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Capítulo V del libro La guerra secreta. Acción ejecutiva

La mafia de Miami, engendro al servicio del imperio

Fuentes: Trabajdores digital

La alianza con la extrema derecha, el asesinato de John F. Kennedy, los casos Watergate e Irán-contras, el intento de secuestro al niño Elián González, la elección de George W. Bush y otros fraudes, serán los temas a tratar en este capítulo final. 5.1 El asesinato del presidente John Fitzgerald Kennedy Para los contrarrevolucionarios, Richard […]

La alianza con la extrema derecha, el asesinato de John F. Kennedy, los casos Watergate e Irán-contras, el intento de secuestro al niño Elián González, la elección de George W. Bush y otros fraudes, serán los temas a tratar en este capítulo final.

5.1 El asesinato del presidente John Fitzgerald Kennedy

Para los contrarrevolucionarios, Richard Milhous Nixon era un verdadero amigo de la «causa cubana»; Kennedy era lo opuesto. En los círculos más reaccionarios se atacaba a este último y se lo culpaba por la derrota de la brigada mercenaria, a la que, según éstos, Kennedy no había apoyado con aviones y tropas en los momentos en que los invasores de la Operación Pluto eran quienes más los necesitaban. Una prueba adicional de la supuesta actitud traicionera de Kennedy eran sus planes de jubilar de la CIA a aquellos jefes y oficiales que mantenían las mejores relaciones de trabajo e incluso personales con los cabecillas de la contrarrevolución cubana.

Muchos funcionarios y ex-militares, vinculados al gobierno del ex-dictador Fulgencio Batista, estaban resentidos contra Kennedy, ya que tenían conocimiento por sus oficiales de caso norteamericanos de los comentarios desfavorables hechos por el presidente acerca de su utilización y cooperación con los batistianos, a los que consideraba desprestigiados políticamente. A Kennedy se le acusaba de liberal y hasta de poner en peligro con su política el sistema capitalista imperante en los Estados Unidos. Este sentimiento anti-Kennedy se acrecentó después del 27 de septiembre de 1961, fecha en que el presidente de los Estados Unidos obligó al director y fundador de la CIA, Allen Dulles, a renunciar a su cargo.

En febrero de 1962, otro buen amigo de la derecha cubana, Richard Mersin Bissell, fue obligado por Kennedy a renunciar como director-delegado para planes de la CIA. Por la misma época, el presidente expulsaría de la agencia a todos los elementos que tuvieron una participación prominente en la invasión por Bahía de Cochinos: Frank Bender, Howard Hunt, Bernard «Macho» Barker, y otros. Por esas razones, muchos analistas y estudiosos del tema señalan que el asesinato de Kennedy, en noviembre de 1963, no fue, como dictaminara la Comisión Warren, obra de un solo asesino, sino el producto de una conspiración en la que estaban involucrados altos jefes de la CIA expulsados por Kennedy y sus aliados mas confiables de la ultraderecha de origen cubano radicada en La Florida, quienes manifestaban públicamente que «la traición de Kennedy a la causa cubana sólo podía pagarse con la vida».

La ruptura de Kennedy era también con la Mafia, aliada a la CIA y a la extrema derecha de los grupos contrarrevolucionarios cubanos en los planes de asesinatos contra Fidel Castro y otros jefes de Estado que molestaban a los Estados Unidos. Se había formado una coalición muy peligrosa, que finalmente acabaría con la vida del presidente.219

Algunos de los cubanoamericanos utilizados por Nixon en su trabajo sucio han sido vinculados, además, con el asesinato de Kennedy, en Dallas, el 22 de noviembre de 1963. En una información publicada en el diario The Washington Post se afirmaba que agentes de la CIA radicados en Argel, en 1961, estuvieron preparando un atentado a Kennedy. Iban a asesinarlo en mayo de 1961, cuando éste visitara al presidente francés, general Charles de Gaulle, en París. Un mercenario de origen hispano al servicio del ejército francés en Argelia, José Luis Romero, fue visitado por esos agentes con el fin de obtener su apoyo para el plan de atentado. Más tarde, Romero identificó a Frank Fiorini, «Sturgis», y a Bernard «Macho» Barker, como miembros del grupo de la CIA que lo visitó. Romero añadió que, por la conversación sostenida con los norteamericanos, entendía que los hombres destinados a disparar contra Kennedy eran, precisamente, Fiorini y Barker.220

En diciembre de 1963, el diario Pompano Beach Times, editado en la ciudad de ese nombre, a unos setenta kilómetros de Miami, publicó una información en la que se manifestaba que Frank Fiorini había sido visto en ese lugar, frecuentemente, en compañía de Lee Harvey Oswald, unas semanas antes del magnicidio de Dallas. Otro cubano, Antonio Veciana Blanch, fue sujeto a investigación, por ser sospechoso de haber participado o conocer detalles sobre el suceso.

Uno de los partidarios de la tesis de la conspiración de la CIA y los contrarrevolucionarios cubanos es Carlos Rivero Collado, hijo del que fuera electo «presidente» en los comicios organizados por Batista en noviembre de 1958,  Andrés Rivero Agüero.221  Rivero Collado fue uno de los primeros exiliados que llegó a Miami el primero de enero de 1959, y participó en los planes conspirativos iniciales contra Cuba. Fue miembro de la Brigada de Asalto 2506 que invadió a Cuba en abril de 1961. Fue hecho prisionero y regresó poco tiempo después a los Estados Unidos, donde se involucró en actividades conspirativas de organizaciones derechistas. Según Rivero Collado, considerado como un conocedor profundo de los grupos terroristas radicados en los Estados Unidos, la clave sobre el magnicidio de Dallas radica en una conspiración de oficiales de la CIA y contrarrevolucionarios cubanos resentidos contra Kennedy. Una prueba irrefutable de su tesis la expuso en un libro de su autoría, titulado Los sobrinos del Tío Sam, ya mencionado, cuando afirma que Richard Nixon, en la cinta grabada en que demostró su participación en el caso Watergate y que le costó el cargo de presidente, borró la parte donde se hablaba de la invasión mercenaria y de los contrarrevolucionarios cubanos. Sobre ese hecho, Rivero Collado se pregunta:

¿Qué había en tales cintas que era más importante que lo contenido en la que provocó la caída del presidente Nixon?

