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La vigencia de Azaña y la izquierda republicana (I)

Fuentes: Rebelión

Este año, se cumplen ciento veinticinco del nacimiento de Manuel Azaña. (Alcalá de Henares, Madrid, 1880.) Y sesenta y cinco de su muerte. (Montauban, Francia, 1940). Es un buen momento para recordar el proyecto político de quien, para muchos, simboliza la Segunda República Española. Tanto para los que valoramos la vigencia del mismo, como para […]

Este año, se cumplen ciento veinticinco del nacimiento de Manuel Azaña. (Alcalá de Henares, Madrid, 1880.) Y sesenta y cinco de su muerte. (Montauban, Francia, 1940).

Es un buen momento para recordar el proyecto político de quien, para muchos, simboliza la Segunda República Española. Tanto para los que valoramos la vigencia del mismo, como para quienes intentaron durante cuarenta años, más otros treinta, denostar su persona y su proyecto político.

Para Manuel Azaña, el Estado democrático es inseparable de la República. El Estado democrático y republicano, no puede ser neutral. España, necesitaba entonces, y sigue necesitando hoy, una democracia activa. ‘La democracia que sólo instituye los órganos políticos elementales, como son los comicios, el parlamento y el jurado, no es más que aparente democracia’, decía Azaña en su Apelación a la República.

Pero no se puede construir un Estado democrático, sobre los cimientos del viejo Estado. No se puede construir el nuevo Estado, sobre la burocracia inoperante y la corrupción. Y no digamos, sobre los enemigos de ese Estado: La jerarquía militar y eclesiástica, y la derecha de siempre.

Como ocurrió en la Segunda República, ocurre hoy. El entramado de los poderes fácticos, hace inviables verdaderos cambios que puedan atentar, lo más mínimo, a sus intereses.

La diferencia entre entonces y hoy, es que la derecha, disfrazada de ‘demócratas de toda la vida’, y la jerarquía de la Iglesia Católica, sin necesidad de disfrazarse de nada, no necesitan las pistolas para imponer su ‘santa cruzada’. Tienen el poder. Mejor dicho, siguen teniendo el poder que nunca perdieron. Les resulta, quizá, más cómodo que el gestor de sus intereses sea Aznar o Rajoy, pero sí es ZP, tampoco les inquieta.

Para Azaña, era claro que el poder es un medio legítimo para transformar España. Para los ‘profesionales’ de la política, desde la llamada transición democrática, hasta nuestros días, el poder es un fin en sí mismo.

No se puede construir un Estado democrático sin romper con las situaciones anteriores. Se puede hacer un teatro, una farsa, una burla, pero no un Estado democrático.

La Constitución de la Segunda República Española, fue el intento más serio de modernización y libertad, hasta ahora conocidos.

Una Constitución corta y clara. Azaña pretendía una Constitución cuanto más corta y clara, mejor. Quería que la Constitución Republicana, fuera un instrumento al servicio del pueblo, de los trabajadores. Justo lo contrario de lo que se pretende con el proyecto de la llamada Constitución Europea.

Tan solo en este tema, podemos observar el antagonismo de objetivos. Los republicanos de izquierda, con Azaña a la cabeza, quieren una Constitución, para ser usada, entendida y considerada como propia, por y para los trabajadores y la pequeña burguesía progresista. Los actuales dirigentes del PSOE y no digamos del PP, pretenden textos farragosos y extensos que, a veces, ni los burócratas instalados en las elites entienden.

Para materializar el texto constitucional, es esencial saber qué correlación de fuerzas existe en cada momento. Así, cuando Azaña es nombrado Jefe del Gobierno, contaba tan solo con el apoyo de su partido, Acción Republicana, (más tarde, nos referiremos a Izquierda Republicana), por lo que no tenía la base social suficiente. Por ello, Azaña, se plantea una alianza con el socialismo.

Los republicanos de izquierda y los socialistas, de entonces, tenían posicionamientos comunes, pero también divergencias importantes, como veremos en los siguientes capítulos.

Libertad, Igualdad y Fraternidad.

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(*) Francisco Vega, es miembro de la Comisión Ejecutiva Federal de Izquierda Republicana y secretario de Organización de IR-Andalucía.