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El fin de Sharon

Fuentes: elcorresponsal.com

La noche del miércoles 4 marca el fin de la extensa carrera política de Ariel Sharon. Ese día, a las 10 de la noche, tras sufrir su segunda hemorragia cerebral en pocos días, el primer ministro israelí estaba abandonando, involuntaria pero irremediablemente, su prolongada actuación pública. Porque más allá de cómo evolucione su salud, el […]

La noche del miércoles 4 marca el fin de la extensa carrera política de Ariel Sharon. Ese día, a las 10 de la noche, tras sufrir su segunda hemorragia cerebral en pocos días, el primer ministro israelí estaba abandonando, involuntaria pero irremediablemente, su prolongada actuación pública. Porque más allá de cómo evolucione su salud, el tiempo es impiadoso y juega en su contra: ninguna recuperación será tan plena ni tan rápida como para permitirle atender, simultáneamente, las cuestiones del Estado y las exigencias de la campaña electoral para los comicios de marzo. Con su ausencia, se abre en Israel (y también en Palestina, su hermano siamés) un panorama incierto.

Hasta el momento del derrame, Sharon, de 77 años, había podido sortear un primer accidente cerebrovascular y un escándalo por corrupción que condujo a la renuncia de su hijo Omri a su banca en el Parlamento. Pese a ello, Kadima, el partido político que creó recientemente tras romper filas con el Likud, se mantenía cómodamente al frente de las intenciones de voto, augurándole 42 bancas en la Knésset (Parlamento unicameral, de 120 escaños).

Pero Kadima no es propiamente un partido, sino una herramienta electoral creada a imagen y semejanza de su fundador. Sin el magnetismo del que Sharon goza en gran parte del electorado israelí, Kadima parece una cáscara vacía, aunque en su corta existencia haya podido reclutar para sus filas un número significativo de políticos notorios del escenario israelí.

En el improbable caso de que Sharon logre salir «adelante» (el nombre que, paradójicamente, eligió para su partido), difícilmente encuentre un electorado dispuesto a confiar responsabilidades de tal envergadura en un hombre tan debilitado.

El derrumbamiento de la salud de Sharon deja a Israel en una situación extraña: gobernado por un viceprimer ministro (Ehud Olmert) altamente impopular y con un partido oficialista sin ninguna estructura orgánica ni figuras de relevo indiscutibles para tomar la posta. Y todo ello con las elecciones a un paso.

* El autor es el director periodístico de elcorresponsal.com.