¿Y… qué puede haber en la historia de Estados Unidos más importante que la renuncia de un presidente?

¿No es acaso la muerte de otro presidente… asesinado por la camarilla que controla secretamente la vida política de Norteamérica y constituye el verdadero poder?

Rivero Collado también se pregunta en su libro el porqué de la actitud mantenida por Richard Nixon a diez años, en aquel entonces, del asesinato de Kennedy de oponerse a que «se levante esa costra que pudiera resucitar TODO lo de Bahía de Cochinos».

¿Hay algo sobre Bahía de Cochinos tan importante que aún deba ser ocultado a cambio de que un presidente se vea en la obligación de renunciar a su cargo, hecho sin precedentes en toda la historia de la nación americana?

¿Por qué no se dice alto y claro lo que se ha venido comentando en voz baja, casi entre dientes, por los agentes de la CIA -de origen cubano- que fraguaron la invasión de Bahía de Cochinos… en cuanto a que el asesinato de John F. Kennedy es la consecuencia directa del fracaso del imperialismo norteamericano en Playa Girón?

Evidentemente, la actuación de los contrarrevolucionarios cubanos en la política norteamericana ha traído y traerá gravísimas consecuencias a los Estados Unidos, mientras que sus gobiernos mimen, utilicen y manipulen a la emigración cubanoamericana para sus propósitos políticos contra Cuba.

La participación del gobierno de los Estados Unidos y de sus servicios especiales en algunos de los planes criminales, en los que están involucrados los mafiosos cubanos, no puede ser revelada. Una prueba de su alto grado de criminalidad es la decisión por parte de las autoridades del gobierno de ese país de no desclasificar documento alguno sobre la Operación Peter Pan, el sabotaje al vapor francés La Coubre y el asesinato del presidente John F. Kennedy.

El pueblo norteamericano se avergonzaría de esos dirigentes que actuaron de manera tan criminal: «Si los hombres que en 1776 proclamaron la independencia de los Estados Unidos pudieran revivir por una sola vez y conocieran lo que fueron capaces de hacer los  gobiernos de ese país, convertido hoy en un imperio más brutal y egoísta que la Roma de los césares, volverían avergonzados a sus tumbas.»

5.2 Watergate

Al fracasar la invasión mercenaria por Playa Girón, las relaciones de los que controlaban la política en el enclave miamense se volcaron enteramente en favor del Partido Republicano y, dentro de éste, con su ala más reaccionaria. Los grupos mafiosos y contrarrevolucionarios de Miami odiaban ciegamente al clan de los Kennedy. Veían en Richard Nixon a un verdadero aliado de la llamada «causa». Se conocía en todo Miami que Nixon había ocupado, dentro del gobierno de Dwight D. Eisenhower, un lugar importante en el diseño de la política agresiva contra la Revolución Cubana y, concretamente, en el plan de invasión a Cuba.

Nixon tenía como su amigo más íntimo al cubano Charles «Bebé» Rebozo, quien utilizó su influencia con el gobierno norteamericano para la adquisición, a muy bajo precio, de una isla situada cerca del sur de la ciudad de Miami, denominada Fisher’s Island, que después fue comprada por el Estado norteamericano, a instancias de Nixon, a un precio veinticuatro veces mayor, por lo que Rebozo obtuvo ganancias millonarias. Nixon facilitó a su amigo íntimo préstamos millonarios, no sólo a él, sino también a Manuel Artime Buesa y a otros contrarrevolucionarios cubanos. La amistad de Rebozo con Nixon fue tan profunda que al fallecer aquél, dejó en herencia cerca de veinte millones de dólares a Nixon, los que, en medio de un gran escándalo, se disputan las dos hijas del también difunto ex-presidente. Por esas razones, Nixon, ya instalado como presidente de los Estados Unidos, consideró a los contrarrevolucionarios cubanos como aliados seguros y fieles. Sabía que ellos odiaban a los demócratas y, para garantizar la consolidación de la ultraderecha en el poder orientó, en violación de toda ética, colocar micrófonos con vistas a obtener informaciones en la sede nacional del Partido Demócrata, instalada en el edificio Watergate, en Washington. El objetivo buscado por el cabecilla de la ultraderecha republicana era espiar la vida íntima y los secretos de sus adversarios políticos, con el fin de desprestigiarlos públicamente o chantajearlos, para así ser reelegido y perpetuar en el poder su tendencia ultraderechista. Esa práctica enfermiza de Nixon no sólo pretendía espiar a sus enemigos, sino que lo hacía hasta con sus propios amigos y seguidores, cuyas conversaciones eran grabadas secretamente.

Para el éxito de sus planes, Nixon decidió contar, en primer lugar, con un equipo disciplinado de contrarrevolucionarios de origen cubano que, por su abyección al imperialismo y su falta de escrúpulos, constituía un material de primera calidad para efectuar una misión con tales características.

