Traducción para Rebelión de Loles Oliván Hijós
En un libro sobre la diplomacia estadounidense en Oriente Próximo, el investigador Seth Anziska revisa las masacres de Sabra y Chatila (1982) aportando nuevos elementos sobre la participación del gobierno israelí. Ofrecemos aquí un análisis del libro y una entrevista con el autor.
En el otoño de 2012, con motivo del 30 aniversario de las masacres de Sabra y Shatila, el investigador estadounidense Seth Anziska publicó un artículo en The New York Times en el que abordaba cómo dirigentes israelíes, como el subsecretario de Estado Lawrence Eagleburger, «engañaron deliberadamente» a sus interlocutores estadounidenses sobre las masacres que se estaban produciendo en los campamentos palestinos y de los que tenían pleno conocimiento. El artículo también desvelaba la actitud timorata del gobierno de Reagan y de su embajador en Oriente Próximo Morris Draper, en primer lugar.
Para ello, Anziska se basó esencialmente en fuentes diplomáticas estadounidenses. Ahora vuelve a la carga y profundiza en el tema. En su libro Preventing Palestine: A Political History From Camp David to Oslo, [Impedir Palestina: una historia política desde Camp David hasta Oslo], un estudio de la diplomacia estadounidense en Oriente Próximo durante el período que va desde los Acuerdos de Camp David (1977) hasta los Acuerdos de Oslo (1993) 1, dedica unas veinte páginas a las masacres de Sabra y Chatila. Esta vez, ha tenido acceso a nuevas fuentes, incluidos documentos clasificados del trabajo de la famosa Comisión Kahane que evaluó en Israel las responsabilidades de dirigentes en estos crímenes 2.
Golpe de fuerza de Israel
Anziska recuerda que poco antes de las masacres, Israel había conseguido una semi-victoria de facto con la expulsión (negociada) de los combatientes palestinos de la OLP de Líbano a Túnez y a otros países árabes. Pero una vez evacuadas las fuerzas palestinas, el presidente estadounidense Ronald Reagan pronunció el 1 de septiembre de 1982 el único discurso relevante que dedicó en sus dos mandatos al conflicto israelo-palestino. Expuso en él su «plan» para el futuro. Sin considerar [la creación de] un Estado palestino, apoyó la evacuación israelí de los territorios ocupados de Cisjordania y Gaza. Su objetivo era «reconciliar los legítimos problemas de seguridad de Israel con los derechos legítimos de los palestinos». Por lo tanto proponía la apertura de negociaciones durante un período de transición durante el cual Estados Unidos exigiría a Israel «congelar de inmediato toda colonización». Finalmente, el presidente de Estados Unidos especificaba que «los palestinos deben desempeñar un papel preponderante en la determinación de su propio futuro».
El primer ministro israelí, Menachem Begin, reaccionó en con ira. En un discurso dirigido a Reagan, y tras evocar derechos bíblicos de los judíos a los territorios palestinos, proclamó que la vía que abría el presidente estadounidense conducía inevitablemente al establecimiento de un Estado palestino. Era inaceptable para Israel: «De manera inmediata tendrá usted una base soviética en el corazón de Oriente Próximo». Las relaciones entre Estados Unidos e Israel experimentaron entonces una fase de tensión.
«Es hora de firmar un acuerdo de paz»
En cuanto a Begin, en una reunión con Bashir Gemayel, dirigente de las falanges cristianas recién elegido presidente de Líbano por un Parlamento reunido bajo mando del gobierno de Israel, le afirma sin ambages que «dado que Israel le ha hecho ganar la presidencia y ha librado a su país de los combatientes de la OLP, era el momento de firmar un acuerdo de paz» con él. Gemayel se sorprende por la «brusquedad» y el menosprecio mostrado por su interlocutor pero no tendrá tiempo de pensar mucho en su propuesta. El 14 de septiembre fue asesinado por una bomba colocada en su cuartel general.
A la mañana siguiente, violando el alto el fuego y la exigencia estadounidense, el ejército israelí ocupa Beirut. Una «medida de precaución», dice Begin a los estadounidenses. El día 16, los falangistas cristianos entran en los dos campamentos palestinos. Son los israelíes los que les permiten cruzar sus líneas. Peor aún: les brindan apoyo logístico (en concreto, iluminando los campamentos por la noche).
Del artículo escrito hace seis años se desprendía que los israelíes habían impuesto con determinación su punto de vista a los estadounidenses y que no podían obligarlos a detener las masacres. El 17, el enviado especial estadounidense en Líbano, Draper, y el embajador en Tel Aviv, Sam Lewis, se reunieron con el ministro de Defensa Ariel Sharon, el jefe de gabinete Rafael Eitan y el jefe de inteligencia militar Yehoshua Saguy. Draper le exigió a Israel que las Falanges se retirasen de los campamentos. Saguy se negó. Cuando Draper insistió, el general israelí respondió sonriendo: «¿Y quién va a impedir que se queden?» 3.
