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Un voto por el futuro

Fuentes: Revista Pueblos

Arafat, para unos héroe y para otros villano, nunca ha constituido el principal obstáculo del estancamiento de las negociaciones de paz, sino más bien la justificación para la continuación del statu quo actual. Sin un cambio drástico de la condición de vida de los palestinos y el fin de la actual ocupación y del crecimiento […]

Arafat, para unos héroe y para otros villano, nunca ha constituido el principal obstáculo del estancamiento de las negociaciones de paz, sino más bien la justificación para la continuación del statu quo actual. Sin un cambio drástico de la condición de vida de los palestinos y el fin de la actual ocupación y del crecimiento diario de los asentamientos, ningún acuerdo de paz será justo y duradero.

El «rais» nunca creció como un demócrata y tampoco fue un destacado gobernante, pero fue el líder revolucionario que introdujo la causa palestina en la agenda internacional y llevó a la OLP a la categoría de sujeto de derecho internacional. Fue un hijo del proceso descolonizador y de los nacionalismos árabes del siglo XX. Líder indiscutible y símbolo de la resistencia palestina luchó por una causa todavía hoy sin visos de ser resuelta. Firmó acuerdos dolorosos y desventajosos y su pueblo recibió muy poco a cambio.

Sin embargo, la muerte de Arafat, y las futuras elecciones, abren nuevas expectativas en el horizonte que pueden dinamizar la situación actual. Pero para ello es condición sine qua non un sustancial cambio de actitud y de voluntad política por parte de Israel y de EE.UU.

La celebración de elecciones el 9 de enero en los Territorios Palestinos representa un pequeño avance y un paso importante para reactivar el estancado proceso de paz. La Autoridad Palestina ha reaccionado rápido y se marca un tanto aplicando la Constitución que prevé la celebración de elecciones presidenciales dentro de los 60 días posteriores a la muerte del presidente. Los futuros comicios suponen la forma más legítima de llenar el vacío provocado por la muerte de Arafat y responder a la demanda de reformas institucionales y democráticas de origen interno y externo. En primer lugar para la consolidación de un sistema democrático eficaz y transparente que permita una mejor gestión de las limitadas competencias de la AP y legitime su actuación frente a los palestinos. En segundo lugar porque una reforma de las instituciones, partiendo del propio convencimiento y no a efectos estéticos, puede proporcionarle la consolidación de su legitimidad frente a la comunidad internacional y un mayor y mejor apoyo en el proceso de paz.

Además, en un momento en que sólo los actos unilaterales parecen causar cierto impacto, la convocatoria de elecciones representa, la única acción unilateral palestina que puede poner en jaque al Gobierno de Sharon y provocar reacciones de presión externa. Entre febrero del 2002 y enero del 2003 se anunció un cese al fuego que no tuvo respuesta alguna por parte de Israel.

La comunidad internacional ha respondido unánimemente en apoyo al proceso electoral. Incluso EE.UU., único sujeto externo con verdadera capacidad para influir hoy en el futuro del conflicto ha respondido positivamente a la convocatoria y su presión resultará básica.

El proceso electoral conminará al gobierno de Israel a pronunciarse y a actuar sobre asuntos importantes tales como la relajación de las medidas militares represivas en los territorios ocupados y la cuestión de los ciudadanos palestinos de Jerusalén Este.

Unas elecciones legítimas requieren del libre movimiento de los órganos electorales para organizar la logística necesaria, de partidos políticos que puedan desarrollar la campaña electoral y de electores que puedan votar en libertad y sin la presencia de un ejército enemigo.

El ejército israelí, previa coordinación con las fuerzas de seguridad de la AP, debe relajar la ocupación en términos de libertad de movimiento, toques de queda y cese de los ataques en ciudades y campos de refugiados. Fuentes del ejército israelí han anunciado que se darán facilidades por el mutuo interés de estos comicios.

Otro tema vital es la participación de los palestinos de Jerusalén Este, incluida en los Acuerdos de Oslo, como sucedió en las elecciones de 1996 que proclamaron a Arafat presidente de la AP. Durante el reciente proceso de registro llevado a cabo para la creación de un nuevo censo electoral, la policía israelí cerró 6 centros de registro en Jerusalén no permitiendo la inscripción de ningún potencial votante.

El nuevo registro recientemente elaborado recoge el 67% del electorado potencial. A falta de solucionar la cuestión de los ciudadanos de Jerusalén Este, esta base electoral resulta satisfactoria para legitimar al próximo presidente de la AP y encargado de reactivar el proceso de paz.

La otra acción unilateral palestina posible y que resulta vital para acompañar las elecciones ha sido el cese al fuego declarado por las Brigadas Mártires de Al-Aksa durante los 60 días que va a durar el proceso electoral, ahora falta que Hamas y Jihad Islámica secunden la hudna o tregua. Esta tregua sin duda va a facilitar el desarrollo de los preparativos y de la campaña electoral. Y debería ser acompañada de la necesaria retirada del ejército israelí en ciudades y pueblos palestinos.

Los palestinos están moviendo ficha con celeridad y determinación hacia la consolidación democrática que tan insistentemente se les ha exigido desde el exterior como requisito previo a la solución del conflicto y la declaración del Estado palestino, ahora le toca el turno a Israel no solo no obstaculizando el proceso electoral sino cooperando, y aceptando que la situación actual es insostenible y supone la fuente principal del terrorismo que les acecha. La comunidad internacional por su parte debe ejercer sus influencias de forma constante y firme y no dejar solo al pueblo palestino por enésima vez.