Traducido para Rebelión por Sinfo Fernández
NOTA DEL EDITOR: En Santa Fe, el 12 de febrero pasado, tuvo lugar la intervención que se expone seguidamente. Kathy fue uno de los tres oradores, y su marido, Bill, otro (1) El encuentro, organizado por el Capítulo de Santa Fe de los Veteranos por la Paz, se llevó a cabo en una tarde de debates y discusiones con vídeos, fotos, y gráficos mostrados sobre «Palestina/Israel: Derechos Humanos y Perspectivas Políticas».
«Durante estos últimos meses, nos hemos hartado de oír declaraciones optimistas sobre Palestina: ya tenemos alto el fuego; Ariel Sharon está llevando a cabo su plan de desenganche de Gaza y puede que también saque a las tropas israelíes de algunas ciudades de Cisjordania; George Bush y Condoleezza Rice hablan todo el tiempo de dos Estados viviendo en paz uno junto a otro.
Sin embargo, creo que necesitamos tener muy claro lo que está pasando realmente en Palestina. Cuando conoces de verdad lo que ocurre sobre el terreno, no se ve que haya en absoluto razón alguna para el optimismo. Aún con todas esas declaraciones optimistas, no habrá un Estado palestino auténtico y no habrá paz en un futuro previsible, y la responsabilidad de todo ello recaerá sobre Israel y sobre Estados Unidos. La razón de que no haya independencia palestina y, por tanto, tampoco paz y justicia, es simplemente porque el gobierno israelí no quiere, y EEUU no quiere lo que Israel no quiere.
La periodista israelí Amira Hass ha señalado recientemente con toda intención: «No está mal querer ser optimista», dijo. «El problema empieza cuando los actos optimistas son anestésicos, y cuando los optimistas sólo se ocupan de hablar y no prestan atención a lo que hacen los bulldozer.» Se está refiriendo a las excavadoras que siguen construyendo el muro de separación a través de los territorios palestinos, que siguen demoliendo hogares de palestinos inocentes, que continúan arrasando la tierra palestina para construir más asentamientos israelíes y más carreteras por las que sólo podrán circular israelíes.
Cualquier mapa de Cisjordania en el que aparezca el trazado del muro de separación demuestra con fuerza muy dramática cómo ese muro está comprimiendo a los palestinos en territorios cada vez más reducidos. No olvidéis que toda Cisjordania ocupa sólo el 22% de la tierra original de Palestina, así, los palestinos han consentido construir su Estado en un territorio que supone menos de la cuarta parte de su patria de origen. Sin embargo, cuando el muro esté terminado, tendrán sólo alrededor de la mitad de ese 22%. E incluso esa pequeña porción no tendrá contigüidad. El área dentro del muro está dividida en dos secciones muy distintas. Jerusalén queda en el medio, fuera del muro; los palestinos no consiguen porción alguna de Jerusalén. Y hay tantas incursiones y tantos trozos de tierra arrancados -partes del muro que se adentran en territorio palestino a fin de acomodar asentamientos israelíes y mantenerlos en el lado israelí del mismo- que lo que queda para los palestinos no puede considerarse como algo con integridad territorial, y por ello sería claramente indefendible.
Lo que Amira Hass está diciendo es que, mientras los políticos y comentaristas estadounidenses hablan de conversaciones optimistas sin hecho práctico alguno, lo que está sucediendo actualmente en Palestina es que Israel prosigue la construcción del muro e implementa nuevas medidas para tener bajo control a Palestina. Dejadme sólo enumerar algunas de las medidas que Israel está poniendo en marcha aún en Cisjordania y Gaza mientras que Bush, Rice y Sharon y los medios de comunicación coinciden en conversaciones vacías sobre su optimismo:
Justo en estos momentos, se continúa ampliando asentamientos y construyendo literalmente miles de nuevas viviendas en zonas confiscadas de propiedad palestina, tanto en el área de Jerusalén como en otras zonas a lo largo del muro. Cientos de acres agrícolas palestinos que terminaron en la parte israelí del muro están siendo allanados por los bulldozer para levantar viviendas para nuevos asentamientos israelíes. ¡Y los defensores de Israel intentan reclamar que el muro no supone un saqueo de la tierra!