Para esa tarea tan delicada y secreta, Nixon pensó que entre sus amigos cubanos debía escoger a los que tuvieran antecedentes batistianos, fueran anticomunistas a toda prueba y hubieran sido combatientes de Bahía de Cochinos, a los llamados «puros», que nunca fueron confundidos por las ideas reformistas o revolucionarias. Pidió ayuda a Manuel Artime Buesa y éste proporcionó a los encargados del plan autorizado por el presidente los nombres de Bernard «Macho» Barker, Eugenio R. Martínez, más conocido como «Musculito», Frank Fiorini, o «Frank Sturgis», y Virgilio R. González. Los jefes del operativo estudiaron el historial de los cuatro sujetos y les dieron inmediato empleo en una misión que terminó en un fracaso rotundo, que originó uno de los escándalos políticos más sonados en los Estados Unidos y dio al traste con la presidencia de Richard Milhous Nixon.

Las conexiones de la ultraderecha norteamericana con los elementos batistianos pueden comprobarse al analizar el historial de los sujetos escogidos por el presidente. Hacia mediados de 1972 se sabía en los círculos contrarrevolucionarios de Miami que «el amigo de los cubanos anticomunistas», como se conocía entre los terroristas a Richard Nixon, había logrado estructurar un equipo incondicional sólido, integrado por individuos capaces de realizar las mayores fechorías.

Por ejemplo, Barker, González y Martínez habían pertenecido en Cuba al tenebroso Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC), en tiempos de la dictadura de Batista. «Macho» Barker, Frank Fiorini o «Frank Sturgis», y Manuel Artime habían participado, de un modo u otro, en la invasión mercenaria por Playa Girón.

El jefe de los «plomeros» de Watergate,222  Bernard L. Barker, había nacido en Cuba, de padre estadounidense. Fue ayudante del alcalde del municipio de Marianao en la época de Batista, Francisco «El Cabo» Orúe González. Salió de Cuba en 1959, fue uno de los contactos principales entre la CIA y los contrarrevolucionarios que organizaron la invasión por Bahía de Cochinos y trabajó directamente a las órdenes de Frank Bender y Richard M. Bissell.

Permaneció en Miami cuando la invasión, mientras esperaba el desenlace de la agresión. Después, fue agente de la CIA y miembro del Comité Pro-Nixon, dirigido por John Mitchell. Como jefe del grupo de los asaltantes al edificio Watergate, estaba subordinado a James McCord, quien recibía instrucciones directas de Howard Hunt. Por medio del rastro del dinero entregado a «Macho» Barker en pago por su trabajo y el de sus cómplices, se descubrió la participación del presidente Nixon. Al ser detenido el cuarteto de cubanos, el 17 de junio de 1972, se le ocupó cuarenta mil dólares, producto del pago por sus «servicios».223

Frank Fiorini, o «Frank Sturgis», había sido el ayudante del traidor Pedro Luis Díaz Lanz en la Fuerza Aérea Revolucionaria, por encargo de la CIA, y ya en fecha tan temprana como junio de 1960 estaba conspirando con aquél y con Higinio «Nino» Díaz Ané en una organización a la que denominaron Frente Anticomunista Cristiano (FAC).

Además de Manuel Artime Buesa, quien recomendó y puso en contacto a los cuatro «plomeros» con Howard Hunt, «Eduardo», y que se encargó, por orientaciones recibidas, de la atención a los familiares de éstos mientras estuvieran detenidos, participaron en actividades relacionadas con el operativo los contrarrevolucionarios Miguel Suárez Fernández, Edgardo Buttari Puig, Humberto López, Ángel J. Ferrer, Felipe de Diego y Reinaldo Pico Ramón, este último un conocido militante de la Juventud Obrera Católica (JOC).

La alianza nefasta de ambas ultraderechas, que terminó en fracaso y escándalo, dio inicio a una colaboración permanente entre los grupos mafiosos y terroristas que controlan Miami y la ultraderecha republicana. El ex-presidente Richard M. Nixon pudiera ser considerado como uno de los precursores de esta alianza siniestra entre las ultraderechas cubanoamericana y norteamericana, a pesar de que este pacto, que originó el escándalo Watergate, demostró que la CIA y sus mercenarios eran mucho más aptos para arruinar la presidencia de los Estados Unidos que para derrocar a la Revolución Cubana.

Otros escándalos que ocurrirían después seguirían conduciendo a los gobiernos ultraderechistas del Norte, siempre aferrados a la utilización de la mafia cubanoamericana contra Cuba, a fracasos sonados en la política de hostilidad permanente de los Estados Unidos contra la Revolución Cubana.

5.3 Irán-contras 224

Ronald Reagan no tuvo en cuenta el fracaso de Nixon. Llamó de nuevo a colaborar a elementos con un historial semejante a los «plomeros» de Watergate y, al igual que hiciera su antecesor, pensó en volver a utilizar a hombres de trayectoria firmemente anticomunista y solicitó la colaboración de quien ubicó al frente de la mafia miamense desde su puesto de chairman de la Fundación Nacional Cubano-Americana, al hijo de un oficial del ejército batistiano, Jorge Lincoln Mas Canosa. Éste puso bajo las órdenes del teniente coronel Oliver North a varios cubanos, probados como «luchadores contra el comunismo»: Félix Rodríguez Mendigutía, sobrino de un colaborador connotado y ministro del dictador Batista, avalado además por el hecho de su participación en el asesinato del comandante Ernesto Che Guevara, como operativo de la CIA, y Luis Posada Carriles, el terrorista autor intelectual junto con Orlando Bosch Ávila del derribo en pleno vuelo del avión de la aerolínea Cubana de Aviación en Barbados. Por sus «servicios», Posada recibió, según confesó en sus memorias Oliver North, la cantidad de ochenta mil dólares.

