Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Israel es un buen sitio para contemplar la inmensa ola de penitencia gentil, el Día de la Memoria del Holocausto, que dura una semana. Por cierto, puede ser observada en todo el globo, como el eclipse solar: esta colosal ida a Canossa: todo el mundo de Alaska a la Antártica se queda mudo escuchando la plegaria judía y pide perdón. Chirac prometió recordar a los judíos que Francia no salvó; reconoció la culpa francesa, algo que de Gaulle nunca hizo. El canciller alemán se mostró aún más contrito de que costumbre; tiene un buen motivo: el monumento del holocausto, de increíble fealdad, está a horcajadas sobre Berlín como un castigo eterno. Como una bofetada a los extraños profesores de Columbia que tratan de distinguir entre judíos e Israel, el himno nacional de Israel, Hatikwa, fue tocado en la ONU para el acto memorial.
Si usted pensó que la memoria no tuvo nada que ver con Israel, vuelva a pensar. O mejor aún, mire a Kofi Annan expiando sus pecados: despidió a Hanson, su representante para Gaza, porque enojó a Sharon; prometió combatir el antisemitismo hasta el último antisemita; organizó una sesión especial de la Asamblea General de la ONU, dio a Israel su palabra de que la ONU prestará más atención en el futuro a sus necesidades. Al lado de Annan estaba su mujer – nos dicen que es una Wallenberg, y Raul Wallenberg fue un sueco de familia oligárquica que salvó a muchos judíos y fue asesinado por los rusos. Hubo otro sueco real que salvó a numerosos judíos y fue asesinado por judíos – Folke Bernadotte – pero a él lo olvidaron incluso en Estocolmo, donde un judío millonario compró esta semana otro canal de televisión para asegurarse de que siga olvidado.
Los titulares de los periódicos israelíes preguntan: «¿Aprendieron la lección?» ¿Quiénes son «ellos»? ¿Qué lección? Los judíos ganaron la guerra; es la lección para los goyim [no judíos], dieron a entender. A fin de dar esta lección, murieron unos cuarenta millones de hombres y mujeres, pero en todo caso sólo se recuerda a los judíos, así que valió la pena. Nadie menciona a los soldados rusos que murieron en Stalingrado o a los civiles alemanes muertos por Bomber Harris, los japoneses incinerados por la bomba atómica son olvidados. En cuanto a los soldados estadounidenses, hubo El Soldado Ryan, pero a él lo salvaron.
Pero si se ve en todas partes, ¿por qué es Israel un sitio tan excepcional para contemplar el Día de la Penitencia? Porque sólo aquí no quedan ilusiones de que «la lección» se refiere a la inaceptabilidad del racismo o de la limpieza étnica o del asesinato a sangre fría. Directamente después de las noticias, el Canal Uno de la televisión de Israel, comenzó una discusión de mesa redonda: ¿que hay que hacer con los goyim que piensan que el mandamiento «sé fructífero y procrea» se refiere también a ellos? El mayor peligro para Israel, dijo el favorito estadounidense, Bibi Netanyahu, no son los palestinos al otro lado del muro – son los ciudadanos árabes israelíes. Se multiplican demasiado rápido. Traen sus mujeres y maridos de los territorios ocupados y del extranjero – este privilegio debería ser reservado a los judíos.
El líder del Shas, Eli Yeshai, propuso que los sacaran de la Seguridad Nacional, para que no reciban ayuda financiera para sus niños. El profesor Soffer estaba furioso: ¡la bomba demográfica de los no judíos está que estalla! Hay demasiados. Este es un país judío, el único que tenemos, mientras que los goyim tienen cientos de países en los que pueden vivir.
Hay unos pocos árabes alrededor de la mesa redonda: un joven estudiante y un miembro del Knesset [Parlamento], Tratan de hablar de racismo, pero no se comprende su fluido hebreo: el racismo es algo que se comete contra los judíos, no lo cometen los judíos. Tenemos sólo un país, y deberíamos planificar lo que vamos a hacer con los otros, con los no-judíos, para que no se multipliquen.
En otro canal, un orador condena a los nacionalistas rusos: se atreven a decir que tienen sólo un país y no quieren que su país sea dirigido por judíos organizados. No tienen intenciones de reducir la tasa de nacimientos judía; no tienen intenciones de expulsar a los judíos. Los nacionalistas rusos citan las infames resoluciones de Shulkhan Aruch traducidas ahora al ruso para el adoctrinamiento de los judíos rusos. Dicen que esas resoluciones promueven el odio del goy entre los judíos. Quieren utilizar las leyes sobre el odio contra los judíos que se dedican a promover el odio. Dicen que las organizaciones judías en Rusia apoyan abiertamente a Israel. Ellos y sus padres combatieron contra Alemania nazi; no lo hicieron para beneficiar a otros racistas, dicen. Las organizaciones judías en Rusia tienen una idea más clara sobre el fin perseguido por las leyes sobre el odio; exigen que el tribunal ruso arreste a los racistas. Tal vez sean racistas, tal vez no; pero no pueden ser más racistas que el Dr Soffer, Bibi Netanyahu y Eli Yeshay.
La televisión presenta más noticias: la niña palestina de tres años, Rahma Abu Shamas, fue muerta el miércoles por la mañana por el ejército israelí, reduciendo así en algo la amenaza demográfica. La Corte Suprema decidió aprobar la nominación del general Dan Halutz al puesto de jefe adjunto del Estado Mayor. Cuando se le preguntó al comandante de la Fuerza Aérea, Dan Halutz, qué siente el piloto cuando suelta una bomba de una tonelada sobre un campo de refugiados densamente poblado en Gaza, matando a quince niños, respondió: «Una ligera sacudida. Duermo bien». Los jueces le advirtieron que tuviera más cuidado al dar una entrevista.
El primer ministro Ariel Sharon dijo el miércoles que el mundo «no movió ni un dedo» para detener el Holocausto. Una noticia interesante: yo no tenía la menor idea de que Alemania nazi fue detenida por las IDF [ejército israelí]. Pero, desde luego, la muerte de millones de soldados rusos y de miles de soldados estadounidenses y británicos no es lo mismo que «mover un dedo». Esta declaración de Sharon fue un abierto, descarado, insulto a los veteranos; fue un insulto a las familias de los soldados caídos; fue un insulto a Rusia, Inglaterra y EE.UU. Pero aprendieron su lección y se arrodillaron en silencio.