Más tarde, los israelíes elaboraron el listado de los campamentos que había que «limpiar de terroristas» afirmando falsamente que todavía quedaban en ellos combatientes palestinos. Draper, preocupado espetó: Habrá quien diga que las FDI se quedan en Beirut para permitir que los libaneses maten a los palestinos en los campamentos». A lo que Sharon respondió: «Entonces los mataremos nosotros. No quedará ni uno. […] Si no queréis que los libaneses los maten, lo haremos nosotros. Como diciendo, y ¿qué nos vais a hacer? Los israelíes consiguieron de los estadounidenses que los falangistas permanecieran en los campamentos durante otras 48 horas más. El resultado es bien conocido: entre 800 y 2.000 personas asesinadas o desaparecidas. Mujeres violadas, niños y ancianos asesinados a tiros, hombres llevados a destinos sin retorno.
«Un plan para acabar con los palestinos»
En su libro, Anziska se interesa más por las causas de la masacre perpetrada por las falanges cristianas, leales al ejército israelí. «Nuevas pruebas halladas en el informe de la Comisión Kahane, extraídas de los anexos no publicados hasta el momento, describen una imagen más incriminatoria de Sharon y una favorable disposición de los oficiales israelíes por ver entrar a las milicias falangistas» 4 en los campos. «Israel y los líderes maronitas llevaban tiempo discutiendo sobre ‘limpiar la ciudad de terroristas’ como elemento clave de una agenda política para todo Líbano. Lo más importante es que esos planes no se limitaron únicamente a la expulsión de los combatientes de la OLP. De varios documentos se desprende claramente que este plan se refería a los refugiados palestinos en general». Esta es la única conclusión posible que se extrae de la lectura de los documentos citados por Anziska: lo que unió a los israelíes y a los falangistas en esta invasión israelí no fue únicamente debilitar a la OLP sino también promover «un plan contra los palestinos en general, como dice el general Saguy en conversación con Bashir Gemayel en el rancho privado de Ariel Sharon el 31 de julio».
¿Cómo «ocuparse de los palestinos»? Los documentos citados por el investigador muestran que los israelíes eran plenamente conscientes de que la intención de los falangistas era expulsar a los palestinos de Líbano mediante el terror. Para llevar a cabo este «plan», Gemayel le dijo al Director del Mossad, Nahum Admoni, el 14 de junio de 1982, una semana después del inicio de la invasión israelí, que «es posible que dependiendo del contexto necesitemos varios Deir Yassin» 5. Esta frase la pronuncia tres meses antes de las masacres. Bashir, dice Admoni, estaba obsesionado con «el desafío demográfico. […] Y cuando se refería al cambio demográfico lo hacía siempre en términos de asesinatos y eliminaciones».
La cuestión se menciona de nuevo sin ambigüedad desde principios de julio. Durante una reunión en la sede de las milicias maronitas en Beirut, Gemayel pregunta a los israelíes «si se opondrían en caso de que él [Gemayel] llevara excavadoras a los campamentos palestinos del sur para forzar su salida». Sharon, que está presente, responde: «Eso no es asunto nuestro». «Las discusiones abiertas para expulsar a los palestinos utilizando la violencia continuaron justo hasta antes de la masacre», señala Anizka. Dos días antes de su asesinato, Gemayel le dijo a Sharon que «hay que crear las condiciones para que los palestinos abandonen Líbano».
Incitar a la población a huir
Según el testimonio ante la Comisión Kahan del coronel israelí Elkana Harnof, oficial de inteligencia de alto rango, los falangistas le dijeron que «Sabra se convertiría en un zoológico y Chatila en un parking». En resumen, Sharon y los suyos, escribe Anziska, no podían no haber entendido que la entrada de las fuerzas de Gemayel en los campamentos de refugiados daría lugar a una «violencia indiscriminada que impulsaría el éxodo de civiles palestinos de los campos y la destrucción posterior de sus casas». Un miembro del equipo de investigación de la Comisión Kahane escuchó el testimonio del padre de uno de los falangistas que le dijo que antes de la operación los milicianos cristianos habían sido informados por su líder, Elie Hubeika. Allí, «los hombres entendieron que su misión era liquidar a los jóvenes palestinos para incitar a la población a huir masivamente de los campamentos». Así, dice su líder, verán realizado «el acto final de la visión que tenía Bashir de la guerra en Beirut occidental».
Los elementos contenidos en este trabajo muestran sin ningún género de duda que el aparato de seguridad israelí en su conjunto fue plenamente consciente de las intenciones de su aliado y colaborador libanés, las falanges cristianas. Pero para Anziska, las masacres de Sabra y Chatila se inscriben en un contexto más amplio: el de la política de Israel sobre la cuestión nacional palestina en su conjunto.
Con motivo de la publicación de su libro, el investigador nos ha concedido una entrevista.
