Los habitantes de Gaza, territorio palestino en la costa mediterránea, llevan décadas de sufrimiento. Padecieron la división de la Palestina histórica y la discontinuidad con el resto del territorio asignado para la creación de un Estado palestino. Cerca del 70% de sus habitantes son los refugiados y sus descendientes expulsados de sus hogares en 1948 […]
Los habitantes de Gaza, territorio palestino en la costa mediterránea, llevan décadas de sufrimiento. Padecieron la división de la Palestina histórica y la discontinuidad con el resto del territorio asignado para la creación de un Estado palestino. Cerca del 70% de sus habitantes son los refugiados y sus descendientes expulsados de sus hogares en 1948 a quienes Israel impide ejercer su derecho al retorno, ese por el que se manifiestan todos estos días y que ha supuesto, de momento, cerca de 150 asesinatos y 4.000 heridos de bala por francotiradores israelíes y 14.000 por gases lacrimógenos.
Esta cárcel a cielo abierto lleva desde 2006, por poner una fecha, bloqueada por Israel. Un bloqueo que se puede mantener gracias a la complicidad de Egipto, la Unión Europea y, nada menos que por el Cuarteto, esa agrupación de la Unión Europea, Estados Unidos, Rusia y la secuestrada Naciones Unidas.
Gaza es un territorio ocupado según las leyes internacionales.
Ni siquiera se cumplen los acuerdos de Oslo. Los pescadores no pueden lanzar sus redes al mar. El gas gazatí es robado por las plataformas israelíes contiguas. El aeropuerto, financiado en gran parte por España e inaugurado por Aznar, ha sido destruido gratuitamente, sin necesidad, como tantas otras infraestructuras, y sin que Israel pague ninguna indemnización.
La central eléctrica sin uso, el tratamiento de aguas sin cubrir, los hospitales exhaustos, la UNRWA, la Agencia de las Naciones Unidas que, provisionalmente, se hace cargo de la asistencia a los refugiados, sin recursos como fórmula de doblegar a los palestinos y asumir la colonización dela que son objeto.
Una colonizaciónn económica y una normalización con el ocupante que tiene en las políticas de acuerdos de la UE su máxima expresión en el Acuerdo de Asociación, el desinterés real de ésta para revertir la situación de expolio con hechos, más allá de periódicas declaraciones que se compadecen mal cuando se comparan con la firmeza de sanciones en otros ámbitos.
Esta doble vara de medir de la comunidad internacional, dejando hacer ante la vista de todos, con miles de informes públicos de la colonización, incluyendo los que anualmente realizan los diplomáticos europeos en el terreno y que se archivan amarillentos en las bibliotecas de la infamia de todas las cancillerías, es la que provoca la reacción palestina y de la solidaridad internacional.
Las marchas de retorno de miles de gazatíes, sabiendo que pueden ser asesinados -impunemente-, es un grito de desesperación. Los cohetes o los globos artesanales incendiarios que son lanzados desde Gaza, sin poder alterar la situación desde el plano del poder militar, sabiendo que la venganza israelí con misiles dirigidos, de gran potencia y destrucción en vidas y ‘haciendas’, desde nuestro punto de vista, son gestos de resistencia que pretenden llamar la atención y hagan al fuerte cambiar el parámetro de la fuerza por la asunción de la existencia de un asunto no resuelto, la legitimidad de un pueblo pre existente al sionismo en Palestina.
Y si todos sabemos que la vida de todos sí vale algo, que la población palestina tiene derecho a una vida digna, sin colonización, que los 2 millones de gazatíes sólo pueden exponer su vida para lograrlo, no podemos ser indiferentes.
La campaña de la Flotilla de la Libertad – Rumbo a Gaza, sucesora de otras iniciativas, y compañera de otras propuestas que buscan el retorno de los refugiados, la no discriminación de los palestinos ya sea en Haifa, Jerusalén o Hebrón, tiene como objetivos defender el derecho internacional contra la colonización de Palestina, el libre movimiento hacia y desde Gaza, por aguas internacionales, de forma pacífica.
Son varias las iniciativas realizadas estos años. Alguna, como la del Mavi Marmara tuvo como consecuencia 10 asesinatos por las Fuerzas de ocupación israelíes. En todas, el secuestro y apropiación de los bienes y barcos, o su destrucción como el Arca de Gaza, un barco que desde Gaza pretendía navegar hacia Europa, bombardeado en el año 2014, penúltima razzia israelí a gran escala. La pequeña escala, diaria, ya no sale en los medios, porque nos estamos acostumbrando a la ley de la fuerza y a la complicidad e hipocresía de nuestros gobernantes.
La campaña de la Flotilla de la Libertad que estos días ya está con rumbo a Gaza, con participación de ciudadanos y residentes en España, reclama coherencia de políticas, pasar de declaraciones a la defensa efectiva del derecho internacional y de los derechos de la población palestina que, no olvidemos en este mundo global, es la defensa de los valores de una paz justa, no la ley de la fuerza y del dinero.
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