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Ante la Asamblea Federal Extraordinaria de IU

Aportacion al debate sobre las cuestiones planteadas por el Consejo Político Federal de IU

Fuentes: Rebelión

«La afirmación de nuestro proyecto: IU es imprescindible» La necesidad de una izquierda netamente diferenciada de lo que representa el PSOE por motivos políticos e ideológicos es evidente. Esa necesidad es y va a ser sentida y percibida por mucha gente, teniendo en cuenta no sólo la naturaleza de esa formación y su historia sino […]

  1. «La afirmación de nuestro proyecto: IU es imprescindible»

    La necesidad de una izquierda netamente diferenciada de lo que representa el PSOE por motivos políticos e ideológicos es evidente. Esa necesidad es y va a ser sentida y percibida por mucha gente, teniendo en cuenta no sólo la naturaleza de esa formación y su historia sino también las políticas que va a ir desarrollando desde el gobierno, aunque los ritmos a través de los cuales esa convicción se transforme en reforzamiento de esa otra izquierda pueden ser más desiguales que en los años 80. Lo mismo ocurre a escala internacional teniendo en cuenta el final de la «globalización feliz», las resistencias que se están desarrollando en muy diversas partes del planeta y las limitaciones estructurales de los intentos procedentes de la socialdemocracia para ensayar nuevas vías reformistas que pretendan ser compatibles con el capitalismo neoliberal.

    El problema está en qué tipo de izquierda es necesaria: desde nuestro punto de vista hay que abordar esta cuestión dentro del marco global y, en nuestro caso, europeo en el que se plantea actualmente la lucha contra el neoliberalismo y la «cultura de la emergencia» cotidiana. Si queremos efectivamente forzar un cambio de rumbo e iniciar un camino de transición hacia la ruptura con ese «modelo», hace falta una izquierda dispuesta a cuestionar el paradigma neoliberal y militarista dominante, en sus muy diversas manifestaciones, buscando las vías para contrarrestar la tendencia a la adaptación o a la resignación ante el mismo por parte de la izquierda mayoritaria cuando llega al gobierno, ya sea en Brasil o en Alemania. Porque estamos comprobando que la defensa consecuente de derechos sociales fundamentales y la conquista de reformas parciales sustanciales -es decir, capaces de invertir, por ejemplo, el sentido de las gigantescas transferencias de rentas hacia el capital en las dos últimas décadas así como la naturaleza imperialista de las relaciones «Norte»-«Sur»- tropiezan con la dura oposición de los poderes económicos, políticos y culturales transnacionales, siendo necesario, por tanto, contribuir a un cambio de la relación de fuerzas a escala estatal, macrorregional y global desde la movilización social pero también mediante la reconstrucción de esa otra izquierda en el plano europeo e internacional.

    Por eso estar hoy contra el neoliberalismo significa estar contra el capitalismo realmente existente y, en nuestro caso, contra su concreción en la voluntad de reforzar la UE como un bloque imperialista. La izquierda necesaria es aquélla que cuestiona, por tanto, el «sentido común» dominante, que aspira a modificar el orden existente desde abajo y que propone políticas que rompan con el neoliberalismo y vuelvan a poner de actualidad la necesidad de otro mundo y otra Europa.

    Esa debería ser la seña de identidad estratégica común de IU: apostar por una izquierda antineoliberal y anticapitalista. Pero es obvio también que su anticapitalismo ha de saber articular la respuesta a las diferentes contradicciones, desigualdades e injusticias que genera un sistema que pretende perpetuarse como un «modelo» civilizatorio global, aspirando así a ofrecer un camino alternativo capaz de suscitar la adhesión de una mayoría social a favor de un proyecto socialista profundamente democrático y dispuesto a superar radicalmente la experiencia histórica del mal llamado «socialismo real».

    Esa izquierda necesaria ha de saber ser coherente entre lo que dice y lo que hace: en ese sentido el programa de acción, el discurso y las propuestas tácticas no pueden ser contradictorios entre sí ni, sobre todo, pueden serlo con ese horizonte estratégico anticapitalista común. Por eso no compartimos el intento de resucitar la tesis de ser «fuerza de lucha y de gobierno», ya que sitúa en el mismo plano funciones con un peso muy diferente para, en la práctica, priorizar lo segundo: la izquierda necesaria ha de ser fuerza de lucha, de resistencia y de propuestas de transformación social y ha de subordinar a esas tareas la conveniencia o no de formar parte de los gobiernos, sobre todo cuando está en franca minoría en ellos. Por eso, cuando lo primero no está garantizado por la correlación de fuerzas en que nos encontremos, será mejor optar por un criterio prudencial de mantenerse fuera de esos gobiernos, sin tener que caer por ello en la actuación sectaria con las fuerzas con las que nos confrontemos y, sobre todo, con los sectores sociales que les apoyen.

    IU ha de demostrar que es capaz de practicar otra política y otra forma de hacerla, poniendo en el centro de su actividad la lucha por demandas que contribuyan a la movilización y a la autoorganización de las capas y sectores sociales oprimidos y críticos y a la conquista de una representación institucional que actúe en coherencia respecto a esas tareas.