La misión que les asignó Reagan era formar parte de un operativo, en violación de las leyes norteamericanas y las resoluciones del Congreso, con la misión de introducir armas, obtenidas ilegalmente, para la contrarrevolución en Nicaragua, en apoyo a la guerra sucia contra el gobierno sandinista, legalmente constituido. El escándalo estalló al ser derribado por los sandinistas un avión que había partido de El Salvador para llevar armas a los contrarrevolucionarios. Uno de sus tripulantes, de origen norteamericano, Eugene Hasenfuss, quien fue hecho prisionero por el ejército sandinista, confesó en detalles todo lo que conocía y denunció la presencia del operativo de la CIA dirigido por el teniente coronel Oliver North y sus compinches, Félix Rodríguez Mendigutía y Luis Posada Carriles, establecidos en El Salvador con el objetivo de suministrar armamento a las bandas contrarrevolucionarias alzadas en armas en las montañas de Nicaragua.

Días antes, un pequeño diario de Líbano publicó la noticia de la entrega de armamento a Irán; Estados Unidos e Israel habían participado en el asunto. De esta forma estalló otro gran escándalo que casi le cuesta la presidencia a uno de los personajes más siniestros de la política norteamericana, el presidente Ronald Reagan. Salieron a colación hechos terribles. Uno de los autores intelectuales del sabotaje a un avión civil cubano en pleno vuelo, y quien era, además, prófugo de una cárcel de un país amigo de los Estados Unidos, Luis Posada Carriles, había sido utilizado por la CIA en el operativo, con la autorización del presidente norteamericano.

Junto a tantas inmoralidades, la opinión pública mundial conoció que los aviones militares norteamericanos, a cambio de las armas que dejaban en las montañas de Nicaragua a los grupos de alzados, llevaban de vuelta drogas a los Estados Unidos que eran descargadas en aeropuertos militares y distribuidas posteriormente entre la población negra de California. La droga era obtenida y embarcada desde El Salvador y Costa Rica, donde se utilizaba en este último lugar la finca de un agente de la CIA, el norteamericano John Hull, situada cerca de la frontera con Nicaragua. El que fuera presidente de la Asociación de Veteranos de Bahía de Cochinos, Armando López Estrada, quien en agosto de 1986 fue expulsado de Costa Rica, alegó que la medida había sido originada por presiones de la CIA, que lo acusó de apoderarse de una gran cantidad de dinero producto del tráfico de drogas y que él debió haber entregado a la contrarrevolución nicaragüense. El trueque de drogas por dinero o armas era un negocio muy común entonces, para abastecer a los contrarrevolucionarios antisandisnistas.

Enviados desde Miami para «ayudar» a la CIA, los mafiosos cubanos facilitaron el tráfico de drogas en Costa Rica. El propio John Hull, conocido como «El finquero de la CIA», por ser su agente, declaró que había sido apoyado por Felipe Vidal Santiago, alias «Morgan», René Corvo Lorenzo y Francisco Chanes de Armas. Este último embarcó armas desde La Florida para la finca de Hull. En un operativo realizado en la casa de Chanes en Miami se ocupó tres kilogramos de cocaína valorados en setenta y cinco mil dólares. Hull fue llamado a declarar ante la Asamblea Legislativa de Costa Rica para testimoniar en el proceso que se le seguía por narcotráfico a Fernando Mello Fontanills, otro mafioso cubano.

Las últimas noticias que llegan a conocerse en Miami tratan sobre el nuevo trabajo que la CIA le encomendó a Félix Rodríguez y que consistió en asesorar al candidato a la presidencia de Argentina, Carlos Saúl Menem, «socio carnal de los yanquis», en la mejor forma de hacerse del poder en ese país. Facilitó al argentino los métodos sucios que la mafia contrarrevolucionaria utilizó en Miami para que George W. Bush ganara las elecciones. «El Gato Félix» no pudo, sin embargo, cumplir su última misión, ya que Menem, quien había prometido aliarse a la política agresiva de los Estados Unidos contra Cuba, renunció a la elección ante la inminente y aplastante derrota electoral que pudiera infligirle el pueblo argentino.

5.4 Elián González

Otro de los fracasos más sonados de la alianza tenebrosa entre la ultraderecha norteamericana y los mafiosos Lincoln Díaz-Balart e Ileana Ross-Lehtinen fue el secuestro del niño Elián González, hecho en el que se volvieron a involucrar todos en una aventura que los llevó a perder el apoyo de la mayoría del pueblo estadounidense, que consideró justo devolver al niño a su padre, lo que dejó evidenciada la entraña inmoral e inhumana de la mafia de Miami y sus aliados de la ultraderecha norteamericana. La desesperación y el odio que se adueñaron de las hordas de fanáticos, pagados para que protagonizaran las escenas de histerismo transmitidas por los canales de la televisión, se reflejaron en los ataques al presidente, William Clinton, y a la fiscal general, Janet Reno, quienes fueron calificados con los epítetos peores.

La comunidad cubana había pasado, principalmente en Miami, por meses de violencia y zozobra, donde un grupo de malhechores había secuestrado públicamente al niño Elián González, de sólo seis años, de edad, desafiado con armas a las autoridades federales, destruido propiedades, caotizado las calles y amenazado con incendiar la ciudad, sin que alguno de sus integrantes hubiera sido llevado jamás ante un tribunal. Estos vándalos habían amenazado con bombas y atacado física y verbalmente a todo aquel que hubiese tenido el valor de opinar de forma diferente a la de quienes controlan ese enclave. Todo eso lo hicieron a la luz del día y ante las cámaras de la televisión, con la bendición de sus «guías espirituales» y el apoyo y aliento de la prensa amarilla. Lo paradójico del asunto fue que los dos candidatos a la presidencia de los Estados Unidos por los partidos rivales apoyaron a los vándalos. Incluso Albert Gore y Joseph Lieberman, candidatos de los demócratas, le hicieron un mal servicio al presidente William Clinton, ya que no lo respaldaron en su decisión de devolver a Elián González a Cuba. George W. Bush, como es lógico, comenzó su carrera a la presidencia con el desprecio por todo tipo de leyes nacionales e internacionales y el apoyo fuerte a los secuestradores del niño cubano.

