militares israelíes juegan al tiro y la comunidad internacional habla de uso de la fuerza desproporcionada, sin hacer ninguna sanción. Tampoco por el bloqueo. Tampoco por el Muro, ni la ocupación, ni todo lo demás.
En Beilin y Jerusalén reclaman sus hogares. Y hacen ruido.
Israel pone dinero para que el Giro de Italia comience en Jerusalén, o consigue que la FIFA obvie que hay equipos de las colonias en las ligas israelíes, logrando que no haya coste para el ocupante. Eurovisión al aceptar a Israel como miembro, lo normaliza. Antonio Muñoz Molina recoge el premio Jerusalén de manos de la alcaldía ocupante. Otros artistas han actuado en Israel, como una cosa normal, como en su día otros lo hicieron en la Sudáfrica del apartheid.
Pero, la ocupación y la ley de la fuerza no es normal. El desprecio a las leyes internacionales determina que haya un estado que legaliza el supremacismo y la ocupación, donde la ciudadanía no es universal y se tiene en función de un avatar étnico o religioso. Y esto, por encima de la existencia de elecciones en Israel impide que se pueda denominar como democrático a este Estado.
Este desprecio a los palestinos y la búsqueda de coherencia de las políticas de la comunidad internacional son las que motivan la creación y desarrollo de diversas campañas como la de ‘boicot a Israel´, los juristas que denuncian ante los tribunales y foros internacionales las vulneraciones de derechos humanos que realiza el estado ocupante israelí o las de la Flotilla por la Libertad (http://www.rumboagaza.org) que fletan pequeños barcos para llegar a Gaza y romper el bloqueo, como la que estos días sale de Italia.
Todas estas acciones se realizan porque los gobiernos europeos y el resto de la comunidad internacional no cumplen con sus obligaciones y de facto son cómplices con la ocupación. Al mismo tiempo, logran que Israel siga sin poder tener esa normalidad completa. De ahí, la necesidad de profundizar esas iniciativas ciudadanas y lograr pequeños pasos al lado correcto de la historia, de la justicia.
Santiago González Vallejo, Comité de Solidaridad con la Causa Árabe/Rumbo a Gaza
Publicado originalmente en http://www.mundoobrero.es/