Se estima que aproximadamente el 90% de los pozos de agua dulce palestinos van a terminar en la parte israelí del muro cuando éste se complete. ¡Y dicen que no es un robo de tierra!
Israel ha instituido un sistema de permisos para que los palestinos puedan acceder a las zonas que están en la parte israelí del muro. Los palestinos deben tener permiso para ir a estas áreas a trabajar la tierra, aunque se trate de su tierra… Según el nuevo sistema, a ningún israelí y a ningún judío de ningún lugar del mundo se le permite de forma explícita entrar sin un permiso. Los permisos se conceden a los palestinos sólo para seis meses; a menudo se les deniega sin una razón concreta, y a menudo no se les renueva, también sin motivo. ¡Y ellos intentan decir que esto no es un robo de tierras!
Israel continúa demoliendo casas: 12.000 desde que comenzó la ocupación, varios miles sólo durante el pasado año. Muy pocas, tan sólo alrededor de un 5% de todas las demoliciones tenían algo que ver con el terrorismo. La mayoría de ellas se hacen para despejar la tierra porque Israel la quiere para algún objetivo; varios cientos han tenido lugar en y alrededor de Jerusalén, donde Israel sencillamente no quiere que se construyan nuevos edificios palestinos o que la población palestina aumente.
Israel continúa matando palestinos, a pesar del optimismo y del reciente período denominado «de calma». 139 palestinos, la mitad de ellos niños, han sido asesinados por los israelíes en los tres meses siguientes a la muerte de Arafat, mientras que han resultado muertos en el mismo período 16 israelíes. Esta es una proporción de muertes de 8 a 1. E incluso así apenas oímos en los medios de comunicación, con tanto optimismo, referencia alguna a este desequilibrio en las cifras de muertos.
Me gustaría coger el caso de dos pueblecitos palestinos y haceros una descripción acerca de las condiciones que se dan allí con un par de ejemplos para que podáis saber cómo es la vida bajo la ocupación israelí.
El primero es el pueblo de Jayyous, sobre el que ha habido alguna cobertura por parte de la prensa. Jayyous es un pueblo de 3.200 habitantes al noroeste de Cisjordania. El muro de separación fue construido allí en el verano de 2003. Era un próspero pueblo campesino, que vivía de 3.000 acres plantados con olivos, limoneros, guayabas y pequeños cultivos. Muchos de nosotros, en EEUU, pensamos que Palestina es un tierra seca y desolada, pero no es verdad. Jayyous está localizado en una rica zona agrícola.
El 72% -casi las tres cuartas partes- de la tierra de este pueblo ha acabado en el lado israelí del muro. Todos los seis pozos de agua dulce del pueblo han terminado en el lado israelí del muro.
Los granjeros deben ahora conseguir permisos para trabajar sus tierras. Aquéllos que lo consiguen deben pasar a través de una única puerta abierta en el muro, que se abre sólo durante una hora dos o tres veces al día – y sólo cuando los israelíes tienen a bien hacerlo. Por ejemplo, no se abrió en absoluto durante el período aproximado de diez días en el que se celebraron las fiestas religiosas judías.
El año pasado se secaron 15.000 naranjos y una cosecha entera de guayabas se perdió porque los campesinos no pudieron entrar en la tierra para regarla.
Gran parte de la tierra del pueblo que está ahora en la parte israelí comenzó a ser aplanada en diciembre, y todavía siguen haciéndolo, para construir 2.000 nuevas viviendas para un asentamiento cercano. ¡Y los defensores de Israel se atreven a decir que este muro no supone un saqueo de la tierra!.
El otro pueblo que me gustaría describiros es Anata, justo en el exterior de Jerusalén Este. Bill y yo hemos pasado un par de semanas allí en los últimos dos veranos ayudando a reconstruir las casas demolidas por las autoridades israelíes.