El Partido Demócrata también recibió críticas fuertes por la decisión del gobierno de devolver el niño a su padre y hasta la bandera de las barras y las estrellas fue quemada y pisoteada en público en las calles de Miami ante las cámaras de la televisión. Pronto, la mafia ultraderechista devolvería el golpe a los demócratas y muy especialmente a Janet Reno, quien fue la autoridad que determinó que el niño regresara con su padre a Cuba. Mediante nuevos fraudes, la mafia anticubana logró que no fuera elegida como candidata a gobernadora del estado de La Florida por el Partido Demócrata.

5.5 Fraudes electorales

La oportunidad de vengarse de los demócratas se le presentó a la mafia contrarrevolucionaria al celebrarse las elecciones presidenciales en noviembre. Gracias al fraude electoral llevado a cabo en La Florida, concretamente en los sectores dominados por la maquinaria cubanoamericana y con el apoyo del gobernador de ese estado, Jeb Bush, fue elegido como presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, a pesar de haber obtenido menos votos que el candidato de los demócratas, Albert Gore.

Un ejemplo que puede mostrar el modus operandi de los politiqueros batistianos, en contubernio con el gobierno republicano de Dwight D. Eisenhower, fue lo acontecido en Cuba en las últimas elecciones «pluripartidistas» del 3 de noviembre de 1958, organizadas por Batista, según órdenes del embajador norteamericano, Earl T. Smith.

Batista había acordado con el procónsul yanqui celebrar esas elecciones y no acceder a la petición de los sectores «más duros» de su gobierno para dirigir la jefatura del Estado Mayor General del Ejército, o presidir una Junta Militar que cerrara el paso al triunfo de la revolución encabezada por Fidel Castro.

Como parte de esos acuerdos, el embajador Smith se había entrevistado con Ramón Grau San Martín y Carlos Márquez Sterling  para que participaran en la farsa electoral. El candidato escogido por el embajador fue Carlos Márquez Sterling, del llamado Partido del Pueblo Libre.

Batista, según escribe Smith en sus memorias, no cumplió enteramente con lo acordado. El dictador, por su parte, justificó el fraude y alegó que fue presionado por los militares más comprometidos con el régimen, que proclamaban la necesidad de mantener un gobierno «fuerte», que a la salida del tirano del poder garantizara la seguridad; por eso, aprobó el escandaloso fraude electoral que eligió como presidente, con sólo el 15,19 % del total de electores, al candidato de su partido, Andrés Rivero Agüero.

Los pormenores de la forma en que se realizó ese tipo de elección aparecen reseñados minuciosamente en las memorias del propio embajador de los Estados Unidos, las del tirano Batista y las de otros de sus colaboradores más íntimos, como Jorge García Montes, quien fuera primer ministro de ese gobierno, y de José Suárez Núñez, secretario de Prensa de la dictadura. Esa forma de proceder puede haber servido de experiencia para el nuevo fraude de Miami.

Gracias al fraude, que indudablemente fue organizado y llevado a cabo por la maquinaria politiquera cubanoamericana, bien entrenada en ese tipo de trabajo, el pueblo de los Estados Unidos permaneció sin conocer los resultados definitivos de la votación por espacio de varios días. Al final, la Corte Suprema Federal, integrada por magistrados de extrema derecha, y por sólo un voto de diferencia, designó a George W. Bush como presidente de los Estados Unidos. Había perdido la elección en el país por miles de votos y ganó en el estado de La Florida por apenas algunos votos de diferencia y de modo fraudulento. Tanto la mafia cubanoamericana como los seguidores de los Bush celebraron la victoria, pero ésta fue pírrica, ya que el daño causado al prestigio y la credibilidad del gobierno norteamericano y su llamado «sistema democrático representativo» fue muy alto.

La situación volvió a repetirse en los comicios para la selección de un candidato demócrata en el cargo de gobernador del estado de La Florida. Esta vez, como ya se manifestó, la cuenta la pagó Janet Reno, quien fue perjudicada en los conteos por los manejos fraudulentos llevados a cabo por sus enemigos de la mafia cubanoamericana.

Al igual que sucedía en Cuba cuando se celebraba elecciones, la mafia cubanoamericana, en cooperación estrecha con sus aliados ultraderechistas del Partido Republicano, actuó mediante el uso de los mismos métodos: compra de votos; robo de urnas; sabotaje en las máquinas que cuantificaban los votos; bloqueo al voto negro y judío, al no permitir el acceso de esas minorías, o por medio del cierre de los colegios electorales, donde los ciudadanos negros eran mayoría y esperaban en largas colas para poder votar antes de la hora establecida. Se llegó incluso, con el apoyo de la Policía, a cerrar carreteras, con el propósito de impedir el paso de nuevos votantes.

Muchos jóvenes negros con derecho a votar por primera vez no aparecían empadronados. La mafia cubanoamericana colaboró estrechamente con el hermano del nuevo presidente y actual gobernador de La Florida, Jeb Bush Se destacó en el éxito del fraude una señora nombrada Kathleen Harris, quien era a la vez responsable del proceso electoral, subordinada inmediata al gobernador y coordinadora de la campaña del candidato republicano. El escándalo fue de tal magnitud que Jeb Bush se vio obligado a gastar cifras millonarias del presupuesto para adquirir nuevos equipos que garantizaran un conteo mejor de los votos para las elecciones futuras. Estas inversiones millonarias no evitaron que se repitieran en las elecciones primarias para gobernador de La Florida los mismos fallos que en las elecciones presidenciales. Es por eso que, para tratar de garantizar una elección limpia, los colegios electorales y las urnas, como en épocas del batistato y de otros gobiernos que lo antecedieron en la república mediatizada, fueran custodiados por la Policía y certificada la elección por la supervisión de una institución dedicada a esos menesteres, medida a la que se opuso la mafia cubanoamericana, lo que ha hecho que el estado de La Florida, y concretamente Miami, se hayan convertido en algo similar a una republiquilla, al estilo de las que los norteamericanos llaman, con sorna y desprecio, «bananeras». Como prueba irrefutable de que el fraude que regaló la presidencia a George W. Bush contó con el apoyo de la más alta jefatura republicana, todos los que tuvieron un lugar destacado en este éxito fueron recompensados con cargos elevados en el gobierno por la actual administración.

