Los días 6-7 de noviembre se realizó en Amsterdam un balance de los 5 años de la aprobación de la Carta de la Tierra. Este documento nació como respuesta a las amenazas que pesan sobre el planeta, y como forma de pensar articuladamente los muchos problemas ecológico-sociales, con la Tierra como referencia central. En 1992, […]
Los días 6-7 de noviembre se realizó en Amsterdam un balance de los 5 años de la aprobación de la Carta de la Tierra. Este documento nació como respuesta a las amenazas que pesan sobre el planeta, y como forma de pensar articuladamente los muchos problemas ecológico-sociales, con la Tierra como referencia central. En 1992, con ocasión de la Cumbre de la Tierra en Rio de Janeiro, fue propuesto tal documento que, por razones que no cabe referir aquí, no fue aceptado. En su lugar se adoptó la Declaración de Rio sobre Medio Ambiente y Desarrollo. De esta forma, la Agenda 21, el documento más importante de la ECO-92, quedó privado de fundamentación y de una visión integradora. Insatisfechos, los organizadores, especialmente Maurice Strong, de la ONU, y Mikhail Gorbachev, director de la Cruz Verde Internacional, lanzaron la idea de que se creara un movimiento mundial para formular una Carta de la Tierra que naciese desde abajo hacia arriba. Debería recoger lo que la humanidad desea y quiere para su Casa Común, la Tierra.
Después de reuniones previas y muchas discusiones, se formó en 1997 la Comisión de la Carta de la Tierra, compuesta por 23 personalidades de los varios continentes (yo entré por Brasil), para dar seguimiento a una consulta mundial y redactar el texto de la Carta de la Tierra. Efectivamente, durante dos años, tuvieron lugar reuniones que involucraron a 46 países y más de cien mil personas, desde favelas, comunidades indígenas, universidades y centros de investigación, hasta que a inicios de marzo de 2000 en el espacio de la UNESCO en París, fue aprobado el texto final de la Carta de la Tierra.
Es uno de los textos más completos que se han escrito últimamente, digno de inaugurar un nuevo milenio. Recoge lo mejor que el discurso ecológico ha producido, los resultados más seguros de las ciencias de la vida y del universo, con una gran densidad ética y espiritual. Todo está estructurado en cuatro principios fundamentales, detallados en 16 proposiciones de apoyo. Los cuatro principios son: 1) respetar y cuidar la comunidad de la vida; 2) integridad ecológica; 3) justicia social y económica; 4) democracia, no-violencia y paz.
El sueño colectivo propuesto no es el «desarrollo sostenible», fruto de la visión intrasistémica de la economía política dominante, sino «un modo de vida sostenible» fruto del cuidado para con todo ser, especialmente para con todas las formas de vida y de responsabilidad colectiva frente al destino común de la Tierra y de la Humanidad. Este sueño bienaventurado supone entender «la humanidad como parte de un vasto universo en evolución» y la «Tierra como nuestro hogar, y viva»; implica también «vivir el espíritu de parentesco con toda vida», «con reverencia, el misterio de la existencia, con gratitud, el don de la vida que utiliza racionalmente los bienes escasos para no perjudicar al capital natural a las generaciones futuras; ellas también tienen derecho a un Planeta sostenible y con buena calidad de vida.
Las cuatro grandes tendencias de la ecología -ambiental, social, mental e integral- están ahí bien articuladas, con gran fuerza y belleza. Si es aprobada por la ONU, la Carta de la Tierra será agregada a la Carta de los Derechos Humanos. Así tendremos una visión holística de la Tierra y de la Humanidad, formando un todo orgánico, sujeto de dignidad y de derechos.