    La izquierda necesaria es, por consiguiente, aquélla que trata tanto de evitar los escollos del «institucionalismo» (que centra su prioridad en conquistar posiciones institucionales y de gobierno y en subordinar a ese objetivo el programa y la movilización social) como de caer en el «antiinstitucionalismo» (que se limita a un trabajo desde los movimientos sociales y desprecia la necesidad de defender sus demandas en las instituciones).

  2. «¿Cómo debe concretarse el proyecto de IU en nuestra sociedad hoy?: un proyecto transformador y alternativo»

    Integrando los distintos colores de las luchas por la emancipación y la supervivencia dentro de un horizonte de ruptura con el capitalismo, el proyecto de IU debe ser autónomo y diferenciado de otras formaciones: del PSOE, en primer lugar (con cuyo gobierno no vemos viables pactos de estabilidad o de legislatura), y también de aquéllas que busquen ser subalternas de esa formación. Obviamente, esa autonomía no ha de impedir acuerdos puntuales y tácticos, especialmente con las fuerzas que se sitúan a la izquierda del PSOE, pero sin que quepa pensar en alianzas estratégicas o convergencias orgánicas con éstas últimas, en la actual correlación de fuerzas y dadas las divergencias existentes.

    El objetivo de IU en el próximo período debería ser seleccionar aquellos ejes de conflicto y movilización que permitan ir generando un nuevo ciclo de luchas y, en ese marco, una oposición social de izquierdas al gobierno del PSOE. Para ello deberá priorizar el diálogo y la convergencia con los sectores críticos de la sociedad con el fin de ir encontrando juntos un mayor anclaje social en el mundo, hoy fragmentado y debilitado, del trabajo -con especial atención a la búsqueda de vías de confluencia entre trabajadores con empleo estable y quienes forman parte del «precariado» en torno a un sindicalismo combativo y solidario- y en los distintos movimientos de resistencia, en particular en el movimiento «antiglobalización», desarrollando en su seno su potencial anticapitalista y alternativo.

    IU ha de ser consciente de que, en las condiciones actuales y mientras no se consiga una modificación sustancial del «sentido común» dominante y de la actual correlación de fuerzas, sólo puede tener como referente a una minoría social crítica. Es a ella a la que tiene que dirigirse prioritariamente y con la que tiene que trabajar, con el fin de ir generando en ella la motivación y la confianza necesaria para adquirir protagonismo en las luchas y fomentar a su vez la incorporación a ellas de nuevos sectores. Para ello ha de saber responder a las distintas líneas de fractura y a los conflictos que vayan emergiendo públicamente sin concesiones al discurso dominante, ya venga del PSOE, de los medios de comunicación o de las direcciones sindicales. En esto es en lo que IU ha de cambiar mucho, sabiendo mostrar firmeza política y evitando caer en la búsqueda de «respetabilidad»; un buen momento de prueba para ello ha de ser la campaña contra el proyecto de «Constitución» europea. En resumen, IU ha de saber ser y estar como fuerza de disenso y no de consenso en torno a las cuestiones políticas centrales, ya se trate de políticas económicas y sociales y de nuevas privatizaciones (como, ahora, la de Izar), del «antiterrorismo» (renunciando a participar en pactos que restringen libertades y se niegan a reconocer la naturaleza política de los conflictos -y, por tanto, la búsqueda de soluciones políticas-, ya sea en Euskadi o en relación con el mundo árabe e islámico), de la monarquía (siendo coherentemente republicana), del Sahara (denunciando su abandono tras los acuerdos del gobierno con Marruecos), de la inmigración (exigiendo la regularización de todos los «sin papeles»), del cuestionamiento del actual «modelo» de producción, transporte y consumo (como estamos comrpobando ahora con la crisis energética) o de tantos otros temas en los que sigue queriéndose imponer el «pensamiento único».

    Para todo ello IU ha de saber hacer valer su peso en las movilizaciones y también su actividad desde las instituciones, demostrando que es fuerza de protesta y que a su vez tiene propuestas y alternativas viables y factibles. En la actualidad es el trabajo en los ayuntamientos el que debe servir de ejemplo de todo ello: es, por tanto, en este campo, en el que habrá que dedicar un enorme y constante esfuerzo por confirmar empíricamente que es posible otra política distinta a la del PSOE y a la de otras izquierdas, con la democracia participativa como práctica cotidiana y la lucha contra toda forma de corrupción y por derechos sociales y servicios públicos de calidad como emblemas.

  3. «¿Cómo lograr organizar en IU a lo más activo de la sociedad civil crítica? ¿Cómo conseguir que nuestra estructura organizativa promueva la democracia interna, la participación y el compromiso?»