El gobierno de George W. Bush agradeció a la mafia cubanoamericana mediante el nombramiento, en contra de la opinión del Congreso, de Otto Juan Reich como subsecretario para América Latina en el Departamento de Estado, a pesar de haber mentido reiteradamente al Poder Legislativo sobre su participación en el escándalo Irán-contras, y de Melquíades «Mel» Martínez, socio del anterior en el Departamento de Vivienda, así como los de personajes de la ultraderecha desprestigiados por sus mentiras reiteradas al Congreso y al pueblo norteamericanos, como Elliot Abrams, designado como responsable de Asuntos del Medio Oriente. Al almirante John Poindexter225  lo ubicó al frente del Sistema de Conocimiento Total de la Información (TIA), organismo encargado de espiar a todos los ciudadanos de los Estados Unidos y del mundo, a pesar de la participación del militar en el escándalo Irán-contras y en otros más.

Un socio de Jesse Helms, el cavernícola promotor, junto con Dan Burton, de la ley que lleva sus nombres, nombrado Daniel Fisk, también fue recompensado mediante su nombramiento como subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental. Fisk y John Bolton eran parte fundamental de un equipo de especialistas de la desinformación utilizado para difamar a la Revolución Sandinista en Nicaragua. Se sabe hoy en día que todas las maniobras de Otto Reich en ese país tenían como objetivo principal encubrir las actividades de narcotráfico del operativo de la CIA, Félix Rodríguez, y de su brazo derecho, Luis Posada Carriles. Fisk era subordinado de Reich en la Oficina de Diplomacia Pública durante el gobierno de Ronald Reagan, en el cual se fabricó numerosos planes de desinformación contra los sandinistas y el propio pueblo norteamericano.

Ahora, tanto Otto Reich como John Bolton y Daniel Fisk trabajan arduamente para la mafia cubanoamericana y la ultraderecha norteamericana en la desinformación más ridícula contra Cuba, alegan que el Gobierno Revolucionario no ha contribuido con los Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo, y que en la Isla se fabrica armas biológicas. Estas mentiras fueron desmentidas oportunamente por las autoridades cubanas, que desenmascararon la falacia de los especialistas de la desinformación procedentes de Heritage Foundation,226  caracterizados por su falta de ética, y que gracias a cuyas protecciones en el aparato judicial Reich y sus hombres nunca fueron acusados ante los tribunales por las ilegalidades que cometieron y aún cometen.227

Todas esas campañas mentirosas y desinformativas contaron con el apoyo de la Sección de Intereses de los Estados Unidos en Cuba, y fueron desarrolladas con mayor beligerancia y en violación de las leyes internacionales de la diplomacia por Vicky Huddleston,228  quien al haber sido nombrada en un cargo en dicha Sección por el entonces presidente, William Clinton, quiso ganar méritos con la mafia anticubana y la ultraderecha republicana al aumentar su actividad provocadora y subversiva, mediante conferencias e informes de sus actividades ilegales en reuniones de la Fundación Nacional Cubano-Americana y la repartición entre los llamados «disidentes» de centenares de radios de baterías para que pudieran escuchar la mal denominada Radio Martí. Al parecer, la ultraderecha no perdonó su pasado al lado de los demócratas de William Clinton y la envió como embajadora a un país de África, medida que no ha sido de su agrado.

5.6 Condenados por luchar contra el terrorismo

Los contactos estrechos de la mafia miamense con la jefatura del FBI, por medio del agente especial de esa agencia en el sur de La Florida, Héctor Pesquera, quedaron evidenciados plenamente al ser detenidos, el 12 de septiembre de 1998, en esa ciudad, cinco jóvenes cubanos acusados falsamente de espionaje. Las relaciones de Héctor Pesquera con los terroristas de Miami se consolidaron cuando éste, que era jefe del FBI en Puerto Rico, utilizó su influencia para evitar que los involucrados en el plan de atentado contra el presidente de Cuba, Fidel Castro, acción criminal que se realizaría en Isla Margarita, Venezuela, fueran encausados y condenados. Sus servicios incondicionales a la mafia anticubana, que le valieron su traslado a Miami, lo hicieron actuar de forma diferente contra los jóvenes cubanos que luchaban, precisamente, contra el terrorismo que Pesquera tiene el deber de combatir y no lo hace. Junto con éste, la mafia miamense influyó en los fiscales, en el jurado y hasta en la misma jueza, Joan Lenard, y logró condenar a cinco inocentes por medio de un juicio plagado de irregularidades, que puso una vez más en entredicho la justicia en los Estados Unidos. El proceso en que fueron condenados los patriotas cubanos Ramón Labañino Salazar, Antonio Guerrero Rodríguez, Fernando González Llort, Gerardo Hernández Nordelo y René González Sehwerert, fue un juicio político donde sólo se puso a disposición el 20 % de las evidencias en conocimiento de los acusados y sus abogados defensores, y en el que la mafia cubanoamericana quiso tomar venganza en hijos verdaderos de la patria de Martí que habían desenmascarado con sus investigaciones la entraña podrida del terrorismo que organiza y dirige la contrarrevolución apátrida en concierto con el actual gobierno de «halcones», al que ayudó a instalar en la Casa Blanca.

