El Occidente «democrático» está perplejo. Proclive a bendecir los resultados de todo proceso electoral, pese a que en el caso palestino se han desarrollado bajo ocupación, los occidentales siempre han aplaudido cualquier comicio que «vertebre la democratización» para el asentamiento de presuntos gobiernos-sucursal. Esta vez no. Turulato porque de golpe y porrazo se ha deshecho […]
El Occidente «democrático» está perplejo. Proclive a bendecir los resultados de todo proceso electoral, pese a que en el caso palestino se han desarrollado bajo ocupación, los occidentales siempre han aplaudido cualquier comicio que «vertebre la democratización» para el asentamiento de presuntos gobiernos-sucursal. Esta vez no.
Turulato porque de golpe y porrazo se ha deshecho el marrullero escenario sobre el que se han ido «construyendo todos los procesos de paz de Oriente Medio» que tan buenos réditos daban a Israel en su expansión sin tregua, a EEUU en la legitimación de su discurso genérico antiterrorista y a la UE en su negociete con «las ayudas a la ANP», base de su falaz imagen de «niño que no ha roto un plato» al que «no le dejan hacer». Se acabó. Hamas, el grupo que Israel instrumentalizó a modo de pequeño submarino durante la primera Intifada para debilitar a las formaciones laicas y de izquierda nacional palestinas, que lideraban el levantamiento, se ha convertido a la chita callando, en el legítimo interlocutor nacional de la Resistencia palestina, para disgusto de sus otrora manipuladores. La que denominan como «organización terrorista» es ahora, muy al pesar de todos, quien va a marcar la praxis de la agenda. Y por ello, porque hasta ahora Hamas ha demostrado una capacidad de pragmatismo real, pero que no tiene nada que ver con la renuncia a los principios que es lo que se le plantea como «necesario pragmatismo», parece que terminaron, para el tandem Israel-EEUU, los tiempos de la amenaza coactiva «democrática» para «negociar» sobre propuestas mentirosas como las de Madrid u Oslo nunca cumplidas. Terminaron los tiempos en los que los procesos de paz eran instrumentos tácticos para vertebrar nuevas fases expansivas sionistas de «baja intensidad» y más coartadas desmovilizadoras en pos del siempre inminente «Estado palestino» en los Territorios, tan mentado que ya nada dice. Terminaron los tiempos del maniobreo sharoniano en torno a la desprestigiada e instrumentalizada «Hoja de Ruta» que buscaba la guerra interpalestina y la autodestrucción de la Resistencia. Ahora, el pueblo palestino ha utilizado las «elecciones votocráticas» que sin ninguna garantía democrática convocaba la ANP por imperativo exógeno, para seguir «gestionando democráticamente» el lánguido y putrefacto desastre de la ANP, en la acción más «terrorista» imaginable, dando al verdadero «estado» palestino, el poder simbólico de la ANP a Hamas, «la organización terrorista». El verdadero estado Así es, Hamas es el verdadero estado palestino. El estado en marcha, el que funciona, con sus impecables y nada sectarios servicios sociales, educativos, sanitarios. Con sus «fuerzas armadas», sus relaciones internacionales, sus tratados de cooperación. Un estado de facto, que en el agua de la corrupción generalizada de la ANP, de la inoperancia pseudoburocrática extrema, del entreguismo coyunturalista de los líderes de la vieja guardia de Fatah, es puro aceite impermeable. La impecable trayectoria general de Hamas, el hecho de que por primera vez acepte participar de pleno en un «proceso electoral» en el que nunca ha creído, y los esfuerzos mastodónticos de los «viejos de Fatah» por evitar como líder máximo postarafatiano del popular y reivindicado preso Marwan Barghouti, única alternativa popular que pudiera hacer sombra a la apisonadora verde, han sido las claves del «atentado» electoral. Hamas ha sido el voto útil que ha arrastrado votos de muy diversos ámbitos sociológicos y políticos, es la «OLP del siglo XXI», solo que más homogénea, disciplinada y sobre todo teocrática. Y ante el nuevo escenario que regenera los parámetros reivindicativos y de evolución de un hipotético «proceso de paz» partiendo de la nueva interlocución que protagonizará Hamas, probablemente desde una posición de convergencia y concentración nacional con otras fuerzas resistentes, las interpretaciones occidentales siguen siendo prosionistas. Dejando en evidencia el doble rasero sistemático por el que dan por buenos unos resultados u otros en función de sus intereses, exigen renuncias y amenazan con retirar «fondos y ayudas» a la ANP, insultando así al electorado palestino, que masivamente ha aprobado los criterios de interpretación que del conflicto hace Hamas, y rayando el ridículo, ya que ciegos de prepotencia, no son conscientes de que Hamas ya tiene recursos y ayudas internacionales estructuradas como para atenuar ese propagandístico «fin de las ayudas europeas», y vertebrar así la «nueva ANP» con otras financiaciones. La victoria de Hamas es trascendental para la vertebración de un verdadero Proceso de Paz, ajeno a la agenda y al fracasado ciclo impositivo que tras el 11-S han protagonizado Israel y EEUU, con su lógica «preventiva», y que podemos intuir en el caos iraquí, el despropósito afgano, el fogueo barato hacia Irán y la propia evolución de Oriente próximo. Por ahora jamás negociarán o dialogarán con Hamas. En su tiempo tampoco habían de hacerlo con el siniestramente asesinado Arafat. Por cierto, ¿a quién hubiera votado? – (*) Gabirel Ezkurdia es analista internacional.