Anata es una ciudad de 9.000 habitantes. Durante el proceso de paz de Oslo se estableció que permaneciera en una zona bajo total control israelí. La Autoridad Palestina no ha tenido nunca autoridad alguna en Anata, por eso las penosas circunstancias en que se encuentra la ciudad son entera responsabilidad de Israel.
Anata solía subsistir de las industrias de materiales sacados de las canteras y de algo de agricultura, pero Israel ha confiscado la mayoría de las canteras y limitado o confiscado la tierra agrícola. Cuatro asentamientos israelíes y dos bases militares israelíes, todas construidas en la tierra confiscada de Anata, rodean la ciudad.
Muchas de las casas de Anata han sido demolidas, no porque se sospechara que sus dueños tenían que ver con el terrorismo, sino porque Israel sencillamente no los quería allí: no concede permisos para edificar y cuando la gente construye en algún lugar, las casas son destruidas con los bulldozer.
Casi no hay servicios públicos en Anata. No hay hospital, tan sólo una clínica con una enfermera y un doctor que acuden allí una vez a la semana. El hospital más cercano está solo a una milla dentro de la ciudad de Jerusalén, pero como residentes de Cisjordania, los habitantes de Anata tienen prohibido entrar allí. Hay escuelas públicas y privadas, pero la mitad de los profesores viven fuera de Anata y cada vez tienen más dificultades para poder llegar a trabajar cada día.
Anata tenía una compañía de autobuses que tuvo que cerrar cuando los puntos de control israelíes convirtieron los viajes en algo casi imposible. La ciudad compró un camión de basura hace un par de años con las donaciones de la UE, pero el único basurero está en la ciudad vecina, que tiene ahora varios puntos de control y dos segmentos del muro de separación. La consecuencia: montones de basura en cada rincón de Anata.
Como resultado de toda esta miseria y privaciones, están creciendo el desempleo, el crimen y el uso de drogas, la ciudad está sin vida y sin objetivos. Los residentes no pueden trabajar, no pueden conseguir ayuda sanitaria, no pueden construir, no pueden ir a rezar como solían a Jerusalén, no tienen una educación decente y no pueden huir. La construcción del muro empezó el pasado verano y esto empeoró cada aspecto de la vida en Anata ¡Y ellos se maravillan de que los palestinos luchen contra la ocupación israelí1.
Estos dos casos no son ejemplos aislados. Esto es lo que la ocupación produce en todas partes. No debemos perder de vista el hecho de que el origen del problema, la fuente del conflicto, no es el terrorismo, no son los palestinos. Es la ocupación: la dominación continuada de Israel sobre Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este con sus 3,5 millones de palestinos. El quid de la cuestión es que la ocupación israelí continúa y se intensifica, a pesar de todas las charlas optimistas – y que no se hace nada para detenerla
Israel está cometiendo un etnocidio contra los palestinos. Está intentando limpiar étnicamente Palestina, echar a los palestinos, comprimirlos en zonas cada vez más reducidas, hacerles la vida tan miserable que sencillamente no puedan hacer más que tirar la toalla y marcharse. Eso es lo que Israel quiere hacer con toda Palestina y no hay nadie que esté intentando detener este proceso.
Los defensores de Israel dirán que el muro y los puntos de control están ahí para proteger a los israelíes del terrorismo palestino, pero lo que no dicen es que la mayor parte de estas medidas restrictivas estaban en marcha antes de que el proceso de paz se rompiera y los suicidas con bombas empezaran. El número de colonos israelíes en territorio palestino se ha duplicado durante los años del denominado proceso de paz, los cientos de miles de carreteras construidas por los israelíes sólo en tierra confiscada palestina estaban allí antes de que la Intifada palestina empezara, los puntos de control que impiden los movimientos de los palestinos a través de Cisjordania estaban allí antes de que el proceso de paz se colapsara, las alambradas electrificadas alrededor de Gaza para impedir que sus habitantes se movieran libremente estaban ya allí durante todos los años del proceso de paz.
