Traducido del ingles para Rebelión por J. M.
El presidente de EE. UU. Donald Trump con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu antes de la partida de Trump a Roma en el aeropuerto internacional Ben Gurion en Tel Aviv el 23 de mayo de 2017. (Kobi Gideon / GPO)
Primero la Administración Trump «sacó a Jerusalén de la mesa». Ahora, en una muestra especialmente peligrosa de imprudencia, ha anunciado su intención de hacer lo mismo con el «derecho de retorno» de los palestinos.
El primer indicio de que esto estaba en proceso vino con el anuncio de la Administración de suspender toda la asistencia estadounidense a la UNWRA, la agencia de la ONU creada para atender las necesidades humanitarias de los palestinos que se vieron obligados a huir de sus hogares en 1948 y nuevamente en 1967. Más recientemente la Administración, apoyada por algunos miembros republicanos del Congreso, lanzó un esfuerzo para limitar el estatus de «refugiado» solo a aquellos palestinos que fueron víctimas de las expulsiones de 1948.
Como Israel siempre ha rechazado su culpabilidad por la crisis de refugiados palestinos y se ha negado sistemáticamente a reconocer que los que huyeron en 1948 tenían derecho a la repatriación, un escritor israelí describió la intención de Estados Unidos de «sacar el tema de los refugiados» de la mesa como un «sueño hecho realidad». Y un ministro del gobierno del primer ministro Netanyahu celebró la medida de Estados Unidos como «finalmente decir la verdad a la mentira árabe que se ha comercializado en todo el mundo durante décadas […] No hay ninguna razón para que [los palestinos] sueñen con regresar».
Israel afirma que no tiene responsabilidad por los refugiados palestinos. Como es su práctica, los israelíes han intentado exculparse creando «hechos alternativos»: que los palestinos abandonaron voluntariamente sus hogares o que se les ordenó irse ante el avance de los ejércitos árabes. Sin embargo, un examen del registro histórico establece que los líderes políticos sionistas ejecutaron un plan deliberado para «limpiar» áreas enteras de sus habitantes árabes con el fin de crear un Estado que sería más grande que el proporcionado por la partición de la ONU y con menos árabes.
Están condenados por sus propias palabras:
Yigal Allon (líder del Palmach, el ejército sionista oficial):
«Vimos la necesidad de limpiar la Galilea superior y crear… continuidad judía en toda el área de la Alta Galilea… Por lo tanto, nosotros probamos una táctica… que funcionó milagrosamente bien. Reuní a todos los mujtars judíos, que tienen contacto con los árabes en las diferentes aldeas y les pedí que susurraran a los árabes que un gran refuerzo judío había llegado a Galilea y que iba a quemar todos los pueblos en el Huleh. Deben sugerir a estos árabes, en calidad de amigos, que escapen mientras tengan tiempo de huir. Huyeron en bandadas. La táctica alcanzó su objetivo por completo».
David Ben Gurion (hablando del «Plan D», la operación diseñada para expandir el tamaño del «Estado judío» y reducir el número de árabes dentro de él):
«Estas operaciones se pueden llevar a cabo de la siguiente manera: ya sea destruyendo aldeas (prendiéndoles fuego, volándolas y plantando minas en sus escombros) y especialmente aquellos centros de población que son difíciles de controlar permanentemente, o mediante el montaje de operaciones de peinado y control de acuerdo con las siguientes pautas: cerco de las aldeas, realizando una búsqueda dentro de ellas. En caso de resistencia, las fuerzas armadas deben ser eliminadas y la población expulsada fuera de la frontera del Estado».
Yigal Allon:
«Hay una necesidad de una reacción fuerte y brutal. Necesitamos ser precisos sobre el tiempo, el lugar y aquellos a los que golpeamos. Si acusamos a una familia, tenemos que hacerles daño sin piedad, incluidas las mujeres y los niños. De lo contrario, esta no es una operación efectiva. Durante la operación no hay necesidad de distinguir entre los culpables y los no culpables».
Menachem Begin (líder del Irgun):
«Los árabes de todo el país, inducidos a creer en los cuentos salvajes de la ‘carnicería del Irgun’, se vieron invadidos por el pánico ilimitado y comenzaron a huir para salvar sus vidas. La huida masiva pronto se convirtió en una enloquecida y desenfrenada estampida. De los casi 800.000 que vivían en el territorio actual del Estado de Israel, solo 165.000 permanecen. La importancia política y económica de este desarrollo difícilmente puede sobreestimarse».
Después de la guerra, durante la cual miles de palestinos fueron asesinados y otros 700.000 fueron forzados al exilio, Ben Gurion celebró lo que él llamó «un doble milagro»: un Israel con más tierras y menos árabes.
Después de su establecimiento, Israel agravó sus crímenes contra los palestinos aprobando una serie de leyes orwellianas que permitieron al nuevo Estado apoderarse de tierras de propiedad árabe (se robaron más de 2 millones de acres -incluyendo negocios, casas, huertos y tierras de cultivo-) y demolieron 385 pueblos árabes, todo hecho en un esfuerzo por borrar físicamente cualquier evidencia de la presencia palestina previa.
Pasé un tiempo en los campamentos palestinos en 1971 recogiendo las historias personales de pesadilla de aquellos que fueron expulsados, examinando sus álbumes de fotos familiares, de las casas que habían dejado atrás, y mostrando las llaves que aún llevaban, que se había convertido en un símbolo sagrado que representaba lo que había perdido y esperaban recuperar. Uno me dijo «los judíos dijeron que recordaban 2.000 años». Para mí solo han pasado 23 años, ¿cómo puedo olvidarlo?
En vista de esto, las acciones de la Administración Trump no solo son peligrosas e imprudentes, sino que son crueles e insensibles, además de violaciones de la ley y los acuerdos internacionales.
Mientras que algunos conservadores adoran citar la célebre Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, citando a su artículo favorito, el 18, que garantiza la libertad de religión y creencia, ignoran deliberadamente otros artículos relevantes:
Artículo 9: «Nadie será sometido a arresto arbitrario, detención o exilio». Artículo 13/2: «Toda persona tiene derecho a abandonar cualquier país, incluido el suyo, y regresar a su país». Artículo 17/2: «nadie será privado arbitrariamente de sus bienes».
Además está la resolución de la ONU de 1948, que declara «el derecho de los refugiados palestinos a regresar a sus hogares», una resolución que la Asamblea General de la ONU ha reafirmado regular y abrumadoramente.
Ante esta historia incontrovertible de la «limpieza étnica» israelí y las convenciones internacionales sobre los derechos de los refugiados, me estremezco cuando oigo la intención de la Administración Trump de «sacar de la mesa» el tema de los refugiados. Sacarlo de la mesa es, de hecho, mucho más amplio. Lo que está en juego es la vida y los bienes de los palestinos inocentes y sus familias, el imperio de la ley, simple justicia humana y la posibilidad de la paz. Los más de cinco millones de palestinos que viven bajo la ocupación y en los campos de refugiados en Jordania, Líbano y Siria no pueden ser borrados y si intentan hacerlo, no son solo los israelíes los culpables del crimen de guerra de la limpieza étnica. La Administración Trump se está haciendo cómplice de este crimen.
James J. Zogby es el presidente del Instituto Árabe Americano .
Fuente: https://972mag.com/trump-cannot-simply-erase-the-palestinian-right-of-return/137624/
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.