El mundo occidental parece tan habituado a las acciones y lenguaje violentos de Israel que a menudo pasa inadvertido, o simplemente muchos analistas prefieren desoir, cuando Tel Aviv reitera su supuesto derecho a los asesinatos selectivos de palestinos. Sin mucho ruido en Occidente se recibieron las últimas bravatas del ministro israelí de Defensa, Shaul Mofaz, […]
El mundo occidental parece tan habituado a las acciones y lenguaje violentos de Israel que a menudo pasa inadvertido, o simplemente muchos analistas prefieren desoir, cuando Tel Aviv reitera su supuesto derecho a los asesinatos selectivos de palestinos.
Sin mucho ruido en Occidente se recibieron las últimas bravatas del ministro israelí de Defensa, Shaul Mofaz, quien sin contraer el rostro amenazó con asesinar al designado primer ministro palestino, Ismail Haniyeh, líder del Movimiento de Resistencia Islámica, Hamas.
Poco importa al alto oficial sionista que Hamas triunfara en las últimas elecciones legislativas palestinas, asumidas con patrones a la usanza de Estados Unidos, Europa y el mundo occidental en general.
Como el régimen israelí califica de «terrorista» al movimiento armado y político Hamas, se atribuye el supuesto derecho a eliminar físicamente a cualquiera de sus dirigentes u otra figura incómoda a sus intereses geopolíticos y expansionistas.
Está claro que Mofaz habló con el convencimiento de alguien que desde las propias filas del gobierno está detrás del genocidio contra la población palestina, que es, en suma, el blanco de los principales ataques israelíes.
Es decir, la opinión pública occidental prefiere ignorar que Israel, con el apoyo y financiamiento de Estados Unidos, desarrolla permanentemente el terrorismo de Estado que incluye el bombardeo de asentamientos civiles.
Y si alguien duda de que Tel Aviv continuará ejecutando esa política de tierra arrasada sólo basta con prestarle atención a los principales órganos de difusión locales cuando, al citar fuentes del gobierno, señalan que proseguirán los ataques aéreos en la Franja de Gaza.
El gendarme estadounidense en el Medio Oriente afirma que insistirá en su política de fuerza contra Gaza, a pesar de que formalmente se retiró del territorio en el 2005, como parte de un pomposamente pregonado despliegue, como para hacer creer en sus supuestos afanes de paz.
Lo cierto es que Israel demuestra cotidianamente que no abandonará sus métodos genocidas NI siquiera porque el primer ministro Ariel Sharom ya no ejerce, al ser víctima de un coma prolongado.
Su reemplazante, el premier interino Ehud Olmert, ya había advertido en plena campaña electoral que emplearía puño de hierro contra la resistencia palestina.
Lo que traducido correctamente implica bombardeos contra civiles, persistencia de la ocupación y atentados contra dirigentes, ante la vista de la opinión pública occidental, tan proclive a condenar actos suicidas en pleno corazón de Israel mientras exhibe indiferencia cuando altas figuras de ese país, como Shaul Mofaz, pregonan que ordenarán el asesinato de nuevos dirigentes palestinos.
Sin mucho ruido en Occidente se recibieron las últimas bravatas del ministro israelí de Defensa, Shaul Mofaz, quien sin contraer el rostro amenazó con asesinar al designado primer ministro palestino, Ismail Haniyeh, líder del Movimiento de Resistencia Islámica, Hamas.
Poco importa al alto oficial sionista que Hamas triunfara en las últimas elecciones legislativas palestinas, asumidas con patrones a la usanza de Estados Unidos, Europa y el mundo occidental en general.
Como el régimen israelí califica de «terrorista» al movimiento armado y político Hamas, se atribuye el supuesto derecho a eliminar físicamente a cualquiera de sus dirigentes u otra figura incómoda a sus intereses geopolíticos y expansionistas.
Está claro que Mofaz habló con el convencimiento de alguien que desde las propias filas del gobierno está detrás del genocidio contra la población palestina, que es, en suma, el blanco de los principales ataques israelíes.
Es decir, la opinión pública occidental prefiere ignorar que Israel, con el apoyo y financiamiento de Estados Unidos, desarrolla permanentemente el terrorismo de Estado que incluye el bombardeo de asentamientos civiles.
Y si alguien duda de que Tel Aviv continuará ejecutando esa política de tierra arrasada sólo basta con prestarle atención a los principales órganos de difusión locales cuando, al citar fuentes del gobierno, señalan que proseguirán los ataques aéreos en la Franja de Gaza.
El gendarme estadounidense en el Medio Oriente afirma que insistirá en su política de fuerza contra Gaza, a pesar de que formalmente se retiró del territorio en el 2005, como parte de un pomposamente pregonado despliegue, como para hacer creer en sus supuestos afanes de paz.
Lo cierto es que Israel demuestra cotidianamente que no abandonará sus métodos genocidas NI siquiera porque el primer ministro Ariel Sharom ya no ejerce, al ser víctima de un coma prolongado.
Su reemplazante, el premier interino Ehud Olmert, ya había advertido en plena campaña electoral que emplearía puño de hierro contra la resistencia palestina.
Lo que traducido correctamente implica bombardeos contra civiles, persistencia de la ocupación y atentados contra dirigentes, ante la vista de la opinión pública occidental, tan proclive a condenar actos suicidas en pleno corazón de Israel mientras exhibe indiferencia cuando altas figuras de ese país, como Shaul Mofaz, pregonan que ordenarán el asesinato de nuevos dirigentes palestinos.