Nadie -ninguno de los optimistas- está discutiendo el final de cualquiera de estas medidas de opresión ahora que tenemos un ‘denominado’ alto el fuego. En efecto, ese alto el fuego está enteramente desequilibrado: los palestinos se han comprometido a renunciar a cualquier tipo de violencia -han prometido acabar con cualquier oposición a la ocupación- pero Israel no ha dado nada a cambio para terminar con la ocupación.
Las acciones y las políticas de Israel en los territorios ocupados no han estado nunca regidas por el tema de cuándo y cómo dar a los palestinos una independencia auténtica en un pequeño Estado en Cisjordania y Gaza, sino por el férreo sistema que cualquier gobierno israelí debe desplegar para mantener a los palestinos bajo control y sin una independencia real.
Las medidas opresoras de Israel han llegado tan lejos que la noción de una solución con dos Estados no tiene virtualmente sentido ahora. Se ha quitado tanta tierra palestina -confiscada y aplanada y asfaltada- que sencillamente no hay un lugar físico donde poner un Estado verdadero en ninguna parte. Apoyar la idea de dos Estados en el punto en que nos encontramos es sólo un eslogan vacío; es simplemente una manera para que George Bush pueda emitir sonidos agradables al oido y para que algunos activistas de la paz limpien sus conciencias sin tener que pensar o hacer nada. Como dijo Amira Hass, el optimismo es un problema cuando sirve tan sólo de anestésico.
En Palestina se está produciendo un desastre humano terrible, y nosotros, los estadounidenses, estamos subvencionándolo y apoyándolo. Tanta gente, aparte del falso sentido de solidaridad y simpatía con Israel, ha levantado un muro alrededor de ellos mismos para que les mantenga sin saber lo que sucede en Palestina, que les impide ver lo que sucede allí en cuanto a cuestiones de derechos humanos y justicia. No se trata de una cuestión judía. Es una cuestión universal; es un tema político de conducta estatal hacia otro pueblo. Es un tema, fundamentalmente, de justicia. Y la justicia, como todos sabemos, es ciega ante el color, la religión y el origen étnico. La justicia rechaza la tendencia a considerar este conflicto, o cualquier otro, desde una perspectiva única.
Y una vez considerado el problema, creo que todos deberíamos pensar, como estadounidenses que debemos subvencionarlo, en cómo podría cualquiera de nosotros, sin importar nuestra religión, origen étnico o inclinaciones políticas, considerar justo que Israel siga manteniendo los territorios ocupados, o cualquier parte de los mismos, cuando eso es todo lo que queda de la patria originaria palestina. Cómo podemos considerar justo que Israel confisque tierra palestina para construir asentamientos étnicamente exclusivos y para construir una red de carreteras étnicamente exclusivas. Cómo podemos considerar justo que Israel provoque que cientos de miles de personas se vean excluidas de sus trabajos, de sus escuelas y de sus medios de vida construyendo una jaula para ellos. Cómo podemos considerar justo que los israelíes destruyan cientos de casas -grandes franjas con hogares de personas- por la única razón de que se encontraban en el camino de los planes israelíes.
Cómo podemos considerar justo negar a los palestinos el derecho a luchar contra esta dominación extranjera. El terrorismo palestino es rechazable, pero pienso que necesitamos ser muy conscientes de que es mucho más justo rechazar la ocupación de Israel, que tuvo lugar antes que el terrorismo palestino. Podemos condenar las tácticas, pero la justicia pide que no neguemos a los palestinos el derecho a luchar por su libertad. Y al final, la noción de justicia nos demanda que forcemos a Israel a parar su opresión sobre otro pueblo.»
19/20 febrero 2005
(1) La intervención de Bill Christison apareció originalmente en la edición de CounterPunch del 12-13 de febrero de 2005, y traducida en Rebelión el 20 de enero de 2005.
Kathleen Christison es una antigua analista política de la CIA y ha trabajado en temas de Oriente Medio durante treinta años. Es autora de «Perceptions of Palestine and The Wound of Dispossession». Se puede contactar con ella en: [email protected]
Texto original: www.counterpunch.org/christison02192005.html