Cuba actuaba en defensa de su pueblo y del pueblo norteamericano. Se acusó a los cinco cubanos de realizar espionaje contra los Estados Unidos y penetrar a organizaciones del exilio e instituciones militares, y a Gerardo Hernández Nordelo, además, de conspirar para asesinar a cuatro pilotos de la organización terrorista llamada Hermanos al Rescate; sin embargo, el gobierno de los Estados Unidos, con el pretexto de la lucha contra el terrorismo, envía a agentes del FBI y de la CIA a todos los países del mundo, con el objetivo de penetrar e investigar a los grupos y las organizaciones que ha calificado como terroristas.

Para complacer a la mafia contrarrevolucionaria, se ha condenado a penas de cadena perpetua a dos de los patriotas, al acusarlos falsamente del derribo de dos de las avionetas que día a día en forma provocativa violaban el espacio aéreo cubano. El presidente George W. Bush, sin embargo, a raíz de los actos terroristas del 11 de septiembre de 2001, ordenó a sus Fuerzas Armadas derribar a cualquier avión de pasajeros que se desviara de su destino y practicó de esa forma una política de doble rasero.

El juicio amañado se celebró, contrariamente a lo solicitado por los abogados de la defensa, en la propia ciudad de Miami.229  En ese lugar es imposible, para personas asociadas con Cuba, poder ser juzgadas justamente por ciudadanos residentes en la ciudad. Para Bruce D. Nestor, presidente del National Lawyers Guild, que agrupa a más de cincuenta mil letrados en los Estados Unidos, «muchos formadores de opinión, políticos y la prensa, entienden que el sur de La Florida no es parte de los Estados Unidos».

Otro letrado de la defensa, al ahondar en el tema, afirma que en los Estados Unidos circula una caricatura en la que aparece el «Tío Sam» que corta con una sierra la península de La Florida e insinúa lo provechoso que sería para ese país deshacerse de ésta. Otros analistas consideran que el estado sureño se ha convertido en una especie de Taiwán en relación con Cuba.

Nestor señala que las violaciones cometidas en el juicio son varias, pero considera que una de las más trascendentes es «el ubicar el juicio en el sur de La Florida, un sitio que por sus características la mayoría de las personas en los Estados Unidos entiende que no es una porción de nuestro país. Es sencillamente una entidad aparte controlada por una facción de la denominada comunidad cubana del exilio, que tiene una ideología extremista».230

Para esta afirmación, se basa en estadísticas recientes que muestran que un grupo mayoritario de residentes en La Florida y Miami son partidarios de que el gobierno norteamericano declare la guerra a Cuba, opinión muy distinta a la que tiene la mayoría del pueblo de los Estados Unidos.231

En una entrevista concedida por el presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba, Fidel Castro, a varios periodistas argentinos del diario Clarín, el 26 de mayo de 2003, el dirigente cubano afirmó que «En La Florida hay un estado semindependiente; se hace allí lo que les da la gana a los mafiosos y amiguitos de Bush, tienen un control total de la policía, autoridades, jueces, fiscales.»

Fueron presentadas numerosas pruebas ante la jueza, Joan Lenard, por los abogados de la defensa para demostrar lo citado anteriormente, pero, precisamente por la situación que se vive en Miami, ésta no tuvo valor para acceder a la petición justa de los abogados. Todos los que residen en Miami están sujetos a una política de terror y amenazas que amordaza toda opinión discrepante o actitud contraria a las posiciones que dicta la mafia contrarrevolucionaria, lo que se facilita por la presencia de sus partidarios en todas las esferas de la administración, ya que el alcalde, el jefe de la Policía, el de los bomberos, los legisladores federales que representan al Estado y la prensa, están en sus manos.232

La conducta del fiscal, Guy Lewis, reiteró la politización del caso, por sus reuniones constantes con los cabecillas de las ultraderechas cubana y norteamericana y, peor aún, por haberles entregado a éstas documentos del sumario, los que fueron usados fuera de contexto en su campaña de propaganda contra los acusados. La televisión recogió las escenas de jolgorio y alegría de numerosos terroristas conocidos por el propio fiscal, una vez obtenidas las sentencias contra los cinco jóvenes.

No sólo se condenó injustamente a estos cinco cubanos, sino que se practica una política de venganza cruel con los prisioneros y sus familiares, que impide que estos últimos los visiten. Esta medida es una de las violaciones más groseras de sus derechos, decisión que no se aplica  ni con los asesinos más connotados ni con traficantes internacionales de drogas. Todo esto quedó demostrado ampliamente cuando Fernando González Llort, en su alegato, hizo referencia al caso del terrorista Rodolfo Frómeta Caballero. Afirmó:

Yo pensé que la Fiscalía vendría hoy a esta sala a solicitar para mí una sentencia de un año de probatoria. Después de todo, eso fue lo que le ofreció al señor Frómeta cuando éste le compró a un agente encubierto del gobierno un misil Stinger, explosivo C-4, granadas y otros armamentos. No importa que el señor Frómeta le hubiera confesado al propio agente encubierto sus intenciones terroristas y el uso asesino e inescrupuloso que haría de esos materiales.