En diferentes contribuciones presentadas en Federaciones como la de Andalucía o la de Madrid se han presentado desde posiciones críticas diferentes sugerencias y propuestas, orientadas todas ellas a cuestionar el tipo de partido realmente existente en IU y a volver a poner de actualidad la necesidad de un «partido-movimiento», lo más horizontal, participativo, pluralista y desprofesionalizado posible. Compartimos la mayoría de esas propuestas, si bien creemos que no va a ser fácil superar la enorme pérdida de credibilidad que el proyecto de «movimiento político-social» está teniendo no sólo entre sus simpatizantes sino también entre la mayoría de sus miembros.

Hace falta, por tanto, un giro voluntarista radical que demuestre que la centralidad de esta organización ha de estar en las Asambleas, en la deliberación y decisión por parte de las mismas de las principales orientaciones y políticas a desarrollar por IU tanto en los movimientos sociales como en las instituciones. Una vez actualizados los censos, el protagonismo de esas Asambleas deberá apoyarse igualmente en una reanimación de las Areas de Elaboración que a su vez deberían promover reuniones regulares del Activo de IU en los diferentes movimientos sociales: sindical, vecinal, ecologista, feminista, antiglobalización…; será combinando la dimensión territorial con la sectorial y la transversal como podremos encontrar nuevas formas de mestizaje dentro y fuera de IU entre las diferentes «culturas» y estilos de trabajo, evitando prácticas contradictorias como las que se han dado durante mucho tiempo. Los órganos de dirección deben basarse en un funcionamiento efectivamente colegiado y respetuoso de la pluralidad, cuestionando el «modelo» unipersonal hasta ahora dominante (eliminando la figura de Coordinador/a General) y la proliferación de grupos de interés. Los cargos públicos deberán rendir cuentas periódicamente ante las direcciones y Asambleas correspondientes -pudiendo ser revocados por las mismas- y atenerse a los acuerdos adoptados en esos órganos, cobrar ingresos equivalentes al sueldo medio de un trabajador y practicar la rotatitivad; en resumen, aplicar coherentemente unos principios que sirvan de contratendencias frente a las que favorecen la burocratización y oligarquización de las formaciones políticas. Las políticas de alianzas y de gobierno y los programas en que se basen deberán ser sometidas a referéndum vinculante entre el conjunto de la afiliación afectada.

4. «¿Cómo conseguir articular adecuadamente federalismo, pluralidad, eficacia y credibilidad en la acción política?»

Si por federalismo entendemos autogobierno de las partes más gobierno compartido por todas ellas, manteniendo distintas formas de cooperación que tengan en cuenta nuestra realidad plurinacional; si concebimos la pluralidad como libre expresión y respeto de las distintas corrientes de opinión y búsqueda del consenso en torno a un proyecto y un programa común, sin por ello negar el derecho al disenso; si optamos por un concepto de «eficacia» que (rechazando subordinarse a los tiempos mediáticos y a su agenda) no prime sobre el de democracia, es decir, se base en un proceso de toma de decisiones que sea capaz de responder a la dinámica cambiante de la vida política sin por ello generar efectos perversos internos, y contando para ello con el aprovechamiento óptimo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, estamos convencidos de que es posible ir recuperando credibilidad como fuerza de izquierda anticapitalista y alternativa. Por ese camino quizás sea posible converger y renovarse con muchas gentes activas y críticas de los diferentes movimientos sociales que no se reconocen ni en el PSOE ni en las izquierdas nacionalistas ni en otras de ámbito no estatal.

En ese esfuerzo por conciliar principios y valores que han de presidir el funcionamiento de una organización profundamente democrática, el criterio de «lealtad» no puede ser confundido nunca con la lealtad a las direcciones -o a las mayorías dentro de ellas- sino que ha de entenderse respecto al conjunto de la organización y a las decisiones que democráticamente se toman en ella. En ese sentido creemos que el problema principal de IU no está en la expresión pública que han podido tener las divergencias manifestadas por determinadas minorías -al menos en el período reciente- sino en el menosprecio a la organización y sus órganos de dirección, el déficit democrático y los métodos autoritarios que desde hace tiempo se vienen practicando desde la dirección federal. Es ésta la que ha de demostrar su voluntad de ser leal al conjunto de la organización cumpliendo escrupulosamente los Estatutos, sometiéndose a los procedimientos democráticos adecuados para la toma de decisiones de importancia política y facilitando el conocimiento por toda la organización de las distintas posiciones expresadas en las instancias correspondientes.

Algo parecido podríamos decir de la «lealtad federal»: el problema no está en la necesidad de repartir y compartir soberanía y competencias entre las distintas organizaciones de forma no necesariamente uniforme -respetando las decisiones que cada una de ellas tome sobre la fórmula de relación a mantener- sino en construir un marco de corresponsabilidad en un proyecto y un programa comunes compatible con la respuesta a las diversas realidades nacionales y regionales y con la adopción de tácticas que, aun pudiendo ser diferentes, no sean contradictorias entre sí.

3 de septiembre de 2004

Susana López, Manolo Monereo, Pedro Montes y Jaime Pastor son miembros de la Presidencia Federal de Izquierda Unida