Con el telón de fondo del relevo de poder en Israel, su Ejército llevó a cabo una espectacular operación en Jericó, ciudad que, junto a Gaza, tuvo el honor de estrenar el primero de los acuerdos emanados del pacto de Oslo. »Gaza y Jericó Primero» fue el nombre con el que se bautizó un compromiso, […]
Con el telón de fondo del relevo de poder en Israel, su Ejército llevó a cabo una espectacular operación en Jericó, ciudad que, junto a Gaza, tuvo el honor de estrenar el primero de los acuerdos emanados del pacto de Oslo. »Gaza y Jericó Primero» fue el nombre con el que se bautizó un compromiso, entroncado en el principio de «paz por territorios», que hoy es papel mojado. El Ejército, uno de los pilares indiscutibles del Estado hebreo, marcó ayer una nueva frontera en la ocupación al asaltar una cárcel sita en un territorio autónomo y bajo supervisión internacional. En manifiesta oposición a los acuerdos firmados y con clara voluntad de desgastar el poder de la Autoridad Nacional Palestina, las fuerzas israelíes asaltaron el centro penitenciario con el objetivo no ocultado de secuestrar al prisionero del FPLP Ahmed Saadat y varios compañeros más. Israel justificó esa operación ilegal en los «insistentes rumores» sobre una eventual puesta en libertad de un preso al que implica en el atentado mortal contra el ministro israelí de Turismo, Rejabam Zeevi, cometido en 2001. Convertido en un caso de referencia en Israel y utilizado recurrentemente por políticos de uno y otro signo en este periodo preelectoral, el «dossier Zeevi» aparece como el motivo oficial de una operación con la que, de manera añadida, Israel deja su tarjeta de intenciones al nuevo liderazgo palestino, encabezado por Hamas. Al asolar una institución pública en Cisjordania, Israel expresa su voluntad de reconsiderar las escasas «cesiones» territoriales hechas a los palestinos. A la construcción del muro, a la revitalización de las colonias, al estrangulamiento de Jerusalén Este se suma ahora el asalto a la Palestina autónoma, representada por un centro de seguridad. Podrá alegarse, y es cierto, que este asalto no es nuevo. Ahí está el precedente de la Mukata. Del asedio a la sede presidencial, Israel sacó el beneficio apetecido de incentivar las luchas intestinas en el seno de la autoridad liderada por el desaparecido Arafat. Eso y devaluar el peso específico de Europa en el tablero de Oriente Medio. Como ocurrió en la Mukata, los observadores occidentales desertaron ayer en Jericó. Ahora sólo queda esperar que Bruselas, como ha hecho ya Londres, acuse a Abbas de no saber proteger a los europeos y a sus oficinas de la «ira palestina». De este modo, y tras abrir paso a los asaltantes, Europa ayudará a limpiar el rastro dejado por los tanques israelíes. –