El ejemplo citado por González Llort del trato dado al terrorista Frómeta Caballero era demoledor. Éste había sido detenido en Cuba al tratar de infiltrarse en el país para llevar a cabo una serie de actos de terrorismo; fue juzgado y cumplió varios años de prisión. Al ser liberado, viajó a Miami y, según su propia confesión, después de su regreso a los Estados Unidos, hasta el 6 de marzo de 1994, organizó catorce misiones clandestinas a Cuba, entre éstas, la compra del misil Stinger. Fue sorprendido in fraganti, con gran cantidad de armas en su poder, y sólo cumplió cuarenta y un meses de cárcel, gracias a la actitud paternalista del gobierno de los Estados Unidos y del apoyo brindado por los congresistas Ileana Ros-Lehtinen y Lincoln Díaz-Balart.

En consideración a todo esto, los abogados de la defensa de los cinco prisioneros presentaron una apelación ante el Onceno Circuito de Atlanta. Este juicio bochornoso de Miami, en el que también está involucrada la mafia cubanoamericana, constituye un nuevo crimen que, como los escándalos de Watergate, Irán-contras y el fraude en las elecciones de La Florida, será calificado por la historia de la misma forma que los anteriores. Los pueblos del mundo entero culparán a los que controlan la política de la República de Miami de todos los crímenes que lleva y llevará a cabo la actual administración norteamericana contra el propio pueblo de su país y todos los pueblos del planeta, ya que, gracias a los mafiosos cubanos, George W. Bush alcanzó la presidencia y con él llegó al poder el grupo más extremista y peligroso de la ultraderecha de los Estados Unidos.

 

Notas al pie

219      Concretamente, la CIA había recurrido a la Mafia en las personas de John Rosselli y Sam Giancana para asesinar a Fidel Castro, mediante las relaciones que habían dejado en Cuba, vinculadas con la explotación del juego en los casinos, la droga y la prostitución. Estos mafiosos, en coordinación muy estrecha con los contrarrevolucionarios cubanos, prepararon distintos planes de atentados que finalizaron en fracasos rotundos.

220      Carlos Rivero Collado: Op. cit., p. 367.

221      Andrés Rivero Agüero fue primer ministro en el gobierno de Fulgencio Batista Zaldívar y había sido «elegido» por el dictador para sustituirlo en la presidencia de la República, el 24 de febrero de 1959, al ser «electo» en los comicios organizados para el 3 de noviembre de 1958, en medio de la insurrección masiva del pueblo.

222      Nombre dado por el pueblo norteamericano a los cubanos que participaron en el caso Watergate.

223      Carlos Rivero Collado: Op. cit., p. 367.

224      En el escándalo Irán-contras, además del presidente Ronald Reagan, estuvo involucrado su consejero de Seguridad Nacional, el almirante John Poindexter. Consistió en la venta ilegal de armas a Irán a cambio de promesas de liberación de rehenes norteamericanos en Líbano y el desvío de fondos a los rebeldes antisandinistas en Nicaragua, conocidos como «contras».

225      John Poindexter fue condenado, en 1985, por ser uno de los responsables máximos, junto con el presidente Ronald Reagan, de la Operación Irán-contras y luego fue absuelto, gracias a la inmunidad de la comisión  parlamentaria.

226      Heritage Foundation no sólo dirigió la llegada al poder de Ronald Reagan -un autor describió entonces a la organización como un «gobierno invisible»-, sino que también fue involucrada en el escándalo Irán-contras. Muchos creen que Heritage Foundation sigue penetrando activamente al actual gobierno norteamericano, donde aplica sus teorías hegemonistas con sabor a fascismo. Para ampliar, véase: Jean-Guy Allard: «Para calumniar a Cuba, un especialista del engaño». Granma Internacional, 10 de noviembre de 2002, página última.

227      La designación de personajes de la ultraderecha se amplía con la presencia del cubanoamericano Emilio González como asesor para Cuba en el Consejo Nacional de Seguridad, y del miembro del equipo del ultrarreaccionario senador por el estado de Carolina del Norte, Roger Noriega, primero como embajador de los Estados Unidos ante la Organización de Estados Americanos, y poco después como subsecretario de Estado para América Latina, en sustitución de  Otto Reich.

228      La actitud insolente hacia Cuba que mostrara esta «diplomática» durante su desempeño puede constatarse por el nombre de «Habana», dado a su perro, y el de su gato, al que irrespetuosamente nombró «Martí».

229      El profesor de la Universidad Internacional de La Florida (FIU), Lisandro Pérez, director de Estudios sobre Cuba en ese centro docente, sociólogo y antropólogo destacado, entregó un dictamen a los abogados defensores donde demuestra la imposibilidad de celebrar un juicio justo en Miami a personas que simpaticen con la Revolución Cubana.

230      Para ampliar, véase la entrevista a Bruce D. Nestor,  presidente del National Lawyers Guild, de los Estados Unidos, por la periodista  Deisy Francis Medidor, publicada en el periódico Juventud Rebelde, el 21 de diciembre de 2002, p. 4.

231      En su edición de 12 de julio de 1959, ya la revista Bohemia describía la violencia que se ejercía en Miami contra cualquier cubano residente en la Isla que viajara a esa ciudad. Hordas salvajes de elementos batistianos, dirigidas por el asesino Julio Laurent y por elementos masferreristas, atacaron el 4 de julio de             ese año en Miami a la Reina del Carnaval Habanero, que visitó el lugar en compañía de una delegación de buena voluntad, con vistas a celebrar la fiesta nacional estadounidense. El grupo estaba encabezado por el comisionado de La Habana, José Llanusa Gobel. En esos actos, similares a los acontecidos recientemente por la devolución del niño Elián González a Cuba, el cónsul cubano en Miami en aquel entonces, Alonso Hidalgo, fue golpeado brutalmente por los esbirros batistianos ante la complicidad de la Policía, que detuvo al cónsul en vez de a los agresores.

232      Para ampliar, véase: Jean-Guy Allard: «Presentan evidencias sobre errores del tribunal de Miami». Granma Internacional, 24 de noviembre de 2002, pp. 8 y 9.