Entrevista a Seth Anzizka
Impedir la creación de un Estado palestino a cualquier precio
Orient XXI. – Durante el período que estudia en su libro se desprende que el objetivo prioritario y constante de todos los gobiernos israelíes ha sido y es impedir la creación de un Estado palestino.
Seth Anzizka.- Absolutamente. Hasta la década de 1970, la idea de soberanía o autodeterminación palestina estaba totalmente ausente del pensamiento político israelí. Esto cambia cuando el presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, habla sobre una «patria» para los palestinos. Los Acuerdos de Camp David entre Egipto e Israel en 1977 evocan una futura «autonomía», no un Estado. Pero desde entonces, los israelíes están haciendo todo lo posible para contrarrestar la posibilidad de la autodeterminación palestina. Incluso Itzjak Rabin, contrariamente a la imagen construida tras su muerte, se oponía ferozmente a la creación de un Estado palestino, incluso después de Oslo. Su último discurso ante la Knesset fue muy claro: no quería un verdadero Estado palestino. Shimon Peres fue aún más hostil. Para ellos, no se podía ir más allá de una vaga autonomía bajo control israelí. Lo mismo ocurre hoy en día con Benyamin Netanyahu.
O. XXI. – ¿Cuáles son los elementos más innovadores de su investigación?
S. A. – He podido manejar archivos clasificados y otros recientemente publicados. Me sorprendió constatar la inflexibilidad israelí: no ceder nunca y preservar el control del territorio habitado por los palestinos. Eso explica por qué se mantiene con todos los gobiernos la construcción de asentamientos. El presidente Jimmy Carter, por ejemplo, entendió muy pronto lo que estaban haciendo los israelíes. Pero estaba al final de su mandato y era muy débil. Tras él, Ronald Reagan les será más favorable. Carter considera que los asentamientos son «ilegales» según lo estipulado por el derecho internacional. Con Reagan, se convierten en un «obstáculo para la paz». Para los israelíes esto constituye un gran logro: ya no son ilegales a los ojos de Washington.
O. XXI. -¿Qué hay de nuevo en la información que aporta?
SA – Los archivos de la Comisión Kahane muestran claros signos de coordinación entre los israelíes y los falangistas antes de entrar en los campamentos, aunque se hable siempre de «deshacerse de terroristas»; de ahí que la Comisión exonerase parcialmente de responsabilidad a los dirigentes militares israelíes. El problema es que la Comisión Kahan investigó la responsabilidad directa de Israel en los asesinatos y no la lógica que condujo a esos actos. Sin embargo, mucho antes de Sabra y Chatila, los israelíes y los falangistas no solo habían hablado entre ellos de «liquidar a los terroristas» sino también del futuro de la población. Se refirieron inequívocamente a que una masacre forzaría a los palestinos a huir de Líbano.
O. XXI. -Los generales israelíes y el Mossad parecen estar claramente informados de las intenciones de los falangistas. Pero ¿y el gobierno israelí?
S. A. – De su discusión con el Enviado Especial de Estados Unidos Draper, se desprende de forma evidente que el Ministro de Relaciones Exteriores, Ytzhak Shamir, es muy consciente de lo que está sucediendo en los campamentos palestinos durante las masacres. Pero lo que estos archivos revelan sobretodo no es la existencia de elementos que podrían incriminar a este o aquel mando con capacidad de decisión. Se trata de un contexto general y una acumulación de signos concordantes que explican por qué los israelíes sabían lo que iba a ocurrir y permitieron que las falanges cometieran su carnicería.
Notas:
1. Camp David es nombre del acuerdo de paz entre Israel y Egipto. Oslo es el acuerdo de reconocimiento mutuo entre el Estado de Israel y la OLP.
2. Las recomendaciones de la Comisión Kahan, israelí, dieron lugar a una simple «reprobación» del Primer Ministro Menachem Begin y del Ministro de Relaciones Exteriores, Yitzhak Shamir. Al ministro de Defensa, Ariel Sharon, el principal acusado, se le pidió que renunciara y que fuera expulsado de toda actividad de seguridad. El informe recomendó el despido del Jefe de Inteligencia Militar y del Mossad. El jefe de personal, a punto de jubilarse, se salvó.
3. Las citas de este párrafo son del artículo de Sylvain Cypel «The Avoidable Massacre», Le Monde, 17 de septiembre de 2012, basado en fuentes proporcionadas por Anziska.
4. Idem.
5. Referencia a la masacre más conocida cometida por las fuerzas judías, el 9 de abril de 1948, cinco semanas antes de la creación de Israel, con el objetivo de provocar pánico entre la población palestina para poder expulsarla más fácilmente.
Sobre las masacres de Sabra y Chatila, léase en castellano el texto de Jean Genet Cuatro horas en Chatila en https://www.nodo50.org/csca/palestina/genet/jean-genet.pdf [N. de la T].
*Seth Anziska, estadounidense, es profesor investigador del University College de Londres.